11. Dión: Sueño Interrumpido.

Se quedó callada unos segundos.

—No pasó nada que haga que alguien se sonroje— respondió con tono neutro.

—Me haces una pregunta muy difícil— dijo sonriendo ligeramente. —Es muy complejo, lo que hace, lo que dice no es precisamente lo que está pensando o lo que quiere… En varias ocasiones sentí que se contradijo e intenta engañar a otros para que piensen o crear en que está bien o estará bien… Hablé mucho con él, estuve junto a él para ver sus reacciones pero realmente no pude descubrir tanto como para poder definir su personalidad…

Tomó un par de minutos para continuar.

—No es esa estrella tan brillante y enérgica que todo el mundo ve, guarda muchas cosas en su interior, cosas muy tristes… Pero aún así, tiene ojos de niño, tiene una increíble capacidad de asombro, tiene una sonrisa muy bonita, ríe con ganas cuando siente que quiere hacerlo… Es muy perceptivo, muy sensible, comprende las emociones de otros. Ama incondicionalmente a su familia, los protege contra todo, no duda en sacrificarse. Es astuto, muy astuto, tiene una agilidad mental tan abrumadora que le permite encontrar vías de escape o formas de cambiarte el tema… Es muy cariñoso si se da la oportunidad de serlo, escucha con atención y se preocupa por quien quiere, aconseja y quiere ayudar… Quiere amar y ser amado, quiere confiar y que confíen en él, quiere ser feliz, quiere ser libre para hacer lo que el desea, lo que le gusta, quiere compartir con todos su felicidad, sus gustos, quiere ver a todos sonreír… Pero no se lo permite… No puede hacerlo…

Aunque no le gustó la forma en que su esposo le dijo aquello, sí agradeció que no hubiera sido tan agresivo como usualmente es con él.

Volteó a ver a su marido y con la mirada le hizo saber que estaba de acuerdo con lo que le dijo y le agradecía que se mantuviera controlado.

Entonces miró a Arkadei y se acercó a él, colocó una mano en su hombro y la otra en su mejilla.

—Ser un adalid no es fácil. Aprender a manejar nuestros poderes fue todo menos fácil, y para un adalíd debe ser doblemente difícil pero no estás solo, nos tenemos entre todos, tienes a los aurores que lo son por ti y nos tienes a nosotros también— le sonrió. —Todo lo podemos si nos mantenemos juntos.

Lo abrazó y subió una de sus manos a su cabeza para acariciar su cabello.

—Yo tampoco puedo perderte, sabes cuánto te quiero y sabes qué tan importante eres para mi, ¿no es cierto?— dijo en voz suave, cariñosa y angustiada. Se separó ligeramente para verlo a través de sus gafas.

—Lo asusté, no lo vio venir… Y me da mucha pena que le tocara ver eso…— dijo avergonzada. —Creo que se le olvidó todo por encargarse de mi, de tratar de tranquilizarme y ver que me recuperara. Estuvo vigilando mis signos vitales, me dio su chamarra, se ofreció a traerme al instituto y no me dejó sola en ningún momento, no se separó de mi… Aún después de que todo pasó… No parecía querer irse…— dijo antes de apoyar los labios sobre la sien de Deliel.

Le sonrió, suspiró y besó su mejilla pero luego volvió a sujetarlo de las mejillas suavemente con ambas manos.

—Vas a ser papá…— dijo permitiéndose sentir esa alegría que no pudo dejar que la embargara antes.

Lo contempló con atención y se sintió orgullosa por él y consigo misma por haber logrado estar con él hasta ese momento. Lo había visto cumplir metas, alcanzar objetivos, lo vio crecer en muchos aspectos y ahora a todo eso se le sumaba la maravilla de la paternidad. Algo que nunca creyó que pasaría.

Estaba conmovida y sentía cómo se formaba un nudo en su garganta y se le llenaron los ojos de las mejores lágrimas que existían: las de felicidad.

