11. Dión: Sueño Interrumpido.

Se quedó callada unos segundos.

—No pasó nada que haga que alguien se sonroje— respondió con tono neutro.

—La que aún no lo asimila soy yo…— confesó en voz baja. —Es sólo que no puedo creer que esté embarazada… No lo planeaba…

Aunque muchas veces se había imaginado teniendo un bebé de Arkadei, y lo deseaba con fuerzas, francamente no lo necesitaba para ser feliz, ya lo era al lado de su pareja, no le faltaba nada ni quería nada más que él también fuera feliz junto a ella.

Ahora mismo se sentía aún incrédula. No había tenido ningún síntoma de embarazo, no se había sentido diferente y si el desmayo fue lo que evidenció su condición, bien pudo haber sido por otras causas. Simplemente no sentía nada extraño ni diferente, por ello le era más difícil creer que dentro de ella había dos bebés.

—Sé… que tampoco es lo que querías pero… cuando te diste cuenta ¿qué sentiste?— preguntó levantando la vista pero no intentó buscar sus ojos, los tenía cubiertos; debía lograr el contacto que quería manteniendo sus manos juntas, y por ello entrelazó sus dedos con los de él y recargó su cabeza en su brazo mientras seguían caminando la corta distancia que quedaba hasta la cocina.

Quizás era por el cansancio, por todos los eventos que estaban pasando al mismo tiempo en su vida, eventos de los cuales no tenía control y no sabía cómo solucionar ni como iban a terminar.

Estaba agotada, debilitada, estresada, ansiosa, desesperada, frustrada, molesta, todo al mismo tiempo y temía encima que su cuerpo fuera a ceder como casi estuvo a punto de hacerlo.

Quizás era por todo eso que no podía volver a poner la barrera mental que la protegía de los ataques y desprecios de Dión, quería pensar eso pero sabía que simplemente ya no podía más. Ya no podía levantar esa protección…

Y eso no le afectaba por salir herida sino porque ya en ese punto ya le había hecho ver a Dión quién era en realidad: una mujer fría, violenta, insistente, acosadora…

Facetas que jamás quiso que nadie viera, facetas que incluso para ella eran desconocidas.

Le dolía, recibía herida tras herida pero sabía que las tenía merecidas, no lo iba a atacar de vuelta, jamás, no podía, no quería y nunca podría lastimarlo…

¿Dónde habían quedado esos momentos antes de separarse? ¿Dónde estaban esos sentimientos que se habían demostrado antes? ¿Por qué ahora sólo había actitudes frías y secas?

Bajó la mirada. No iba a irse sin él y ya no había tiempo para discutir.

Buscó el celular de la otra tipa y también lo guardó junto a los demás después de apagarlo. Tomó su máscara y se la colocó de vuelta. Quitó la sábana de la cama, tomó la chaqueta de Dión y buscó cualquier cosa que fuera de él para llevársela y dejar la habitación sin nada además de las tipas inconscientes y su droga.

Regresó entonces con Dión y tomó las llaves.

—No voy a irme sin ti— dijo con tono apagado. —Nos iremos de aquí. Habrá algo de movimiento, siéntate con cuidado, quedaré a horcajadas sobre ti unos momentos pero tendré cuidado, me apoyaré en el asiento y no en ti, aguanta solo un poco, por favor, me quitaré enseguida— le avisó.

Se colocó frente a él midiendo el espacio a su alrededor, colocó sus manos sobre sus hombros y lo empujó con cuidado hacia la cama para hacer que la orilla doblara sus rodillas para así hacerlo sentarse mientras abría un portal detrás de él usando exactamente la ubicación que su hermano le había dado y el perfecto conocimiento que tiene sobre su auto.

Mientras él se sentaba, su cuerpo descansaría en el asiento de copiloto del auto y ella quedaría a horcajadas sobre él.

Antes de quitársele de encima observó lo que había alrededor del auto y buscó el camino más rápido hacia la carretera. Entonces pasó las cosas que traía a la parte trasera del auto y se le quitó de encima para meter las llaves del auto en la ranura, encenderlo y sacarlo del estacionamiento rumbo a la carretera.

