11. Dión: Sueño Interrumpido.

Se quedó callada unos segundos.

—No pasó nada que haga que alguien se sonroje— respondió con tono neutro.

Con su mirada puesta sobre sus brillantes ojos, señal de que no había desactivado su poder ni un momento desde que lo vio así algunas horas antes, negó con la cabeza.

—Es imposible— dijo de inmediato mientras se enderezaba para recargarse bien sobre el respaldo y al mismo tiempo alejar su vientre de su mano como si así pudiera evitar que lo que acababa de decirle fuera verdad.

Negaba con la cabeza y desvió la mirada. Debía ser una broma, debía ser un intento por desviar su atención de él hacia lo que ahora decía. Sí, eso debía ser y no iba a caer.

Y aunque estaba segura de lo que ella misma se trataba de convencer, no pudo elevar la mirada de nuevo a esos ojos que, con ese brillo, le indicaban que nada estaba bien.

—Ah, es verdad, no es contigo con la que tiene problemas— dijo dándose cuenta de eso.

Se le olvidaba a veces, o se quería olvidar de que Desirée la odiaba y francamente poco le importaba, ella tampoco quería a la mexicana así que sus sentimientos eran mutuos.

—Entonces sí puedes convertirte en una buena niñera para Deliel— dijo subiendo las escaleras para alcanzarla. —Ella y Sigrid te enseñarán— se encogió de hombros. —Lo que me preocupa ahora es que si de por si ya está loquito, contigo de tía y niñera… No quiero ni pensar en lo que harán si se convierten en el dúo locuaz— dijo burlona.

—Hubiera sido… perfecto si Deliel terminaba siendo nuestro hijo, ¿no?— dijo con tono melancólico y sin separarse del apoyo y refugio que había conseguido ahora que él la abrazaba. —Es la segunda vez…— dijo sin poder continuar y no intentaría terminar de decir lo que quería, no podía.

—No, no puede ser cierto, me cuidé— dijo dando rienda suelta a su nerviosismo y miedo. —Me cuidé todo el tiempo, no me salté ninguna pastilla, siempre a la misma hora, siempre la misma cantidad, siempre las llevo conmigo…— dijo ahora sintiendo ella misma cómo su respiración se agitaba, su cuerpo temblaba y todo le daba vueltas. —No es posible… No puede ser…

—Pasa que ese turno ya está tomado, la que lo cuidará mientras duerme soy yo, a ti te toca cuidarlo cuando esté de necio y no quiera bañarse o irse a dormir— dijo burlona. —¿No lo sabías? Hicimos una rifa y eso fue lo que te tocó— siguió riendo y mirándola con malicia. —Además yo fui y sigo siendo una santa, conmigo no batallaste nada, te toca batallar con Deliel.

—Quisiera no arrastrarte en ese problema… No deberías estar esperando a nadie… Debí haberte dado un hijo desde hace tiempo… No tendrías por qué estar condicionado por mi culpa…— dijo con tono apagado y con la voz anudada, llevando su mano derecha al hombro donde no recargaba la cabeza para poder abrazarlo y ocultar su rostro en su cuello.

Una falla en la fórmula… Eso debió ser, era la única explicación, su cuerpo debió hacerse resistente a la fórmula, debió cambiarla, debió hacer que Gherard sintetizara otra más potente, más segura… Debió vigilar eso, no debió confiarse… Y ahora ya era tarde…

Era tarde… Cometió un error mortal… ¿Qué iba a hacer ahora? Si ya las cosas estaban mal, si ya antes no había podido hacer nada, ahora… ¿ahora qué?

Por su culpa el hombre que más ama iba a morir, por su culpa lo perderá… por su culpa lo condenó a eso y condenó también al bebé…

Si antes había pocas salidas que no encontró, pocas opciones para ayudar con las que nunca dio, ahora ese número se redujo a cero…

No podía levantar la mirada, no podía siquiera ver debido al torrente de lágrimas que se vieron reanudadas con más fuerza y más desesperación.

—Oh, ángel, estabas dormidito… No le hagas caso al escándalo de tu tía Sladya, guapo— lo abrazó y besó su mejilla. —No pasa nada, está de payasa nada más, todo está bien— le dijo con cariño con la voz melosa mientras lo arrullaba. —Sladya, adelántate por favor y busca entre los juguetes de Deliel, un delfín de peluche, es grande y huele a recién lavado, debe estar por ahí a la vista— le pidió a su hermana.

