11. Dión: Sueño Interrumpido.

La tensión regresó a su cuerpo pero se alojó con dolor en cada hueso, la columna se estremeció con dolor y ahora sintió su cuerpo temblar con aquél anhelo y frustración de un depredador incapacitado para alcanzar su presa.

Las ganas de hacerles saber el tipo de monstruo que las había dado a luz le hizo morderse la lengua con fuerza. Sentía la increíble y aturdidora necesidad de alejar a las niñas de ese lugar y llevarlas lejos. Las manos le escocían y tuvo que estirar los dedos y repasar con sus pulgares el filo de sus uñas intentando tranquilizarse.

Se sabía inútil e incapaz de hacer algo de lo que deseaba. Era pura frustración contenida y no tenía ninguna válvula de escape.

Tomó su celular y marcó a Gherard después de haberle dedicado una sonrisa tranquila a ambas niñas. La mejor que había aprendido a formar cuando se necesitaba que actuara un papel. La que le había conseguido información cuando ese era su trabajo.

Se enderezó y entró en el auto por el lado del conductor, cerró las puertas con seguro e introdujo la llave con la intención de arrancar pero Gherard respondió.

—¿Qué ocurre? ¿Estás bien?

—Hay un par de niñas esperando el elevador para ver a Dion, son sus hermanas.

—Haré que las dejen pasar, gra…

—La mayor me ha reconocido y ha dicho que me delatará, no dudo que lo haga, también ha dicho que su madre hará que las dejen pasar— dijo en seco interrumpiéndolo.

—Entiendo, me encargaré de eso. No te preocupes, nadie llegará hasta él, ¿a dónde irás?

—No lo sé aún pero no estaré muy lejos. Necesito que movilices a los guardias y consigas que haya patrullas dando rondines contantes alrededor del hospital. No sabemos si a ese monstruo se le ocurrirá acercarse o haya influenciado a sus hijas para que hagan algo.

—Todo irá bien, Vlak se encargó de arreglar todo. No hay de qué preocuparse— dijo con voz neutra a diferencia del tono que antes había usado.

Sabía la razón, no estaba solo así que no tenía oportunidad de hablar libremente.

—Quédate al pendiente del celular, necesitaré estar en contacto contigo.

—Claro, descuida.

Cortó la llamada e inició otra.

El tiempo que había pasado desde que regresó de Londres y estuvo sin saber bien lo que pasaría con Dión fue tan estresante que apenas conseguía dormir.

Para ella fue un alivio poder verlo aunque siguiera inducido en aquél coma. Fue hasta entonces que logró tranquilizarse.

Pasó día y noche con él en aquella habitación apenas separándose para cumplir con sus deberes. Junto con Gherard mantuvieron un chequeo constante sobre él a pesar de que tenía la atención de un médico.

Seguía angustiada, no estaba segura de nada y no sabía qué consecuencias tendría el haber estado en coma tanto tiempo mientras la vacuna hacía efecto, no sabía tampoco qué estragos sufrió durante el tiempo que quedó encerrado con sus pesadillas y su poder desatado solo contra él.

Afuera, por la ventana, vio a una pareja de golondrinas volar grácilmente. No era su época aún, no había más aves de esa especie, solo ellas dos, volando en espirales antes de pararse a descansar en la rama de un árbol mientras se demostraban cariño y atención acicalándose entre ellas.

Las observó con atención no por lo raro de su aparición sino por lo unidas que estaban en una época que no correspondía al emparejamiento.

Escuchó su nombre y por segundos pensó que sólo lo había imaginado. Había deseado durante tanto tiempo escuchar o ver una señal de que Dión estaba despertando que ahora sólo creía que su mente jugaba con ella.

Las aves afuera reanudaron el vuelo y se acercaron peligrosamente al cristal, sin embargo sus movimientos estaban medidos, dieron unas piruetas juntando sus picos y luego se alejaron.

Giró la vista hacia el otro lado de la habitación y una leve cambio en la respiración de Dión le hizo pararse de un salto. Se apresuró a llegar a la camilla y sus ojos viajaron de su pecho a sus rostro.

—¿Dión?— dijo insegura, en su voz se notaba la preocupación y la ansiedad.

Sujetó su mano y lo detuvo de quitarse el cateter para ser ella quien se lo quitara dejando solo la punta y evitó que doblara el brazo.

—En un hospital— respondió mientras observaba sus signos vitales. —Un hospital privado, todo está bien, estás a salvo.

Se sentó a su lado en la orilla de la cama viéndolo de frente y subió una de sus manos a sus mejillas.

—¿Cómo te sientes? ¿Qué te duele?— preguntó preocupada.

