11. Dión: Sueño Interrumpido.

Por segundos se quedó paralizada pues sus pensamientos, debido a la pregunta, se fueron por otro lado.

Si bien era cierto que robaba los poderes de Arkadei y podría robar los de cualquier auror… Pensarse yendo por ahí metiéndose con cuanto auror se le cruzara casi como formando su propia colección de poderes, le dio asco.

—En el mundo de los aurores esa pregunta es casi casi muy íntima si se lo preguntas a un eslabón— dijo riendo ligeramente y sin culparlo.

Agradecía que le hiciera esa pregunta a ella pues no confiaba en ningún otro eslabón dentro o fuera del instituto. Ya una había formado una brecha entre Arkadei y ella. No dejaría que Dión también quedara expuesto al ataque de otra que aprovechara las condiciones y urgencia de Dión.

—Un eslabón tiene dos formas de robar las habilidades de un auror. La primera es si tiene consanguineidad con él y la segunda es formando una conexión sexual con el auror. La primera es una opción que viene por defecto pues no se puede elegir si quieres o no robar sus habilidades, y también es permanente dado que el lazo no se puede romper— explicó con calma y voz clara. —Pero la segunda sí tiene un límite de tiempo, ya podrás imaginarte de qué forma se reanuda el nexo.

Dejó el vaso ya vacío en la mesita de ruedas y de la misma tomó el otro. Lo puso en manos de Dión y con la mirada le indico que ahora debía beber el contenido de ese.

Negó con la cabeza.

—No hay forma de que un auror pierda o pueda deshacerse de sus habilidades—dijo tomando el vaso de vuelta luego de que él bebiera de él por segunda ocasión. No lo obligaría a tomar algo que no le gustaba, ya había tomado lo suficiente. —El eslabón obtiene la capacidad de usar los poderes del auror pero no es algo tan sencillo como parece. La fuente puede morir si el eslabón no tiene cuidado y el eslabón puede matarse por la misma razón. Imagina a los eslabones como parásitos, es la mejor forma de describirnos— dijo más en tono frío que nada.

Se puso de pie y tomó los vasos para dejarlos en la barrita donde no estorbaran o cayeran por accidente.

—No sé con exactitud cómo funcionan tus habilidades pero por como se presentaron…— pensó un poco. —Es muy probable que se activen cada vez que te quedas dormido o caigas inconsciente— dijo con un tono analítico pero dudoso. —Mientras no esté controlado, es posible que si en tus sueños resultas herido, se refleje en la realidad.

Regresó con él y se sentó en la cama, cerca de él y sujetó su mano colocándola sobre su regazo. Sin tocarla, cubrió la herida con la otra para evitar que siguiera moritificándola.

—Sin embargo, ahora que lo sabes ya has dado el primer paso para empezar a controlar tu factor. Además ya cuentas con la seguridad y ayuda que te podemos brindar aquí. Dentro de un tiempo podrás controlarlo a la perfección, yo también te ayudaré a que lo logres— dijo sonriendo.

—No lo sé, a veces se pueden encontrar trucos para ayudar a los aurores, eso es lo que hacemos— dijo segura. —Entre las habilidades de mi hermano se encuentra la capacidad de sentir a los aurores que necesitan ayuda y eso nos da ventaja para idear cosas que pueden funcionar. En caso de que no haya algo…— empezó insegura y agachó la mirada.

No sabía si debía decirle que existía la opción de la vacuna. No solía ser buena idea ofrecer eso a menos que no hubiera mayor opción y en el caso de Dión… El no poder dormir ya era un riesgo mortal para él y el que sus poderes se activaran en cuanto se quedaba dormido era riesgo para él y para quienes entraran en sus sueños.

—Existe una vacuna que inhibe la activación del factor por un corto periodo de tiempo. Durante tres días el factor queda bloqueado pero a un alto costo. La vacuna debe ser inyectada en la médula espinal y eso ya es de por si un riesgo muy alto. Además, en cuanto empieza a hacer efecto, por un día entero el cuerpo queda incapacitado con un fuerte dolor que difícilmente mengua…— dijo levantando la mirada para encontrar la de él. —Es lo más cercano que tenemos a una "cura", pero no es recomendable…

—Los analgésicos químicos no surten efecto pero los orgánicos, los naturales, logran hacer que el dolor sea un poco más soportable según el umbral de dolor de cada persona— siguió explicando. —Es por ese dolor que causa que no la tenemos como una opción, sin embargo hay casos en los que se necesita… Pero no deja de ser la última opción a la que queremos recurrir.

No podía dejar de pensar en Deliel… El dolor que tuvo que soportar… Un bebé teniendo que pasar por ese horrible dolor…

—No es algo que se venda, no tiene costo. El hombre que viste hace unos minutos,— puntualizó —su nombre es Gherard, él es el encargado de producir las vacunas y es quien nos las proporciona cuando las necesitamos. Vive aquí, es uno de los guardianes que te mencioné antes.

