11. Dión: Sueño Interrumpido.

—Con esos gestos que haces no dan ganas de hablar de estas cosas contigo, pareciera que no te interesa o lo crees absurdo— y no podía culparla. Casi todas las personas veían a los animales como animales, solo ella los veía como seres que no tienen por qué ser sirvientes de las personas. —Ya sabías que todos los animales aquí son rescatados, con esa palabra deberías imaginar que conocieron lo peor de las personas; solo Cadenza es la única que jamás conoció el maltrato

—Pues…— dijo alargando la palabra. —Más o menos, se podría decir que se me hizo costumbre intentar estar preparada para todo desde que empecé a aprender a controlar mi factor— dijo riendo. —Te mostraré de qué trata mi factor cuando dejemos todo esto en tu habitación, ¿qué dices?— preguntó sonriendo.

—Mmm…— pensó. —Hay un área que tiene vista al lago y la cordillera. Todas las habitaciones son grandes, privadas y alejadas unas de otras pero en esa área hay un par que quedan más al extremo que las demás. Ven, te llevaré para que las veas y elijas la que más te guste— dijo segura y sonriendo tomando la canasta y se acercó a la barra para tomar la otra donde acomodó los platillos que preparó para que se llevara junto con la hamburguesa.

—Creí que lo sabías…— suspiró. —Bueno, Arkadei nunca dice mucho— volteó a verla para averiguar si la seguía. —La única que él compró fue a la mamá de Cadenza… a Zartilich… la hija de Elisa…

Lo guió por los pasillos y al llegar a la primer escalera, y viendo la forma en que caminaba, se detuvo.

—¿Sabes? Voy a necesitar abrir puertas y no soy buena malabarista…— dijo pensativa. —Deja la bandeja aquí, en esta mesita— señaló con la mirada una de las mesas consolas pegada al muro al pie de la escalera. —Mejor ayúdame con esta canasta— le dijo señalando ahora la canasta menos pesada que era la de la comida —luego regresaremos por los postres, ¿sí? No tardaremos, te lo aseguro— dijo sonriendo entre apenada y animada.

Negó con la cabeza.

—Tranquilo, si algo se derrama se limpia y listo, no te preocupes por nada, cariño— dijo sonriendo y restándole importancia al asunto. —Ven, por aquí. Intenta prestar atención a la secuencia de las lámparas y el color de los muros, te servirán para guiarte porque aquí uno se pierde fácil— dijo riendo mientras seguía caminando y empezaba a subir las escaleras despacio viendo que él la siguiera.

—No metes la pata, solo eres muy distraída, nada más— dijo encogiéndose de hombros. —Si recordaras que yo no sé leer gestos y mucho menos lo que piensan o sientes los demás, nos evitaríamos malos entendidos, hermanita— dijo sonriendo.

—Aquí viven mi esposo y mi hija. Arkadei e Ireza también son muy especiales para mi, Gherard es un amigo de hace años así que no, no me siento sola. El que no nos veamos tan seguido es como si viviéramos en lugares diferentes como sería en una situación normal.

Continuó guiándolo.

—Pero… no es tan así, cariño, sí nos echamos de menos y estamos al pendiente de todos. Aquí cada quién tiene su espacio, su privacidad y cada quién sabe cómo administra su tiempo pero estamos siempre pendientes del otro— explicó manteniendo su sonrisa y tono calmo. —Todos somos como una familia así que buscamos mantener ese contacto tanto como se pueda.

—Claro— dijo sarcástica. —Sobre todo "intuición desarrollada"— rió hilarante. —Quizás sí pero solo con los caballos— dijo con cierto tono melancólico. —Son mas fáciles de entender, son sinceros y no intentan ocultar nada nunca…

Frunció el ceño y volteó a verla.

—Si tienes algo que decir hazlo de forma directa, sabes que a mi no me gusta eso de andarse con indirectas— dijo entre molesta y desconfiada.

Lo miró de reojo para no hacer evidente que lo observaba. Le gustaría poder hablar con él y ayudarlo a desahogarse… Saber cómo puede ayudarlo y hacerle ver que está a salvo, que puede confiar, que nadie lo juzga ni lo juzgará.