—¿No quiere batallar con un hijo que salga como usted?— dijo intentando bromear para reír un poco. —Me da curiosidad ver cómo lidiaría con un bebé que fuera su exacto reflejo— dijo abrazándolo con más fuerza.

Sus palabras resonaron en su mente. Esa convicción, esa forma de pensar era la que había querido hacerle ver desde antes, desde siempre.

¿Por qué había tenido que esperara hasta este momento para optar por esa opción? ¿Es que nunca le importó lo que le dijera? ¿No le importó todas esas veces que se hacía discusión entre los dos cuando hablaban de eso? ¿Es que nunca le creyó o importó cuando le hizo saber que sin él, su mundo se termina? ¿Nunca vio que cuando le decía y mostraba que lo necesita, era en serio?

—¿Por qué…? ¿Por qué hasta ahora…?— dijo con la voz anudada sin poder detener sus lágrimas ni su temblor pero, en cambio, abrazándolo con fuerza como si de pronto algo se lo fuera a arrebatar.

—No es que no sepas cuidar niños, no sabes ser silenciosa— dijo sonriendo. —Pero es solo cuestión de que Deliel se acostumbre a eso, aprenderá a saber cuándo debe hacer caso a tu escándalo y cuando no— rio y empujó ligeramente a su hermana con la cadera luego de pasar a su lado.

Se separó ligeramente de él para poder verlo bien.

—Mmm…— fingió pensar. —Sí, definitivamente quiero ver cómo lidia con él— dijo riendo con malicia pero mirándolo con ternura.

Realmente quería ver a un bebé que tuviera ese caracte y energía de su marido.

—Después de todo sabe que me hubiera encantado conocerlo de pequeño, como eso no se pudo entonces va a cumplirme el capricho batallando con un bebé que sea como una copia suya, ¿verdad?— dijo besando la comisura de sus labios…

Y de pronto esa ligera luz que había encontrado en sus palabras, desapareció. Intentaba engañarla, intentaba darle una falsa esperanza…

Se apartó de él y buscó su mirada.

—¿Qué es lo que detestas? ¿Tus poderes? ¿Lo que tenemos? ¿Al bebé? ¿Todo?— dijo desesperada, dolida y enojada. —No sabes de lo que hablas— reclamó. —Soy tu eslabón y nunca he podido hacer nada, soy tu eslabón y tu condena, estoy condenando al hombre al que más amo y al bebé que voy a tener con él. Si no pierdo a uno los pierdo a los dos, ¿y tu lo detestas?

Se hizo para atrás, hacia la otra orilla de la camilla intentando bajarse. Iría a arreglar el asunto de la fórmula con Gherard, después se iría a ver a donde, quizás poniendo distancia entre su pareja y la causa de su muerte lograría evitarla. ¿Qué más podía hacer si ser un eslabón no servía para nada más que para dictar la sentencia de su pareja y la de su bebé?

—Waw, qué forma de bajarme de la nube— se quejó. —Eso es ser brutalmente honesta— continuó pero manteniendo su tono modulado para evitar afectar a Deliel a quién continuó sorprendiendo con besos pero ahora batallando por la interferencia del delfín de peluche bajo el que se refugiaba.

Le correspondió con ganas y gustosa aquél beso que tanto había necesitado, y mientras lo hacía se movió hasta sentarse a horcajadas sobre su regazo. Se apartó un poco de él, lo miró con ojos entrecerrados y sonrió.

—Va a ser abuelo… ¿Quiere ser también papá de nuevo?— dijo con la voz llena de ternura.

—Sea mi culpa o no el caso es el mismo— dijo sin poder cambiar su tono. —Quiero poder alegrarme, quiero poder sentir lo que una mujer siente cuando se entera de que está embarazada del hombre que tanto ama, quiero poder esperar ese bebé con ansias, quiero disfrutar cada segundo, quiero que seas tan feliz como yo quiero serlo, quiero que planeemos todo para el bebé… quiero planear a donde iremos y lo que haremos los tres juntos, quiero hacerlo pero no puedo, no puedo porque te voy a perder por el bebé que tanto desee que tuviéramos… Te voy a perder… No puedo soportar esa idea y ahora ya es algo casi seguro… Y no sé qué hacer para evitarlo…— dijo entre lágrimas de dolor y desesperación ya sin la energía suficiente para luchar y poder bajar.

