10. Deliel: Reclutamiento.

Se arrodilló junto a él mientras ambos observaban la mariposa.

—Sí la vi, cariño— dijo sonriéndole. —Le gustaste— se inclinó hacia él y besó su naricita para después quitarle la brizna de pasto que tenía pegada y se la mostró. —Al pasto también le gustas, tesoro— rió ligeramente.

Negó con la cabeza en respuesta a su pregunta.

—Aún no me voy a dormir— sonrió.

Deseó explicarle todo lo que había pasado pero la mejor para hacerlo era su esposa. Se acercó a la puerta y desde ahí pudo ver las siluetas de Deliel y Sigrid.

Por como los veía no parecía que Deliel hubiera visto aún a Alejandro, y por como encontró al mexicano supuso que ya había visto a su mujer y por ello estaba esperando ahí.

—Iré a relevar a Sigrid, enseguida te la mando— le dijo a modo de despedida mientras atravesaba el umbral de la puerta.

Siguió a Deliel esta vez apresurando el paso para lograr tomar su mano. Ahora que comprobó que caer sobre el pasto no le hacía daño ya se envalentonaba más que antes. Tendría que presar más atención ahora pues si la dejaba atrás no llegaría a tiempo para prevenir cosas peores que las caídas.

Lo frenó de seguir corriendo pero le dejó caminar hacia el lago. No lo volvería a soltar ahora que ya había un riesgo mayor.

De estar el clima más cálido le gustaría que se metiera al agua. Seguramente a él no le importaría que estuviera fría pero la idea simplemente no le agradaba del todo. Habiendo agua caliente no tenía por qué bañarlo con agua fría.

Se inclinó para detenerlo un momento y quitarle las pantuflas. Ya fuera que se mojara o pisara fango, las pantuflas quedarían llenas y lo mejor era salvarlas de eso para poder lavarlas fácilmente.

Escuchó pasos rápidos avanzar hacia ellos a través del pasto y volteó a ver.

—¿Cómo va la exploración?— sonrió Ireza a Deliel.

—Ha descubierto el pasto y una mariposa— respondió riendo ligeramente.

—Y ahora quiere examinar el lago— terminó de acercarse a ellos.

—Así parece.

—Lo cuidaré yo, mejor ve adentro que se está impacientando— le guiñó un ojo a Sigrid y tomó la otra manita de Deliel.

—Gracias— asintió Sigrid y se agachó para besar las mejillas del bebé y liberó su manita. —No te le vayas a escapar, tesoro, quédate con ella— le pidió aunque supiera que no la entendería.

No comprendió las señales que hizo pero sospechó que algo tenía que ver con la mariposa que Sigrid había mencionado.

—¿A dónde me llevas, guapo?— rio divertida mientras lo seguía dejándose guiar por él.

Creyó que quería ir al lago pero si no era así no sería ella quien se lo recordara. Deseaba darle la libertad de seguir explorando y que jugara pero si quería entrar al agua lo mejor sería que fuera en una que estuviera cálida.

No tenía nada en contra de jugar en el agua fría pero no le agradaba la idea de que Deliel se mojara con agua que no estuviera cálida.

—Las tres nos hemos estado turnando para cuidar a Deliel— empezó a explicar. —Hace algunas horas regresó Arkadei de la India y según lo que Desi nos contó de lo ocurrido, se vio obligado a usar gran parte de sus poderes para ayudar a Deliel y que Desi pudiera traerlo aquí a tiempo. No sabemos exactamente a qué hora regresó ni cómo pero seguro está agotado y con esa migraña que no lo deja en paz. Hace poco nos dimos cuenta de que ya estaba aquí y Desi fue a ver cómo está.

Fue lo primero que le informó pues claramente la prioridad para él es su hija.

No sabía por dónde comenzar a explicar así que optó por organizarse tanto como pudiera y contarle desde el inicio.

—Hace cerca ya de tres días, Desi regresó con Deliel— pensó bien en cómo le explicaría a su marido el asunto de la habilidad. —No sabemos cuál es su poder en si pero… es como un invocador; una entidad, creemos que demoniaca, y adimensional lo protege y pensamos que también se alimenta de él. Si es su habilidad o su debilidad no lo sabemos… Está aún bajo los efectos de la vacuna, se vieron obligados a utilizarla para contener al demonio que no los dejaba acercarse a él.