Siguió caminando hasta llegar al pasillo que da a la habitación que creía que le gustaría por ser la más alejada y aislada.

—Este pasillo tiene varias divisiones que van a dar a las habitaciones de esta área pero todas están vacías, hay una más al fondo que quisiera que vieras primero, es la más grande y queda más aislada— explicó.

Siguió caminando hasta que pasaron por una puerta de hoja doble de superficie labrada.

—Esta puerta lleva a una sala de estar, te puedes guiar a partir de aquí para llegar a la habitación de la que te hablo— dobló en una bifurcación de pasillos y llegaron a la puerta de la habitación. —Es aquí, mira— abrió la puerta y pasó solo para encender la luz. —Pasa, pasa, échale un vistazo— le invitó.

Resopló y regresó la vista al camino. No iba a discutir, no iba a abrir la boca. Cuando eran Arkadei o ella, cualquier cosa podría ser usada en su contra, no se puede discutir con ellos porque palabra que dijera se la echarían en cara cuando desearan.

Pareciera que su hermana solo hablaba, como dijo ella, filosofando, podría parecer que no rompe un plato... que no dice nada con ninguna segunda intención pero ella no se lo creía. Y ciertamente le molestaba, se hacía la tonta y a ella también la quería hacer tonta hablando de esa forma tan inocente. La verdad es que Arkadei y ella tenían eso en común, palabras afiladas, pensamiento analítico instantaneo, estrategas, observadores, crueles... y poseían una increíble capacidad para pisotear a quien fuera sin dar oportunidad a defenderse. Son peligrosos y el peor error que se puede cometer frente a ellos es bajar la guardia. Lo sabía perfectamente bien porque primero los veía como sus hermanos y luego como los depredadores que son, y por verlos así es que siempre cometía el mismo error: confiarse y creer que estaba a salvo de ellos.

Sonrió burlona para sí misma. Le daba mucha risa lo idiota que llegaba a ser siempre y más el darse cuenta de que no aprendía.

No. No hablaría, no estaba de humor, no tenía fuerzas y era demasiado estúpida como para intentar defenderse sabiendo que acabaría enterrándose sola así que prefería quedar como la cobarde idiota de siempre que dar patadas de ahogada. Después de todo ellos siempre tenían la razón, era de estúpidos discutir con ellos, y ella era estúpida sí, pero una sin energía.

Emitió un silbido con frecuencia y tono distinto y al momento los tres caballos voltearon a verla, enfocaron sus orejas hacia ella y luego de una leve señal con la mirada, Cadenza y Sadachbia empezaron un trote hacia las caballerizas. Al Niyat no, se quedó, golpeó el suelo con fuerza con una de sus patas delanteras y resopló mientras la miraba y rascaba el suelo.

Lo ignoró, no iba a discutir también con el caballo. Siguió caminando rumbo al cobertizo y Al Niyat las rodeó a ambas a trote dando leves saltos en cabriola y agitando la cabeza en un claro intento de estar molesto y querer llamar la atención. Su trote abría más el perímetro conforme ella seguía caminando pero no dejaba de rodearlas.

—Que bueno que te guste— sonrió y dejó la canasta que llevaba en la mesa de centro de la salita. —La idea es que se sienta así, como una suite— dijo contenta mientras caminaba de regreso al umbral de la puerta. —Mira, hay algo que quiero que veas también— le pidió retrocediendo un paso hacia el pasillo. —Hay un área extra que casi casi va con esta habitación.

—No le gusta que le digan qué hacer— se limitó a responder sin detenerse.

—Si caminas unos pasos por este pasillo se llega a una estancia al aire libre, cuando llueve se recorre un toldo automático pero mientras no, se mantiene guardado y te deja ver el cielo nocturno— fue explicando mientras caminaban.

Llegó a una puerta corrediza de cristal templado polarizado, la abrió y se pudo ver la terraza. Salió y esperó a que él lo hiciera.

