11. Dión: Sueño Interrumpido.

Se calzó las botas y tomó su bolso después de revisar que su boleto estuviera dentro de su cartera junto con las llaves del auto, su celular y los objetos que consideraba básicos.

Aún era muy temprano pero prefería irse de una vez para llegar a tiempo antes de que el gentío se amontonara en la arena.

Del cobertizo pasó directamente a la cochera y subió a su Ford mustang boss 429, lo sacó al camino principal y condujo a través de él.

Llegó mucho antes de lo que había pensado por lo que llegó a una cafetería para comer algo antes del concierto. En una de las pantallas instaladas en el local ya pasaban la noticia del concierto de Dion Devlin y esa fue la señal que necesitó para apresurarse y buscar un buen estacionamiento fuera de la arena donde se presentaría el concierto.

Había algunas personas ya formadas esperando entrar pero ella entró por el acceso vip y no solo se ahorró la larga espera en la fila sino que pudo ir hasta su lugar junto al escenario y ahí esperar tranquila y con comodidad.

Todo había ocurrido demasiado rápido para ser capaz de reaccionar o siquiera hacerse una idea de lo que había pasado.

El arremolinamiento de la gente, el ruido y los gritos le hacían mucho más difícil el concentrarse en una sola cosa.

Su objetivo le había sido arrebatada por el personal de seguridad que ya se encargaban de ella y la mantenían fuera de su vista.

Y… ¿dónde estaba Dión?

Sus ojos viajaron con alarma a las pantallas esperando que en alguna apareciera algo que le indicara en dónde estaba.

Logró ubicarlo.

Sorteó los asientos y a las personas tiradas en el suelo protegiéndose de detonaciones que no vendrían. Cayó al suelo cuando otras más la empujaron mientras corrían en dirección contraria a la de ella.

No era la primera vez que se había encontrado en medio de un tiroteo pero sí era la primera en que, por no alejarse, terminaba siendo atropellada por la gente en pánico.

Tenía que apresurarse, debía subir ya al escenario y llegar a él antes de que el daño fuera más grave.

Se levantó del suelo y más resuelta que antes comenzó a correr y saltó sobre un lateral del escenario, clavó las uñas y sus botas en donde pudo para lograr anclarse y empujarse para subir a la tarima.

Rojo…

Era lo que resaltaba de entre todo.

Rojo…

Las personas alrededor de Dión le sería un obstáculo no solo para acceder a él sino para atenderlo. No había tiempo que perder en forcejeos ni intentos de explicación.

"Lo siento, hermano".

Desde sus pies y hasta donde se encontraban las cámaras, se extendieron guías cristalinas de naturaleza muerta que aplastaron cada cámara a su paso hasta llegar a Dion en donde se interpusieron entre el cantante y la gente a su alrededor haciéndolas retroceder, abriendo camino para ella. Convirtiéndose en muros que, entre el pánico y tanto movimiento, nadie sabría de dónde habían salido.

Sus pasos firmes, fluidos pero silenciosos. Su seguro, imponente y elegante porte, digno de un Vlak, era además aderezado por la refinada peligrosidad que sus movimientos y mirada proyectaban.

A su alrededor, algunas guías naturales se solidificaron para crear una barrera que le permitirían actuar sin interrupciones; otras tantas se mantenían a la espera de nuevas órdenes.

Se arrodilló junto a Dión pero no perdió tiempo en contemplarlo o decir algo. Sus manos viajaron a donde imaginaba que estaba la fuente de la sangre.

Por el sonido del disparo y el tamaño del arma, no parecía que fuera de un calibre muy grande ni de gran detonación. No, era un arma para hacer gran daño a corta distancia.

Debía sacar las balas, tenía que impedir que siguieran destruyendo tejidos o se alojaran en algún hueso.

Encontró las heridas.

Lo primero que hizo fue crear un vendaje que rodeo la cabeza del cantante para detener el sangrado en cuanto ubicó el corte.