Lo miró extrañada hasta que comprendió que hablaba de uno de sus sueños.

—No he saltado, fue una pesadilla nada más, todo está bien, estamos a salvo— dijo inclinando la cabeza hacia su mano y la sujetó para ayudarle a que tocara su mejilla.

Sentirlo le hizo aliviarse en gran medida y no pudo evitar sonreirle con ternura y sus ojos se comenzaron a llenar de lágrimas.

—Todo está bien ahora...

—Está bien, te estás recuperando, poco a poco... no te presiones— dejó su mano sobre la de él y disfrutó como nunca esa ligera caricia. Su mano libre hizo lo mismo en su mejilla y no intentó regresar su mirada, no iba a presionarlo.

Le dolía verlo así pero entendía que su confusión fuera tanta. No tenía ni idea de lo que había ocurrido durante los sueños que lo habían atormentado y era lógico que aún no confiara en que todo estaría bien. Ella misma lo dudaba, la estabilidad que lograra se derrumbaría en cuanto recordara o supiera la razón que lo llevó a terminar en este estado.

Pero eso aún no ocurría, aún podía lograr que se recuperara un poco antes de que la realidad lo golpeara. A eso se aferraría.

Había dicho que la vio saltar de un acantilado… ¿Por qué habría hecho eso? ¿Estuvo soñando con ella durante todo ese tiempo? Su forma de hablarle, de dirigirse a ella y de mirarla… Era distinta… Como si se conocieran desde hacía mucho tiempo. La línea de precaución y desconfianza que creyó que la separaría de él, no había aparecido… Tenía que aprovechar eso.

Se inclinó hacia él cuidando no lastimarlo, había visto aquella lágrima que se había escapado y su intento por eliminarla rápidamente.

—No tengo manera de convencerte de que esto no es un sueño pero sí puedo asegurarte que estamos a salvo— sus dedos acariciaron su mejilla. —Aquí estoy contigo y cuando recuperes fuerza te llevaré a recorrer este lugar… Hasta entonces no te presiones, no pienses en nada. Sólo descansa y recupérate… ¿Sí?— sus dedos avanzaron hasta su frente y desde ahí comenzó a peinar su flequillo y despejó su frente.

Con suavidad apoyó su frente en la de él, cerró los ojos y se permitió quedarse unos segundos mientras se llenaba con su aroma y agradecía que estuviera de vuelta.

—¿No te gusta?— preguntó sonriendo y en su tono se reflejaba esa sutil risa tierna.

—Oh... ¿entonces eso quiere decir que no te gustaba mi peinado mitad y mitad?— dijo entre preocupada y riendo un poco.

—Muy buena respuesta. Gracias— dijo divertida. —Deberías probarlo alguna vez— se separó ligeramente para acariciar su flequillo mientras lo miraba con ojos entrecerrados en una expresión tierna pero encantada. —Es fresco en verano y no batallas tanto con nudos ni remolinos— siguió bromeando.

—Mmm…— pensativa hundió suavemente sus dedos en su cabello solo por el costado izquierdo y lo peinó hacia atrás simulando el que ella usó; repitió el proceso hasta que su cabello quedó mejor acomodado. —Lo guapo no se te quita ni así— dijo riendo ligeramente. —Te quedaría muy bien, ¿qué tal se siente?— preguntó mientras seguía acariciando su cabello.

—No lo dudo, lo malo es que antes tendrán que pasar sobre mi para hacerlo— le guiñó un ojo sin poder dejar de reír. —Mmm… pensándolo mejor, no, siempre no te vez tan guapo— giró su rostro hacia un lado fingiendo estar molesta pero su sonrisa, y el no poder dejar de acariciar su cabello, le tiraban el teatro.

—Yo no te veo así—dijo sin querer regresar la mirada pues intentaba seguir con su papel. —Eres un misterio, un enigma que además es bastante…— luchó por no caer pero al final no puedo. —Está bien, sí, eres guapo, eres un enigma bastante guapo— dijo ya dándose por vencida encontrando su mirada. —Así que no eres un simple Dion— sonrió sonrojada mientras ladeaba un poco el rostro. —En cuanto a lo de mugroso, tampoco, eso se quita fácil con una ducha— le volvió a guiñar un ojo. —Yo te puedo ayudar con eso si quieres— dijo entre en broma y en serio sin poder hacer que se le pasara el sonrojo.

—Mmm…— pensó un poco. —Aún estás algo débil y seguro que adolorido también. ¿Qué te parece esto?, en cuanto te recuperes viviremos esa mágica combinación. ¿Qué dices?— dijo mirándolo con cierta astucia y provocación combinando una suave sonrisa y el presente sonrojo que estaba lejos de irse.

