11. Dión: Sueño Interrumpido.

—Mmm…— pensó unos segundos. —Oh, entiendo, sí, sí, lo haré así, tu tranquilo, yo me encargo de todo— dijo animada. —Tu no te preocupes, termina y regresa en cuanto puedas, ¿sí?— le pidió.

Dejó el teléfono en sí base y camino de regreso con Dion.

—Lo siento, cariño, debía contestar— se disculpó. —¿Ya terminaste? ¿Quieres más? ¿O ya estás listo para los postres?— dijo emocionada.

—Oh...— expresó un tanto triste. —Sobre eso...— empezó. —¿Qué fue lo que Ireza te explicó de la vacuna?— regresó a sentarse donde antes lo había hecho.

—Esque no se trata de quedarte sólo con lo que te importa, cariño, las cosas no funcionan asi— dijo como consejo. —Para que la vacuna surta efecto el cuerpo debe estar en condiciones de resistirla, ¿te habló sobre el tiempo de descanso que el cuerpo necesita entre cada aplicación para que la vacuna funcione como debe?— preguntó en tono curioso y al mismo tiempo explicativo.

—Los primeros dos son de asimilación y activación del bloqueo, el tercero se puede decir que es el "libre" porque ya no hay ni dolor ni factor pero luego de esos días el factor se activa y el cuerpo no puede recibir otra vacuna sino hasta que haya reposado lo que necesita. Si no hay reposo el cuerpo rechaza la vacuna y se queda con el dolor pero no con los efectos del bloqueo— explicó con calma.

—¿No te lo explicó así Ireza?— dijo sorprendida antes de pensarlo.

Todos los que conocían la vacuna sabían de qué se trataba y lo que se sufría. Ireza debió explicarlo bien y si no, ya la encararía para reprenderla por ocultar lo más grave de la vacuna.

—El dolor que provoca no permite que uno haga nada, al ser inyectada en la columna y afectar directamente la producción de glóbulos rojos y blancos y atravesar nervio, el dolor es como si quemara por dentro y cada movimiento empeora el dolor... Es por esa razón que no ofrecemos la vacuna como una opción...— dijo con tono apagado.

—Sí, se pueden usar analgésicos de ese tipo y suelen surtir efecto pero no quitan el dolor por completo, lo hacen un poco más tolerable por algún corto período de tiempo... Verás... No te diste cuenta porque no estabas consciente pero.... ya recibiste la vacuna una vez... Y si estuviste en coma tanto tiempo fue a causa de que se te inoculó estando grave...— dijo con cautela y preocupación.

—Eso es lo que todo auror desea descubrir, cariño— se acercó un poco más a él pero no demasiado aún. —Al principio el factor nos hace sentir esclavos de él y nos aterra pero si lo hemos desarrollado es porque somos capaces de aprender a controlarlo.

Colocó su mano sobre la de él.

—Aunque caigas dormido no correrás peligro de nuevo, ya no estás solo, podemos ayudarte. Ahora que ya sabes que eres un auror y cuál es tu factor, ya has dado los primeros pasos para aprender a controlarlo, de aquí en adelante solo irás avanzando y nosotros estaremos para ayudarte siempre que lo necesites. De eso puedes estar seguro— dijo segura, mirándolo con cariño y preocupación.

Ireza estaría sentada en una roca dentro del agua, detrás de ella estaría Al Niyat recostado en el agua haciendo como de respaldo. Ireza ve hacia el horizonte donde ve a los demás caballos a lo lejos.

En la orilla está una maleta con ropa y toallas dentro y encima su celular apagado.

Por su mente no pasaban pensamientos concretos. Iban desde recuerdos que disfrutaba recordar hasta los que no deseaba volver a ver. De lo que había pasado hasta lo que estaría pasando con Dión y su familia y mientras de pronto se sentía angustiada, de pronto se sentía ansiosa y rascaba la corteza de una raíz salida con las uñas sin apartar la vista del punto vacío que, junto con la corteza, sustituían la presa que jamás alcanzaría.

El agua fría le ayudaba a mantenerse controlada pero aun así el caballo sentía su humor y resoplaba como a modo de queja de tanto en tanto.

También tenía miedo, enojo, decepción e impotencia pero creía sentirse más calmada que antes.

—Tu hermano puede hacerse cargo de cualquier emergencia— dijo sin voltear a verla. —¿El que tenga el celular apagado no te indica nada?

—Y como cada vez que me siento así corro peligro de muerte por eso deben él o tu correr a ver qué le pasó a la niña, ¿no?— dijo en tono malhumorado.

—La última pero ustedes dos son más aniñados que yo— dijo tomando una pequeña piedra transparente del fondo del río.