Habían tenido la ventaja del tiempo pero de todas formas no perdería más tiempo ni se arriesgaría a que alguien los viera o viera el auto.

Se contrajo sobre si misma sorprendida, asustada y con los oídos afectados. Sacudió la cabeza intentando que el aturdimiento se fuera.

—No...— respondió simplemente mientras las llantas del auto pisaban por fin el asfalto de la carretera y fue entonces que aumentó la velocidad y colocó los seguros de las puertas.

—Hasta ponerte a salvo— dijo mientras asentía. —El departamento de control áurico ruso ya ha puesto los ojos en ti y tiene agentes buscándote, pronto también se les unirán los recolectores.

Prestó atención a los retrovisores en caso de que alguien los siguiera y también observaba alguna señal del auto de Gherard y también prestaba atención a Dión.

—Alejarte de ese lugar dónde llegarán a buscarte— respondió. —Alejarte de los lugares donde te buscarán.

—No pero igual te la brindo— dijo sin poder voltear a verlo. Intentó que el nudo en la garganta no sonara tan evidente pero a esas alturas ya no le importaba.

—Quieres que te deje bajar, quieres que te encuentren, eso es lo que quieres— dijo tan claramente como pudo. —Si puedo, no dejaré que eso hagas. Además, tampoco han pasado aún las cuarenta y ocho horas que dijiste que esperarías.

Lo observó por unos segundos y después sonrió suavemente.

No estaba ahí, su mente estaba en otro lado y entendía eso. Deliel e Ireza lo tenían completamente...

—Hablaré con Gherard luego, quiero saber qué pasó— dijo regresando la mirada al frente. —Después de cenar iré con Deliel... ¿Hay algo que pueda intentar que haga para que dejes de protegerlos como lo haces?— preguntó con verdadero interés e intención de probar lo que él le dijera.

Asintió.

—He notado eso pero... De alguna manera debe entender que no ocurre eso, no siempre podremos estar todas al mismo tiempo con él todo el tiempo...— dijo pensativa y con tono triste. —¿Cómo podemos ir enseñándole eso?

—Sí... Entiendo...— desvío la mirada.

Le gustaba saberse su madre ahora pero aquello iba acompañado también de desazón y angustia.

—Tampoco puedo estar todo el tiempo con él... Tengo otra prioridad igual o más importante con la que quiero estar...

—No quiero discutir... Sabes qué quise decir. Para mi es importante la persona que me ama y protege, la persona que también envuelve a Deliel en eso. No voy a elegir entre los dos.

No esperó que se detuviera así, volteó para buscar su mirada pero solo se topó con las gafas, su tono seco y en conjunto una imagen fría.

Suspiró triste y dolida.

Un niño como Deliel...

Sí, su condición era por demás difícil pero ¿distinguirlo y tratarlo así lo iba a ayudar?

—¿Y sabes qué? Tampoco puedo reconsiderar ser madre de las gemelas que llevo... Soy muy mala madre, caprichosa encima...

Liberó su mano y siguió caminando.

—No te preocupes por mí, ve a descansar…

—Si tienes que hacer esa pregunta para saberlo significa que de verdad no entiendes la dimensión de las cosas que están pasando— dijo viendo por el retrovisor sin poder deshacerse de esa incómoda sensación de persecución que la invadió desde que salieron del sitio del motel. —Y no lo entiendes no porque no seas capaz de hacerlo sino porque no te interesa… después de todo estás obteniendo lo que querías…— dijo con tono apagado.

Empezaba a dudar ya de su resistencia, se estaba agotando y tenía una sensación de ausencia que no sabía si era por ese factor o por el rechazo y distanciamiento de Dión. Fuera como fuera necesitaba a Gherard para que se hiciera con el control de su auto antes de que el parpadear se convirtiera en algo realmente peligroso.

Que utilizara esas palabras para suavizar el verdadero y áspero significado que tenía lo que quería hacerle entender la hizo sentir no solo mal sino que la ofendió.

