10. Kyoga: Reclutamiento.

Despiertas sobre una cama en una habitación blanca. Una de las cuatro paredes es un gran espejo en el cual puedes verte. La luz es tenue para que no te moleste a la vista. Si acaso te acercas a la puerta, que también es blanca y de un material similar al aluminio, verás que está cerrada por fuera. No hay manera de que salgas de ahí.

Escuchas el sonido de una alarma que suena por no más de dos segundos y luego la puerta hace un clic y se abre. Por ella aparece una mujer de aproximadamente 58 años de edad, lleva una bata blanca y una libreta en las manos.

—Hola, Kyoga —te dice con una sonrisa—. Soy la doctora Kaname Murakami, estás en el departamento áurico de Japón, ¿cómo te encuentras?

—Le hemos informado que estás aquí y ella vino a verte pero la hora de las visitas ha dado por terminada y tuvo que regresar a casa —te informó con una sonrisa—. Mañana la verás seguramente… pero me gustaría que me contestaras una preguntas por el momento, ¿sí? —cerró la puerta detrás de ella y se fue a sentar sobre el colchón de la cama—. Ven, siéntate.

—Son acerca de tu condición como auror… —abrió la libreta y dejó ver una hoja llena de preguntas—. ¿Lo que te sucedió en el colegio fue la primera vez que algo así te pasaba o ya habías notado antes otras peculiaridades especiales que te hicieran sospechar que eres un auror?

—¿Qué peculiaridades sospechosas fueron esas? —preguntó la mujer mientras tomaba un bolígrafo del bolsillo externo de su bata y empezaba a anotar tus respuestas.

—¿Además de las chispas sentiste algo especial en tu cuerpo? ¿Algún malestar o enfermedad? —preguntó mirando donde colocabas tus manos ahora que habías dejado de tener el cojín arriba de ti.

La mujer te miró con interés.

—¿Esa fue la única ocasión en que sentiste dolor o hubo otras ocasiones? —preguntó después de haber anotado en su hoja el incidente que acababas de comentar.

—Mmm… Es muy extraño eso… Cuando el fuego que creaste en el gimnasio se apagó, ¿no sentiste nada especial? —Se giró un momento hacia el espejo y realizó un movimiento de su mano antes de mirarte de nuevo.

La mujer anotó en su libreta y entonces se escuchó la alarma de la puerta y luego el clic que informaba que ésta se había abierto. Por ella apareció otra mujer con una bata similar a la de la doctora Kaname. Llevaba empujando una mesita de aluminio con una bandeja sobre ella. Había varios tubitos, un frasco con algodón y una serie de agujas selladas en empaques. La puerta se había cerrado detrás de ella.

—Ella es Yuki y va a tomarte unas muestras de sangre para que las mandemos a analizar, ¿de acuerdo? —te dijo con una sonrisa.

—Gracias —te contestó la doctora poniéndose de pie para dejar que Yuki te tomara la muestra.

—¿Puedes quitarte la chamarra? —te pidió ella con amabilidad mientras preparaba los tubitos.

—¿Te dan miedo? —preguntó Kaname con una sonrisa—. A los chicos no les gustan las agujas.

—Y a muchos adultos tampoco —completó Yuki. Tomó una tira de hule—. Extiende tu brazo —te pidió antes de atar en tu antebrazo derecho la tira. Te duele e incómoda pero no es nada muy grave. Abrió uno de los paquetes de la aguja y la afirmó al extremo de la jeringa. Giró tu brazo para poder buscar en el interior del codo la vena apropiada—. Mmmm… esa vena se está escondiendo… —comentó mientras daba golpecitos al sitio donde debería aparecer—. Abre y cierra tu puño varias veces.

—Esto no te dolerá casi nada —trató de tranquilizarte Yuki—. ¡Ah! Aquí está la vena —dijo y te colocó el brazo sobre el carrito, a un lado de la bandeja con todo el instrumento, luego introdujo el agua por tu vena e inmediatamente empezó a tirar del émbolo. Uno de los tubos fue llenándose con tu sangre, luego rápidamente lo quitó y en su lugar colocó uno nuevo, tiró más del émbolo y éste se llenó. Hizo eso hasta que tuvo cuatro tubitos con tu sangre y luego retiró la aguja—. Listo, eso fue todo. ¿Dolió? —te pregunta mientras te pasa un algodón con alcohol en el lugar de la punción.

—Hay que hacer varias pruebas para asegurarnos de que estés bien —te dijo Kaname mientras Yuki
escribe algo a unas etiquetas que va pegando en los frascos con tu sangre—. Hay que asegurarnos de que ese dolor que sentiste la primera vez no sea algo malo.

