11. Dión: Sueño Interrumpido.

Se quedó callada unos segundos.

—No pasó nada que haga que alguien se sonroje— respondió con tono neutro.

Lo observó sin decir nada unos segundos.

—Haremos que pase— dijo segura. —Cenaremos todos juntos, quizás no hoy ni mañana pero lo haremos eventualmente y los dos nos encargaremos de darle de comer a Deliel si mamá nos deja tenerlo— dijo sonriendo con ternura.

—Lo sé, lo siento, es solo que estoy preocupada por él. Es muy fácil perderse tanto dentro como fuera de la mansión y no sé si se dirigió hacia allá o hacia la salida…— dijo con tono apagado.

—Sí, él puede saber dónde está, llámalo por favor, voy a abrir la reja del cercado— pidió mientras abría la puerta del auto.

Lo miró con atención y recobró su risa. Verlo tan concentrado y serio intentando manejar la cucharita le parecía gracioso y encantador. No superaba los dos años y ya se tomaba los retos muy en serio.

Ese carácter le sería fundamental en su vida así que haría de todo para ayudarlo y fortalecer ese lado suyo tan encantador ahora pero que podría convertirse en algo de temer cuando fuera mayor.

—Muy bien, tesoro, ya casi lo dominas— le felicitó sonriéndole. —A ver, ahora sigo yo, ¿verdad?— se inclinó hacia él y tomó el bocado que le ofrecía. —¡Mmm! ¡Rico!— dijo abriendo grande los ojos para tornarse más expresiva.

Con el dedo índice se tocó la labios, lo deslizó hacia un lado al tiempo que unía los dedos índice y pulga, y luego hizo un movimiento inclinado hacia abajo: "delicioso" estaba diciendo en leguaje de señas.

—¡Rico!— volvió a decir repitiendo la seña una vez más. —¡Rico, rico!

Al principio sonrió divertida y quiso prestar atención esperando escuchar la discusión que seguro tendría con su hermana pero al escuchar su tono y ver su semblante, supo que el asunto era algo serio así que solo asintió para decirle a su pareja que entendía y que no se preocupara por ella.

Por lo que había escuchado hablaban de Dión. No había tenido oportunidad de verlo ni hablar con él pero sí sabía que su caso era más grave de lo que se había imaginado si Arkadei se había puesto así.

Le pareció extraño que Dión se hubiera ido, era cierto que no lo podían retener pero había creído que decidiría quedarse dadas sus condiciones y la habilidad que tenía. Pero si Arkadei lo había dejado marchar era por algo.

Mientras pensaba en eso y en que quería preguntar qué había pasado, abrió el refrigerador para ver qué podía cocinar para los dos.

Conducía hacia la mansión cuando entró la llamada de su hermana. Contestó sin detenerse.

—¿Qué? ¿Cómo que ya se fue? ¿En qué se fue? ¿Quién lo lleva?— preguntó preocupada.

Le sonrió entendiendo lo que quería.

—Ya llegará, tesoro, está ocupada— dijo con voz tranquila. Hizo la señal de comer y luego lo señaló. —Sigues tu, cielito— sujetó su manita y suavemente la guió con todo y cucharita hacia su boquita.

—Ningún auto externo llega hasta acá… Si Sigrid no sabe nada de Dión entonces…— dijo en tono dudoso. —Sladya, llamaré a Arkadei, enseguida te regreso la llamada. Quédate por favor con Sigrid y ayúdale con Deliel en mi lugar, ¿sí?— pidió mientras cambiaba la dirección del auto para dirigirse hacia la salida del instituto.

Voleó a verlo extrañada y cerró el refrigerador.

—¿Te sientes mal? ¿Qué ocurre?— preguntó preocupada acercándose a él y colocó con cuidado una mano en su mejilla para medir su temperatura y ver sus ojos en busca de algo que indicara alguna dolencia o afección.

—A ver, yo te ayudo con ese problema— dijo animada, sonriendo.

Se metió entre sus brazos y lo abrazó por el torso.

