11. Dión: Sueño Interrumpido.

—¿De verdad, cielito? ¿Me quieres ver redonda, redonda?— preguntó viendo a Deliel, sonriéndolo y riendo. —Bueno, está bien, acepto— dijo de buena gana y se inclinó para tomar la papilla de su manita. —Rico, mi vida— dijo abriendo los ojos como asombrada y se inclinó para besar su frente.

Volteó a ver a Sladya.

—Sigues otra vez— le comentó. —Se sabe el orden y no te dejará ir sino hasta que se acabe todo— rió. —Intenta ayudarle a que te de la papilla usando la cuchara— le pidió mientras limpiaba la manita de Deliel de nuevo.

—Si no lo hago yo, Desi mantiene el refrigerador lleno con comida para Deliel— respondió en tono casi como de orgullo. —¡Eso, cariño, ya casi lo consigues!— dijo emocionada a Deliel para animarlo. —Aún no logra equilibrar bien la cuchara pero ya sabe para qué se usa, si lo guías lo hace mejor— le dijo a Sladya viendo los intentos de Deliel que no solo sí recordaba cómo usar la cuchara sino que mejoraba cada vez un poco más.

Durante el camino que recorrió de las caballerizas al muro buscó al caballo de Ireza pero no lo vio y no esperaba tampoco encontrarlo.

Era solo cuestión de tiempo hasta que Al Niyat y Amadís tuvieran una pelea así, lo que se preguntaba era por qué razón. Por eso también había querido hablar con Ireza pues debio ser grave lo que causó que Al Niyat se descontrolara y por lo tanto el que Amadís reaccionara a tal punto de expulsarlo de las tierras cercanas a las caballerizas al menos.

Condujo el camaro de regreso al garage de la mansión, ahora ya con más calma. Vio el Bentley jade de su pareja ya aparcado dentro y solo necesitó eso para olvidarse de todo y apresurarse a bajar del camaro que tomó prestado de él.

Entró a la mansión llamándolo mientras lo buscaba. Pensó en ir a la habitación pero optó por buscarlo primero en la cocina recordando que su madre le había pedido que trajera algunas cosas.

Y no se equivocó. Lo vio en la cocina y se dirigió directamente a él para abrazarlo y plantarle un beso contenta y agradecida de tenerlo de regreso.

—Bienvenido— dijo sonriendo.

—¿Eh?— exclamó sorprendida. —¿Dijiste Nana?— dijo con duda pero sabiendo que no se había equivocado al leer su apelativo en los labios de Deliel. —¡Nana, tesoro, soy tu Nana!— lo abrazó con fuerza y atacándolo con besos entre feliz, emocionada y enternecida.

Después de algunos minutos de estar concentrada buscando a Al Niyat, llamándolo con el cristal de la ventana abajo y llegando a los lugares favoritos del corcel, se dio cuenta, o mejor dicho, admitió que no lo iba a encontrar.

Detuvo la marcha del Mustang y apagó los faros, hizo el asiento hacia atrás buscando recostarse y una vez que lo logró tiró abajo esa falsa actitud y postura segura e indolente. Liberó sus emociones reprimidas buscando, más que desahogarse, descansar.

Las lágrimas corrían pero no sabía distinguir si eran por vergüenza, coraje, tristeza o desesperación; quizás era todo junto.

Le dolía el pecho, le faltaba la respiración y sabía que solo eran afecciones causadas por sus emociones. Intentaba dejar salir todo para así poder retomar fuerza pero las palabras de Dión rondaban su mente y le era imposible dar por terminada aquella catarsis.

Sin embargo, aunque le dolía, podía sentir que no le dolía tanto como le había dolido antes, la primera vez que todo acabó mal entre los dos. Se sentía decepcionada, sí, pero no podía no justificar las palabras y las acciones de Dión, después de todo ella lo había provocado deliberadamente sabiendo lo mal que estaba.