—Esa cara de limón también la pones tu— remiró. —Viene de familia. Ya viste que estoy bien ya puedes estar tranquila y decirle al "comunicativo" de tu hermano que no pasa nada, regresen a lo que estaban haciendo — continuó con tono malhumorado.

—¿Qué debo contarte a ti o a Arkadei si ya todo lo saben o lo pueden averiguar por su propia cuenta?— dijo con un tono que más que molesto era de decepción. —Con ustedes no hay privacidad— se quejó. —Ya saben qué es lo que siento, ¿qué caso tiene decirlo en voz alta?

—Sí y nunca lo ha hecho. ¿Nunca se han puesto a pensar en que las personas pueden sentirse incomodas ante la habilidad que sobre explotan los dos? ¿No se les ha ocurrido pensar que lo que ustedes ven como un libro abierto, para otros es un diario personal que quieren mantener oculto? Ustedes no lo ven pero es injusto. Pueden leer a todos pero nadie los puede leer a ustedes— dijo aun a modo de queja. —Es vergonzoso decir en voz alta algo que es una obviedad para ustedes y para mi.

Le había asegurado a Arkadei que ella se encargaría pero le había mentido. Aunque lo intentara era más que seguro que las cosas resultarían así.

Dión ya había tomado una decisión y nadie lo sacaría de ahí. Estaba tan desesperado por irse…

Lo peor no solo era eso sino que su seguridad, tomara la vacuna o no, respetando sus condiciones de uso o no, estaba en riesgo igual. Y ella, por no lograr que Dión se quedara, le causaría más problemas a Arkadei de los que ya tenía…

No estaba acostumbrada a lidiar con una persona que se cerraba tanto que era capaz de hacer creer a otras que lo estaban convenciendo de algo. Arkadei se cerraba, si, pero un no en él era un no rotundo. Alejandro también era muy difícil pero con él había formas de negociar. Ireza simplemente se cerraba sin ninguna oportunidad de negociación cuando así lo deseaba, Desirée era una mezcla entre Alejandro e Ireza y con ella era preferible plantear términos que negociar.

Dión era el primero con el que sentía que cada paso que daba era uno falso que la regresaba cinco atrás. No lo conocía, él no la conocía a ella. Era un juego de estira y afloja que ya Dión había ganado pero quería hacerle creer que aún se debatían el final…

Y es que era lógico que lo hiciera. ¿Por qué tendría que confiar en ellos? ¿Por qué tendría que quedarse cuando había mil razones para no hacerlo? ¿Qué derecho tenía ella o nadie sobre él para guiarlo hacia otro lado? ¿Qué derecho tenía ella o nadie para impedirle hacer lo que deseara?

¿Cómo iba a decirle a Arkadei que no logró lo que le había asegurado? No tendría que decírselo… ya, en ese momento, él lo sabía…

¿Cómo iba a vivir con la culpa si algo le pasaba a Dión…? ¿Cómo iba a vivir sabiendo que dejó que un niño fuera y terminara su vida o cayera en manos de los cazadores que ella misma sabía dónde y cómo trabajaban…?

Lo había perdido desde el inicio… Como siempre…

—Cariño, ¿puedo hacerte una pregunta?— dijo con la voz apagada y sin poder mirarlo, no se atrevía, temía que viera el miedo que sentía y por lo tanto lo condicionara o forzara a responder lo que ella quería escuchar. —¿Qué tendrías que escuchar de mi o de quien fuera para que decidieras quedarte? Creo que ya te han dicho que puedes traer a tus hermanos, has visto que este lugar es muy grande y que difícilmente te toparás con otro auror. Lo que creo es que simplemente no quieres quedarte… No temes por tu familia porque sabes que todos están a salvo, no temes por ti porque me has dicho que no te importa lo que te pase… No quieres quedarte porque temes algo más que sabes que obtendrás aquí…

No estaba haciendo lo correcto, no debió haber dicho aquello, no debió permitir que la viera y escuchara así. No debía continuar pero se sentía desesperada…

—Si me crees o no es algo que solo tu sabes pero debo confesarte que temo por tu seguridad. Allá afuera… cuando caigas en manos de quienes cazan aurores… Todo lo que no quieres que les pase a tu familia o a ti… les pasará y cosas peores… Tienen tanta creatividad para destrozar a quien deseen… Es por eso que debo preguntarte… ¿Qué condiciones tendría que haber aquí para que decidieras quedarte?— no levantó la mirada, suficiente daño estaba haciendo solo con su voz y palabras como para también forzar su mirada en la de él.