Aunque creía que era bueno que estuviera entendiendo la situación, le alarmaba que hiciera tantas preguntas cuando normalmente las personas no saben ni qué preguntar. Pero sobre todo, le preocupaba su interés por la vacuna.

Que pidiera tanta información no era bueno, significaba que la estaba contemplando como la mejor opción y esa no era la idea. Quizás no debió haberle hablado de ella, a ningún auror recién llegado se le informaba de eso precisamente por lo tentador que es para quienes están desesperados y no creen que haya otra opción. La mayoría de los nuevos aurores llegan así, desesperados…

Pero dadas las condiciones de las habilidades de Dion, así como las de Deliel, la vacuna parece ser la única forma de asegurar que las debilidades áuricas no los maten y tengan tiempo para aprender a controlar su factor…

Realmente no sabía qué estaba haciendo, quien debería estar explicando todo era Arkadei, es el más indicado y capacitado para hablar del factor. En cambio era ella la que se había aferrado a que nadie se acercara a Dion…

Era una acosadora… Acosadora caprichosa…

—Existe una especie de pago que es como una "colegiatura" dado que eso es lo que somos, una escuela, pero no es dinero lo que se pide a cambio— explicó forzando una calma que le permitiera pensar en lo que él necesitaba saber e ignorar lo patética que se sentía.

Dión tenía razón. No hay nada que tengan en común, no lo conoce, él no la conoce. Cualquier otra sería igual a ella o, en cambio, mucho mejor y habría sido capaz de acercarse a él de un mejor modo. A como ella había actuado, no era distinta a ninguna persona desesperada que hubiera tenido la oportunidad de hacerse con su amor platónico.

—A los "estudiantes" se les pide que colaboren con el instituto realizando actividades que no les representen ningún tipo de problemas. Si esa actividad es algo que le agrade al auror, mejor. Para lograr el control de las habilidades, el auror debe vivir en un entorno seguro y en un estado de relajación, sin estrés, presiones, tristeza y todo lo que de eso derive.

Si estuviera en el lugar de Dión habría reaccionado de un peor modo y ahora mismo estaría intentando escapar de quien la tiene presa…

—Para lograr el control de las habilidades, el auror debe vivir en un entorno seguro y en un estado de relajación, sin estrés, presiones, tristeza y todo lo que de eso derive.

Cosas que, sin conocerlo del todo, ya había podido comprobar que lo rodeaban día a día y si no se alejaba de ella… Esas cosas aumentarían y empeorarían…

Por otro lado ya la había rechazado en más de una ocasión… Entonces… ¿Por qué estaba tan aferrada a él?

Tonta y estúpida niña caprichosa… ¿Cuántas no existen como ella? ¿Cuántas no harían exactamente lo que ella estaba haciendo?

Sonrió ligeramente.

Claro, eso es más fácil. ¿Qué esperaba? ¿Que se quedara, cambiara su vida y se integrara?

Patética y además idiota.

—Quien se encarga de esas cuestiones es mi hermano, puedes hablar con él y acordar ese tema, lo administrativo nunca ha sido mi fuerte— rio un poco. —Aun así sería bueno que intentaras algunas actividades que te llamen la atención, quién sabe, quizás te termine gustando algo y será más fácil que puedas ir controlando tus habilidades.

Bajó la mirada a sus manos. No había hecho ningún movimiento, no había reaccionado… Liberó su mano luego de revisar de nuevo su herida.

—Es una sugerencia, quizás luego, cuando conozcas a los demás y el cómo funciona todo aquí, podrías encontrar algo que te haga darle una oportunidad a este lugar. Después de todo para eso se fundó, para ayudar a los aurores y devolverles su libertad y seguridad.

—Parece…— repitió sin darse cuenta.

Después de todo no lograría que confiara. Y siendo sincera, ella tampoco creería las palabras de una desconocida, loca y encima acosadora.

—El tema de los sueños es un campo que me interesa mucho— dijo encogiéndose de hombros.

Se limitaba ya a solo responder. Dijera lo que dijera no lo convencería de nada, al contraría, lo haría desconfiar cada vez más. Desvió la mirada a la ventana y vio dos siluetas pequeñas pasar volando rápidamente una detrás de la otra.

—Nunca antes había estado en el sueño de alguien más, en un principio fue muy desconcertante pero quería saber qué estaba pasando, eso me llevó a encontrarte.

Regresó su mirada a sus manos y colocó la suya encima de la de él para detenerlo.

—Las heridas se están cerrando pero aún así no es bueno que las toques así, harás que se irriten— dijo elevando los ojos a los suyos.

Le fue confuso de pronto que tomara su mano, o mejor dicho, que aceptara su contacto luego de que parecía que lo que menos quería era eso.