Se asomó por la ventana para ver a Deliel.

—Se debió construir un hogar especial y apartado de aquí para resguardar a Deliel una vez que el efecto pase. Esa criatura puede recorrer una gran distancia lejos de su fuente… arrasa con todo, y nada además de apagar el factor en Deliel la detiene. No sabemos qué fue lo que activó su habilidad pero debió ser por algo traumático…

Buscó la mirada de su esposo pero en cuanto la encontró no pudo sostenerla. Agachó la mirada, se recargó en el muro pues de pronto sintió que toda la fuerza que había mantenido hasta el momento desde hacía ya tres días, la abandonó.

—Amor… lo encontraron solito en un vertedero de basura, por el cuadro de desnutrición que presenta… pasó ahí demasiado tiempo. Es un milagro que sobreviviera… Además no puede hablar… y…— se le anudó la garganta y se le empezaron a inundar los ojos de lágrimas. —Todo indica… que vivió sufriendo abusos sexuales…— estaba temblando y corría el riesgo de ya no poder hablar entendiblemente. —Tiene cerca de dos años y no posee ningún diente… se los quitaron… lloró aterrado cuando intentamos hacer que bebiera de un biberón… Y si tan solo hubieras visto el pánico que lo invadió cuando vio a Gherard o simplemente cuando escuchó su voz…

Observó cada cosa que Deliel hacía y puso especial atención a lo que señalaba. Parecía estar buscando algo y lo buscaba en el suelo y en el cielo, eso podía pensar pero no entendía por qué se señalaba la nariz.

—¿Ahí estuvo la mariposa, cariño?— preguntó pues era lo único que se le ocurría. —¿Quieres que busquemos otra?— se agachó para cargarlo y aprovechó también para besar su mejilla mientras lo hacía. Lo reacomodó bien entre sus brazos y sujetó bien el bolso donde metió los refrigerios. —Vamos a buscar muchas mariposas, guapo— le sonrió.

Recorrieron un costado del lago y después de atravesar algunos arbustos y barreras de árboles llegaron al campo de flores silvestres del que Sigrid también se encargaba. De ahí obtenían plantas y flores que no podían crecer en la tierra del invernadero o los jardines o que no podían coexistir con todas al mismo tiempo.

—¿Qué te parece, ángel? ¿Te gusta?— besó su mejilla antes de bajarlo y se alistó para salir corriendo junto a él en cuanto él lo hiciera.

El olor dulce de algunas flores le hizo saber que sin duda habría mariposas pero también colibríes y abejas así que iría pegada a él para prevenir que algún insecto lo picara o que pisara donde no debía.

—¡Ey, espérame, guapo!— dijo riendo mientras corría detrás de él pero no lo detuvo.

Reía divertida viéndolo tan emocionado y yendo de un lado a otro sin decidirse.

—¡Espera, cariño!— alcanzó a detener su manita. —La puedes lastimar, mi vida— le explicó con voz calmada mientras le sonreía. —Vamos a intentar algo, ¿sí?

Se arrodilló y se sentó de ese modo, abrazó a Deliel y lo hizo sentarse sobre sus piernas. Del bolso sacó el recipiente con trozos de mango y tomó uno. Lo aplastó entre sus dedos de la mano izquierda y con la pulpa y el jugo cubrió la manita también izquierda de Deliel.

—Vamos a buscar una que sí puedas tocar— guardó el recipiente de nuevo y puso de pie a Deliel para poder pararse ella también.

Buscó entre las flores una mariposa que no fuera de alas tan delicadas. Encontró una rey posada en unas flores pequeñas.

Volvió a arrodillarse cerca de la mariposa que miraba hacia otro lado y por como tenía las alas quitas y extendidas sabía que estaba descansando. Le vendría bien algo de azúcar.

—Hay que tratarlas con cuidado, cariño, sus alas se rompen muy fácil— dijo a Deliel antes de acercar la mano izquierda a la mariposa de forma lenta y la dejó ahí a su lado.

La mariposa pareció percibir el aroma dulce del jugo de fruta y empezó a girar su cuerpo hacia su mano. Caminó decidida sin darse cuenta de que lo hacía ya sobre la palma de su mano, ahí ancló sus patitas y comenzó a alimentarse de los residuos de pulpa.

