11. Dión: Sueño Interrumpido.

Se quedó callada unos segundos.

—No pasó nada que haga que alguien se sonroje— respondió con tono neutro.

Satisfecha, al menos con el resultado momentáneo, relajó su postura y con un ligero movimiento de cabeza le pidió que subiera al auto.

Al menos había asegurado que no le ocurriera nada mientras caminaba solo por la carretera. Lo que no sabía era qué haría luego de llegar a Loterdan.

Sonrió y se inclinó hacia Sladya para apoyar la mejilla en su cabeza. Quería creer que todo mejoraría pero le era difícil creerlo cuando las cosas solo se complicaban cada vez más.

Aún así intentó no pensar en eso ya que de nada serviría. Lo único que podía hacer era preocuparse por el presente y tratar de hacer algo para arreglar lo que se le presentara en ese momento.

—Estamos avanzando, sí— dijo sonriendo levemente. —¿Tienes hambre? Las pizzas tardarán un poco pero te puedo preparar algo para que aguantes hasta entonces, mientras comes puedes seguir ayudando a Deliel a terminar sus papillas en lo que preparo las pizzas— pidió recordando que ya se había atrasado mucho con la cena.

—Me preocupa más el otro aspecto… Lo que vayas a experimentar tu a causa de Dión…— dijo sin perder su preocupación. —Entiendo que no lo quieras aquí y él tampoco querrá estar aquí pero… ¿hay alguna forma de ayudarlo sin que tenga que permanecer bajo este techo? No deja de ser un auror sin experiencia y dudo que soporte mantenerse con la vacuna si no quiere nuestra ayuda…— dijo dudosa, pensativa.

Entró al auto y apagó las intermitentes para luego regresar el Mustang a la carretera.

Marcó el número de su hermana antes de aumentar la velocidad y se colocó el manos libres en la oreja izquierda. Quizás ya Arkadei supiera qué iba a hacer pero Sladya no.

Miró de reojo a Dión pero no dijo nada. No sabía qué decir y él ya había puesto punto final a cualquier conversación que pudieran tener.

Vio la caja que sostenía y la supo identificar como la vacuna, imaginó que Arkadei se la había dado.

La miró con sospecha, insegura.

—Si dejo que me ayuden igual terminaré haciendo doble trabajo, ya parece que los veo llenos de harina— dijo intentando no reír. —No, definitivamente no, un niño en la cocina ya es receta segura para un desastre, no quiero ni pensar en lo que harán dos— dijo con toda la intención de molestarla bromeando con ella.

—Todo está bien, llevaré a Dión a Loterdan, hablé para avisarte— dijo tranquila.

—Claro, no te preocupes— dijo asintiendo. —Llegando te aviso— dijo para tranquilizarla.

Escuchó el timbre de llamada entrante y de reojo vio en la pantalla de su celular que era su hermano.

—Tengo que colgar, te llamaré luego— volvió a decir y terminó esa llamada para conectar la otra. —Dime— respondió en cuanto la línea se abrió.

Abrazó a Deliel para acogerlo contra ella y evitar que se fuera a caer.

Prestó atención a Sladya pero no pudo escuchar nada de lo que decía Ireza.

—¿Qué ocurre? ¿Pasó algo?— preguntó a Sladya sin esperar a que terminara la llamada.

—Creo que Ireza es más del tipo de personas que prefiere ser ella misma quien hable a que alguien le pregunte algo— dijo pensativa. —O puede ser que no se ha encontrado muy bien anímicamente cuando le preguntas algo, es terca y prefiere hacer las cosas ella sola. ¿Has pensado si quizás quiera probarse algo a si misma? Tal vez por eso está a la defensiva, puede que esté en proceso de— dijo analítica pues le interesaba también esa actitud cerrada de Ireza.

Por más que lo intentaba no sentía que hubiera logrado algo con ella además de respeto y confianza así que quería saber lo que Sladya pensaba o podía saber siendo su hermana.

Besó la frente de Deliel y lo acomodó sobre su regazo para que se senara y regresara a comer la papilla que le ayudó a recoger con la cucharita.

