11. Dión: Sueño Interrumpido.

—Mi hermano vivió esas etapas— respondió sin saber si hacia lo correcto al decir eso tan directamente. —En algunas ocasiones he visto ese proceso en otros aurores, las fases se hacen presentes independientemente de la habilidad que posean.

Esperó unos segundos antes de continuar. Segundos en los que que su mirada intentaba complementar sus palabras en busca de lograr su confianza y que le creyera.

—Este lugar es un refugio para aquellos que poseen el factor aureo. Aquí estamos fuera del alcance de los recolectores de miel o del departamento de control áurico.

—Se puede decir que sí pero yo no poseo poderes propios por lo que no pasé por esas fases— dijo agachando la mirada sintiendo lo injusto que era ser un eslabón y se sentía no solo como la inútil que era sino además aquella tonta que hablaba como si conociera en carne propia las cosas sin haber atravesado el sufrimiento que viven los aurores día a día.

—El factor áureo a veces despierta en las personas bajo otra forma, no nos da poderes como tal sino la capacidad de usar los de otros. Nos llaman eslabones a los que tenemos esa "habilidad"— dijo intentando resumir lo más que pudo usando palabras claras.

Sonrió ligeramente y sostuvo su mirada.

—Es muy tonto quejarme de eso, ¿no?— dijo retirando sus manos para dejarlas sobre su regazo.

Dada la barrera que ahora se había levantado, ya no podía tocarlo como si ésta ya no existiera… Eran desconocidos y ahora él lo había recordado…

—Es solo que me parece injusto que mientras un auror debe pasar por fases tan complicadas, un eslabón puede robar habilidades y usarlas a su antojo sin sufrir consecuencias en carne propia.

Por segundos se olvidó de la conversación que sostenían. Su mirada bajó a su mano y a la forma en que tocaba las de ella. No pudo evitar sonreír y sentirse aliviada. Entrelazó sus dedos con los de él mientras encontraba su mirada.

—Sí, es cierto. Le alegra que no deba pasar por eso. No debería de quejarme— dijo al tiempo que la mano libre subía hasta su mejilla y en ella se quedaba acariciando su pómulo con el pulgar.

Se alegró de que hubiera cerrado los ojos justo a tiempo. Un fuerte tono rojizo se instaló sobre sus mejillas.

—Solo con las personas que yo quiero…— dijo entre nerviosa y apenada. —Pero no tanto… supongo…

No pudo evitar reír un poco.

—Te aseguro que no es como lo piensas— dijo sonriendo. —No todos tenemos tu encanto y somos perseguidos con intenciones amorosas. No hay lista, puedes estar seguro de que no tienes competencia—su sonrojo se mantuvo.

—Bueno, posiblemente sí salga alguien para detenernos. Mi hermano es… no sé si celoso o territorial conmigo pero en cualquier caso, sería el único que quizás intente intervenir— dijo riendo. —Por eso debes estar en la mejor condición, para que podamos correr de él— dijo entre bromeando y en serio sin dejar de reir.

—Uy…— fingió preocupación y torció un gesto de gravedad, se mordió el labio inferior mientras negaba con la cabeza.

Esperó a ver su reacción controlando su risa gracias a que se mordía el labio y aguantaba la respiración.

Le fue imposible seguir aguantando la risa.

—Lo que quería era asustarte— se quejó entre risas. —Bueno, no tienes nada que temer, si no la besas ni intentas nada, no tendrás que preocuparte por ese bloque de cemento y el hermoso lago siberiano. Estarás a salvo— dijo controlando un poco mejor la risa y se encogió de hombros mientras le sonreía.

Cerró un ojo y levantó la ceja del otro haciendo de nuevo un gesto que mezclaba pena, nerviosismo y culpa.

—Uy…— volvió a repetir sonriendo apenada.

Afianzó el agarre que tenían sus dedos en los de él y la mano sobre su mejilla bajó hasta su pecho para pedirle así, con ese leve toque, que intentara tranquilizarse.

