11. Dión: Sueño Interrumpido.

Subió hasta el sexto piso y caminó hasta la sala de estar donde estaban los familiares de los pacientes internados. Observó con atención y estuvo alerta a cualquier comentario que se hiciera sobre alguien que se había desmayado. Se acercó entonces a una enfermera que pasó cerca.

—Disculpe, señorita, estoy buscando a mi cuñado, me dijeron que lo habían encontrado inconsciente en este piso. ¿Podría decirme si fue así?

La enfermera lo miró extrañada.

—No he sabido nada de eso —dijo y miró a su alrededor buscando a alguien que pudiera informarle—. Su gusta acompáñeme, voy a preguntar en la central de enfermeras.

La mujer caminó hacia un mostrador donde había varias enfermeras ocupadas en lo suyo.

—Zoey, ¿sabes si alguien se ha desmayado?

—¿Desmayado?

—Este hombre busca a su cuñado, le dijeron que lo habían encontrado inconsciente aquí.

La enfermera miró a Reiner como si fuera un ente extraño y agitó negativamente la cabeza.

—Aquí nadie se ha desmayado —dijo.

—Oh... que verguenza— dijo actuando apenado. —Me deben estar jugando una broma, me asusté y me la creí. Gracias y disculpen las molestias.

Si retiró y buscó un pasillo solitario para llamar a Ireza.

—No saben nada sobre alguien que se desmayó— dijo apenas la llamada fue tomada.

—Quizás aún no lo han visto. Ve a la habitación de materiales que está al costado del pasillo principal que da a la sala de espera. Debe estar acostado en una camilla. Trata de que nadie te vea, cuando llegues y lo veas, llama de nuevo.

Colgó y fue de nuevo a la sala de espera, fingió buscar y luego de unos segundos se dirigió a la habitación que le había indicado. Se aseguró de que nadie lo viera y entró.

—No saben nada sobre alguien que se desmayó— dijo apenas la llamada fue tomada.

—Quizás aún no lo han visto. Ve a la habitación 6106, está en el pasillo que está al costado del principal que da a la sala de espera. Debe estar acostado en una camilla. Trata de que nadie te vea, cuando llegues y lo veas, llama de nuevo.

Colgó y fue de nuevo a la sala de espera, fingió buscar y luego de unos segundos se dirigió a la habitación que le había indicado. Se aseguró de que nadie lo viera y trató de abrir la puerta pero estaba cerrada.

Sacó de su cartera una tarjeta gruesa y luego de unos intentos, la abrió. Al entrar pudo ver a un hombre acostado en la camilla. Supuso que era a quien buscaba. Cerró la puerta detrás de él y volvió a llamar.

—Ya entré, aquí está.

—¿Cómo está? ¿Está bien?

—Dormido, inconsciente mejor dicho.

—¿Y sus signos?

—Bajos.

Del otro lado de la línea no se escuchó nada pr unos segundos.

—¿Qué quieres que haga? ¿Busco cómo atenderlo?

—Necesito que lo saques de ahí…

—No puedo hacer eso sin que nos vean.

—Lo sé— dijo molesta. —Busca por favor al otro paciente, deja la puerta de esa habitación cerrada.

—¿Lo dejarás así sin más?

—No puedo hacer nada por el momento, es un colapso de cansancio, necesita tiempo para recuperar energía.

—¿Qué demonios le pasó? ¿Qué hizo?

—No importa, después te lo diré, busca por favor al otro paciente. No digas que es conocido tuyo ni familiar solo necesito saber cómo está.

—Bien, te llamaré luego— cortó la llamada.

Salió de la habitación cerrando la puerta de nuevo con seguro, regresó a la sala de espera y luego de unos segundos de darse una vuelta, bajó al quinto piso.

Igual que antes buscó a una enfermera.

—Disculpe, señorita, ¿podría decirme en qué estado se encuentra el paciente herido de bala? Verá, soy el químico encargado del laboratorio Liezel y supimos que tenían un paciente con hemorragia severa. ¿Aún la padece? ¿Buscan donadores?

Ella lo miró con desconfianza.

—No le puedo dar esa información sin su identificación —dijo la mujer ceñuda. Ya muchos reporteros habían intentado enterarse del estado de salud del cantante por medio de artimañas como esa.

—Espere un momento— sacó su cartera y de ella tomó su identificación y su licencia de conducir para corroborar los datos de la tarjeta. —Si no es suficiente permítame hablar con el jefe de laboratorio.

Ella tomó los documentos y comprobó que el de la foto fuera el mismo que tenía en frente. Se los devolvió.