—¿Dolor? —preguntó Yuki pero sin dejar de escribir en las etiquetas.

—Cuando inició con el factor áureo. Kyoga dice que sintió algo similar a dolor cuando apagaron el fuego que había creado.

Yuki alzó ambas cejas dejando los cuatro tubitos en la bandeja.

—Esperemos que no esté relacionado con su condición de auror —dijo. Sacó de uno de los bolsillos de su bata un frasco de plástico y te lo dio—. Ahora solo necesito que me des una muestra de orina —te dijo sonriendo y te señaló a una puerta que casi se perdía entre las paredes blancas—. Ahí está el baño.

—Gracias —dijo Yuki antes de ponerle una nueva etiqueta y escribir algo en ella.

—¿Tienes hambre, Kyoga? —preguntó Kaname.

—Veré que le traigan de cenar —dijo Yuki después de colocar el frasco en el segundo estante de su mesita—. Ya vengo —dijo dando media vuelta y llevándose la mesa y las muestras con ella. La alarma y el clic de la puerta sonaron, luego ésta se abrió y Yuki salió por ella.

Kaname que no se había levantado de la cama miró a Kyoga.

—Debe parecerte muy fea esta habitación, ¿no? Todo tan blanco —dijo retomando su bolígrafo.

Ella mira al espejo.

—Es porque este es un cuarto de observación. Detrás del espejo hay una sala llena de científicos que van a vigilarte las veinticuatro horas para asegurarse de que no te suceda algo malo gracias a tus habilidades áuricas.

—Tengo entendido que tu abuelo murió debido a un incendio… —dijo en tono suspicaz—. ¿En ese entonces aún no tenías algún indicio de ser un auror…?

La mujer te miró con pena al oír tu respuesta, luego anotó algo en el expediente.

—¿Sabes si tienes la capacidad de controlar el fuego que creas? —dijo con intención de cambiar de tema y regresar al que era importante en ese momento.

Ella te mira interesada.

—¿Intentaste crear cualquier clase de fuego con esas chispas cuando podías controlar tu habilidad?

La mujer asintió con aire de gravedad.

—El fuego puede ser muy peligroso —te dijo con tono preocupado—. Es por eso que te debes quedar aquí dentro, para que evitemos que dañes accidentalmente a alguien. Lo entiendes, ¿verdad, Kyoga?

La mujer pareció incómoda con la pregunta como si no supiera qué responderte.

—No te quedarás aquí por siempre —te dijo con una sonrisa forzada—. Podrás volver a salir. Si quieres salir para andar en bicicleta, podrás hacerlo en el terreno que tenemos alrededor.

—Mmmm… quizá las nueve de la noche… —dijo y en ese momento se escuchó la alarma y clic de la puerta. Por ella vino Yuki arrastrando otro carrito, esta vez venía con una charola y olía a comida. La dejó cerca de la cama.

—La cena está servida… —dijo y quitó la tapa a la charola para mostrarte un plato de motsunabi. Al lado había un trozo de pastel de manzana—. Espero que te guste —dijo sonriendo antes de sacar del bolsillo de su bata un botecito de plástico cerrado. En su interior había dos píldoras.

—Cuando acabes tu cena, te tomas esas dos pastillas —dijo Kaname mirando tu reacción.

—Te ayudarán a reducir tu factor áureo… es decir, para que tengas menos incidentes como el de la escuela —contestó Yuki y puso el bote con medicamentos a un lado de tu plato.

La doctora Kaname mira a Yuki de manera extraña y Yuki parece de pronto impresionada por tu comentario.

—B-bueno… si no te gusta podrías comerte el postre y mañana les diré que traigan algo que te agrade más… —dijo mostrándote el trozo de pastel de manzana.

—Si nos dices qué te gusta, mañana lo tendrás para desayunar… —dijo Kaname.

—¡Oh! No te preocupes —dijo Yuki rápidamente—. Mañana tendrás la comida que más te guste… ¿Quiere anotarlo, doctora?

La mujer asintió antes de mirarte.

—¿Cuál comida es tu favorita, Kyoga? —te preguntó con el bolígrafo preparado para anotar todo lo que le dijeras.

—¡No comes carne! —dijo Yuki sorprendida—. No muchos chicos de tu edad toman esa costumbre. —Tomó el plato con el Motsunabi y dejó el resto en el carrito—. Será mejor que te deje eso y vea si puedo conseguirte algo más. Ya vuelvo. —Dio media vuelta para regresar a la puerta. Sonó la alarma, el clic y salió por ella cerrándola detrás.

—Mientras tú comes eso, yo seguiré con el interrogatorio, ¿sí? —dijo Kaname con una sonrisa.