Pero aún más le angustió que sus lágrimas corrieran de nuevo de esa forma. ¿Estaba recordando algo doloroso de nuevo? ¿Cómo podía ayudarle? Si le preguntaba estaba segura de que no le respondería con la verdad, si no lo hacía parecería que no le interesaba. Entonces ¿qué podía hacer cuando el contacto físico y su presencia no eran del todo bien recibidas?

Pero estaba sosteniendo su mano y ahora había pedido perdón…

Sintió una mezcla de culpa, confusión y angustia. Lo había orillado a que lo hiciera…

Había tenido razón en decir lo que dijo, en pensar en lo que pensaba de ella. Era completamente entendible y lógico que no confiara y la viera como una más. No tenía por qué pedir perdón, no había hecho nada malo y si ella había salido herida fue por culpa de ella misma, no de él.

—No tienes por qué pedirme perdón, no has hecho nada malo— dijo en un tono que mediaba entre el cariñoso y el tranquilizador. —Sé que todo esto debe ser demasiado que procesar, sé que hay muchas cosas que te abruman. Es natural que reacciones así, lo entiendo— siguió hablando con el mismo tono mientras alargaba la mano libre para acariciar su mejilla y recoger algunas lágrimas. —Pero yo sí tengo la culpa de algo— dijo sonriendo. —Es culpa mía no haber hecho las cosas de diferente forma ni saber cómo comportarme para que no pensaras que trato de aprovecharme de ti o que intento lo que muchas fervientes fans tuyas harían. Es lógico que no confíes y me mantengas alejada.

Recogió algunas lágrimas de su otra mejilla y luego colocó la mano sobre su pecho recordando que antes, por alguna razón y por algún tiempo, lograba hacer que se tranquilizara un poco.

—Si quieres bañarte bien dudo que lo logres por ti mismo aunque no tuvieras heridas— dijo sonriéndo. —Aún no has recuperado tus fuerzas. ¿Ha disminuido algo el dolor?— preguntó pues ya habían pasado algunos minutos y el efecto de los concentrados debía estar empezando a hacer efecto ya.

—¿Tan vieja me veo?— dijo fingiendo indignación. —Esos remedios son los que harán que te mejores más rápido, niño— reclamó. —Pero si no te gustan, ya no te preparo nada, a ver cómo te las arreglas ahí estando todo molido— giró el rostro hacia otro lado como haciendo berrinche.

—Hablador— dijo burlona. —¿Y yo por qué tengo que girar? Aquí el que quiere hacerse ver como el que todas las puede eres tu, yo estoy sana y enterita, a ti en cambio parece que te arrolló un camión— se encogió de hombros y sonrió con malicia.

Mantuvo su sonrisa de malicia y se encogió de hombros.

—¿Crees que te lo voy a decir? No soy tan tonta— dijo riendo ligeramente y le guiñó un ojo.

—No suenas muy "peligroso" si lo dices estando así de lastimado y adolorido— dijo sonriéndo alzada. —Estás lejos de poder cumplir esa fantasía si sigues terco en no querer tomar los remedios de abuelita que tu enfermera te prepara— lanzó confiada.

—No te los tomaste todos, no has sido niño bueno, ¿por qué habría de premiarte?— le devolvió.

—Y así crecen niños malcriados, no, no, yo no soy ni enfermera ni abuelita concentidora, soy de las estrictas— dijo orgullosa. —A mi no me convences tan fácil de dejarte hacer lo que quieres y encima premiarte— dijo fingiendo un tono de regaño pero no dejaba de sonreír.

No pudo evitar reír entre encantada y enternecida por el berrinche.

—Tiempo para reflexionar y obedecer lo que te diga tu enfermera y quizás, solo quizás, ese baño de esponja que quieres— dijo sonriendo. —Y ya veremos después qué más te ganas.

—¡Oh! ¡Qué buena idea, no se me había ocurrido!— dijo con tono sorprendido y emocionado. —Se pospone el baño hasta nuevo aviso— dijo sonriendo victoriosa.

—Sí pero ahora mismo no me dan ganas de hacerle caso a esas frases, prefiero seguir aquí disfrutando de los berrinches que hace mi paciente— dijo riendo

—¿Con el teléfono que está descargado?— río. —No sabía que ya había teléfonos tan modernos que ya no necesitan batería.

—Está ahi— señaló al sofá donde estaba la cobija y la almohada. El celular estaba sobre la almohada. —Veamos cómo te las arreglas tu solito— dijo riendo un poco.

Rio por lo bajo como quien ha ganado y no quiere que nadie se entere de que está disfrutando su victoria.

—Es una lástima, tendré que conformarme con el de consolación que, aunque está envuelto, lo disfruto bastante desde aquí en este momento— dijo con malicia viéndolo sugerente de arriba abajo deteniéndose en su pecho que había quedado algo descubierto después de haberle revisado la herida, y entonces fijó sus ojos en los de él, esta vez le sonrió contenta, con ternura, aliviada.