Tuvo que decidir a cuál órgano darle prioridad. Decidir entre una posible muerte cerebral por salvar el pulmón o un ahogamiento por procurar el cerebro antes que el pulmón.

No había demasiadas opciones, no había tiempo que perder, no había materiales de curación así que improvisó los que necesitaba.

En sus manos creó finísimos hilos cristalinos, emulaciones de las guías que antes había usado pero en su versión más delicada, sensible pero resistente.

Colocó una de sus manos sobre el orificio que perforaba el pulmón y guio los hilos a través de la carne abierta. Y con la habilidad y la sensorialidad de una araña, encontró la bala, la envolvió y extrajeron limpiamente antes de que les ordenara a los mismos hilos que unieran la carne en una minusiosa sutura que se iría degradando con el tiempo.

Sin embargo, aunque suturado, el pulmón estaba lleno de sangre, sangre que aún no podría sacar así que, con los mismos hilos, taponeó dicho órgano para aislarlo y permitirle al sano que funcionara sin riesgos de también inundarse con sangre. No era lo ideal pero un solo pulmón puede obtener el suficiente oxígeno para todo el cuerpo. Al menos hasta que el dañado fuera puesto en funcionamiento de nuevo.

Asegurado el oxígeno, ahora debía encargarse del daño craneal.

Los mismos hilos le ayudaron a explorar la herida en toda su extensión mientras iban suturando.

La bala había hecho daño, había incluso afectado el hueso por lo que convirtió los hilos en una resina que rellenaría cada abrasión y fractura hasta que el mismo organismo regenerara tejido que hubiera sido dañado.

Con las heridas cerradas se concentró ahora en reponer la sangre que había perdido y para eso necesitaba saber el verdadero grupo sanguíneo de Dión. Para ello buscó entre su ropa su cartera pero en su búsqueda encontró lo que, hasta cierto punto, no le sorprendió encontrar.

No necesitó más que ver el envoltorio y el color de las pastillas para saber que se trataba de droga. No le dio importancia en el momento, le parecieron lo más insignificante en esa situación.

Lo que le alarmó fue encontrar que sus muñecas estaban vendadas, heridas, marcadas con el conocidísimo pero erróneo trazo con el que se pretende abrir el flujo sanguíneo buscando vaciarlo para terminar con la vida.

Reemplazó los vendajes con unos hechos puramente de los hilos que ella creó. Después siguió buscando su cartera hasta que la encontró.

El grupo sanguíneo del cantante le permitiría recibir la suya por lo que sin tardar más modificó uno de sus hilos para convertirlo en un delgado y flexible tubo de extremos biselados.

Tardaría demasiado tiempo en descubrir sus brazos y los de Dion así que conectó un extremo del tubo a la arteria subclavia sobre su pecho y el otro extremo fue conectado a la radial en su muñeca, atravesando el vendaje que le había creado.

El efecto sifón aunado a la presión de sus propios latidos debía funcionar al menos para mantener un flujo lento pero constante.

Seguía sin creer lo que había pasado.

¿Cómo logró introducir un arma? ¿Quién era? ¿Una amante? Fuera quien fuera no solo era peligrosa por estar loca y haber logrado lo que quería sino porque había conseguido meter un arma y poner al cantante a tiro perfecto.

Confundida era poco. Estaba totalmente paralizada, mareada y desubicada. El vértigo de estar en un escenario completamente distinto al que antes estaba a su alrededor le hizo sentir náuseas y las piernas, aún apoyadas en el suelo, le temblaban junto con sus manos.

La creaciones que pensó que estarían a su alrededor y que la protegerían, ya no estaban, no había nada.

Se miró las manos y las frotó entre ellas con frenética insistencia buscando sentirse a si misma pero no obtuvo lo que buscaba.

¿Qué estaba pasando?

Apoyó sus manos en lo que parecía ser suelo fijo, físico y se puso de pié, caminó tambaleante hasta el barandal del puente y miró hacia abajo a la calle, a los carruajes, las criaturas y las personas.

¿En dónde estaba?