No era tan idiota como para no saber ya todo eso, no era tan estúpida como para pensar que podía hacerse cargo de Deliel solo porque eso quería hacer. Claro que sabía todo lo que conllevaba y sabía perfectamente que ella no era ni de cerca, la mejor opción para ser la madre de Deliel, y tampoco lo era para serlo de las gemelas.

Claro que sabía perfectamente que la mejor opción eran sus padres y no ellos. Lo sabía muy bien.

Ahora con ellas en camino ya se vería como aquella mujer que adopta por no poder tener hijos propios y, cuando de pronto queda embarazada, abandona de una u otra forma al hijo adoptado.

—Hablaré con mi madre, se hará cargo de Deliel enseguida— dijo sin levantar la mirada, ¿para qué? Aunque lo hiciera de todas formas no podría ver sus ojos.

No iba a discutir, no tenía argumentos, no había razones, no había nada que pudiera usar como defensa. Él tenía razón.

—Sólo sé lo que me has dicho, lo que puedo intuir con tus acciones, de lo demás no puedo imaginarlo y te niegas a contármelo— dijo mientras apagaba todas las luces del auto y prestaba atención al frente y atrás buscando autos cercanos.

Al no encontrar nada se orilló para después salir del camino y meterse entre algunos árboles y arbustos. Detuvo el auto, levantó los seguros y se quitó la máscara, se inclinó hacia el frente de Dión para alcanzar a abrir la guantera en donde se vio una caja de pañuelos.

—No te presiones la herida mientras lo haces, dolerá más— dijo preocupada. —Sujétate de la puerta del auto, no te levantes, no hagas esfuerzos de más— le pidió quitándose el cinturón para poder acercarse tanto a él como lo requiriera.

Levantó el rostro al cielo y las lágrimas se deslizaron por sus mejillas al cerrar con fuerza los ojos.

Nada estaba en su lugar, nada estaba pasando como lo hubiera deseado, nada era seguro… Y no podía hacer nada para arreglar las cosas porque ni siquiera sabía por dónde empezar ni cuál era el origen de todo…

—Sabes… Antes de conocerte solo tenía un deseo, el baile era lo único que yo tenía, y no quería nada más. En algún momento me imaginé lo que sería si tuviera mi propia familia pero solo era una idea, un pensamiento que no eran más que imágenes grises carentes de emoción… Luego de conocerte… ese pensamiento adquirió color, matices, brillo… emociones, sentimientos… Empecé a desearlo… a esperarlo… Nunca me había detenido para averigua la razón hasta hace poco…

Volteó a verlo y se giró para quedar frente a frente.

—Eres tu… Tu eres la razón por la que quiero ser madre… Quiero formar una familia contigo, quiero tener a tus bebés… Quiero que seas el padre de los hijos que nunca imaginé que tendría… Quiero darte una familia…

Apenas pudo hablar con el nudo en la garganta.

—Pensé que llegados a un punto también sería tu deseo… Esperé desde entonces pensando que quizás llegarías a sentirlo… Fue egoísta de mi parte haber pensado eso… No somos iguales, no queremos las mismas cosas, no estamos dispuestos a hacer o dejar de hacer lo mismo… Por eso dejé de esperar y me hice a la idea de que no necesitaba nada de eso para ser feliz, yo quiero estar contigo, quiero formar parte de tu vida estando a tu lado. Me di cuenta de que realmente no necesitaba nada más… Las cosas tienen sentido para mi gracias a ti.

Se acercó más y colocó una de sus manos sobre su mejilla para hacerlo que la viera y ella poder buscar sus doradas orbes pero solo había un fondo oscuro en el que no pudo encontrar nada.

—Pero no eres feliz… Son muchas cosas las que no te dejan ser feliz y quizás yo ya estoy dentro de esas cosas… Me dejas al margen de tu vida después de todo… ¿Has pensado que quizás lo que ocurre es que ya no me amas? Quizás ya no me quieres a tu lado pero la costumbre o la rutina te impiden darte cuenta de eso… Tal vez es una de las cosas de las que no quieres darte cuenta…

Negó con la cabeza.