Que se hubiera podido levantar significaba que ya estaba mucho mejor que antes, pronto no tendría que recurrir a nada para aliviar el dolor y cuando comiera bien terminaría de recuperar sus fuerzas.

—¿Puedo pedirte un favor? No cierres la puerta con seguro, prometo no entrar pero no la cierres. Ya estás mucho más recuperado pero por el momento es mejor no confiarse demasiado— pidió con tono preocupado. —Llámame si necesitas ayuda, ¿sí?

Sonrió con amargura.

A veces deseaba poder hacerlo, quizás así lograría encontrar la forma de ayudar a su hermano con la carga y la tortura que lo mantenían esclavizado día a día.

—Si pudiera… Supongo que hasta aquí llegaríamos, ¿cierto?— fue su respuesta antes de negar con la cabeza. —No te preocupes, esa habilidad no puede ser ni robada ni replicada.

Se puso de pie y fue por su celular.

—No vas a quedarte, ¿verdad?— preguntó triste. Decepcionada de si misma.

—¿Qué fue lo que te dijo mi hermano?— preguntó apartando la vista del celular para buscar sus ojos.

¿Va a protegerla? ¿De verdad va a proteger a ese monstruo?

Apretó el celular en su mano y desvió la mirada hacia la ventana. De pronto pensó en que el espectro con cara de muñeca que los había atacado era, sin duda, la representación del monstruo que su hermano y Dión protegían.

Se sintió traicionada, no entendía. Sabía que debía haber una explicación, una lógica, pero no le interesaba. No existía ninguna excusa para proteger a ese ser.

—Entonces no tienes nada de qué preocuparte, si es mi hermano quien las protege y quien se hace cargo de todo, nadie podrá tocarlas— dijo con seguridad pero con tono frío y su mirada, si pudiera, habría destrozado el cristal del que apartó la mirada para dirigirla de nuevo al celular. —Se contactará contigo cuando haya resuelto todo— suspiró para forzarse a calmarse. —Mientras tanto deberías terminar de recuperarte aquí y darle un recorrido al lugar, quizás te convenza para que le des una oportunidad. Este lugar ya te ha acogido, ya es tu refugio. Si me permites, te daré un recorrido en cuando te vistas y comas bien— ofreció regresando a la camilla para sentarse en la orilla y así darle a entender que no lo espiaría.

—Que siempre quiera hacerlo todo solo— respondió. —Fui yo quien lo llamó pero en lugar de hablar conmigo lo hizo contigo sin decirme nada de nada. Pero…— pensó un poco —para qué hablaría conmigo, ¿cierto? A mí qué me interesa lo que esté haciendo, ¿no?— estaba molesta. Con Arkadei y con Dión pero más por no entenderlos y saber que la estaban apartando por obvias razones que por lo que estaban haciendo en realidad.

"Claro, fue por eso". Pensó con sarcasmo.

¿Ya cuántas veces le había ocultado cosas o lograba impedirle que hiciera algo?

—A veces olvido que no sólo es mi hermano, también es abogado— se encogió de hombros.

Tan pronto como se metió al baño, ella marcó el numero de Sigrid y le pidió que le llevara un nuevo cambio de ropa. Le describió como pudo el tipo de prendas que quizás le gustarían y la talla aproximada pero eso ya Sigrid lo sabía.

No quería que usara la ropa que tenía las evidencias de los disparos y Sigrid estaba de acuerdo con ella.

En pocos minutos apareció la rubia por la puerta. Con señas le pidió que no hiciera sonido alguno y le señaló el baño. Sigrid pareció entender y se asomó por la puerta como quien espía con mucha cautela cuidando no ser vista. En cuanto vio que Dion no miraba hacia donde estaba ella hizo uso completo de su poder y cambio las canastas rápidamente.

Le dolió escuchar sus sollozos pero no podía hacer nada, no en ese momento. Se retiró rápido y regresó con Ireza.

—Gracias— dijo sonriéndo ligeramente. —¿Puedes preparar algo para él?— preguntó con tono débil.

—Claro— asintió. —¿Qué ocurre?

—Nada— negó con la cabeza. —Supongo que es sueño.

—Puedo encargarme desde aquí, ve a dormir— ofreció.

—No, está bien, no te preocupes— dijo restándole importancia al asunto. —¿Te la llevarás?— se refería a la ropa.

—Sí, querrá ponérsela si la encuentra— dijo sonriéndo ligeramente.

—Sí...

—Estaré en la cocina, bajen en cuanto esté listo— pidió caminando hacia la puerta.

—Sí, gracias de nuevo.

Regresó a sentarse en el sofá y perdió su mirada en el exterior mientras esperaba a que Dión saliera. Afuera ya no había rastro de las golondrinas.