Hubiera dicho algo si algo se le hubiera ocurrido pero su mente era atiborrada por cientos de imágenes y pensamientos que iban todos a parar a un disgusto y frustración que de todas formas no podía dejar salir.

—Espera un segundo— dijo mientras tomaba el celular para desactivar el manos libres alternando la mirada entre el celular y la carretera además de bajar la velocidad del auto. —Dión, toma— dijo ofreciéndole su celular tocando ligeramente su brazo para llamar más su atención.

—No creo que sea solo contigo, conmigo no se abre para nada, he sabido y visto que tiene choques fuertes con Arkadei, también con Alejandro, con Gherard se relaciona muy poco pero aún así si él da un paso en falso Ireza responde con fuerza o simplemente lo ignora, lo mismo con los demás— dijo analíticamente.

Se inclinó para tomar la papilla que Deliel había reunido con su ayuda en la cucharita. Después le dio un beso sonado en al mejilla y luego en la coronilla.

—Por un lado se entiende que quiera lograr algo como esto pero no solo lo que Arkadei ha conseguido sino tu también. Son sus hermanos mayores, los admira. Aquí lo que creo que pasa es que su personalidad es más como la de Arkadei así que le es más "fácil" ir por ese camino. Si es correcto o no es algo que no juzgaré porque realmente no sé qué es lo que quiere ni lo que siente pero de lo que sí estoy segura es de que tiene esa apariencia de frialdad porque en realidad por dentro es tan sensible que siente que esa es la mejor forma de protegerse. También es peligroso ser abiertos, Sladya, es como ir con el corazón expuesto— explicó.

Guió a Deliel para que tomara su porción de papilla fijándose en que no se manchara.

—Entiendo que tengas miedo pero piensa en esto, ¿crees que tu hermana quiera realmente ser así? ¿Será ese su deseo?

Intentó con todas sus fuerzas crear ese bloqueo que antes le ayudó y que tanto necesitaba ahora. Se estaba cansando y temía que de seguir así ese bloqueo ya no pudiera quitarlo.

Pero, temía y no en realidad. Todo sería más fácil si no sintiera nada y no le interesara nada. Un autómata, eso sí que sería útil. Después de todo ya estaba actuando como uno. Si no tenía derecho a sentir nada, a enojarse, exigir, quejarse o hacer lo que quisiera, entonces daba igual ya todo, ya era uno.

Escuchó las palabras de Dión pero en su mente las transformó en la conversación de alguien más. Como antes se condicionó a pensar en que esa cosa no era su madre y las potenciales víctimas no era sus hermanos.

Cuarenta y ocho horas. Tenía ya un probable tiempo límite para pensar en algo que ayudara a que Dión no se entregara pero… ¿para qué? Dión ya estaba decidido, ya lo conocía lo suficiente como para saber que decisión que tomara era prácticamente una decisión ya efectuada. ¿Qué importaba lo que ella tuviera que ofrecer como alternativa? ¿A quién le importaba de todas formas lo que ella pensara?

En sus labios se dibujó una sonrisa fría que se cubrió de inmediato con una mano para ocultarla.

Triplicar el seguro de vida. Perfecto, ahora esa mujer ganaría todavía más cuando consiguiera que su hijo muriera.

Tenía ganas de reír, es que era tan ridícula la suerte que esa cosa tenía. Era tan gracioso el acontecer de todo que por un momento se preguntó si quizás estarían en un maldito sueño.

Borró la sonrisa de su rostro y se concentró en la carretera.

No sabía nada, nadie le decía nada y de todas formas no había opciones así que sólo podía hacer una cosa: llevarlo a Loterdan y después, quién sabe.

Prestó atención y trató de entender solo con la mitad de la conversación.

No era de extrañar que Dión estuviera tan desesperado como para cometer cualquier locura, lo que le afectaba era que no había tenido oportunidad para intentar ayudarlo, él no quería ayuda y Arkadei no lo quería cerca. Le preocupaba lo que recaería en su pareja por todo eso.

Lo que no podía entender era el que esa mujer estuviera libre y cuando alguien la encontrara de todos modos permanecería libre. Iba mucho más allá de la injusticia y agradecía no estar en la piel de ningún integrante de esa familia ni en la de Ireza.

