10. Deliel: Reclutamiento.

—¡Ay, cariño, espera, espera!— dijo apurada pero riendo. —Despacio y con la cucharita, tesoro— dejó que comiera lo que había tomado con la mano y luego le puso la cucharita y le recordó cómo se usaba.

Comió lo que el bebé le ofrecía y se arrodilló junto a él para hacer un ejercicio que quizás le ayudaría a manejar mejor la cucharita.

—Vamos a ver, tesoro. Hay que usarla así— sujetó sus manitas y empezó a hacer movimientos envolventes con la manita que tenía la cucharita dentro del vasito a modo de dar cuchareadas más grandes y remarcadas revolviendo el contenido, de esa forma tomó una porción y la guio a su boquita. —Mmmm— repitió como él lo había hecho. —¡Rico!

Observó cómo Deliel intentaba hacer lo que le mostró y le dio gracias que batallara pero lo entendía, no lo iba a presionar.

De reojo vio una silueta que se deslizó por la entrada de la cocina y empezó a acercarse por detrás de ella, por esa simple forma de moverse supo quién era y lo que pretendía así que no la delató y siguió viendo a Deliel.

Se escurrió por detrás de Deliel y se quedó fuera de su vista aguantando la risa esperando a ver lo siguiente que haría el bebé antes de sorprenderlo mientras estaba distraído con Sigrid.

—¡¿Dónde está el bebé más guapo de todo el mundo?!— lo abrazó por atrás y lo pegó a ella mientras lo atacaba dándole una lluvia de besos.

Alcanzó a quitarle a Deliel el vasito con la cuchara para evitar que terminara en el suelo.
—¡Tosca!— le reclamó pero reía al mismo tiempo.

Se levantó para ir por un trapo y regresó para limpiar lo que había sido lanzado por Deliel.

—Ay, guapo, ¿ya te dio tosecita?— lo dejó de atacar con besos para que pudiera tranquilizarse aunque no dejó de abrazarlo. —¿Es helado lo que estaba comiendo?— preguntó a Sigrid.

—Sí pero no he podido darle bien, estoy haciendo un té para él— respondió Sigrid mientras dejaba el vasito sobre la barra para revisar el té.

—Yo le doy— dijo animada.

Cargó a Deliel y lo llevó con ella a la barra. Se sentó y a Deliel lo sentó sobre sus piernas.

Sigrid le acercó una toalla húmeda e Ireza le limpió las manos y la boquita antes de tomar el vasito y tomar una porción para darle.

—A ver, ángel, ¿quieres?— esta vez le ofreció tomar el vasito pero ella no lo dejó de sostener igual que la cucharita.

—¿Qué pasa, angelito?— volteó a ver a donde él señalaba y vio las luces.

—Le gustan mucho los colores y las luces— le dijo Sigrid.

—¿De verdad?— dijo emocionada. —¡Qué suerte!

La forma en que pintó a los osos quizás le gustaría mucho a Deliel y el que el brillo del pelaje fuera iridiscente serviría para entretenerle durante mucho tiempo pues cambiaba cada que lo tocaban.

—Las luces, guapo, ¡qué bonitas!— dijo sonriéndole y besó su frente. —¿Te gustan mucho?

Le ofreció otra cucharada aprovechando que estaba distraído.

—¡Te voy a comer, dulzura!— dijo contenta dejando la cuchara en el vasito para abrazarlo más fuerte y besar su coronilla varias veces.

Vio a Sigrid acercarse con un vasito infantil y se lo acercó.

—Está listo, veamos si le gusta y quiere beberlo.

—¿Le pusiste miel?— preguntó.

—Miel y un poco de jarabe de caramelo— dijo sonriendo.

Ireza esperó a que Deliel dejara de moverse tanto antes de darle a probar el té que Sigrid le hizo. Por el olor en toda la cocina supo qué había usado. Intentaba aliviar la tos y despejar su garganta. Ella misma había probado su efectividad, no era una cura obviamente pero sí una ayuda que minimizaba la molestia hasta que el cuerpo se curara solo.

—Vaya, no le gustó— rio.

—Esperaba que sí— dijo Sigrid suspirando. —Bueno, dejaría de ser un bebé si le gustaran estas cosas— tomó el vasito y lo iba a retirar pero Ireza la detuvo.

—Momento, momento— dijo alargando el brazo para alcanzar a tomar el vasito. —A él no le gusta pero a mi sí.

Sigrid le dejó tener el vasito y le sonrió. No era de los mejores tés en cuanto a sabor se refería pero a Ireza le gustaba lo que a la mayoría no. Por ello no le sorprendió que se lo tomara de una sola vez y lo saboreara.

—¿Hay más?— preguntó dejando el vasito para tomar el del helado. —Oh, ya está hecho agua.

—Hay más— dijo Sigrid y tomó los dos vasitos. —¿Le pongo menos dulce?

—Una cucharadita de miel nada más, por favor— sonrió y abrazó más a Deliel.

Sigrid sirvió primero el helado en el vasito hasta el tope y se lo dio a Ireza mientras preparaba el té.

—¡Gracias!— dijo animada mientras le mostraba a Deliel que el vasito estaba lleno. —¿Te lo acabarás, ángel? ¡Es mucho!

Tomó una porción con la cucharita y la acercó a su boquita.