—Cuéntaselo todo a tu novia que ella todo lo sabe y si no lo inventa— dijo con tono de juego intentando animarlo pero en su mirada se podía ver que no estaba jugando y estaba preocupada y atenta a lo que fuera a decirle.

Se demoró en hacer la llamada por encaminar el auto hacia el sendero que la llevaría más rápido hacia el principal que conducía hacia la salida.

Seguía sin entender por qué su hermano lo había dejado ir así de fácil. Hasta que cayó en la cuenta de que debió ser porque supo todo lo que había pasado y todo lo que pasó por la mente de Dión. Ahora ya no sabía si debía llamar a Arkadei.

Y no lo hizo. Siguió avanzando pisando el acelerador más a fondo cuando el camino se volvió más plano y recto.

—Cuando no se distrae, bien, le gusta comer— dijo sonriendo ampliamente contagiada por la energía de Sladya y las reacciones se Deliel. —Te estaba buscando, ya te tocaba comer— le informó. —¿Despertaste a Dión?— preguntó interesada.

—¿Provocó problemas? ¿Qué problemas? ¿Ireza no estaba con él?— preguntó sin entender qué podría haber hecho como para que Arkadei no lo quisiera en el instituto. —¿Le hizo algo a Ireza?

—¿Se fue? ¿Cuándo? ¿Con quién se fue?— preguntó preocupada luego de reacomodar a Deliel entre sus brazos para que no se le resbalara.

Después de algunos minutos de conducir por la carretera sin saber si había tomado la dirección correcta, la luz de los faros dibujaron una silueta que supo reconocer.

Bajó la velocidad y se emparejo al paso de Dión, bajó la ventanilla y desde adentro lo llamó pero no hubo respuesta. Vio su semblante perdido y entendió que no le iba a responder a menos que lo obligara.

Orilló el auto adelantándose algunos metros, puso las intermitentes y bajó rápidamente. Se acercó a Dión y detuvo se andar sujetándolo de los hombros.

—Dión, Dión escúchame— dijo con un tono más fuerte y claro. —Mírame, Dión— exigió colocando una de sus manos en su mejilla para obligarlo a mirarla.

Podía ver sus lagrimas caer, la mirada perdida y el lenguaje de su cuerpo dejaba claro que algo grave había pasado y se estaba rindiendo.

Quiso preguntar qué era eso que el cantante deseó hacerle a Ireza pero antes de formular la pregunta en su mente se detuvo. No iba a obligar a Akadei a que lo dijera.

—¿Por qué querría hacerle daño? ¿Pelearon?— cambió la pregunta buscando su mirada mientras su mano derecha subía hasta su mejilla para hacerle sentir más directamente que ahí estaba con él.

—Dión dijo que quería irse pero habíamos quedado en que se iría al amanecer, yo lo llevaría de regreso a la ciudad…— dijo pensativa. —¿Ireza sabe qué pasó y que se fue? ¿No es ella quien lo lleva?— preguntó mientras le ayudaba a Deliel a sostener la cucharita para que no se le derramara nada.

Se tranquilizó al ver que respondió.

—¿A dónde te diriges? Te llevaré— dijo ya más calmada pero aún preocupada.

Ahora comprendía que de verdad el asunto debió ser grave no por lo que pasó sino por lo que Arkadei sabía ya de Dión.

Y todo se volvió aún más complicado cuando dijo "está dañado".

Casi era requisito que cada auror tuviera un turbio pasado pero no podía dimensionar qué tan grave podía ser lo que arrastraba Dión como para que Arkadei definitivamente no lo quisiera cerca.

—Amor, entiendo que no lo quieras aquí, no te pediré que lo aceptes pero tampoco podemos dejarlo solo— dijo con voz calma, comprendiendo cuál era el problema. —Su poder es un peligro no solo para él mismo sino para los que estén alrededor suyo. Si los recolectores o el departamento lo encuentran… No solo van a hacer con él lo que quieran sino con nosotros también si lo obligan a que hable sobre lo que sabe de nosotros y este lugar— dijo más en todo analítico que de preocupación. —No podemos dejarlo solo— dijo resuelta no solo por ayudar a Dión sino porque sabía que pasara lo que pasara, Akadei terminaría pagado todo debido a su poder como adalid.