No podía creer que estuviera pasando, le parecía tan irreal, como un sueño. Pero estaba pasando y frente a él tenía a ese joven que tanto quería como si fuera su hijo. Un joven que estaba en proceso de convertirse en padre.

Sentía emoción, nervios, ansiedad por verlo cargar a su bebé. Estaba feliz y preocupada al mismo tiempo, estaba maravillada y satisfecha, orgullosa en todo sentido.

—Vas a ser papá…— volvió a repetir dejando que sus lágrimas se deslizaran por sus mejillas.

Se alzó de puntas para poder alcanzarlo y beso su frente.

—Estoy tan contenta…— lo miró con ternura. —¡Felicidades!— dijo con la voz afectada por el nudo en la garganta y la amplia sonrisa que tampoco podía contratar mientras lo abrazaba de nuevo.

—Porque no quería separarme de él…

Estaba apenada y no quería decir demasiado pero solo a Sladya podría decírselo.

—Traté de alargar el tiempo. Si me traía todo terminaría pero al final… Volvimos a discutir y llegó un punto en el que ya no pude alargar más las cosas, Akadei fue por mi y ahí acabó todo…— dijo casi inaudible, con el tono apagado, mirando hacia un punto vacío en el suelo.

Suspiró y de haber sentido todo aquello, lo que quedó de pronto solo fue un vacío demasiado doloroso y una sensación de derrota que pocas veces llegaba a sentir.

Las cosas no iban a mejorar ni con la llegada de ese bebé…

¿Qué se podría decir o hacer para sacar a Arkadei de ese pozo en el que cree que está?

Las lágrimas se cortaron de pronto como si de verdad tuviera la capacidad de controlarlas.

—Ya lo era, Deliel es mi primer nieto— dijo en tono neutro dirigiendo sus ojos a los de su esposo. —Dejémoslos solos, por favor— le pidió. —En este tema tu y yo no podemos intervenir a menos que queramos empeorarle las cosas a Desiree.

No necesitaba que dijera nada, esa mirada que le dedicaba a Arkadei y esa postura le hacían saber perfectamente lo que quería hacer.

—Veo difícil que Arkadei cambie de opinión— dijo con tono neutro. —Y se puede vivir de vacunas si lo peor para él es estar aquí donde mi hermano puede leer su mente y donde todos sabemos de su situación familiar. Eso sin agregar lo que su factor puede revelar cada que se queda dormido y alguien termina dentro de sus sueños. —Un milagro sería que ese monstruo no termine logrando lo que quería y que Dión decidiera no exponerse, que no termine siendo presa de los recolectores o de los de control.

—Yo no soy capaz de pedirle que nos deje adoptarlo, ¿tu sí?— preguntó sin dejar de verlo a los ojos.

—No necesita estar casada para hacer un trámite de adopción— respondió volteando ahora al interior de la enfermería. —Desirée no dejará que nadie más lo adopte, no me ha dicho que va a hacerlo pero no necesita hacerlo para darme cuenta de eso.

—Sí, puede ser— intentó ver la carita de Deliel pero por la posición no podía. —¿Puedes mandarle un mensaje? Hay que ir por cosas para poder acostarlo— en ese mismo instante sintió un leve empujón en su pierna.

A su lado iba Alioth y parecía estarse ofreciendo para esa tarea.

—O no, hay dos colchones andantes hechos para Deliel— dijo sonriendo viendo a Alioth.

No había podido tranquilizarse y Gherard estaba tardando demasiado con esas pruebas. En más de una ocasión quiso irse a ver a dónde, no tenía caso quedarse, no tenía caso esperar a Arkadei cuando era claro que no regresaría y tampoco quería lidiar con sus padres en esos momentos.

Si se iba podría intentar tranquilizarse de alguna forma. Y en eso pensaba cuando el sueño la invadió.

Se giró hacia el otro lado dado que en ese lugar en el que estaba había dejado todo empapado. Usó la almohada para abrazarla y a la vez apoyar su cabeza sobre ella aunque eso duraría poco ya que las lágrimas que aún salían terminarían por mojarla también.