—Recibiste un fuerte impacto en la cabeza por lo que es normal que te cueste recordar cosas, es solo cuestión de tiempo para que todo vuelva a tu memoria. Date un poco de tiempo, entre menos te presiones más rápido te recuperarás— dijo no solo como información sino a modo de petición. Le sonrió intentando así tranquilizarlo.

Suspiró antes de responder negativamente con la cabeza.

—No pero sabe que estás bien y que estás en recuperación— dijo con tono neutro mientras intentaba mantener a raya y ahogada en su interior, la ansiedad por darle caza ella misma a ese monstruo. —Después de que recuperes fuerza podrás ver a tu familia. Querrás estar como nuevo para poder recibirlos en cuanto se te lancen encima, ¿no?— sonrió sin liberar su mano o quitar la que había encontrado un sitió muy agradable para descansar: sobre su pecho, sintiendo su respiración y latidos.

—Eso depende del paciente— dijo encogiéndose de hombros sin dejar de sonreír. —Si eres un buen paciente sí, pero si te portas mal y no me dejas cuidarte, aquí te quedarás hasta que yo quiera, digo, hasta que haga que te mejores— se corrigió rápidamente con toda la intención de decirlo de ese modo. —Y te tendré para mi solita hasta entonces— dijo sonriendo y con malicia entre en broma y en serio mientras subía y bajaba las cejas con gesto sugerente pero con gracia. —¿Quieres agua?

—Difícil decisión, ¿no? No lo sé, ¿qué es lo que quisieras? ¿portarte bien o portarte mal? De todas formas yo gano porque de cualquier manera te cuidaré hasta que sanes— dijo riendo y antes de ponerse de pie.

Se acercó al otro extremo de la habitación y del pequeño refrigerador sacó una botella de agua. En un vaso mezclo la mitad de agua helada con agua templada y regresó a la camilla pero dejó el vaso en la mesita con ruedas puesta a su lado.

—Subiré un poco el respaldo de la camilla, dime si te duele, por favor— dijo ya en un tono más preocupado pero seguía manteniendo una suave sonrisa mientras presionaba el botón que accionaba el respaldo y se aseguró de que se moviera lentamente.

—Eso me suena a que no quieres que cuide de ti— detuvo el respaldo de la camilla en cuanto él logro acomodarse.

Se acercó y puso el vaso en su mano pero dejó la suya como base para ayudarlo en caso de que no pudiera levantar el brazo o le costara mantenerlo levantado.

—No eres un prisionero, si eso es lo que te preocupa— volvió a sentarse a su lado pero esta vez un poco más cerca para ayudarle con el vaso o lo que necesitara.

Continuó ayudándole hasta que bebió lo que deseaba. Entonces bajó el vaso pero no lo dejó.

—Lo dices como si te hubiera dado señales de que me molesta cuidar de ti— sostenía el vaso con una mano mientras la otra buscó la de él para que sus dedos se entrelazaran con lo de él de nuevo. —Si debo ser sincera quisiera que nunca te fueras… eres más que bienvenido, aquí estarás a salvo y podrás aprender a manejar tus habilidades…— suspiró. —Allá afuera serás cazado… Los recolectores no tienen piedad, somos mercancía y los del control áurico son aún peores al estar protegidos por el gobierno… Para ellos somos objetos de estudio, objetos para experimentar. Este lugar nos brinda un refugio, seguridad y protección. Y hasta que somos capaces de controlar nuestras habilidades, entonces es seguro retomar la vida que teníamos antes si eso es lo que de verdad deseamos, si eso es lo que nos hace feliz…

No pudo evitar sonar triste mientras observaba el hermoso café de su mirada. A pesar de eso sonreía ligeramente intentando así tranquilizarlo, que se sintiera seguro y sobre todo, que entendiera que le gustaba estar con él. Cuidándolo.