—Sé por qué estás aquí— dijo con tono neutro. —Pero no hay nada de qué hablar. Ya sabes qué pasó porque si no te lo dijo Arkadei ya tu lo descubriste. ¿Qué puedo decir que ustedes no hayan decidido ya por mi? No quiero hablar y aquí nunca estuve sola.

Al Niyat resopló molesto y se puso de pie luego de que ella dejara de recargarse en él. Sus pezuñas golpearon el agua y las rocas al caminar para alejarse de ellas.

—Las cosas se arreglan fácil, ¿no?— se encogió de hombros. —Vámonos, vayamos a donde tu quieras— ofreció.

Esa pregunta había sido lo último que tenía o que se le ocurría para intentar hacerlo cambiar de opinión y, con su respuesta, había entendido que esa muralla no la atravesaría jamás…

¿Debió decirle a Arkadei que lo mejor era que él hablara con Dión? No, sería lo mismo…

—No sé qué más decirte, cariño…— "cariño" esa palabra le dolía ahora cuando antes había creído que llamarlo así quizás serviría para ganarse su confianza y transmitirle lo que sentía… —Pero… ¿puedo pedirte algo? No te volveré a pedir nada más, te lo juro— dijo con tono apagado pero intentaba sonar como la negociadora que jamás sería. —¿Puedes quedarte el resto del día y pasar aquí la noche? Sólo quédate ese tiempo para que tu cuerpo termine de recuperarse antes de la siguiente vacuna, por favor, solo eso te pido— dijo sin haber logrado el tono que quería.

Lo que había salido de ella fue una petición que era más suplica que nada y su tono evidenciaba lo que había querido ocultar: miedo.

—Mejor vayamos al cobertizo, quiero ver películas— dijo luego de dejar caer la piedrecilla al agua.

Se puso de pie y le ofreció su mano a Sladya para ayudarla a levantarse.

Asintió y sonrió con algo de alivio. Había logrado tener más tiempo, de eso a nada…

—Claro que sí, aquí lo primero que se respeta es el espacio y el tiempo de cada auror. Si gustas puedo guiarte hacia donde están las habitaciones para que elijas la que más te guste, también sería bueno que eligieras las que te gustaría que tus hermanos ocuparan en caso de que vengan a verte antes de que tu vayas a reunirte con ellos, ¿qué te parece?— preguntó sonriendo ligeramente.

Sujetó con firmeza su mano y la jaló para ponerla de pie.

—No sé, un maratón de películas aleatorias o alguna serie, lo que sea estará bien— dijo sin poder evitar sonreír ligeramente ante la reacción infantil de su hermana. —Hay palomitas, frituras, galletas y un pastel que me robé de la cocina, el frigo está lleno también— le aseguró mientras caminaba hacia la orilla y esperaba que ella la siguiera.

—Mmm, esa habitación parece habitación pero en realidad no lo es, cariño, es para uso médico y la cama no es muy cómoda— dijo ampliando un poco más su sonrisa. —Si no te gusta ninguna otra puedes quedarte ahí, sin duda, pero me gustaría que vieras las demás, son más grandes, privadas y cómodas— dijo a modo de explicación. —Si has terminado aquí y no quieres postre… te puedo guiar hacia ellas— ofreció.

Asintió y una vez en la orilla, luego de asegurarse de que su hermana no fuera a caer, recogió su celular y su maleta.

No pensaba regresar al cobertizo ni al instituto, debía cambiar sus planes. Silbó una sola vez y enseguida el sonido del agua siendo agitada por los caballos resonó detrás de ellas.

Los tres salieron del río y caminaron en el costado del camino que ellas andaban rumbo al cobertizo.

—Deberías quedarte aquí, yo no sé para qué te vas si de todas formas regresas cada que la niña se cae y antes de irte me vacías mi despensa— dijo entre broma y en serio.

—Mmm…— fingió pensarlo un momento. —Si me prometes que no le dirás a nadie, te dejo llevarte una bandeja llena— dijo sonriendo y guiñándole un ojo. —Porque vas a probar todos, cariño— dijo en tono que mediaba entre el divertido y lanzando como un aviso. —¿Trato?

—No te quedas porque no se soportan ustedes dos— dijo a modo de queja y burla a la vez. —Tu eres muy empalagosa y él muy amargado, chocan.

—Mmm…— pensó —Hay uno que necesita refrigeración pero los demás te los puedes llevar y cuando quieras el otro solo tienes que bajar por él… mmm… o te puedes comer ese primero mira, ven, ven— le indicó con una mano mientras se ponía de pie y caminaba hacia el refrigerador.

Abrió la puerta y volteó a ver a Dión.

—¿Puedes ayudarme con esa bandeja?— le señaló una bandeja de metal negro que estaba al lado de la estufa.