Acercó de forma lenta su mano a Deliel y le mostró la mariposa. Vigiló sus manitas para poder detenerlas en cuanto quisiera tocarla precipitadamente.

Vio la reacción de su marido aunque de forma borrosa pues ya tenía el desenfoque causado por las lágrimas.

Se abrazó a él en cuanto pudo hacerlo. Ocultó su rostro en su pecho y se llenó del aroma de su marido. Cuánto lo había extrañado y cuánto lo necesitaba.

Buscó sus ojos cuando él se apartó ligeramente de él para escuchar su respuesta.

—No sabemos si ya pensó en algo para ayudarlo, no hemos podido hablar con él— dijo con la voz entrecortada. —Desirée, Ireza, Gherard y yo hemos estado pensando en opciones que nos permitan lograr que Deliel se quede con nosotros pero no hemos dado con nada… Ni Arkadei ni Desirée pudieron hacer algo contra ese monstruo además de bloquearlo inyectando a Deliel la vacuna…

Se frotó los párpados con el dorso de su mano para deshacerse de las lagrimas.

—Gherard instaló cámaras, proyectores, micrófonos y bocinas en la casita de Deliel para poder observarlo, hablar con él y que nos vea. Él e Ireza crearon dos osos con los que pretenden cuidar y atender a Deliel pero no sabemos si funcionaran. Ese ser ataca lo que entre en su terreno, quizás también lo haga con animales… tal vez ni los osos de Gherard sirvan…

De nuevo se le inundaron los ojos y agachó la mirada. Negó con la cabeza como si así pudiera deshacerse del miedo y la desesperación que sentía.

—Tenemos que hacer algo… Aunque nos podamos deshacer de ese ser ¿qué nos asegura que no regresará después de un tiempo si Deliel es su fuente? Tenemos que enseñarle a Deliel a controlar su factor… de algún modo… Es muy pequeño pero podríamos enseñarle a… a… No lo sé… No lo sé…— se cubrió el rostro con las manos.

Rio por el gesto de Deliel de tocar su nariz y luego la de él.

—Con cuidado, ángel— tomó su manita derecha y le cerró los deditos dejando solo el índice extendido y lo guio hacia las alas de la mariposa que estaba centrada en comer tanta azúcar como pudiera.

Con cuidado, despacio y con delicadeza tocó, con el dedito de Deliel, la orilla del ala de la mariposa en sentido a la disposición de sus pequeñas escamas.

—Despacio, angelito, así— le sonrió y siguió enseñándole cómo acariciarla.

Pensó un poco viendo las señas que Deliel hacía.

—¿Quieres que se suba a tu nariz?— movió sus dedos para hacer que la mariposa se posara en sus dedos. Elevó la mano hacia la carita de Deliel e hizo que la mariposa se subiera a su naricita. —¿Así?— le sonrió y cuidó que no fuera a aplastar a la mariposa ahora que la tenía tan cerca.

Recargó su cabeza en su hombro y frotó su rostro en la tela de su camisa. Asintió y suspiró intentando frenar sus lágrimas.

Si todos ayudaban seguramente encontrarían una solución. Arkadei seguramente ya había pensado en algo pues fue él quien experimentó de primera mano lo que esa criatura podía hacer.

Abrazó a su esposo y descasó en él algunos segundos sin saber bien qué debía decir.

—Tal vez… si le ayudamos a superar su miedo… Quizás si hacemos que disocie lo que relaciona con dolor, peligro y miedo… Pueda ser capaz de entender su propio poder…

—Con cuidado, cariño, despacito— le indicó y tomó sus manitas para guiarlo a que pudiera hacer que la mariposa se moviera de lugar.

Lograron que se quedara en la manita de Deliel pero casi inmediatamente de que libero sus manitas, la mariposa regresó a su naricita.

—Se enamoró de ti, ángel— rio.

Sacó su celular del bolsillo de su pijama y le tomó una fotografía. Le envió esa y las demás fotografías a Sigrid en ese momento antes de volver a guardar el celular.

—Algo así no puede ser una habilidad…

Entonces se quedó pensando en lo último que dijo.

Todos cargaban en Arkadei la responsabilidad de tener que solucionar todo. Es el nuevo Adalid pero eso no significaba que tuviera que resolverlo todo él mismo.