—Sí, lo sé, supongo que no era tu intención decirlo de esa forma— dijo sin dejar de caminar y ahora viendo la puerta por la que pasó para entrar a la habitación de Deliel. —Serás la tía ausente, esa que nada más ve en fechas especiales— intentó sonar comprensiva. —Vas a tener que inventar muchas fechas especiales para que pueda ir a verte o tu venir— dijo mientas buscaba en un cajón una pijama para cambiarlo de ropa y que así pudiera dormir a gusto.

Le sonrió y lo miró con chispa seductora.

—Tal vez no todos, algunos no tienen ya la energía ni las ganas pero usted lo tiene todo— dijo besándolo rápidamente. —Si usted quiere, claro que puede— dijo para luego volver a besarlo. —Será un vejete pero es un vejete muy sexy, jovial, lleno de energía, y mucho que dar— añadió a su vos un tono sugerente sutil que hizo juego con la forma en que pegaba su cuerpo al de él mientras lo abrazaba por el cuello y una de sus manos se deslizaba por su nuca para acariciar su cabello.

Con torpeza y a tientas llevó sus manos a los botones de su saco, los abrió, pasó a los del chaleco e hizo lo mismo y al tocar la tela de su camisa se detuvo, era suficiente por ahora llegar hasta ahí; metió sus manos entre su ropa y lo abrazó buscando su calor.

—La tienes…— dijo aún con el nudo en la garganta. —Tienes mi fuerza, me tienes a mi…— dijo acercándose tanto como podía a él. —No quiero perderte… haré todo lo que sea necesario con tal de no perderte… Si estás conmigo soy fuerte… Si estamos juntos todo lo podemos…— dijo apretando los ojos para deshacerse de las lágrimas que no la dejaban verlo con claridad. —Te amo… Te amo tanto…— dijo como si de pronto él no lo supiera ya.

Sentía la necesidad de hacérselo saber, de hacerle sentir que lo ama con esa fuerza tan abrumadora. Necesitaba, como siempre, hacerle sentir lo mucho que lo necesita, lo invaluable que es para ella, lo mucho que lo ama y lo capaz que es de hacer lo que sea por él.

—Quiero cambiarle el pañal y de ropa también, quisiera al menos asearlo con las toallitas con aroma para relajar que le hizo Sigrid pero no sé si sea conveniente, ya se está quedando dormido de nuevo— dijo a su hermana no solo para decirle lo que quería hacer sino también pidiéndole su consejo.

Sonrió traviesa y con altivez.

—Parece que no se ha dado cuenta de su situación, mi amor— dijo colocando sus manos en sus mejillas y le plantó otro beso más profundo y exigente. —Aquí la que está montada en su macho soy yo mera— dijo con tono confiado y dominante disfrutando el cómo la acariciaba muy a su manera, con firmeza.

Una sensación cálida la recorrió desde los puntos que él tocaba y agradeció no solo esa sensación tan reconfortante que tanto necesitaba sino el hecho de que la tocara con tanta delicadeza y con tanto amor.

—Vamos a estar bien… Juntos siempre…— dijo convencida de ello. —Tienes que prometerlo… Por mi pero también por ti…— dijo con voz suave, susurrando en su oído mientras le permitía tocarla tanto como deseara. —Y por el bebé… Por los tres…— dijo abrazándolo con más fuerza aún al tiempo que inclinaba su rostro hacia él para buscar sus labios.

Quiso reír con el nuevo cambio de posiciones y por ver esa sonrisa de astucia que le dedicaba pero se resistió para adoptar el papel de enfurruñada.

Se cruzó de brazos y giró el rostro hacia un lado fingiendo un puchero molesto para darle a entender que no le sería fácil convencerla para continuar.

—Tramposo— se quejó haciéndosele difícil el aguantar la sonrisa traviesa que quería mostrarle.

—Sí, tienes razón, le cambiaré el pañal nada más— dijo asintiendo y cambió de cajón para buscar el nuevo pañal, las toallas húmedas y el talco. —Por ahí Sigrid debe de tener comida guardada, supe que hizo frascos de conservas y preparó papillas para Deliel, tal vez quiera comer después de que lo cambie, ¿puedes ver si encuentras algo?— pidió a su hermana mientras llevaba a Deliel al cambiador de pañales junto a la cuna.