11. Caroline y Enok: Mientras el lobo no está.

 
Asa se encuentra en la cocina, mirando con atención por una de las ventanas frente al lavabo. Tiene los brazos cruzados y parece no haberse dado cuenta del ligero olor a quemado que empieza a emerger del horno.

 La mujer se giró hacia su hija. Si rostro parecía como si la hubieran sacado de un trance profundo por lo que se notó confundida ante su primer comentario. Fue cuando detectó el olor a quemado que comprendió que se había sumido demasiado en sus pensamientos.

--¿Hablar? --dijo extrañada antes de mirar con atención al rostro de Caroline y luego a sus manos. Sin pronunciar palabra las tomó entre las suyas para examinarlas. Acarició las plumas pardas con gesto de consternación y las peinó en sentido contrario a su nacimiento sólo para comprobar que habían crecido directamente en su piel. Entonces le lanzó una mirada a su hijo--. ¿Esto... esto lo hiciste tú, Enok?

Ella frunció el ceño y lo miró con molestia. Si bien sabía que Enok últimamente estaba de mal humor por la situación, no por ello tenía derecho a faltarle el respeto a su madre. No es como si ella gozara con lo que estaba pasando.

Decidió ignorarlo y concentrarse en su hija.

--Tu factor aureo... --repitió en voz baja. Asintió para si misma como si intentara convencerse de lo obvio--. Pintabas a un búho... ¿Era un búho con plumas similares a estas?

Ella asiente y mira a los ojos a su hija.

—Bien, cariño… Ya sabíamos que esto iba a suceder… —dice tratando de sonar tranquila. En un intento por confortarla, acaricia la mano de Caroline aprovechando que la tiene entre las suyas—. Ahora debemos aguardar hasta saber cuál es exactamente tu habilidad… y… en base a ello… —le lanza una mirada a Enok porque lo mismo le dijo a él y aún no están seguros de qué hace realmente su factor áureo—. En base a ello actuaremos, ¿de cuerdo? —regresa la vista a su hija para sonreírle pero no solo a ella, también su fingido gesto de seguridad lo dirige a su hijo menor.

La mujer presionó sus delgados labios con fuerza mientras contemplaba a su hija por unos segundos.

—Cariño… —dijo colocando sus manos sobre ambas mejillas de Caroline—. Saldremos adelante… El factor áureo puede ser peligroso a veces pero eso no significa que lo sea siempre… —dudó por unos minutos mientras movía los labios pero sin poder pronunciar palabra. Trataba de pensar qué decirle y que sonará convincente. No le gustaba lo que había detrás de las palabras de su hija… ¿Sería capaz de abandonarla con tal de no dañarla? ¿Enok podría hacer lo mismo…?—. Además… no hay nadie más a quien podamos pedirle ayuda… —Bajó las manos y la miró con determinación. El único que había sido capaz de ayudar a los aurores estaba muerto y ahora no les quedaba más que arreglárselas solos.

 
--¿Y qué crees que Gherard puede hacer por ustedes? --a pesar de que trataba de modular su voz, era evidente que la mención de aquel hombre la alteraba--. Él no hizo nada para salvar a tu padre del infeliz que lo asesinó... Ni siquiera le importó... --dijo formando una expresión amarga.

Iba a responder a su hija alguna frase para tranquilizarla cuando entonces miró a Enok y oyó sus palabras y su insistencia por buscar ayuda en esas personas tan miserables y desagradecidas con lo que su marido había hecho por ellas.

—Cariño, ¿es qué no te das cuenta de que si tú temes hacerme daño, yo temo que los… "colegas" de tu padre los dañen a ustedes? —había pronunciado la palabra colegas con un tono de desprecio. Guardó silencio mientras sus ojos enrojecían por lágrimas que no se iba a permitir derramar—. No es solo rencor… que es cierto, les tengo mucho… —admitió sin ninguna clase de vergüenza—. Pero es también porque era su padre, ni Gherard ni nadie más, el que poseía los poderes para ayudar a los aurores. Sin él… —de pronto se detuvo y cayó en cuenta de sus propias palabras.

Si ya no existía nadie con los poderes de Henning… ¿entonces quién iba a ayudar a sus hijos? ¿Quién iba a asegurarse de que pudieran vivir con su factor áureo…?