—No tienes que pedirme perdón, nada de esto es tu culpa… No es culpa de nadie…

Después de un minuto que puso como margen para darle espacio y privacidad, bajó del auto.

Entendía que no quisiera estar cerca de ella pero por el momento no podían separarse demasiado, él estaba herido y siendo cazado, si a ella la descubrían también quedaría como presa y las cosas se complicarían más. No había espacio para descuidos ni errores. Ya había cometido demasiados.

Revisó que en su celular aún se estuviera mandando su ubicación al dispositivo de Gherard y entonces se acercó a Dión.

Sus sentidos seguían despiertos y atentos a todo a pesar de lo agotada que se sentía, quizás por eso estaba aún más alerta pero no sabía cuánto tiempo aguantaría así.

A los alrededores no había nada más que una tupida zona boscosa, algo que sería ventajoso para ellos si algo ocurría pero no quería llegar al punto de tener que usar esa área. Necesitaban llegar al instituto ya.

Se inclinó para colocar su mano sobre su espalda alta y la otra la deslizó por su brazo para sujetarlo por el codo y tirar de él con suavidad para hacerlo que dejara de presionar su herida.

—Mientras más la presiones, más tardará en sanar…— dijo aún preocupada pero dudó que la hubiera escuchado dado lo apagado de su voz y lo poco que la soportaba junto a él y lo poco que le interesaba lo que tuviera que decirle. —No podemos quedarnos aquí más tiempo, pronto te sentirás mejor y dejaré de molestarte— aseguró. —Vamos, sigamos...— dijo poniéndose de cuclillas a su lado para pasar su brazo por arriba de sus hombros y así cargar algo de su peso para ayudarlo a levantarse.

Vigiló sus movimientos para asegurarse de que pudiera sostenerse por su cuenta contra el árbol.

—Al instituto— respondió. —Es el único lugar seguro, una vez ahí podremos atender tus heridas y ayudar a que te recuperes mientras pensamos en las opciones que puedan dar solución a lo que está pasando— dijo sin moverse de su lugar. —No le diste oportunidad a mi hermano como habías dicho pero él aún está buscando ponerlos a salvo a ti y a tu familia, te pido que le des tiempo y esperes.

Sus piernas temblaban y su voz se veía afectada por ello pero habló lo más claramente que pudo mostrando seguridad, intentando que la escuchara y comprendiera.

Suspiró con dificultad.

Le alivió la disposición que tenía de regresar al auto aunque fuera en contra de su voluntad, no sabía si podría lidiar de nuevo con un enfrentamiento que requiriera uso de fuerza física.

Esperó a que subiera al auto para también hacerlo ella y regresar a la carretera.

—Dión…— empezó sin saber bien si decirle lo siguiente era buena idea o no, tampoco sabía exactamente qué decirle porque ella misma no lo entendía. —Revisa este video— dijo mientras en su celular ponía el video con el filtro especial que su hermana le había mostrado. Se lo pasó para que lo viera. —Cuando atacaste a ese sujeto… algo en ti emitió una energía que pudo ser captada por los filtros especiales que se usan para detectar aurores. No sé qué pasó en ese momento ni si tu factor tiene más capacidades además de las que creemos que tiene pero es por eso que se supo que eres un auror— explicó. —Cada vez los recolectores y control áurico desarrollan más herramientas e incluso armas para dar con nosotros y someternos…

El dolor en su pecho no desapareció y la respiración se le entrecortó dando paso al gimoteo que no había querido que surgiera.

Sus brazos rodearon su torso con fuerza y desesperación buscando afianzar más ese contacto, sentir su fuerza rodeándola, su calor, su presencia, escuchar su respiración y latidos tan claramente como pudiera. Así quería quedarse por siempre, en su lugar, donde pertenece y de donde no tendría por qué apartarse nunca.