Se había equivocado de nuevo. No podía tratarlo como trataría a un animal, no debió siquiera intentarlo. Obviamente no funcionaría, son seres completamente distintos, los humanos aún mucho más complicados y peligrosos que el resto de animales.

Una vez que logró tranquilizarse condujo de regreso al cobertizo y lo aparcó en su lugar. Se dirigió hacia las caballerizas a pie, necesitaba revisar los daños más de cerca en Amadís y ordenar todo el desastre que había resultado del encuentro de esos gigantes.

El corcel estaba recostado al lado de la reja de su recinto y de Zartlich, dentro la yegua tenía el hocico metido entre las rejillas para alcanzar la crin de Amadís la cual acariciaba con sus belfos.

Al verla Amadís intentó levantarse pero en los dos intentos que dio no pudo hacerlo así que hizo una señal con su mano y el caballo se detuvo. Se acercó a el y se arrodilló a su lado.

—Está bien, no tienes que levantarte— dijo con voz serena mientras acariciaba su cuello. —Debes estar cansado…— pudo notar la evidente hinchazón en su hombro la cual era la razón de que no pudiera levantarse. La herida debajo de su quijada se veía aún más grave que en la fotografía y por su forma y localización pudo comprobar la sospecha que tenía de que se la había hecho Al Niyat con el filo de su pezuña.

Ver echado a Amadís, que normalmente no se echaba, le dejaba más claro que el enfrentamiento se había llevado gran parte de su energía y, por lo tanto y por las lesiones que presentaba el líder, Al Niyat seguro estaría peor.

Agradecía que Amadís hubiera intervenido pues ella no habría podido manejar a Al Niyat y al mismo tiempo poner a Dión a salvo.

Le indicó al corcel que permaneciera ahí mientras ella iba a buscar el botiquín ideado para los caballos. Llenó una jeringa con extracto de valeriana y lo disolvió en aceite de kava. Regresó y tanto Amadís como Zartlich vieron la jeringa pero lejos de asustarse permanecieron relajados.

Inyectó la mezcla en un costado de la hinchazón de Amadís, ayudaría a bajar la inflamación de ese golpe y también desvanecería el dolor al menos por unas horas en las que esperaba que pudiera dormir bien.

—Bien, puede entrar si quieres— dijo poniéndose de pie para abrir el pestillo de la reja del recinto luego de pedirle a Zartlich que retrocediera.

De un solo intento Amadís logró ponerse de pie y entró de inmediato para apoyar la cabeza sobre el cuello de la yegua.

—Melosos— dijo entre reclamo y halago mientras sonreía suavemente.

Los dos se giraron hacia ella y estiraron sus cabezas hasta atrapar mechones de su cabello entre sus belfos.

—No, no, yo no quiero besos, déjenme en paz— dijo riendo. —Ya, ya, a dormir— les indicó acariciándoles el cuello.

Amadís fue el primero en obedecer, claro, estaba agotado. Zartlich lo siguió y se echó junto a él en cuanto Amadís se acomodó.

Cerró la puerta y antes de empezar a recoger revisó a los demás caballos que ya estaban dormidos a excepción de Sadachbia quien tendía a despertarse ante cualquier sonido si dormía sola en su recinto. Al ver que la visitaba para revisarla se tranquilizó y volvió a quedarse dormida.

—¡Ay, tesoro, te voy a comer!— dijo feliz meciéndolo en sus brazos ligeramente para no tirar la papilla.—Mira, ella es tía Sladya, tía Sladya— repitió señalando a Sladya con la manita de Deliel. —Nana— lo hizo señalarla. —Deliel— lo hizo que se señalara y luego señaló a Sladya de nuevo. —Tía Sladya.

Repitió el proceso una vez más y luego liberó su manita.

Disfrutó de sus caricias y mientras lo hacía lo abrazó por el torso.

—Está algo lastimado pero está bien, es fuerte. Sólo está enojado conmigo, me hizo berrinche cuando lo dejé fuera de su recinto— dijo sonriendo.