Se encogió y acurrucó tanto como pudo luego de desconectarse de nuevo el suero, ya se lo había terminado de todas formas.

No supo en qué momento se quedó dormida y tampoco le interesaba, sólo quería no pensar en nada, apagarse para obligarse a ya no sentir el miedo que tenía, pensaba una y otra vez en que Arkadei estaría bien a pesar de todo pero no se convencía y por eso mismo seguía intentando engañarse hasta que de pronto sus emociones se convirtieron en sueños intranquilos y agotadores.

Lo vio partir y no pudo decir nada más. Intentaba entenderlo, lo hacía siempre a pesar de no estar de acurdo con lo que decía o hacía, entendía por qué se comportaba así y no pretendía cambiarlo en ningún aspecto pero sí le desesperaba que él no intentara entenderla a ella o a Desirée, o que no intentara ponerse en el lugar de ellas.

Ahora más que nunca, tanto Desirée como Arkadei necesitarían de toda la ayuda posible y Alejandro no sólo se enfocaría en su hija nada más sino que esa actitud de menosprecio y odio hacia Arkadei no cambiaría…

No sabía ya que hacer y lo pero de todo era que odiaba tanto discutir o pelear con su esposo. Era lo que más evitaba a toda costa y sin embargo eso fue lo que hizo.

Cerró los ojos con fuerza, se abrazó a si misma y partió tomando el camino contrario para bajar a la cocina y ayudar a Sladya y su hermana con Deliel.

—No los hicieron para ti, Sladya, son de Deliel— dijo riendo ligeramente. —Tendrás que ver si te los presta.

Alioth se detuvo para esperar a que subiera bien sobre él y entonces siguió caminando. Polaris fue ahora quien le dio un leve empujón, quería hacer lo mismo que él y miraba fijamente a Deliel.

—Mira lo que ocasionas— dijo en reclamo a su hermana y le señaló con la mirada a Polaris.

Rio al ver a su hermana ya acomodada sobre el lomo del oso más grande.

—Sí, que lo vamos a dormir y que si quiere puede ya no venir— dijo a su hermana mientras acomodaba a Deliel entre sus brazos para que quedara acostado. —Puedes dormir, ángel, todo lo que quieras— le sonrió y besó su frente.

Abrió los ojos despertando asustada, por segundos no supo en dónde se encontraba, la vista la tenía completamente nublada y entre las sombras no podía reconocer nada.

Se sentía muy incómoda, no era esa su cama y no le gustaba nada el olor antiséptico que había en el ambiente.

Pero sí reconoció algo. Arkadei estaba ahí junto a la cama, semirecostado sobre la misma. Estiró su mano hacia él para alcanzarlo esperando, rogando que estuviera bien.

Tocó su cabello con la punta de sus dedos y luego su frente.

—¿Amor…?— dijo casi inaudible, en un susurro temeroso.

—Voy a tener que pedirle a Gherard que haga un oso como Alioth para ti nada más— dijo riendo suavemente para no despertar a Deliel. —Pero vas a tener que quedarte aquí porque nada más aquí funcionan— se encogió de hombros.

No se sentía diferente pero no se sentía mal así que asintió, se levantó y llevó su mano libre al rostro de su pareja para poder adivinar si estaba bien o no. Se acercó a él y buscó sus labios que reclamó con necesidad y mientras sus labios atrapaban los suyos con inseguridad, como si no supiera cómo besarlo, su mano se deslizó por su cuello y luego lo atrajo hacia ella anclándose de su nuca.

—Mmm…— pensó un momento. —Maratón de películas a diario, comida rica todos los días todo el día, paseos todos los días aquí en el instituto y en la ciudad, y la oportunidad de que cuides a Deliel— dijo como oferta alzando y bajando las cejas para acentuar su propuesta.

Por unos momentos, casi imperceptiblemente, sintió el sabor metálico de la sangre. Podía reconocerlo porque no era nada raro que ese sabor invadiera sus sentidos cuando lo mordía. Ese sabor, el de su sangre, era como un afrodisiaco, algo que disparaba su deseo sexual y lo que hacía enseguida era provocarlo para satisfacerse ambos al mismo tiempo, ahora, lejos de sentir algo así, se reforzó su miedo.