—¡Ya, calva!— se quejó. —¡Me duele, eres muy brusca!— le reclamó pero también la abrazó y la apretó contra ella.

—Mira, éste es el que necesita refrigeración porque si no el chocolate se derrite y con él se va el queso también, es un pay marmoleado— lo colocó sobre la bandeja pero dejando espacio para tres postres más. —Y éste no necesita refrigeración pero sabe más rico si está frío, es un pay de limón— lo colocó al lado del anterior y cerró la puerta del refrigerador. —Ahora ven, ven, allá están los otros— le señaló con la mirada hacia el enorme horno al lado de la estufa. Esperó a que Dión la siguiera antes de abrir la puerta de cristal templado.

—¡Hazlo y te llevas una tunda de golpes como pago de honorarios!— le respondió con el mismo tono.

—Así es, buen olfato, cariño— lo felicitó sonriéndole contenta. —Son pasteles similares pero con frutas diferentes. Mira…— abrió la puerta y del interior del horno sacó un platón con un pastel grande. —Es un bizcocho volteado de banana. El pan está remojado en una mezcla de miel y licor de almendras— lo puso al lado de los otros postres y luego sacó el otro. —Y este es un volteado de piña, el pan está también remojado pero en licor de piña. Estos no necesitan refrigeración, los mantuve en el horno para que la costra de las frutas quedara crujiente— colocó el último pastel al lado del de banana. —¿Qué tal? ¿Con cuál empezarás?

—¡Yo te contrademando por irrumpir en propiedad privada y atacar con alevosía y ventaja!— le remiró.

—¿Solo una? No, no, cariño, comerás bien y dejarás los platones limpiecitos— dijo entre en broma y en serio. —Los hice para ti así que quiero platones vacíos y tus comentarios buenos y malos de cada uno— dijo riendo.

Se estiró para alcanzar un cajón del que sacó dos tenedores grandes, dos cucharas, una espátula y un cuchillo. Todo lo colocó en la bandeja y luego alcanzó dos platos pequeños y dos toallitas de tela que también puso sobre la bandeja luego de que acomodara todo.

—¿Qué te gustaría beber para acompañarlos? ¿Café, leche, chocolate, vino, jugo?— preguntó curiosa y atenta. —Puedo prepararte lo que se te antoje, cariño, tu solo dime— ofreció sonriendo.

—Para que ganaras tendrían que atraparme así que igual ganaré yo— se encogió de hombros. —Mira, ¿y tu qué dijiste? ¿"De aquí la hago"?— se quejó. —Pues no, usted lleva esto— le colocó la correa de la maleta sobre uno de sus hombros y recuperó su celular.

—Claro que sí— asintió. —Si tu me ayudas llevando la bandeja yo llevo la hamburguesa y el vino. ¿Cuál vino te gustaría?, mira, estos son los que tenemos. Deja la bandeja sobre la barra por el momento para que no estés cargando, cariño— le pidió.

Señalo una de las vitrinas de cristal en donde se podía ver la colección de vinos de distintos tipos y marcas.

—Porque no son de carga y ya trabajaron lo que les tocaba trabajar al día— dijo como si nada. —Si quieres películas y botana te toca llevar la maleta— dijo sonriendo con malicia.

—Muy bien, el Bacardí 151 será— alcanzó la botella y de la misma vitrina, en la parte de abajo, tomó un par de vasos licoreros de cristal cortado. —¿Quieres algo para rebajarlo? ¿Agua mineral o coca cola?— preguntó mientras acomodaba la botella, los vasos y un pequeño thermo cilíndrico de metal en una canasta grande.

—Aran la tierra y jalan las carretas que usamos para transportar lo que cultivamos, los costales de semillas, granos y el alimento que comen, también transportan las herramientas y cosas que se usan en las caballerizas— respondió regresando hacia ella para tomar de vuelta la maleta. —No son solo caballos, Sladya, y no por ser caballos significa que les guste que los monten— dijo entre molesta y resignada. —Ninguno de ellos, a excepción de Cadenza, tuvieron buenas experiencias siendo montados antes de llegar aquí.

Por algo Al Niyat no se dejaba montar por nadie, Sadachbia estaba igual.

—Espérame un segundito— dijo apurada y tomó el thermo.

Fue de vuelta al frigo y sacó una botella de un litro y medio de agua mineral, y del congelador sacó cubos de hielo que echó en el termo, lo llenó y lo cerró bien, de paso tomó unas pinzas pequeñas de un cajón y regresó a donde dejó la canasta. Acomodó todo y debajo de la botella echó una servilleta de tela de color vino doblada.

—Listo, ¿se nos olvida algo más?— preguntó para ella y para Dión.