El salto de tiempo, el ver que no encontraba nada reconocible que la anclara a una realidad o a una lógica, le revolvieron el estómago. Ni siquiera podía definir en qué momento del día estaba pues lo que le llamó la atención, más que las extrañas nubes, fueron los dos soles en el cielo.

No era posible que ella hubiera creado todo eso, simplemente lo sabía. Entonces… alguien más debió hacerlo.

Se enderezó y puso especial atención en las criaturas que tiraban de los carruajes. Esas criaturas que se parecían a caballos… Pero no lo eran y supo identificar qué eran.

Pesadillas…

Estaba en un sueño pero sabía que no era el suyo porque nada cambiaba y nada le era conocido ni se identificaba con nada a su alrededor.

Vio el Royal Opera House. Llamó su atención pues era lo único que le parecía familiar y hacia ahí quería ir para al menos tener un anclaje que le permitiera pensar en lo que haría a continuación.

Observó los ascensores y se acercó a uno de ellos con la intención de usarlo para bajar. Entró en el pero no le dio ninguna indicación, esperó a ver qué hacía por si mismo pues, si estaba en un sueño, lo que hiciera el ascensor podría dar información valiosa.

Se cubrió los oídos cuando el chirrido se hizo presente y esa sonido junto con el descenso del ascensor, los guardó como dato que quizás sería útil.

Una guitarra desgarrándose, el descenso de un ascensor.

Se detuvo en cuanto vio al niño. Intentó no moverse para no ser vista. Sin embargo eso no pareció ser suficiente pues el niño la miraba.

Espero a ver si alguien más la miraba, si se precipitaban sobre ella pero no ocurrió nada, el único que la había visto era el niño que lejos de ignorarla inmediatamente después, le sonrió antes de seguir caminando.

Lo observó mientras se alejaba de ella y entonces escuchó la melodía emitida por una guitarra acústica. La ubicó en el Royal Opera y después de unos acordes la pudo identificar.

El niño y su avioncito roto. La guitarra acústica, la melodía y el gran teatro.

Apresuró sus pasos para alcanzar al niño y se puso frente a él, se arrodilló y buscó tocar sus manitas y sostenérselas para que volviera a mirarla.

—Déjame ayudarte— dijo con voz calma, sonriendo con ternura, con una frecuencia neutra pero dirigida después de pensar muy bien lo que diría.

No tenía ni idea de lo que hacía pero tenía que intentar algo. Tratar de encontrar el hilo consiente, el hilo de lógica sobre el que se entretejía todo aquél mundo de ensueño.

Observó inmediatamente a la pesadilla que había reaccionado en cuanto ella había logrado comunicarse con el niño. Si lo veía como una amenaza no estaba del todo errada en haber ido por el pequeño.

—Claro, te ayudaré a encontrarla pero primero debemos ir a ese lugar— señaló el gran teatro. —Quiero saber quién toca esa bonita melodía, ¿me acompañarías? No quiero ir sola... Quizás tu mamá esté ahí escuchando también— le pidió manteniéndose tranquila pero sin dejar de ver a la pesadilla y sus alrededores, y sin soltar las manitas del niño.

El niño también pareció darle importancia a la pesadilla y lo siguió. Ella quería alejarse con el niño de ese ser que ya había reaccionado.

—¿No le gusta? ¿Te ha hablado sobre esas cosas que le recuerda la música?—le preguntó manteniéndolo sujeto de una manita mientras caminó apresurada a su lado.

La expresión en su rostro cambió a una de tristeza en cuanto le dio un sentido a las palabras del niño.

Corrió detrás de él sin pensarlo.

Una nueva oleada de vértigo la plantó en su lugar al no haber podido predecir el cambio de escenario y más al no poder seguir el movimiento o la transformación a ese resultado.

Observó ese ¿tren? con detenimiento admirando la creatividad de ese transporte. Aire y tierra al mismo tiempo.

Quien fuera que soñaba con todo aquello debía tener una caprichosa creatividad que no tenía ausencia de lógica del todo.