—¿Cuál es el nombre de la persona por la que pregunta? —dijo aún con desconfianza. Habían otros dos heridos de bala en el quirófano además del cantante al que le debían que el hospital fuera un caos.

—No supimos esa información, sólo teníamos entendido que sufría de una hemorragia grave y que recibió dos disparos. Permítame hablar al laboratorio para preguntar si han recibido más información.

La mujer asintió e hizo un gesto con la cabeza.

—Llame, necesito los datos.

Se apartaría un par de pasos para llamar a Ireza.

—Necesito más información acerca del paciente.

—Su nombre es Dión Devlin, ¿sabes quién es?

—Sí— dijo simplemente.

—¿Supiste cómo recibió los disparos?

— No.

—Hace unas horas durante el concierto recibió los disparos, torso y cabeza. Está involucrada una auror que se dice que lo salvó pero si puedes no comentes nada de eso.

—Entiendo, gracias— dijo con tono neutral.

Colgó y regresó con la enfermera.

—El nombre del paciente es Dión Devlin, ¿el cantante?— preguntó a la enfermera. — Me dijeron que los impactos los recibió en el torso y en la cabeza... Con razón la hemorragia— dijo pensativo. —¿Está él aquí?

—Está en cirugía aún, entró a ella hace como media hora. Se acabó todas las reservas de O negativo y se están buscando donantes.

—Tenemos una lista con donantes de todos los grupos sanguíneos, si me permiten puedo hacer que busquen a los cero negativo y los llamen para preguntar si desean donar. Informe de esto al jefe de laboratorio mientras llamo para dar esa indicación, por favor, ¿necesitan de otro grupo?

—Solo ese grupo —dijo con el ceño fruncido. Le parecía raro que no fuera él mismo quien se comunicara con los del laboratorio o que no se dirigiera directamente a esa área—. Aguarde aquí.

Dio media vuelta y se dirigió a una de las centrales para informar lo que sucedía. Hizo una llamada que duró poco, luego regresó con el hombre.

—El laboratorio está en el séptimo piso. Dicen que no lo esperaban y que las llamadas ya se hicieron al laboratorio. No saben qué hace usted aquí.

—Séptimo piso— repitió como para acordarse mejor. —Sí, supuse que les sorprendería, Liezel es un laboratorio de corte privado, no suelen contactarnos a nosotros a menos que haya un convenio especial de por medio. En este caso fue por casualidad— dijo como restándole importancia a ese asunto. —Hablaré con el químico encargado, gracias. Encontramos cinco donantes, no deberían tardar en llegar, los dos más cercanos quedan a diez minutos de aquí— dijo a la enfermera mientras caminaba hacia los elevadores.

—¿Casualidad a esta hora? —gritó la enfermera mientras hacia una señal a una de sus compañeras para que llamara a seguridad.

Él resopló, se regresó y se sentó en un sofá.

—No entiendo cuál es el problema señorita, ¿sabe cuántas horas al día dormimos los que dirigimos un laboratorio de ese tipo?— dijo molesto. —Si me van a detener al menos déjeme hablar con el químico mientras lo hacen, quizás así se eviten problemas legales— se recargó en el respaldo con toda la frescura del mundo.

La mujer no hizo nada excepto mirarlo como si fuera una mancha que ensuciaba el sofá.

—¿Por qué no fue usted mismo a hablar con él? ¿Para qué viene aquí cuando el laboratorio está en otro piso?

—¿De verdad tengo que explicarlo?— dijo con tono fastidioso. No esperaba toparse con un problema así aunque no era de extrañar considerando que cada institución se regía con normas y reglas hechas a comodidad de cada una. —Primero necesitaba saber cómo se encontraba el paciente de quien se nos dio el reporte para saber qué acciones tomar. Como ya le dije, somos un laboratorio privado, no nos manejamos como uno convencional y menos como un hospital. Además, no puedo entrar como si nada a un laboratorio, las normas no permiten que cualquier persona entre así como así, a menos que se trate de un laboratorio al que cualquier persona pueda acceder a cualquier hora ¿su laboratorio es así? No pensé que el químico encargado se manejara así por eso me pareció más rápido y más directo venir directamente a donde se encuentra el paciente y solicitar la ayuda de una enfermera enterada de la situación de dicho paciente. Usted tiene contacto directo con el químico si así lo solicita, yo tendría que lidiar primero con las recepcionistas, luego con los auxiliares laboratoristas o técnicos y después con el químico que dirige todo. Pero ya veo que aquí se mueven de otra manera.