—Si te hace feliz la vida que tienes y lo que haces entonces ya estás un paso más cerca de lograr aprender a controlar tus poderes— le sonrió. —La clave para controlar el factor es esa, aceptarte, aceptar tus habilidades y ser feliz, vivir haciendo lo que te hace feliz— dijo sosteniendo su mirada. —No sé cuánto tiempo se necesita para aprender a controlar las habilidades que te da el factor, varía mucho según cada persona, algunos les toma poco tiempo, otros no lo logran sino hasta después de algunos años, depende de cada quien pero sé que si estás en un entorno seguro, lejos de peligro, persecuciones, cacerías y riesgos, más rápido se aprende.

—Se vuelve más difícil controlar las habilidades— pensó un poco para ver cómo podía explicarlo si es que realmente ella entendía bien todo lo que conllevaba el factor. —Un auror debe lidiar con dos aspectos del factor: la habilidad y la debilidad del mismo. La habilidad es el poder que tienes para hacer cosas y afectar a otros o tu entorno, la debilidad generalmente ataca al auror cuando no está equilibrado y no sabe usar sus habilidades. Cuando un auror está deprimido, triste o tiene miedo, la debilidad toma fuerza y se activa. Es la debilidad la que trae más problemas…

Lo observó con atención.

—Pero los aurores no están solos, no lidian con todo eso solos y en este lugar está todo lo que necesitan para aprender y equilibrarse. Sé que todo esto debe ser difícil de creer y procesar pero no tienes nada que temer, estoy aquí y mi hermano y muchas otras personas que también son aurores están dispuestas a ayudar.

—Eso es exactamente lo que es— dijo sosteniendo su mirada mientras sonreía. —Bueno…— pensó un poco— no es tan así como una escuela porque no es que tengas que asistir a clases… A ver…— siguió pensando pues no sabía como explicar eso. —Es como una escuela pero estudias lo que quieres y cuando quieres, tienes una habitación para ti mismo, comida a cualquier hora, puedes ir y venir por todos lados, salir y regresar, hay muchos lugares de esparcimiento como jardines, viveros, lagos, canchas de diferentes deportes, piscinas, hay un refugio de animales, caballerizas, pabellones al aire libre, campos y jardines silvestres, salones de música, bibliotecas, un teatro, un salón de baile, salas de estudio, salas de estar, balcones, terrazas, mmm… ¿qué más?— siguió pensando tratando de recordar qué se le olvidaba.

—Hospital, es verdad— dijo riendo apenada.

Vio con atención sus gestos y prestó atención a su voz. ¿Estaba triste?

Dejó el vaso en la mesita con ruedas y llevó esa mano a su mejilla.

—No se tienen que ir, no hay un tiempo o un grado al que se llegue como límite o como graduación y luego deban irse. Este lugar se convierte en un hogar para el que lo desea.

—Cada quien aporta lo que puede como una especie de contribución a la casa. Haciendo lo que más les gusta ayudan en la manutención y si tienen trabajos fuera de aquí, contribuyen tanto como deseen— respondió. —Algunos aurores no tienen familia pero los que sí la tienen pueden visitar a sus familiares o traerlos de visita cuando deseen. Es como una casa normal con reglas de convivencia, respeto y privacidad como las de cualquier lugar. Lo único que se vigila es lo que respecta a las habilidades que a veces se salen de control, por eso es tan grande la casa. Se puede manejar todo de mejor forma si hay mucho espacio. Aquí todos están seguros a menos que uno vaya y le busque problema a otro pero para eso están los guardianas: aurores experimentados que ayudan a todos y vigilan que todo esté bajo control y estemos todos seguros.

—Decidí quedarme, aquí vive mi hermano y me gusta este lugar, es seguro— respondió sin dejar de sonreírle.

—En Rusia, ellos viven allá pero el trabajo de mi papá los obliga a ir de viaje de un lado a otro, aún así nos mantenemos en contacto— respondió sonando tranquila.

—Loterdan, a pocas horas de Londres— respondió luego de bajar su mano a su pecho donde buscó de nuevo sentir sus latidos.