—Deben estar en la lavandería— dijo volteando a verlo, no le sorprendió su tono ni su mirada. —Quizás no me creas pero no entré— se puso de pie y se acercó al pequeño armario junto a la puerta y sacó las pantuflas unitalla que se guardaban en varios sitios para uso de quien las necesitara. Se las ofreció. —Te guiaré allá.

Tomó su celular del sofá y caminó hacia la puerta.

—Es por aquí— dijo indicándole con la mirada que la siguiera.

Lo guió hasta la lavandería sin pasar antes por la cocina. Por el olor sabía que ya Sigrid tendría algo listo pero no dijo nada y no hizo intento por llevarlo tampoco.

Buscó los zapatos pero no los veía por ningún lado, Sigrid solía dejar las cosas de todos en las mesas del centro para que estuvieran a la vista. Quizás los había tomado ella.

Marcó de nuevo el numero de Sigrid.

—Sigrid, ¿dónde están los zapatos de Dión?— preguntó buscando con la mirada de nuevo.

—Acá en la cocina— respondió. —Vengan para acá— pidió antes de colgar.

Resopló y miró a Dión.

—Por aqui— volvió a decir ahora encaminándose de nuevo hacia la salida.

Al entrar a la cocina vio a Sigrid dejando un cuenco grande de madera en la barra de la cocina junto a otros platos de barro con comida humeante. Por el aroma podía adivinar que había algo frito pero no podía especificar qué era, también había carne de res, queso y algo dulce.

—Hola, bienvenidos, hasta que llegaron— dijo Sigrid en tono animado.

Le sonrió pero más por reacción automática que haciendo un gesto sincero. Volteó a ver a Dión.

—Ella es Sigrid, se encarga de la cocina y los invernaderos y jardines— le dijo a modo de presentación. —Sigrid, él es Dión, el que dice que tus remedios son de abuelita— dijo encogiéndose de hombros y apartándose para darles espacio mientras buscaba los zapatos de Dión.

No había sido su intención bromear, solo dio una escusa a Sigrid para que pudiera abordar a Dión.

—¿De abuelita? Bueno, eso es cierto pero déjame decirte, mi niño, que las abuelitas son muy sabias, deberías escucharlas si quieres estar siempre fuerte y sano.

Por pura curiosidad volteó a verlos y a tiempo observó cómo Sigrid se había acercado a él y tenía sus manos en las mejillas de Dión y lo masajeaba con mirada analítica en ese típico gesto cariñoso de las abuelas que comprueban qué tan rellenos están sus nietos para inmediatamente ponerse a cocinar para retacarlos de comida pues para ellas nunca es suficiente lo nutridos que estén sus niños.

De haber tenido otra atmosfera con Dión, momentos antes, se habría reído pero ahora mismo no se sentía con ánimo de disfrutar nada. Siguió buscando los zapatos pero no los encontraba.

¿Los habría ocultado? Sí si eso le garantiza que Dión deba quedarse y así tener oportunidad de hacerle comer todo lo que preparó.

—Mucho gusto, Dión, bienvenido— devolvió el saludo sonriéndole. —Mmm... Abuela y hippie— dijo ceñuda fingiendo indignación pero igual sonriendo. —Tienes hambre, ¿verdad?, ya veo que estamos de mal genio— liberó sus mejillas. —Lo siento, no pensé que te fuera a molestar, mi error— dijo en todo de disculpa y le hizo una seña con la mano para que la siguiera. —Ven, ven, toma asiento— le invitó animada. —Antes que nada come algo. Hay hamburguesas, sopa de setas, tacos, pizza de sartén, pescado frito y ensalada, come lo que desees. Hay jugo de naranja, jugo verde, agua de flor de jamaica, limonada o también hay agua purificada, ¿qué prefieres?— dijo haciendo una de las bancas altas hacia atrás reforzando su petición de que aceptara quedarse y comiera.

Siendo que no hubo oportunidad de preguntarle directamente qué deseaba comer, se aventuró a cocinar distintas cosas pensando en gustos comunes. Quizás acertaría en algo.

De reojo vio a Ireza quien seguía buscando los zapatos. Había notado que algo no andaba bien desde que los vio entrar, los dos parecían estar molestos e incómodos. En el caso de Dión lo entendía por todo lo que estaba viviendo y porque sabía que se daría cuenta del cambio de ropa pero si Ireza planeaba algo con eso, ella no se lo echaría a perder. Además, prefería que se enojara por eso a que se estuviera acordando a cada momento de lo que había pasado viendo los orificios en su ropa. Imaginó que Ireza pensaba igual.

Pero lo que también la tenía preocupada era la actitud de Ireza frente a lo que había cocinado. El pescado frito lo había hecho especialmente para ella y resultaba que no había ninguna reacción de su parte a pesar del olor tan evidente.

—No es ninguna molestia, cariño— le aseguró. —Yo solo quiero algo de sopa, gracias, hace poco que comí— respondió sin dejar su buen humor. —Pero come lo que desees, con confianza, tanto como quieras— dijo acercándole un plato extendido y un cuenco junto con unos cubiertos envueltos en una servilleta de manta bordada en las orillas.