Le preocupaban los demás hijos. Crecieron siendo criados por un ser podrido, no quería ni imaginar lo que ahora estarían pasando, pensando y lo que decidirían hacer a partir de que descubrieron cómo es realmente esa monstruo al que llaman madre.

Le entristecía y frustraba el saber que casi siempre, una fruta podrida, pudre a las que toca, con más facilidad si son tiernas.

Esperaba que Lucien encontrara a la familia a tiempo, antes de que aquel monstruo dañe al resto de sus hijos pero, aunque los encontrara, ¿qué diferencia habría?

Sabía que Arkadei cumpliría con su palabra. De eso no tenía ninguna duda pero el problema no se resolvería. Esa familia estaba ya descendiendo en espiral y no pararían aún con todas las facilidades y protección que su pareja les diera.

Hasta ese momento había estado relativamente bien sabiendo y viendo las cosas desde afuera hasta que supo sobre la naturaleza de esa mujer.

Una ola de desagrado e incomodidad la invadió. Poco soportaba ya el pertenecer al mismo género que ese monstruo como para ahora saber que también tiene en común con ella el ser eslabón.

Frunció el seño y tragó amargo.

—Qué graciosa es la vida— dijo con sarcasmo, sonriendo con frialdad, apoyando sus manos en la barra rascando el granito con las uñas mientras clavaba la mirada en el paisaje que su pareja había observado por segundos. —Quizás esté acorralado, quizás no— dijo sin perder esa fría mirada. —Todo depende de lo que quieras hacer sabiendo eso— dijo cerrando los ojos para poder concentrarse en intentar retomar la calma y olvidarse de que tenía cosas en común con esa cosa. —Creo que una lobotomía no le caería nada mal a ese monstruo— dijo encogiéndose de hombros. —Sea como sea no la quiero bajo este techo— dijo con firmeza aún con los ojos cerrados batallando en deshacerse de aquella ola de desagrado que no la dejaba en paz.

—No sé la razón de que Ireza esté detrás de Arkadei pero creo que es precisamente por lo que dices. Si apenas y lo conocen, supongo que quiere evitar que termine de alejarse de ustedes. Si estando con él mira cómo se llevan, ahora imagina si no vivieran "juntos"— recalcó la última palabra. —A su modo intenta conservar al hermano que se alejaría por completo si ella no insistiera en quedarse cerca de él— dijo mientras limpiaba las manitas de Deliel y su boquita. —Lo malo de eso es que al mismo tiempo descuida a su otra hermana a quien siente más segura— dijo con tono reflexivo. —Sladya… Arkadei también tiene sus problemas, carga con todos nosotros y su condición de adalid no lo deja vivir en paz. Entiendo que estés tan descontenta con él pero piensa un poco en eso. No es fácil y encima cada auror le cargamos nuestros problemas ya sea por nuestros factores o asuntos personales. Nos protege a todos sin preocuparse por él; si yo intento ayudarlo imagina lo que debe sentir Ireza y lo que está dispuesta a hacer para hacerlo.

Se viera como se viera, ni Arkadei ni Ireza eran felices pero podía ver que intentaban serlo a su modo.

Pasó un brazo por atrás de los hombros de Sladya y la jaló ligeramente hacia ella para abrazarla.

—Quisiera poder decirte más acerca de lo que creo que Ireza intenta pero realmente no la conozco tanto. Lo que sí puedo decir es que su confianza aumenta o disminuye según ella lo desee. La he visto fuerte cuando menos me lo hubiera esperado y la he visto vulnerable en situaciones en las que simplemente no es lógico. Supongo que ella decide qué deja que le afecte y que no según sus criterios— retomó su tono analítico. —Realmente no lo sé pero lo único que se puede hacer es seguir intentando hablar con ella y hacerle entender que no está haciendo las cosas de manera adecuada pero no se le debe decir eso a modo de corrección sino ofreciéndole vías, opciones que ella puede decidir si toma o si se le ocurre algo mejor. A veces no nos damos cuenta de las cosas o no las entendemos si no nos las muestran. A veces necesitamos ayuda para que se nos ocurran opciones que hasta entonces no habíamos contemplado— sugirió sonriéndole.