—Se puede llegar aquí por el camino que tomamos que da directamente a la habitación y hay otra puerta por ahí, — señaló una puerta al fondo— que da a la sala de estar que te mencioné antes.

No volvió a decir nada. Siguió caminando nada más.

En cambio Al Niyat relinchó al no lograr lo que quería, y en respuesta a eso se escuchó otro relincho más, en las caballerizas y segundos después se pudo ver a Amadís salir de entre los árboles que rodean la caballeriza. Caminaba con paso sereno pero firme y con la cabeza levantada, se detuvo a lo lejos, sin acercarse demasiado. Se quedó ahí, observando, y Al Niyat bufó emitiendo un sonido gutural desde su pecho y se detuvo para observar al semental blanco del mismo modo que lo hacía él.

Sabiendo qué hacían siguió caminando y no volvió a mirarlos.

—Me alegra que te guste— dijo sonriendo feliz. —Vayamos por ellos— dijo animada.

Aunque sabía que de igual forma no se quedaría, al menos quería que las horas que estuviera las pasara tranquilo, descansando, recuperándose por completo…

Al menos así, recuperado, tendría más posibilidades allá afuera…

Intentó mantenerse así, sonriendo, tranquila. Engañándose a si misma y pensando que nada malo le volvería a pasar nunca a Dión, creyendo que estaría bien donde fuera que estuviera.

—Quiero ver películas contigo, eso es lo que quiero— respondió luego de unos segundos. —No sé a quiénes se parecen— dijo en respuesta a la pregunta que había formulado.

Escuchó que Amadís resopló y por los pasos que escuchó a lo lejos supo que se retiraba. Detrás de ellas se reanudaron los pasos de Al Niyat que, por la forma en que pisaba y los gorjeos que se le podían oír, seguía enojado.

—Voy contigo, no sea que te pierdas y entonces sí me meteré en problemas— dijo riendo dándole alcance.

—Mmm…— fingió pensarlo. —Está bien pero antes necesito que tomes mi mano— dijo sonriendo divertida y extendió su mano hacia él para que la tomara mientras seguían caminando lado a lado, y activó su factor.

—Todo— respondió sonriendo levemente.

De reojo pudo ver la silueta de Al Niyat acercarse por un costado de Sladya y con el morro le dio un leve empujón en el hombro.

—Ahora, ¿podrías pasarme ese jarrón de ahí?— preguntó señalando una ánfora estilizada de color negro con adornos en color dorado. —Con cuidado porque es pesado— dijo sonriendo sabiendo de antemano que al querer tocarlo su mano no lograría siquiera sentirlo.

—Recuérdame no dejarte sola con caballos nunca, por favor— dijo en tono preocupado. —Ese empujón no fue de juego, quiere que corras para perseguirte y convertirte en tapete— dijo con tono grave aguantando la risa.

Al Niyat acercó el morro a la mano de Sladya para tocarla.

—No eres un fantasma, cariño— dijo riendo y mirándolo con ternura.

Le encantaba verlo así, ver que en realidad era un pequeño niño con una capacidad de asombro intacto, una cualidad que nunca debería de perderse.

—Solo tienes la propiedad de la desmaterialización mientras pueda compartirla contigo, no es una habilidad muy impresionante pero sí es útil a veces— dijo sin dejar de sonreírle.

—Sladya, si no quieres terminar pisoteada es mejor que no reacciones así, los asustas y si se asustan pueden atacarte— dijo con tono severo.

Al Niyat apartó la cabeza y empezó a rascar el suelo mientras bufaba.

—No quiere morderte, solo te estaba diciendo que tengas cuidado con lo que haces, es muy desconfiado y cree que me puedes hacer daño, por eso te empujó cuando me sujetaste así mientas yo no estaba mirándote— le explicó. —A ojos de un caballo eso fue un intento de ataque y ahora mismo cree que me quieres hacer daño. Si te acercas por detrás y te mantienes atrás, ellos lo entienden como un ataque así que mejor dejas de esconderte así o harás que se enoje más— dijo ya con voz más tranquila mientras mantenía la vista fija en Al Niyat. —No te hará daño, nada más quiere que te comportes bien.