Buscó al niño pero no lo encontró. Supuso que lo encontraría dentro del avión pues era el mismo que él tenía.

Subió rápidamente y entró a la casa de donde identificó que venía la melodía antes de que volviera a moverse para ¿despegar? o el escenario cambiara de nuevo.

Observó el vagón y de nuevo le confundió no encontrar lo que esperaba. No tenía idea de lo que debía hacer o buscar y se sintió más aliviada al poder ver de nuevo al niño entre la gente debajo, en la estación.

Bajo con rapidez del vagón y corrió hacia el pequeño pero antes de llegar a él chocó contra algo que la hizo echarse hacia atrás con el golpe.

Sus ojos, en cuanto se recuperó del repentino choque, volaron por todo el lugar buscando al niño pero no lo encontró por ningún lado.

Se sintió de pronto desesperanzada. El único anclaje que creía haber encontrado ya no estaba y no tenía ni idea de lo que debería de hacer o buscar. Si bien tenía la vaga idea de que el sueño se relacionaba con Dion, por la melodía, bien podría ser quien fuera el que creaba aquel mundo.

No podía perder más tiempo, entre más segundos estuviera perdida en ese sitio, más peligroso se volvería el sueño para elle si era fichada como un agente extraño, y para empeorar las cosas, era tiempo vital que pasaba Dion sin ser atendido.

Necesitaba llegar a él. Ya.

Escuchó la voz que provenía de la persona con la que había chocado pero no creyó que se dirigiera a ella por lo que sus ojos siguieron buscando al pequeño. No era su sueño así que no era lógico que tuviera la suficiente presencia como para ser notada…

Pero el niño la había notado… y había hablado con ella… Entonces…

Levantó la vista y tardó en reaccionar. Al contrario de los demás habitantes de ese lugar, y al igual que el niño, podía ver su rostro. Estaba cubierto por unas gafas pero aún así podía verlo.

Reconoció sus facciones pero no logró articular palabra alguna. Estaba aún más confundida que antes. ¿De verdad tenía a Dión enfrente?

No podía ser una creación de ella pero sí podía ser de un admirador, de un integrante de su grupo, de alguien del staff… O podía ser el mismo Dión… ¿Era él?

Había chocado contra él, le había hablado, la había notado… Debía ser entonces el sueño de Dión, y si le pertenecía… ¿Fue él quien creó todo ese mundo onírico? ¿o era alguien más quien proyectaba los sueños del cantante?

Negó con la cabeza. ¿Debía hacerle saber que lo conocía?

No, no podía. Si lo hacía provocaría que todo en ese lugar la pusieran como objetivo si Dión la fichaba como una intrusa.

Observó con atención a Dión y a la señora de las flores. En un principio le hirió la indiferencia del cantante pero recordó que, incluso aunque no fuera un sueño, no se conocían de nada y así como ella, debió ya de haber chocado con infinidad de chicas que para el caso eran lo mismo que ella, un cero a la izquierda.
 
Ahí, quien admiraba a quien tenía enfrente era ella.
 
Flores… Francesillas… ¿Rosas blancas? Jacintos púrpuras. Una anciana…
 
No recordaba la significación exacta de cada flor por lo que, en lugar de encontrarle ese sentido, optó por relacionarlas analógicamente partiendo de la forma de la flor y después por el color.
 
Las flores, por su belleza y variedad de formas y colores, representaban infinidad de cosas pero en conjunto. Presentes en un sueño, significaba alegrías, optimismo y victorias sobre situaciones emocionales depresivas. Pero no estaban por todos lados, las llevaba la anciana…
Las francesillas se asemejan a las rosas incluso en la variedad de colores, entonces debían representar una intención de atracción pero… cada significado de las flores tiene una contraparte negativa, en el caso de las francesillas… ¿rechazo? No, para el rechazo solían ser flores más exóticas o de formas llamativas. ¿Olvido? ¿Desapego?
 