—Porque es algo que mi hermano puede hacer— respondió. —Mi hermano es un tipo de auror especial, no sé explicarte bien a qué se debe porque no lo sabemos aún. Solo sabemos que es capaz de brindar una ayuda especial a otros aurores, cosa que ningún otro poseedor del factor puede hacer— empezó a explicar cuidando lo que decía y las palabras que usaba. Jamás sería ella quien revelara la debilidad del factor de su hermano.

Podría estar enojada con él, podría no comprenderlo y sentirse menospreciada y hecha a un lado. Podría querer enfrentarlo pero jamás lo traicionaría. Antes que ser su hermana es leal a pesar de todo.

—Sus habilidades le dan la capacidad de poder entender y replicar las habilidades de otros, puede suspenderlas cuando se salen de control o activarlas en caso de necesidad, y gracias a que puede leer la mente y tiene una habilidad empática, le es posible guiar a los aurores para que puedan aceptar y comprender sus factores y así aprender a controlar cada aspecto de sus capacidades— terminó por decir.

Sus ojos no se despegaban de la carretera pero de reojo podía ver que Dión no había volteado a verla. Su vista y atención estaban en otro lado, no ahí.

Apoyó todo su peso en el respaldo y se inclinó ligeramente hacia la puerta para apoyar su codo y en sus nudillos la mejilla. Estaba cansada y preocupada no solo por Dión sino por sus hermanos, por Deliel con quien debería de estar para enfrentar al espectro que regresaría dentro de nada, y encima no sabía nada de Al Niyat.

Por segundos se preguntaba por qué estaba haciendo aquello. No lo haría por nadie ni siquiera si era un auror. Mucho menos lo haría por alguien que tan desesperadamente le lanzaba ataques con el objetivo único de herirla, no lo haría por alguien que no quería ayuda y se defendía agresivamente para no recibirla.

Lo que estaba haciendo iba más allá de lo que había hecho antes por ayudar a su hermano a lidiar o atender a los aurores que siempre eran difíciles. Entonces, ¿por qué? Sabía que no era solo por ayudar, aunque nunca esperara obtener algo a cambio, ella no era tan buena como para ayudar solo porque sí. No gastaría esfuerzos en vano solo porque sí.

Y aún así ahí estaba, había ido a buscarlo cuando ya había decidido que no lo haría. Ahí estaba dispuesta a hacer lo que se necesitara cuando ya se había dado por vencida. Ahí estaba sin saber nada de nada.

Nunca sabía que hacer, sí, pero nunca antes se había sentido tan… ¿Desorientada? ¿A la deriva?

—No me entendiste— dijo liberando un suspiro y con ello deshaciéndose de aquél saturado disgusto gracias al toque y cercanía de su pareja.

Le sonrió y levantó sus manos hasta su pecho donde las acogió.

—A lo que me refiero es a que tienes poder sobre ellos, amor. Sobre ese monstruo y sobre Dión y sus hermanos— dijo con un tono que mezclaba orgullo y satisfacción.

Porque eso es lo que sentía. Si bien las habilidades de su amado traían consigo consecuencias graves, lo que él podía hacer con ellas no solo le daban la capacidad de lograr lo que nadie más sino también de ayudar a un nivel que nadie más podría. Y eso solo podía hacerlo él no por su factor sino porque es él. Sus conocimientos, sus propias habilidades, estrategias, previsiones, capacidad de entendimiento, discernimiento, cálculos y saberes convertían su factor en un arma y escudo perfecto según lo deseara.

Aún sin que poseyera un factor tan absoluto, ella sentía ya tanto orgullo por él, por eso podía permitirse, aunque a ella no le concerniera ningún mérito, sentirse ufana. Y más se enaltecía al saber y sentir que ese hombre sólo la ama a ella.