No había imaginado que él pudiera llegar a sentirse inseguro y que temiera dejar de ser amado por ella. Había dado por hecho que siempre se lo demostraba, que siempre se lo dejaba claro… Pero entendía por qué lo decía. De no poseer esos poderes estaría en la misma situación que ella, no siempre segura, no siempre tranquila.

Era natural dudar sobre eso, era lógico no estar siempre seguros de ser amados, ella lo sentía y ahora se daba cuenta de que a pesar de todo, él también podía sentirse así y eso la asustó.

Si había algo que no quería era que él temiera o dudara sobre sus sentimientos hacia él. En cada momento se esforzaba por hacerle saber cuánto lo ama. Ahora se daba cuenta de que no era suficiente, lo había descuidado, se había confiado…

Dejar de amarlo… Es simplemente imposible, no es lógico, no es natural. Quizás en algún punto al principio, cuando recién su relación empezaba pudo haber pasado pero ahora no cabía esa posibilidad. Amarlo le era tan natural como respirar, sentir con tanta fuerza ese amor era algo tan lógico y tan fácil.

Estar con él, a su lado; ese es su lugar, ninguno otro.

Y a pesar del llanto, el miedo y la inseguridad por todas las cosas que estaban pasando, pudo sonreír luego de ocultar el rostro en su pecho.

Se sentía protegida, amada, segura. No había nada más que pudiera pedir. Teniéndolo a él nada más le hacía falta.

Velaba por ella, por su seguridad y felicidad, incluso por hacer sus deseos realidad…

Pero… ¿y quién vela por los de él? ¿Quién busca que cumpla sus sueños, que alcance los logros que desea, que consiga todo aquello que quiere?

Debía ser ella, debería estar ayudándolo a conseguir todo eso, no intentando que la entienda y arrastrarlo a lo que ella egoístamente quiere para ambos…

Tendía a verlo como alguien implacable, invencible, alguien que no era afectado por nada y ese era un error terrible. Es humano y es a quien más ama. Debería estar procurándolo primero a él antes que ella misma, debió primero hacer que cumpliera todos sus deseos antes de cargarle más cosas que no quiere…

Verlo llorar… ver esas lágrimas deslizarse por sus mejillas…

Esas lágrimas eran tan raras, tan valiosas, tan especiales que las veía como el hallazgo menos esperado y mas invaluable de todos. Un tesoro encontrado que le hacía sentir dos emociones distintas pero igual de fuertes: felicidad y tristeza.

Elevó su rostro y besó sus mejillas recogiendo las lágrimas con sus labios en donde estarían a salvo, resguardadas por siempre.

Buscó sus labios y los besó con exigencia pero suavidad, con profundidad pero delicadamente. Pegó su cuerpo al de él buscando fundirse y así no poder se separados con nada jamás.

En esos momentos se preguntó si la palabra amor, si el significado que tiene es suficiente para abarcar lo que siente por él. Dudaba que alguien alguna vez hubiera sentido un amor tan absoluto y tan intenso como lo sentía ella.

—Estás aquí… conmigo…— dijo con suavidad a su oído. —Aún si nos equivocamos, aún si nos herimos… Los dos estamos aprendiendo y pagamos por nuestros errores… Pero vale la pena si después de todo puedo tenerte aquí conmigo…— lo besó de nuevo. —Te amo… Todo el tiempo…— sonrió con suavidad pero sinceramente, y lo miró con toda la ternura y devoción que siente hacia él. —A quien sueño siempre es a ti… Todos los días me enamoro de ti y no puedo creer que también me ames… Me parece increíble que me busques y me abraces con tanta fuerza, que te preocupes por mi y me mimes… Es como un milagro que temo que desaparezca…

—Eso es lo que tu crees, puedes pensar lo que desees pero mi opinión es diferente— respondió. —Que tu quieras creer todo eso no significa que yo también— dijo con tono más claro que antes y hasta cierto punto molesta. —Si puedo hacer algo, o aún si no puedo hacer nada, no me detendré. Si quiero hacer algo lo hago, si quiero lograr algo lo consigo cueste lo que cueste— dijo determinante. —De mi puedes opinar lo que te venga en gana pero no harás que me detenga— dijo buscando su mirada y clavar sus ojos en los de él manteniendo la carretera vigilada de reojo.