Se cubrió la boca con una mano y les dio la espalda para que no vieran el miedo que de pronto se había instaurado en su rostro. Se había negado a sí misma la verdad porque era siempre tan determinada que pensó en verdad que ella sola podría cuidar de sus niños… Pero tenía que ser realista, ella sabía extirpar una bala, podía realizar un trasplante de corazón… pero no sabía cómo ayudar a quienes más amaba…

—Denme tiempo… —dijo con voz firme y mirando a la ventana. Se agarró el mandil y lo estrujo entre sus manos—. Pensaré en una solución… —No les mentía, buscaría ayuda pero Gherard sería el último recurso.

Habían llegado sus dos hijos por fin a la tercera fase y Asa tenía que admitir que nada de lo que buscó y encontró podía serle de ayuda, al contrario, descubrió que había trampas tendidas por todos sitios para que los aurores cayeran atrapados una vez que la desesperación los llevaran a picar el anzuelo en forma de auxilio que los Recolectores de Miel o los del Departamento del Control Áurico tenían preparados.

Por fin no tuvo más opción que tragarse su orgullo y hacer la llamada a quien no quería confiarle la vida de sus hijos.

—Buen día, aquí Gherard —contestó la voz del otro lado de la línea.

Asa guardó unos segundos de silencio en que intentaba resistir a la tentación de colgar el teléfono o de sujetarlo con fuerza y gritar a Gherard lo traicionada que se sentía con él y el resto de aurores.

No podía hacer ninguna de las dos cosas.

—Mis hijos han despertado su factor áureo —dijo simplemente, sabía que él reconocería su voz, ¿cómo podría olvidarla después del tiempo que convivieron gracias a Henning…?

—¿Cómo están? —contestó el hombre después de un tiempo en silencio en el que posiblemente se sintió sorprendido por quién llamaba.

—Mal. No controlan sus habilidades y su padre no está ahí para ayudarles, ¿de qué otra forma esperas que estén? —dijo con tono amargo sin poder ni querer evitar el reproche de lo que había pasado no hace tanto tiempo.

Pero como era de esperar, Gherard ignoró la acusación y permaneció sereno.

—¿Puedes hablarme sobre lo que han presentado cada uno hasta el momento?

Asa aspiró pesadamente.

—Enok parece que puede alterar el estado de las cosas, como si pudiera hacerlas más viejas o más nuevas... Caroline transforma partes de su cuerpo en animales…

—¿Han observado algún indicio específico de la debilidad de cada quién? Además de lo evidente, claro.

La mujer sacudió la cabeza y sus dedos se movieron nerviosos sobre su labio inferior.

—Enok a veces no controla lo que puede cambiar, me asusta que pueda hacer el mismo efecto en las personas… —tragó saliva— y Caroline... ella parece que perdiera parte de su raciocinio humano y tomara el del animal en el que se transforma. Tampoco puede controlarlo.

Este último era el que más le preocupaba pues temía que Caroline resultara no solo un peligro para los demás sino también para ella misma.

—¿Aproximadamente cuánto tiempo han durado con sus habilidades activadas?

—No sé, con Caroline parecen apenas minutos y con Enok sucede en el momento, transforma algo de manera rápida y no pasa nada más hasta la siguiente vez que se vuelve a activar su debilidad…

—Entiendo… —guardó un momento de silencio—. ¿Ha salido herido alguno de ustedes?

—¡No! —contestó con la voz nerviosa, aterrada de la simple idea—. Aun no…

—Y no pasará, Asa —dijo en tono tranquilizador y Asa, por mucho que lo odiara, sintió que sus palabras le daban un poco de seguridad—. Iré a visitarlos en cuanto me digas que puedo ir.

Ella no contestó inmediatamente. Estaba oculta con sus hijos y nadie sabía dónde se encontraban, no quería revelarle su ubicación a él ni a nadie… No hasta saber que serviría de algo.

—¿Qué se supone que podrás hacer tú, Gherard? —preguntó en tono burlón pues él no era nada al lado de Henning, sólo había sido un auror más necesitado de la ayuda de su marido para sobrevivir.

—Intentar ayudar —contestó sin verse afectado por la actitud de ella—. Pero si prefieres que sea otro el que vaya, pasaré tu mensaje si así lo deseas.

Sus facciones se endurecieron.

—Si estás pensando en el maldito asesino de mi marido, no quiero su ayuda —dijo con tono venenoso.

—No estoy pensando en nadie. Dime a quién aceparías y te comunicaré con esa persona si eso es lo que quieres.

Soltó una risita burlona.