—Comeré después, quiero ir a cambiarme de ropa— dijo Ireza mientras se asomaba por debajo de una de las alacenas esperando encontrar los zapatos. —¿Dónde están, Sigrid?

—Oh, ¿los zapatos?, allí— señaló con el índice hacia las puertas abiertas del almacén que usaban para guardar ciertas cosas de la despensa.

Los zapatos estaban sobre la silla que detenía una de las hojas de la puerta doble. En el respaldo de la misma estaba colgado su bolso y una de sus mascadas, gracias a eso era que no había sido tan evidente el lugar donde había "escondido" los zapatos.

Sirvió un vaso con limonada y lo puso al lado del plato de Dión, y en frente un recipiente de cristal con cubos de hielo dentro.

—¿Puedo servirte?— preguntó mientras colgaba unas pequeñas pinzas en la orilla del recipiente de los hielos. —¿Qué se te antoja?

Ireza se acercó a ellos y le trajo a Dión sus zapatos, los dejó en el suelo junto a la silla alta donde se sentaba él y se alejó algunos pasos de la barra pasando junto al platón de madera con la cama de papas a la francesa y los filetes de pescado frito arriba. Ni siquiera los volteó a ver, en cambio a Dión sí.

—Si quieres te llevaré a la ciudad, espera a que regrese, ¿está bien? No tardo— le pidió.

Aunque esperaba una recaída así, no pensó que, estando ella presente y siendo una persona que acababa de conocer, mostraría alguna señal de ello.

La situación en la que estaba, lo que había pasado, lo que pasaría, era todo grave. No podía entender cómo es que aún así se seguía manteniendo en una pieza al menos aparentemente. Y aunque lo sabía y lo entendía, no podía permitirle irse así.

Sintió la mirada de Ireza y volteó a verla. Por su leve gesto supo que le estaba pidiendo que se retirara, que los dejara solos pero ella negó con la cabeza casi imperceptiblemente y, al contrario, le devolvió una mirada severa exigiéndole que fuera ella quien se retirara.

Por segundos hubo una lucha de miradas sin ningún gesto o sonido de por medio hasta que Ireza desvió la mirada y se fue.

Desde una inicio no estuvo de acuerdo en que Ireza estuviera todo el tiempo con Dión, era evidente el conflicto de intereses por parte de ella y sabía que era obsesiva su actitud para con el cantante. No dudaba de su capacidad para mantenerlo vigilado ni atendido pero sí de su prudencia. No confiaba en Ireza, no sabía cuándo retirarse, no sabía actuar en tiempo y momento adecuado y ni hablar de controlar sus actitudes.

Dión ya la había conocido y por lo que demostraba, ya se había dado cuenta de lo problemática que podía ser. Ese desprecio que notó en sus palabras iba a juego con su mirada y lenguaje corporal. No la quería cerca y ella no permitiría que Ireza se impusiera.

—Claro, cariño— dijo tomando el cuenco y en el le sirvió sopa.

No tuvo que seguir a la joven con la mirada para saber hacia dónde se dirigía aunque sí le preocupó que estuviera en ese estado. Nunca antes había tenido la oportunidad de verla tan… ¿sensible? ¿afectada? Parecía ausente, como si estuviera fuera de lugar.

Puso el cuenco frente a Dión y en el plato sirvió la hamburguesa y las papas. Acercó una de las sillas altas pero no demasiado, respetó su espacio personal.

—Cariño, sé que en estos momentos no debes sentirte bien y, por lo que veo, algo pasó entre Ireza y tu, no dejaré que siga molestándote pero…— lo pensó un poco. —No estás obligado a quedarte pero si es por lo que pasó, ya Arkadei se está encargando de todo, ¿no crees que sería bueno que te quedaras aquí hasta que terminaras de recuperarte por completo? Es decir, con todo, eres un auror también, uno que recién está despertando sus habilidades… Si los recolectores o los del departamento de control áurico se hacen contigo…— su tono era de genuina preocupación al igual que su mirada.

Negó con la cabeza.

—Entendemos que no estés del todo bien en estos momentos, no debes preocuparte por nosotras, todo está bien— dijo segura, con voz que intentaba calmarlo.

Observó sus ojos, lo que expresaba su mirada y lo que su aura y lenguaje corporal estaban comunicando. No pudo evitar verlo como un niño abandonado… Un niño huérfano por decisión de sus padres y no por otra causa…

No pudo evitar pensar en Deliel. Sus situaciones no eran iguales pero ambos eran bebés que no tenían un padre o una madre… No necesitaba de nada para saber que Dion también carecía de un padre, y sin miedo a equivocarse, desde hacía mucho tiempo.