No pudo decir nada más. Con semejante golpe lo único que pudo hacer fue guardar silencio y regresar su vista a la carretera.

Podía entender que tantas cosas fueran las que estuvieran orillándolo a decir aquello. Ella estaría peor de estar en su lugar pero, aunque lo entendía, no dejaba de dolerle.

Jamás se había sentido tan mal de mostrarse tal y como es. Nunca antes le había interesado lo que otros tuvieran que decir u opinar acerca de ella, sus actitudes y su comportamiento. También pocas veces había dejado que alguien viera la verdadera persona que es…

Suspiró con dolor en busca de alivio pero no encontró nada, sólo acentuó el punzante dolo en su pecho.

Bajó su mano hasta su vientre y lo presionó mientras mantenía la otra mano firmemente sujeta al volante.

No se sentía bien ni física ni emocionalmente. Presionar su vientre era un gesto inútil pero al menos podía suprimir algo del vacío y el frío que sentía, servía al menos piscológicamente para aguantar y controlar el temblor de todo su cuerpo.

Continuó conduciendo hasta que, a lo lejos, vio los faros altos de un auto y se preguntó si sería Gherard o si debía aumentar la velocidad para evadirlo y alejarse en caso de que fuera una amenaza pero se pudo tranquilizar al ver que le hizo un cambio de luces tres veces.

Era él. Los había encontrado.

No detuvo su andar, cambió las luces dos veces y con eso fue suficiente para que él entendiera que debía dar vuelta e ir detrás de ellos.

Después de pasarlo y confirmar que, efectivamente era él, dirigió su mirada al retrovisor y lo vio bajar la velocidad para poder dar vuelta y seguirlos.

Entonces entró una llamada a su celular, supuso que era él así que respondió con el mando en el auto que conectaba las bocinas.

—¿Sí?— respondió.

—Ireza, ¿están bien?— preguntó Gherard preocupado.

—Sí, tranquilo— dijo simplemente.

—¿Se toparon con alguien de camino?

—No, nadie, quizás alcanzamos a salir a tiempo del radar.

—Bien, igualmente no hay que confiarnos, seguiremos con esta marcha hasta llegar al instituto— dijo con tono de autoridad en el que también se le podía escuchar molesto.

De ser otra la situación y tener más energía hubiera respondido con la misma fuerza poniéndole un alto pero ahora no podía hacerlo.

—¿Quieres hacerte con el control del auto?— preguntó. —¿Por favor?

—¿Qué? ¿Por qué? ¿Estás bien?— dijo ahora alarmado.

—Estoy bien, solo quiero revisar las heridas de Dión— dijo intentando sonar despreocupada.

—¿Se le abrieron?— devolvió. —Pon el altavoz, por favor, quiero hablar con él— pidió de nuevo con tono autoritario.

Le frustraba demasiado, le molestaba tener que soportar ese tono y obedecer pero no podía hacer nada al respecto.

—Está puesto, te está escuchando— dijo mientras volvía a masajear ligeramente su vientre sin despegar los ojos de la carretera.

—Dión, ¿cómo te sientes?— preguntó ahora dirigiéndose a él. —¿Puedes decirme qué aspecto tienen tus heridas?— dijo preocupado pero usando ese tono tan analítico y profesional de un científico.

Se quedó quieta disfrutando de esa sensación y ese gesto.

Era increíble cómo podía hacerla estremecer con caricias tan suaves y tan delicadas tanto como si lo hiciera tan intensamente como solo él podía serlo.

Amor romántico y amor erótico… Ambos le dedicaba, ambos los disfrutaba…

No dejó de abrazarlo en ningún momento ni se separó de él. Sonrió con ternura y suspiró aliviada.