Tanto así que le pareció irrelevante ahora el haberse quedado sola mientras él se iba.

—¿Por qué sabes a sangre…?— dijo sin apartarse, al contrario, sus brazos lo apresaron contra ella con fuerza.

—¿Yo mantenerte? ¿Cómo? ¿Cuál habilidad?— preguntó confundida.

—¡Ah!— rió de nuevo. —Tú lo has dicho, no es mi habilidad así que procuro no hacer uso de mi condición. Pero si fuera necesario no habría problema en crear uno o dos lingotes— se encogió de hombros.

Se alarmó más al sentirlo llorar pero no se movió, lo dejó apoyarse en ella y tampoco habló, no le iba a pedir esa explicación ahora cuando lo que necesitaba era desahogarse. Aquello era tan insólito que no sabía qué debía hacer o no hacer, temiendo equivocarse y hacer que se detuviera, lo apretó más contra ella y lentamente empezó a hacerse para atrás hasta recargarse en el respaldo semilevantado de la camilla. Lo atrajo hacia ella para obligarlo a recostarse sobre ella y que se quedara y continuara tanto como lo deseara.

Recargó su mejilla contra su cabeza y mientras con un brazo lo abrazaba, con la otra acariciaba su cabello.

—Usar esos poderes tiene consecuencias, Sladya, no es algo que se pueda tomar a la ligera— rio con suavidad mientras acomodaba a Deliel y lo subía un poco para alcanzar a besar su frente y lo arrulló. —De la oferta que te hice quítale lo de cuidar a Deliel, eso definitivamente no sabes hacerlo— dijo burlona en voz baja.

Lo observó con atención sin poder ver bien que expresión tenía pero aunque sus palabras la inquietaron, había cierto matiz que le decía que estaba feliz y eso la confundió aún más.

Se talló los ojos buscando aclarar su vista y la bajó a su mano sobre su vientre.

—¿Sobre qué?— fue lo único que atinó a decir sin poder levantar la vista de su mano.

Sintió una mezcla de nerviosismo y miedo que creía no tenían razón de ser. Lo que presentía no podía ser posible, lo estaba confundiendo y ese gesto sobre su vientre debía ser solo un gesto de cariño, un gesto usado para llamar su atención, nada más…

—Soy la prueba viviente de que los milagros existen— dijo riendo. —Pero viéndolo por ese lado, ya practicaste conmigo, Deliel es hombre así que no debería de ser tan difícil en cuidados como los que tiene una niña. Para empezar no le puedes jalar el cabello tanto como a mi— sonrió. —Y si de plano no sabes cuidarlo estará Sigrid para que te enseñe y te encubra para que Desirée no se de cuenta— dijo ahora con tono malicioso.

Le daba mucha curiosidad ver cómo se las arreglaba Sladya con Desirée si se metía en problemas con ella por Deliel. Lo disfrutará bastante cuando pase y estará en primera fila para ver todo.

Después de ver el mensaje en donde ya no se le requería para cuidar a Deliel, siguió los pasos de su esposo guiándose por puro presentimiento y la idea de que quizás sabía a dónde se había dirigido.

No lo pudo encontrar enseguida así que usó su habilidad para atravesar muros y buscarlo de manera más sencilla y rápida.

Estuvo a punto de dejarlo tranquilo hasta que pudo ver la pequeña luz cálida y reconocible de un cigarro, a lo lejos mientras buscaba por los jardines y venía de la hacienda.

Debía se él.

Se acercó en silencio, se sentó a su lado y se recargó en él sin decir nada.

Si no le gustaba pelear con él, menos le gustaba dejar pasar demasiado tiempo luego de una discusión. Si era algo bueno o malo lo que hacía, no lo sabía, pero simplemente no podía dejarlo pasar y que cada quién se tranquilizara por su cuenta y pensaran lo que quisieran.