—Como si alguno pudiera ayudar —dijo no solo para descargar un poco del resentimiento que sentía por todos ellos sino además porque sabía que intentar que ellos ayudaran a sus hijos sería al final una pérdida de tiempo. Sin embargo sí había una sola cosa que Asa sabía que Gherard podía hacer…—. ¿Desarrollaste ya una vacuna que funcione?

La vacuna que "dormía" el factor áureo. Gherard había sido capaz de fabricarla con ayuda de la habilidad de Arkadei… era lo único bueno que ese malnacido había hecho con sus poderes.

—Ninguna que sea permanente.

—¿Que duración tiene?

—Tres días. Pero de esos tres días, uno es de total dolor incapacitante.

—Es muy poco... —dijo como para sí misma—. No quiero que mis hijos sufran tanto solo por dos días de libertad…

—Es por eso que mantenemos la vacuna como última opción hasta que logre mejorarla. Si lo deseas te enviaré varias unidades, puedes guardarlas hasta que consideres que son necesarias.

Asa guardó silencio. Pensar en el simple hecho de necesitar esas vacunas en un caso extremo la desesperaba.

—¿Cuál es la primera opción?

—La que no deseas. Puedo intentar ayudar si aceptas que lo haga y si ellos también lo quieren.

¿Ellos? ¿Quién más pensaba que iba a poder ayudar? Los poderes del resto de aurores que habían sido ayudados por Henning no tenían manera de ser utilidad. ¿De qué hablaba Gherard? Sentía que algo le ocultaba o que simplemente ni él quería admitir que no sabía qué hacer.

—¿Cuál es la primera opción, Gherard...? —preguntó insistente.

—Deja que vaya a verlos a ellos y a ti. Evaluar personalmente la situación de ambos me dará luces sobre lo que podríamos hacer para ayudarlos. Por este medio no puedo hacer nada más que enviarte vacunas —dijo con voz calma. Seguía sin explicarle qué solución podría ofrecer. Seguramente ninguna o ya se la habría dicho.

Guardó silencio entonces tratando de decidirse a revelar su paradero. Gherard era la última opción que tenía y había acudido a él porque se había quedado sin más salidas. Tenía que intentarlo.

—Te diré dónde encontrarnos…


Gherard llegó dos días después. Asa le había explicado a sus hijos que finalmente había tenido que pedir su ayuda por lo que no fue una sorpresa cuando él llamó a la puerta de su escondite.

Asa lo invitó a pasar, no sin recelo y sin dejar de mostrarse fría. Lo llevó a la sala y acto seguido buscó a sus hijos para que se le reunieran.

Asa suspiró de forma pesada. Actualmente le parecían hipócritas las muestras de caballerosidad de Gherard y por lo mismo quiso cortarlas de tajo.

—Aquí los tienes, Gherard —dijo para que no hubiera más saludos o intercambios de preguntas corteses que solían venir con ellos. Se cruzó de brazos pero sin tomar asiento. Era claro que estaba a la defensiva—. ¿Qué sigue ahora?

—¿Quieres decir un sitio como el que Henning poseía antes de que fuera asesinado por Arkadei? —dijo Asa mirando a Gherard con dureza. Mantenía su postura cerrada, brazos cruzados y ceño fruncido—. Si no te has dado cuenta, mis hijos ya están en un sitio donde los mantengo protegidos de que alguien los encuentre. No es esa la ayuda que necesitan, necesitan ayuda con sus poderes.

El gesto de Asa se transformó en uno de incredulidad e indignación total. Movió sus manos sin saber qué hacer con ellas, quería usarlas para abofetear o golpear a Gherard por haber tenido el descaro de hacerle pensar que le ofrecería una ayuda y en cambio solo había ido hasta ahí a decirle eso.

—¿Arkadei Adalid…? —dijo con tono de total repulsión—. ¡¿Arkadei Adalid?! ¡¿Son ustedes ingenuos o estúpidos, Gherard?! —la voz le temblaba de rabia. Dio unos pasos hasta colocarse entre al hombre y sus hijos como si quisiera impedir que los tomara y huyera con ellos—. ¡¿Cómo pueden dejar que un inepto que no sabe controlar sus poderes, que no quiere saber nada de ellos, pretenda tomar el puesto de Adalid?! ¡¿Pretenden que mate a los nuevos aurores?! ¡¿Pretendes que deje que mis hijos se acerquen a él para que los despedace igual que hizo con Henning?!