—Puedes implantar una orden en el cerebro de ese monstruo para que jamás vuelva a dañar a ninguno de sus hijos, y si no deseas hacer eso y tampoco puedes dejar que pise la cárcel, entonces puedes internarla en una institución mental. Es ahí donde un ser como ese debe estar y una institución así, una buena, no es una cárcel, puede estar atendida con los más exigentes lujos y recibir la visita de quien quiera— dijo pegando su cuerpo al de su pareja. —Cuando dije que no la quiero aquí me refiero a que, aunque le lavaran el cerebro, lo que hizo no se borra y debe pagar por ello, protegerla aquí donde vivo con mis seres amados y con el hombre que es mi vida, jamás lo aceptaré. No porque sea un riesgo sino porque no merece ni siquiera ver el amor que hay aquí, el cuidado y cariño desmedido que se le brinda a un bebé que no tiene lazos sanguíneos con nadie aquí, el ver como una madre que jamás lo ha sido…— liberó solo una de sus manos para subirla a su mejilla y acariciarla —es capaz de amar con tanto fervor y devoción no solo a ese bebé sino a aquellos que eligió amar solo porque así lo desea.

Lo miraba no solo con el amor que nunca deja de sentir por él, también con ternura y devoción que estaba feliz de sentir por él. Porque con él descubrió todo lo que podía sentir y descubrió que puede amar sin límites y que resulta más que satisfactorio el vivir con ese ser amado afrontando todo haciendo equipo. Siendo complemento uno de otro, siendo la fuerza que el otro necesita.

—A veces si, a veces no— dijo manteniendo su vista en la carretera y una velocidad constante. —No siempre sé qué es lo que piensa o por qué hace las cosas, es como todo, toma sus decisiones y las efectúa, razones puede haber muchas, el punto es que ayuda a los aurores y eso nadie más lo hace.

—Se hace lo que se puede— dijo con sencillez. —¿Puedes sostenerlo un momento? Quiero cambiar el recipiente, este ya nos lo acabamos— le pidió mientras dejaba el recipiente al otro lado sobre el sofá por no arriesgarse a moverse demasiado y que Deliel resbalara.

No dijo nada por algunos segundos en los que no cambió la postura de su cuerpo.

—Sí, quizás no debería— se enderezó y sujetó el volante con las dos manos.

—No tienes que disculparte por eso. Lamentablemente no puedo manipular mis emociones para que no sean alteradas por las cosas que pasan pero eso no significa que no quiero que hables conmigo de todo, quiero ayudar, al menos intentarlo y me gusta que hagas esto— dijo sonriéndole. —Así siento que me dejas cargar un poquito de lo que llevas encima, no es mucho porque no me quieres dar más— dijo a modo de queja haciendo un puchero. —Pero siento que te ayudo así que no me quites esa oportunidad de sentirme super poderosa— dijo ladeando un poco el rostro para poder alcanzar sus labios y besarlo. —Yo sé que tienes el poder de hacer lo que te propongas, si hay alguna dificultad o impedimento lo sorteas y ya. Quizás este caso sea difícil y aparentemente no tenga solución, no nos habíamos topado con algo así pero ¿no crees que al mismo tiempo es una oportunidad?— dijo bajando sus manos a su cintura para que la abrazara y así poder llevar sus brazos a rodearlo por el cuello y atraerlo hacia ella. —Francamente no me interesa lo que le pase a ese monstruo así que, ¿por qué no servirnos de ella? Así podría hacer algo bueno al menos.

Puso la tapa a la ollita que habían terminado y la dejó en la mesita de centro para tomar otra que tenía trozos grandes de mango, papaya, plátano, kiwi, y sandía: frutos de pulpa suave que Deliel podría sostener y deshacer con sus encías fácilmente.

Y mientras buscaba un babero vio cómo Deliel se cayó y Sladya se apresuró a ir hacia él.

—Eso pasa por querer huir, ángel— dijo sonriendo a Deliel con un tono ligeramente jocoso. Dejó que Sladya se encargara. —Ya aprendió a no asustarse cuando se cae o se pega, ahora hay que hacerle ver que si no fue grave no tiene por qué preocuparse— dijo a Sladya. —De las caídas uno aprende y eso queremos que vaya aprendiendo— dijo mientras sacaba el babero que quería y regresó a sentarse en el sofá, abrió el recipiente que esta vez era más grande y le mostró el contenido de colores. —Venga para acá que usted todavía no termina de comer— dijo usando un tono de petición pero sin dejar de sonreírle y mirarlo con cariño.