—Volvieron a discutir entonces…— dijo segura. —¿Dónde está Ireza? ¿Fue a buscarlo?— dijo al tiempo que le limpiaba a Deliel las manitas y la boquita para luego guiarlo a que comiera su porción ahora.

—Sí pero ya estoy aquí— dijo liberando sus hombros. —Ya te lo dije, quiero ayudar así que eso es lo que intento hacer— dijo segura, con firmeza y sonriendo ligeramente.

—Ese es el problema siempre…— dijo suspirando. —Somos tan libres que podemos arruinarnos la vida nosotros mismos si queremos— dijo entre decepcionada y molesta. —Encerrarlo no es opción, no somos ni recolectores ni la gente del departamento— dijo frunciendo el seño recordando el proceder de ambas organizaciones. —Y dejarlo arruinarse la vida…— pensó. —Nos arrastrará con él a todos los demás aurores, y si se hacen con él… Podrían averiguar la manera de dar contigo…— dijo ya asustándose ella misma al dar con esa idea. —Si a él lo someten a tortura entonces…— negó con la cabeza. No quería ni pensar en lo que pasaría en Arkadei si se llegaba a ese punto.

Se inclinó hacia el frente para comer su porción.

—Es curioso y aterrador ver cómo las cosas solo se complican— dijo con tono apagado. —Cada auror que llega pareciera que quiere competir con los demás para ser quien peor pasado tenga y quien peor tenga condicionada su vida y su factor…— suspiró. —Las cosas no fueron así antes…— dijo sintiéndose de pronto impotente.

No le era fácil ver y saber que no podía ayudar. No podía evitar pensar que los aurores no debían existir y que en lugar de ser personas con un don, eran personas con una enfermedad. Tan indeseables eran que las únicas opciones que el mundo daba para ellos era: experimentar con ellos o eliminarlos.

Se sentía frustrada, le dolía que un bebé tuviera que pasar por la tortura de ser un auror, le deprimía saber que había un joven que ni siquiera podía dormir debido a su factor.

—Temo que no volvamos a saber nada de Dión, al menos nada bueno…— dijo intentando sonreir para no afectar a Deliel y hacerle saber a Sladya que intentaba asimilar la idea.

Ayudó a Deliel a que comiera una porción de papilla mientras se aseguraba de que no se embarrara la carita con ella.

Sus palabras la dejaron estática, pensando en lo que su hermano hizo.

No podía creer que simplemente no supiera donde estaba la familia de Dión. Quizás quería engañar a Dión porque, de ser cierto, de todas formas tenía a su amigo Lucien para averiguar y encontrar lo que le pidiera. Era demasiado eficiente que hasta daba miedo.

Pero, ¿y si era cierto?

Lejos de tranquilizarla se sintió aún más alarmada y no pudo hacer nada más que imaginar cientos de escenas protagonizadas por Dión y su desesperación por encontrar y salvar a su familia de los males que él creyera que los perseguía. Sobre todo a su madre.

Se apresuró para alcanzarlo y le impidió el paso colocándose frente a él.

—¿Debería entonces comprender el que una madre atente contra la vida de su hijo? Obviamente siento desprecio por dicho acto y quien lo haya efectuado. En mi lógica no cabe ese hecho no importa cuáles sean las condiciones— dijo con tono firme, claro y frunciendo el seño. —Pero lo que yo piense, evidentemente no te importa así que no intentes atacarme y huir usando eso en mi contra. Estoy aquí para intentar ayudarte a pesar de todo, ¿no? Aquí estoy frente a ti en medio de la nada tratando de sacarte del pozo en el que te quieres ahogar— dijo ya añadiendo a su voz un tono de desesperado enojo que antes no estaba. —Y no me salgas con que quiero de ti lo que cualquier otra querría, yo no soy igual a nadie así que búscate otra excusa que sí sea válida para atacarme— dijo clavando sus ojos en los castaños de él como si de una presa se tratara, una presa que se le había escapado ya varias veces y a pesar de todo insistía en atraparlo.