—No quiero que seas de otra forma, sólo quiero seguir teniendo un lugar a tu lado, ser parte de tu vida…— dijo sin moverse. —También te amo, más de lo que creí que podría amar a alguien— confesó pues era la verdad.

Nunca se imaginó que llegaría a conocer a alguien como él, alguien que le hiciera sentir algo tan fuerte, algo que sobrepasaba su propio entendimiento e imaginación.

—Somos un equipo, y si estamos juntos todo lo podemos, yo te apoyaré siempre y estaré aunque no me necesites— dijo con total aplomo, seguridad y determinación. —Quizás no sepas ser de otra forma pero eso no importa porque yo estaré siempre contigo, te cuidaré y te ayudaré aunque no quieras. Así soy yo— dijo orgullosa de si misma.

Resopló pero no volteó a verlo.

No sabía si sentir ese comentario como un ataque o como una traición. Gherard no tendría por qué haberse enterado del ataque de pánico que había sufrido.

—¿Te dio un ataque, Ireza?— preguntó.

—No fue nada, estoy bien— dijo con tono molesto.

—Claro— dijo incrédulo. —Dión, necesito que me digas si tus heridas tienen un color amarillento en el centro y rojo alrededor sobre la piel— insistió.

Frunció el ceño pero no dijo nada.

No quería recordar lo que había pasado y no quería escuchar de nuevo que él defendiera a aquellas tipas. Todo menos eso.

Del otro lado de la línea no se escuchó nada por algunos segundos pero sintió un ligero movimiento en el volante y en el acelerador que se alejó de la presión de su pie, la velocidad de pronto pareció subir un poco más.

—No me es complicado, Dión, no te preocupes— dijo Gherard con tono neutro.

Sabía que al alemán lo que más le molestaba era tratar con pacientes necios, ella era una de esas personas con las que menos quería tratar en ese tema.

—Gherard, ¿cómo está mi hermano?— preguntó mientras liberaba el volante sabiendo ya que el auto había adquirido autonomía.

—Preocupado, no debiste irte así— respondió seco.

Resopló y cerró los ojos con fuerza recargándose en el respaldo del asiento y llevó la otra mano a su vientre.

—¿Y Deliel?— continuó preguntando sin detenerse a pedir más explicaciones.

—Con Sladya, dudo que esté tranquilo luego de que desaparecieras— volvió a insistir.

—Bien, suficiente— presionó un botón en el volante y la llamada se cortó. Después regresó a la misma posición. —No me dejarás revisar tus heridas, ¿cierto?— preguntó a Dión volteando a verlo sin lograr conectar sus pupilas con las de él, no podía.

Asintió obediente, sujetó su mano con fuerza y se colocó a su lado para caminar con él.

—Hablando de eso…— dijo un tanto insegura y apenada. —¿Puedo pedirte que me ayudes con algo después de comer?— dijo sin especificar pues sabía que ya él estaría enterado de la presión que sentía en sus pechos y la comezón que le daría si no se vaciaban, además del desastre que se haría.

Negó con la cabeza, cerró los ojos y giró el rostro hacia la ventana de su lado.

—Nada, solo quería revisar tus heridas pero supongo que deben estar bien— dijo con tono apagado.

No podía culparlo por sentir tanta aberración hacia ella, claro que debía parecerle extraño que le pidiera revisar sus heridas después de todo lo ocurrido. Peo al menos le hubiera gustado que se lo tomara fríamente por su bien y le permitiera revisarlo.

Ya estaban de camino al instituto, aquellas tipas debieron atenderlo, no volvería a preguntar por algo a lo que ya no tenía derecho.

Sonrió contenta y animada.

—Gracias— dijo feliz. —Comeré rápido— dijo segura. —Pero tu también tienes que comer algo además de…— se sonrojó.

No dejaba de sentir algo de pena aunque le alegrara mucho el que su cuerpo hubiera desarrollado la capacidad de alimentarlo.

—Bueno, tu sabes— dijo de pronto sin poder voltear a verlo. —¿De qué tienes antojo?— preguntó mientras buscaba con la mirada en la cocina algo que pudiera hacer rápidamente.