Una mujer anciana. La figura de un anciano siempre se relaciona con la sabiduría pero también poder espiritual, y eso especialmente fue lo que le llamó la atención. Además no iba sola, cargaba con una imposible variedad de flores en un pequeño canasto.
 
Hasta el momento no había logrado encontrar algo que pudiera ser el representante totémico del dueño del sueño. Si lo encontraba se le facilitaría mucho el entender lo que ocurría, en este caso, por su ausencia, tomó la figura de la anciana como el apoyo que necesitaba para intentar descifrar cosas.
 
Si la mujer le había sugerido que le regalara Francesillas a ella, confundiéndola con su novia, ¿querría darle a entender a Dión que le prestara más atención? ¿Qué la atrajera de algún modo? ¿O era una advertencia de que con ella obtendría olvido y desapego? ¿Era algo bueno? ¿Lograría olvidarse de algo o desapegarse de algo que lo estaba dañando?
 
No podía preguntarle a la anciana si no quería arriesgarse a que la notara de más y lanzara la alarma de intruso.
 
Dión buscaba rosas blancas.
 
Las rosas eran sinónimo de sentimientos amorosos si no se les combinaba con ninguna otra flor. La única variante era el valor que se les daba dependiendo el color.
 
Blanco… Pureza, lealtad, honestidad…
 
Si él las estaba buscando quizás fuera porque deseaba regalárselas a alguien a quien ama. Eso sería lo más lógico, lo que tenía más sentido y lo que, de verdad, esperaba que fuera pues las rosas blancas, aunque eran de las pocas flores que no tenían una significación negativa del todo… Al igual que el crisantemo tenían un papel funerario casi por excelencia: representaban la esperanza y la promesa del paraíso.
 
Y Dión las estaba buscando… ¿Estaba muriendo…? Si no las buscaba para regalarlas a alguien entonces las buscaba para él porque… ¿sentía que moría?
 
Y por si no fuera suficiente con eso para alarmarse, la anciana le había dado jacintos púrpuras… Y el color, por sobre la flor en sí, terminó de llenarla de miedo y preocupación.
 
El púrpura… El mundo de los muertos.
 
No sabía si seguirlo sería buena idea pero dejar que se fuera definitivamente no era una opción. Necesitaba lograr que Dión la sacara de ese sueño para poder atenderlo ya, pero… ¿Cómo lograrlo sin ponerlo en riesgo a él también?
 
Le dio alcance y jaló ligeramente su chaqueta para llamar su atención.
—Disculpa, ¿podrías decirme en qué lugar exacto estoy?— preguntó sin poder evitar que en su voz se notara la preocupación que sentía, misma que seguro estaría reflejando en su semblante.

Siguió sus movimientos y le tranquilizó solo un poco, pero no lo suficiente, que rechazara las flores.

—¿Londres? ¿De verdad?— preguntó notando que no él no sabía en dónde estaban exactamente. El que hubiera cosas iguales a las de Londres no significaba que lo fuera por completo.

Por eso es peligroso un sueño, una pensamiento inconsciente, repentino y sutil, es suficiente para cambiarlo todo drásticamente sin que la persona que sueña se de cuenta.

—No sé en dónde estoy…— dijo con cautela, viendo de reojo si algo cambiaba o si algo se acercaba a ellos.

Vio con incredulidad el cambio tan drástico de las gafas y miró confundida a Dion ¿no lo había notado? ¿No vio ese cambio?

Para estos momentos, con lo extraño de la situación ya debería de haberse dado cuenta de que algo no andaba bien por más inconsciente que estuviera.

Negó con la cabeza.

—No sé ni siquiera cómo llegué aquí… No sé qué hago aquí— dijo insegura.

No tenía idea de lo que debía decir o hacer. Tampoco podía hablar bien con él sin hacer que se alejara de ella.

Asintió y se mostró dispuesta a cooperar para que él pudiera ayudarla. Quizás así, mientras él la ayudaba, ella podría ganarse su confianza y de alguna manera lograr que la sacara del sueño.

—Ireza— dijo casi de inmediato.