Henning les enseñó a todos, sí, pero no les resolvía la vida. Arkadei es quien más campo de acción abarca con sus poderes pero… Y si además de él también ayudaban todos al mismo tiempo.

Si esa cosa tenía algo que fuera ligeramente parecido a un pensamiento razonado, entonces Arkadei podría entrar en su mente y averiguar cómo detenerla…

Quizás…

Pero eso significaría arriesgar a Arkadei.

Negó con la cabeza. No podía dejar que él cargara con todo, sería capaz de sacrificarse y simplemente no iba a permitirlo.

Sintió que en su bolsillo vibró su celular con la frecuencia que indicaba notificación. Sin dejar de abrazar a su esposo y aún apoyada en él, sacó su móvil y vio las fotografías que Ireza acababa de mandarle.

—Deliel…— dijo a su marido. —Su nombre es Deliel.

Le mostró la pantalla de su celular en donde se veía la fotografía de Deliel con su pijama de panda.

—¡Te vas a caer, cariño, cuidado!— se levantó tan rápido como pudo y lo alcanzó pero no lo detuvo.

La mariposa ante tanto movimiento salió volando.

—Tranquilo, guapo, no hay por qué correr, ¿a dónde vas?

Negó con la cabeza.

—No, fue Desi quien le dio ese nombre— dijo sonriendo mientras cambiaba la fotografía y ahora se mostraba una en donde Deliel estaba comiendo sentado en su regazo. —Me gusta, creo que le queda.

No pudo evitar reír y se talló de nuevo los parpados.

—¿Alejando a secas? ¿Cómo le haríamos a la hora de que alguien los llame?

—Espera, ángel— lo detuvo y lo levantó en brazos. —Está bien, deja que se vaya, iremos a buscar más— le dijo besando su mejilla reacomodándolo en sus brazos.

Caminó adentrándose más entre las flores hasta donde más olía a dulce y ahí encontró el sector más visitado por colibríes que por mariposas. Bajó a Deliel ahí y caminó junto a él.

Correspondió sin dudar el beso y como añadido lo abrazó por el cuello.

—¿De verdad te gustaría que lo llamáramos Alejandro?— preguntó apenas separándose de sus labios. —Sería lindo llamarlo así…— volvió a besarlo esta vez de una forma más profunda y exigente.

Alcanzó a Deliel y lo detuvo.

—Con ellos no funciona así, cariño, ven, te mostraré cómo se les puede atraer— lo guio hacia las flores que más despedían aroma y se sentó en el pasto con las piernas cruzadas, a Deliel lo sentó sobre ellas y sacó de nuevo el recipiente.

Le puso un trozo de mango entre las manitas y tapó el recipiente. Sujetó ambas entre las suyas y las elevó para que el viento se llevara el aroma dulce del mango.

—Tenemos que esperar un poco, ángel— le dijo para tranquilizarlo.

Los colibríes volaban por todos lados, algunos se acercaban pero no lo suficiente. Estaban acostumbrados a las presencia humana dado que Sigrid los visitaba seguido y les dejaba comida.

No tuvieron que esperar demasiado. Uno de ellos, más grande que los comunes, se acercó. Era un
colibrí tornasol, ese tipo de colibríes especialmente necesitaban, más que los demás, posarse sobre su fuente de alimento debido a su peso.

Terminó por posarse sobre las manitas de Deliel en cuanto vio que el pedazo de fruto era bastante grande.

Se separó de él y guardó el celular en el bolsillo de su vestido. Pasó sus manos a las mejillas de su marido y con los pulgares empezó a peinar su bigote a modo de juego y caricia.

—Pensémoslo…— pidió con los ojos entrecerrados, sonriendo. Lo besó en la comisura de los labios, provocándolo. —Creo que sería buena idea si a ti también te gusta— lo volvió a besar pero esa vez en la comisura del otro lado.

—Eso, ángel, así se hace— lo felicitó. —Hay que ser pacientes y ser cuidadosos, ellos vendrán— besó su coronilla y bajó los brazos para poder apoyarlos en sus piernas y no cansarse ni ella ni a Deliel.

El colibrí estaba tan centrado en lamer la pulpa que no prestó atención al nuevo colibrí que se posó frente a él. Ella incluso se sorprendió pues era uno que no se veía seguido.

Era un colibrí cola de espátula que aunque era más pequeño, resaltaba por el color de su cabeza y su larga cola doble.