Pero lo que más le preocupaba era que ya era un niño que había crecido en un mundo de superficialidades, carente de verdadero cariños… No era un bebé aunque por dentro su niño interno aún lo fuera y se mantuviera oculto… adolorido… llorando…

Bajó la mirada ligeramente y la posó en sus propias manos que temblaban ligeramente, lo sabía porque lo sentía aunque a simple vista no hubiera indicio alguno.

¿Cuántos niños más iba a conocer que estaban en esta situación? ¿Cuántos niños más conocería solo para saber que no podía hacer nada por ellos? ¿Cuántos más le seguirían recordando que no era ni sería madre nunca, y, por lo tanto, le seguirían dejando claro que no tenía derecho de dar su opinión?

—Sé quién eres— dijo levantando la mirada, bloqueando todos esos pensamientos que no servían de nada. —Dion Devlin, he escuchado algunas canciones tuyas, también he visto videos, y eres una de las razones por las cuales Ireza se escapa sola— dijo riendo ligeramente.

Entrelazó sus dedos y puso sus manos frente a ella. Pensaba en cómo debía intentar que entendiera la situación en la que estaba.

—Ojalá que eso fuera suficiente para que pudieras tener algo de protección contra ellos… Sin embargo no es así. Políticos, reyes, artistas, humanistas… Hombres, mujeres, jóvenes, niños, bebés… bebés dentro del vientre de sus madres… No existe piedad ni consideraciones por parte de los recolectores ni por parte de los de control áurico. Para ellos somos fenómenos antes que nada, somos fenómenos a los cuales tienen el "deber" de estudiar. Somos objetos, ejemplares con los que pueden experimentar. Han sido ellos quienes han hecho que el mundo nos vea como amenazas que hay que erradicar. Son ellos quienes protegidos por el bajo mundo o los mismísimos gobiernos, hagan y deshagan a su antojo a plena vista de todos— levantó la mirada para encontrar la de Dion. —No se detienen nunca, pueden tratarte como rey, como esclavo, como un sujeto de pruebas, pueden hacer que creas lo que quieres creer, pueden hacer que estés seguro de que estás contribuyendo a un bien mayor, que estás salvado vidas, que tu sacrificio valdrá la pena… A final de cuentas ellos ganan si o sí. Te lo arrebatan todo. Te obligarán a darles lo que ellos quieren aunque no esté dentro de tus capacidades, utilizarán a tu familia ya sea que cooperes o no, la utilizarán como deseen para que obedezcas, para que te rompas o simplemente para probar el alcance de tus habilidades, para ver qué pasaría si hacen esto u aquello… Desde que nuestro factor se activa nos volvemos sus presas… Desde que saben que tenemos parentesco con un auror nos convertimos en blancos. Ellos no se detienen una vez que capturan al auror, familia, amigos… todo les sirve para las aberraciones que hacen…

Guardó silencio unos minutos en los que dejó que él asimilara todo y no apartó su mirada de la de él. Extendió una de sus manos hacia él y la posó ligeramente sobre su muñeca.

—Cariño… Quizás no me creas… pero intenta hacerlo… No permitas que se de la oportunidad para que compruebes todo eso por ti mismo…— dijo con un tono bajo pero claro que contenía sincero cariño y evidente preocupación, miedo y una súplica.

Necesitaba que confiara…

Por algunos segundos se quedó pensando en lo dicho por Dion. No pensó que Ireza le hubiera mencionado la vacuna tan pronto. Se suponía que era una opción que no se mencionaba a menos que fuera estrictamente necesario.

Según lo que supo del factor de Dion, sí podría considerarse un caso especial para la vacuna pero aún así era demasiado pronto para juzgarlo de ese modo.

—Ya es sabido por todos que tuviste contacto con una auror…— dijo preocupada. —Si hay una leve sospecha de que seas un auror o de que tengas relación con uno, es suficiente para ellos. Te llevan, te investigan, te interrogan, te mantienen en cautiverio tanto como quieren durante el tiempo que deseen… Te desaparecen… Siempre obtienen lo que desean…

Debía encontrar las palabras claras y adecuadas para intentar responder todas sus dudas y que así entendiera la gravedad del asunto y el por qué insistía tanto en que no se fuera, en que de ahora en adelante debía tener cuidado con todo.

—La vacuna no dura exactamente lo que debe de durar, a veces, por factores que aún no conocemos, su duración se extiende o se acorta sin previo aviso. No podemos jugar con ella. Ya desde la inoculación presenta riesgos graves si no es bien aplicada— explicó recordando lo que pasó con Deliel. —No puedes vivir sin dormir, cariño… Puedes intentarlo pero al final el cuerpo reclama lo que necesita estés de acuerdo o no. Cuando menos te lo esperes tu cuerpo querrá descansar… Esa condición se agrava más y se vuelve inestable si no duermes lo necesario, si no te alimentas bien, si vives bajo presión, estrés y todo aquello que, a final de cuentas, recae sobre tu cuerpo.