Aunque le preocupaban las heridas de Amadís sabía que estaba bien, se recuperaría. Además ella lo había atendido ya y más adelante volverá a revisarlo para volver a atenderlo.

Estaba orgullosa de él no solo por lo fuerte que era sino por lo serio que se tomaba su papel y lo desempeñaba sin falta. Además le encantaba ver cómo procuraba siempre a Zartlich y a Cadenza.

—Que bueno porque eso eres, su tía— dijo mirando con ternura a Sladya. —Ya casi, tesoro— dijo a Deliel sonriéndole. —Sla - dya— repitió dos veces más.

Lo miró sorprendida.

—¿De verdad?... Gracias…— dijo soltando un suspiro aliviada mientras sonreía y apoyaba su frente en el pecho de su pareja y lo abrazaba con más fuerza.

De no saber que su madre estaba con él se hubiera dirigido inmediatamente a buscarlo pero sabía que no podía estar en mejores manos y que Deliel se alegraría mucho de verla.

—¿Cómo está? ¿Le duele algo?— levantó la mirada, ansiosa pero no tan preocupada como lo había estado.

Tomó la llamada sabiendo ya que debía ser su hermana.

—No me regañes, dame media hora y voy para allá, lo juro— dijo de inmediato con tono apurado recogía las herramientas para ponerlas en su lugar.

No pudo evitar reír.

—Es imposible que haya silencio en la casa si está tu hermana presente— dijo sin dejar de reír. —Siempre que no lo deje sordo, a Deliel le vendrá muy bien tener a Sladya cerca para que juegue con él, es casi como una niña.

Dejó lo que estaba haciendo para sujetar bien su celular.

—¿Ya despertó?— preguntó atónita. —¿Cómo está? ¿Está bien?

Su risa se intensificó más luego de ver el semblante tan serio con el que lo dijo.

—Que malo— dijo entre reclamo y no. —Quisiera que te hubiera escuchado decir eso, me encanta ver cómo discuten— dijo con malicia sin dejar de reír.

—Aún es muy temprano, Sladya, déjalo dormir— dijo reacomodando a Deliel para poder tomar el recipiente y la cucharita. —Al menos otra hora— pidió.

Suspiró angustiada.

—Está en el ala sur, en la habitación más alejada, es la que queda cerca de la terraza pasando la sala de estar— le dijo mientras tomaba la manita de Deliel y le ayudaba a comer papilla.

—De todas formas, no debería de tener a Al Niyat suelto si es posible que se descontrole, alguno de nosotros podríamos toparnos con él y no siempre podrá llegar Amadís a tiempo para alejarlo— dijo tratando de explicar el por qué le preocupaba y molestaba que Ireza no tuviera control sobre su caballo e insistiera en tenerlo suelto a pesar de todo.

Guardó su celular y siguió recogiendo pero ahora con más prisa para poder ir a ver a Deliel. De pronto recordó que Sladya había ido a la mansión también a despertar a Dión.

Marcó el número de su hermana. Necesitaba decirle que ya Dión estaba despierto y que ya habría llegado o estaría a punto de llegar a la mansión.

Resopló.

—Bien…— accedió sin estar de acuerdo.

—Voy para allá— dijo mientras caminaba hacia el auto. —Sladya, hace unos minutos estuvo Dión aquí en el cobertizo, ya debería estar llegando a la mansión si no es que ya llegó. Quizás aún no se encuentre en la habitación si es ahí a donde se dirige— informó.

—Que bueno que se salvó de eso. Si lo hacías, o lo aplastabas o lo tirabas de la cama— dijo intentando bromear. —Sigrid quizás lo haya visto llegar, pregúntale si sabe algo— le pidió.

Negó con la cabeza.

—Estaba por hacerlo cuando Ireza me pidió ir a revisar a los caballos— dijo sonriendo ya sin estar molesta. —Mamá dijo que quería hacer pizzas pero se va a tardar, ¿ya comiste algo? ¿qué se te antoja?— preguntó con la intención de preparar algo para los dos.