—Sí, aquí nos movemos de otra manera —contestó la mujer sin inmutarse por la perorata—. ¿Quién le encargó realizar esta «investigación» para «ayudar» a este paciente?

—Si se lo digo perderé mi trabajo, señorita, prefiero que me arresten.

Dos personas del equipo de seguridad aparecieron por las escaleras de servicio.

—¿Qué sucede? —dijo uno mirando al hombre del sofá.

—Este —dijo la mujer con tono despectivo—. Es otro listillo que intenta averiguar cosas que no le corresponden. Remítanlo con las autoridades.

Pronto el área del estacionamiento donde estás fue llenándose con toda clase de autos, desde furgonetas que tenían el logo de alguna cadena televisiva o de radio hasta carros repletos de persona, la mayoría jóvenes; llevando pancartas con mensajes de apoyo y bendiciones a Dión.

El cuerpo de seguridad del hospital junto con la policía local empezó a actuar para sacar a las personas que ya habían ingresado de tal manera que eso empezó a parecerse más a una redada con gritos e insultos.

Ignorándote completamente, o quizá porque no te vieron, tres de esas personas se recostaron en la cajuela del jaguar mientras otra más les tomaba una foto.

Una mujer de unos 59 años, visiblemente agotada, con ojeras y cara de agobio, se presentó ante Gherard como la doctora Anna Levis.

Aún llevaba su bata verde que indicaba que había estado en cirugía. Le informó de la naturaleza de la que acababan de llevar a cabo en el paciente: drenar la sangre de sus pulmones y suturar las áreas dañadas.

La culpa de las heridas que de pronto presentó el cuerpo del chico se la atribuyeron al material «extraño y defectuoso» que el auror del concierto había usado en él para sanarlo. Sin embargo había presentado también otras graves hemorragias que no venían de ningún sitio y tuvieron que controlar. Se le habían tenido que realizar diversas transfusiones de sangre.

Ahora se le mantenía vigilado y con el coma inducido.

—Esto no es normal —le confesó—. Esa auror debe estar envuelta en todo esto, es lo único que se me ocurre para explicar las veces que ese chico a estado a punto de morir esta noche.

—Además del equipo médico, dos personas del Departamento de Control Áurico han entrado al quirófano para supervisar el procedimiento a pesar de que he querido negarme. Fueron ellos los que se llevaron el material que el paciente tenía en sus pulmones —dijo la mujer con tono grave y visiblemente molesta.

—Lo retiramos porque se partió por la mitad, como si la bala hubiera atravesado de nuevo el pulmón —dijo negando con la cabeza con aire de confusión—. Quizá el material era frágil y se rompió solo o se degradó, no sé… Jamás había visto un material así. De cualquier modo creo que lo mejor fue retirarlo, no sabemos si podría haber causado un rechazo en el paciente.

—No por el momento, ninguna herida que aparece de la nada si es lo que pregunta… —dijo suspirando—. Del resto, solo queda que su cuerpo lo resista.

Ella asintió. Tildó su cabeza para hacerle saber que deseaba que lo siguiera y lo guio al interior del área restringida de cuidados intensivos. Ahí solo se permitía un visitante por paciente por lo que toda la gente que estaba esperando noticias del cantante se tenía que conformar con los informes de los doctores.

Cuando llegaron a la última habitación del pasillo, la mujer abrió la puerta y dejó al hombre pasar. El paciente se hallaba tendido sobre una cama, conectado a un sinfín de aparatos y un respirador. Una enfermera y un doctor se encargaban de pasar revisión por su cuerpo, debajo de las sábanas, para comprobar que no hubiera una nueva herida. Otra enfermera más tomaba unas anotaciones.

—En un momento, señor —dijo la enfermera que estaba tomando anotaciones y salió por la puerta.

—Los del Departamento de Control Áurico desearán hablar con usted y el abogado Vlak —dijo la doctora Levis—. No sé para qué si este pobre muchacho no tiene nada que ver con la auror del concierto.

La mujer le quitó importancia al asunto con un ademán.

—No agradezca, es mi trabajo. Además mis hijos son fans del chico, ya se encargarán ellos de llenarme de halagos con tal de que les consiga un autógrafo o los deje venir a visitarlo… —dijo con tono bajo mientras miraba al paciente como si pensara que aquello sería algo casi imposible dado que sus oportunidades de sobrevivir eran bajas..

La enferma, que había salido para hacer el encargo de Gherard, se asomó por la puerta.

—El jefe de laboratorio ya viene hacia acá —informó—. El de guardia está fuera del área de cuidados intensivos. Él no puede entrar a esta área.