Su voz, aunque calmada y clara, seguía estando cargada de preocupación y angustia. Su mirada ahora intentaba apoyar sus palabras expresando cariño y la petición de que pensara bien las cosas y se diera cuenta de que irse sólo agravaría las cosas, se pondría en peligro y también a su familia.

—Cariño…

Se levantó despacio y se acerco a él salvando la distancia que había respetado entre los dos. Ahora no sentía que pudiera hacer algo si seguía manteniéndose alejada.

Colocó una de sus manos en su mejilla y lo hizo que la volteara a ver y mantuvo ese gesto para evitar que rehuyera.

—Cariño, escúchame— dijo con voz firme pero sin perder el tono de cariño que ya no perdería si era con él con quien hablaba.

Por lo que había pasado, y las heridas que ella misma vio que tenía, estaba tratando con una persona que había intentado quitarse la vida… Y estaba segura de que no había sido la primera vez…

Aunque no sabía los motivos que lo habían orillado a eso, sí creía que debían ser horribles… Y lo entendía pero no lo aceptaba.

Ahora mismo estaba demasiado angustiada porque sus palabras eran sentencia. Si antes, quizás la razón para no terminar de hacerlo, fue su familia, ahora… Esa razón ya no tendría poder, en cambio, se había convertido en la razón que lo orillaría de nuevo… Y eso era lo que estaba temiendo más.

¿Qué razón podía darle para convencerlo de que no lo hiciera? ¿qué sabía ella de él? ¿quién era ella para que siquiera la escuchara?

—Jamás digas eso— dijo como si deseara reprenderlo pero no era eso lo que sentía. Sentía la necesidad de abrir sus ojos y cambiar su forma de pensar. —No le debes la vida a nadie, nadie es dueño de ti. Tu vida es tuya y entregándola jamás ayudarás a nadie, al contrario, solo destruirás a quienes más amas.

La mano libre cubrió por completo la herida sobre su muñeca y la sujetó con firmeza pero cuidando no lastimarlo.

—¿De qué sirve vivir? Eso es lo que todos en este mundo intentamos descubrir, cariño. Queremos algo, nos esforzamos tanto y resulta que al final fallamos y lo perdemos todo pero esa, aunque no lo parezca, no es razón para rendirse— en su voz se notó el nudo en la garganta que había intentado mantener ahogado pero al ver lo desesperado y dolido que estaba le hizo recordarse a si misma años atrás. —Si crees que tienes razones para ya no continuar, yo te puedo dar miles para seguir peleando por ser feliz, por disfrutar tu vida.

Quizás ella jamás intentó quitarse la vida pero su debilidad áurica le habría facilitado esa salida en cualquier momento. Después de todo, durante mucho tiempo y antes de que su factor despertara, no tuvo a nadie, no había razones para vivir.

Las marcas y cicatrices en su cuerpo evidenciaban lo que hubiera dejado que pasara, eventualmente, si no hubiera logrado obtener el control sobre su factor.

—¿Todo se vino abajo? Entonces reconstruye una nueva vida. Pelea, levántate y pelea una y otra vez, tanto como sea necesario. Hazlo por ti, cariño, no lo hagas por nadie más. Hazlo por ti y descubrirás las recompensas, verás que lo valió y te darás cuenta de que con cada problema, con cada herida, con cada dolor, obtienes experiencia, aprendes a valorar más todo, disfrutas las pequeñas cosas tanto como los logros más grandes… Siempre hay razones para vivir… ¿Amas a tu familia? Entonces tienes una razón muy fuerte para superar esto, ¿no lo crees?. Reconstruye tu vida, se feliz y entonces acoge a los que amas en esa felicidad.

Sabía que a oídos de un suicida, esas palabras carecían de sentido, estaban vacías, aparentarían ser emitidas por alguien que no sabe nada. Ella misma no las hubiera creído si se las hubieran dicho cuando estaba en esa situación tan similar… Sin embargo no podía acallar lo que sentía ni podía dejar de intentar ayudar al pequeño niño huérfano… abandonado… frente a ella.

—Vivo te has convertido en un auror que podrá proteger a los que ama de una forma única, de un modo que nadie más podría. Dión, cariño… El factor en la mayoría de las ocasiones parece una maldición pero de cada uno depende convertirlo en el don que es. Tu familia estará bien, ya fue puesta bajo resguardo, ¿no es así? Han estado protegidos y seguirán protegidos.— Acarició su mejilla sin dejar de sostenerle la mirada. Le sonrió suavemente, con ternura. —Ustedes no son la primera familia que queda bajo la protección de Arkadei, muchos aurores bajo este techo conservan a sus familias seguras. Nada les pasará y a ti tampoco, para eso se fundó esta institución, para eso existimos los guardianes. Todo irá bien si quieres que así sea, ya estás aquí, ¿por qué no nos das una oportunidad y nos permites mantenerlos seguros a ti y a tu familia?