10. Kyoga: Reclutamiento.

—Mucho gusto, sean bienvenidos— les dijo sonriente y los imitó haciendo una ligera inclinación para saludarlos. —¿Qué tal estuvo el viaje?— preguntó enderezándose.

Volteó a ver a su pareja para que entendiera que la pregunta también era para él.

Volteó a ver a Arkadei y asintió.

—Sí, tengo pensadas dos en especial— le respondió. —Serían dos habitaciones separadas pero una enseguida de la otra, no se preocupen. Si gustan seguirme los guiaré— dijo mientras retrocedía un par de pasos y esperó a que empezaran a seguirla.

Mientras los conducía por entre los pasillos caminó junto a Arkadei y lo observó de reojo intentando ver qué tan cansado estaba y si había tenido dificultades para liberar a Kyoga. También observó al joven y a su madre, lucían desubicados pero no con el cansancio resultante de un viaje de doce horas.

Llegaron a las habitaciones y la primera puerta que abrió fue la que había elegido para el jovencito.

—Ojalá que te guste— dijo sonriendo y mirando al chico.

Observó con atención las reacciones y gestos del jovencito para poder ver si e verdad le había gustado la habitación y no solo era fingido interés dadas sus circunstancias de recién llegado.

Notó entonces la mirada de su pareja sobre ella y volteó a verlo por inercia.

—No estoy al tanto de todos tus gustos pero espero que esto se acerque a algo que sea de tus gustos— dijo a Kyoga pero a quien veía era a Arkadei. —La habitación de tu madre y ésta están especialmente diseñadas para ustedes— dijo asintiendo más para su pareja que para los nipones. —Espero no haber errado mucho en el diseño.

Sujetó el camión de peluche y lo abrazó contra ella sin soltar la mano que Arkadei sostenía.

—Claro, no hay problema— le aseguró a Kyoga. —Verás, Kyoga… si me permites darte un consejo…— volteó a ver a su madre también pues lo que diría también era importante para ella. —Para comenzar a dominar tu habilidad es necesario que dejes de verla como una maldición o una carga, solo así, al aceptarla…— pensó un poco en la mejor manera de explicárselo a ambos. —Al aceptarte como eres y ser feliz, el control sobre el factor áureo vendrá por defecto. Sé que es difícil pero antes que nada debes ver que esa habilidad es un don que solo tú puedes controlar y solo tú puedes ver el alcance que tiene y todo lo que puedes ayudar a otros gracias a eso— terminó de decir siempre con una sonrisa amable, con un tono tranquilo y con una postura que daba a entender que estaba abierta al diálogo.

—Sí, si gustan seguirme los guiaré— dijo retrocediendo un par de pasos sin soltar la mano de Arkadei. —Estarán en habitaciones contiguas así que no hay nada de qué preocuparse— explicó en un intento de calmar las ansias de Kyoga y de su madre.

—Sí, lo tiene— dijo a Kyoga después de haber entendido la mirada de Arkadei. —No te la mostré porque querías ver ya la habitación de tu madre— dijo riendo ligeramente. —Tu habitación tiene también un baño muy grande y equipado con todo lo que se pueda necesitar. ¿Quieres ir a verlo?

—Si quiere ir a ver los terrenos lo mejor sería que Ireza le diera ese recorrido, ¿no? ¿Crees que esté despierta?— preguntó a Arkadei.

La línea estaría sonando pero no sería atendida.

—Parece que aún no despierta— dijo riendo un poco. —O no trae el celular encima— pensó un poco. —Pero le voy más a que sigue dormida.

No pudo evitar sonreir ante la reacción tan inocente de Kyoga. De verdad que era un niño y a pesar de todo lo que vivió le tranquilizaba que se encontrara tan tranquilo y dispuesto a convivir.

—¿Te gustan mucho los caballos?— preguntó a Kyoga queriendo hacerle ver que le interesaba saber cosas sobre él.

—¿Tú que crees, Kyoga?— preguntó sonriendo entre traviesa y con ternura. —¿Crees que estamos casados? ¿o no lo crees?

Después de la pregunta de Kyoga, su respuesta y el modo en que Arkadei había rebatido la cuestión, se mantuvo callada no porque así lo hubiera querido sino porque no había nada que pudiera decir. El tema era casi un tabú entre ellos y aunque no podía dejar de imaginarse casada con él.. La idea simplemente no cuajaba lo suficiente como para imaginar que algún día sería real.

Prefería mil veces más seguir con la vida que llevaban a sugerir siquiera algo que con seguridad pondría en riesgo la vida de Arkadei.

Siguió caminando con ellos, escuchando sin escuchar. Viendo el paisaje y el camino que los llevaba a las caballerizas. Esperaba que Amadís no estuviera, no quería que le montara un espectáculo solo por notarla melancólica.