—¡Oh! Fuertes palabras para alguien que no puede reír sin que le duela todo el cuerpo— dijo riendo ligeramente adoptando una postura altiva sintiéndose como ganadora por principio de cuentas. —Ya veremos si así como roncas duermes— lanzó como respuesta a lo que parecía ser ya un reto.

Sujetó su mano para pasarla de su nariz a su mejilla y posarla ahí mientras inclinaba la cabeza ligeramente profundizando el contacto, cerró los ojos y suspiró.

Se sentía aliviada, más de lo que pensó que estaría. Estaba despierto, mostraba signos indudables de mejoría y, sobre todo, su actitud, estaba bien, bromeaba, jugaba y coqueteaba. Sonreía, le sonreía a ella y la miraba.

En sus ojos, en su expresión, ya no había terror, ya no estaba aquél gesto de miedo que la marcó de por vida. Ya no había nada de eso y se esforzaría para que no regresara, lo mantendría sonriendo, lo mantendría feliz.

—En caso de que te conviertas en sapo, que esperemos que no—dijo riendo y sin abrir los ojos. —Todo el mundo sabe cuál es el remedio para convertirlo en un príncipe— se encogió de hombros.

—Pronto pasará— dijo abriendo un poco los ojos para mirarlo. —Es normal que te sientas tan cansado y adolorido pero te estás recuperando y dentro de poco estarás como nuevo. La clave de todo el tener paciencia, descansar y dejarse consentir— acarició su cabello con la mano libre mientras le sonreía con ternura.

Por momentos se quedó paralizada, confundida hasta que hiló las cosas. Siguió su mirada hacia la ventana y luego a su mano.

—Todo está bien, estás a salvo, Dion, nada vendrá a atacarnos.

Tomó su mano y trazó los símbolos. Buscó su mirada pero no lo obligó que la viera. No quería presionarlo.

—No es un sueño, no es ninguna pesadilla, nada va a dañarnos— le dijo mientras trazaba los símbolos de nuevo. —Confía en mi, no estaría tan tranquila si supiera que corremos algún peligro— dijo con voz calma, clara sin abandonar un tono de cariño con el que intentaba llamar su atención.

Suspiró y bajó la mirada. Había querido evitar todo eso. No quería que pensara en eso sino hasta que estuviera más repuesto.

Pero ya no podía seguir manteniendo esa ilusión que había querido crear. No era justo para él. Estaba abusando de su condición…

—Lo que ocurrió en tus sueños ocurrió realmente, esto que estamos viviendo, este momento, también es real— comenzó a explicar despacio y claramente. —El mundo de los sueños existe y en él estuvimos durante un tiempo, donde nos conocimos…— dijo sin poder evitar que en su tono se escuchara tristeza.

Después de todo seguían siendo desconocidos…

Bajó la mano que sostenía en su mejilla y la sujetó entre sus manos, la miraba como si en ella pudiera encontrar las palabras que necesitaba para explicarle todo sin alarmarlo…

No las encontró.

—Eres capaz de controlar ese mundo, Dion, puedes manejarlo y moldearlo como desees. Puedes dejar que alguien más entre en tus sueños o tu entrar en el de otra persona… Eres un auror, tu factor se despertó en ti con la capacidad de reinar el mundo de los sueños...

—Podrás hacerlo cuando logres controlarlo. Ese es tu poder. Podrás hacer lo que desees una vez que aceptes, entiendas y aprendas a controlarlo. El factor atraviesa por cuatro fases después de despertar…— esta vez sí buscó su mirada y se la sostuvo en cuanto la encontró. —Seguramente habrás escuchado algo acerca de esto. Es la razón por la que los medio, en su ingorancia, hablan tan mal de los aurores. La primera etapa es la activación en donde apenas se dan pequeñas muestras de lo que la habilidad puede hacer. A la segunda se le conoce como luna de miel, en ella el auror puede manejar su habilidad sin complicaciones pero es una etapa muy breve— mientras hablaba y sostenía su mirada, su dedo índice dibujaba de nuevo los signos sobre el dorso de su mano en un intento por tranquilizarlo y mantenerse tranquila ella también. —La tercera es el despertar, es en ella donde se muestra el lado negativo del factor, las debilidades y el daño que puede causar, es una etapa que puede durar hasta un año. La última y más complicada es la infestación, no hay un tiempo límite, durante esta fase el factor parece más maldición que don pues es capaz de dañar a su portador… Es aquí cuando el factor crea un caos en la vida del auror si no aprende a controlarlo.

Habló despacio y claramente intentando que la escuchara y entendiera cada palabra que le decía. Había tratado de resumir lo mejor que podía todo el lío que causaba el factor.