Bajó un poco la velocidad pero no se detuvo ni hizo ademán de mover el volante para salir de la carretera.

—¿Ya no quieres llegar a Loterdan?— preguntó viéndolo de reojo intentando encontrar en él algo que indicara la razón de querer quedarse en un motel en lugar de llegar a donde quería.

Intentó buscar las palabras correctas para explicar su punto.

—Es una auror, sabes lo que piensa y lo que es capaz de hacer. Puede que sepa moverse por el mundo de los sueños pero está condicionada a lo que su consciente o inconsciente, le permita hacer así que podrías implantarle la idea de no poder hacerle daño a nadie. Su mente no es diferente a la de cualquier otra persona. Si implantas esa orden en su cerebro, quizás intenta hacer daño pero inconscientemente sabrá que no puede hacerlo y no logrará lo que quiere. Sería como un arma sin balas por decirlo de alguna manera— dijo tratando de expresar su idea de forma correcta. —Es un peligro para todo el mundo si se le deja libre así nada más, no solo para sus hijos. Considerando eso podemos hacer lo que haga falta para detenerla así sea manipular su mente. Estando las cosas así podemos usarla para desarrollar aún más tus habilidades mentales. No solo contendríamos la amenaza sino que ayudaría a que entendamos mejor los procesos mentales cuando están bajo tus habilidades— dijo en un tono analítico.

Desvió el auto hacia el motel. No tenía ninguna razón que dar para intentar cambiar su decisión. Estaba ya muy lejos de poder tener una conversación normal con él y la poca confianza que tenían, ese lazo que se había formado, ya no existía…

Detuvo el auto en el estacionamiento frente a la fachada del edificio.

—Antes de que hagas cualquier cosa, Dión— llamó su atención. —Tienes que saber que tu factor tiene un gran alcance y todos los que estén bajo ese rango serán afectados. Si se llega a activar, los recolectores o el departamento de control llegarán a ti antes de que tu puedas hacer lo que quieres hacer después de esos dos días de tiempo límite que acordaste con mi hermano. Porque si ellos se hacen contigo no permitirán que hagas lo que quieras jamás— dijo con tono preocupado mientras sostenía su mirada.

Pensó de nueva cuenta en la situación ahora que sabía más del caso.

Entendió que se sintiera frustrado, ella misma ahora sentía exactamente lo mismo y no sólo eso, miedo también.

No pensó que alguna vez existiría un auror al que no pudieran ayudar, no llegó a imaginar que el factor desataba poderes tan espantosos que no habría formas de controlarlo o vías de escape que se pudieran tomar.

Prácticamente Dión estaba condenado a muerte y esa mujer a ser libre y hacer lo que deseara.

—Ni Dión ni esa mujer pueden estar cerca de aquí— dijo bajando la mirada. —Creí que quizás habría un modo… Pero no quiero ni siquiera que te encuentres con ninguno de ellos— dijo buscando su mirada pero no la encontró…— Nunca, por ningún motivo.

Se sentía tonta por haber tenido esperanzas y haber buscado opciones dando por hecho que alguna funcionaría. No era así y no había aprendido, a pesar de todo lo vivido, que nada de lo que hiciera serviría.

Sabía muy bien que la vida nunca era justa y más era lo que arrebataba que lo que daba.

—Sé que Lucien tomará medidas de precaución además de las que tu le hayas pedido que tomara pero aún así, dile que cuando la encuentre no se acerque a ella, que la ubique y ya, no quiero que se arriesgue y salga lastimado o esa mujer extraiga información de él— pidió ansiosa.

Y a pesar de todo su cabeza seguía trabajando a marchas forzadas en un intento de encontrar algo que diera solución al problema. Y solo se le ocurría una opción que definitivamente no podría tomar.

—Si no se puede hacer nada con ese factor…— siguió pensando. —¿Qué es lo que esa mujer quiere? ¿Quiere a Dión muerto? ¿No aceptaría algo a cambio de dejarlo en paz y mantenerse lejos?