11. Dión: Sueño Interrumpido.

Se quedó callada unos segundos.

—No pasó nada que haga que alguien se sonroje— respondió con tono neutro.

—¿Está rico, tesoro?— preguntó sonriéndole al tiempo que usaba el babero que su madre le puso para limpiarle la boquita. —¿Andas crudo o qué? Le bajaste la mitad del vaso— bromeó con tono sorprendido. —¿Ahora yo que voy a tomar?

Escuchó la sonora risa de su madre.

—¿Cómo que crudo? Que bárbara, enséñale esas palabras y al rato va a agarrar la jarra como tu papá— dijo apenas entendible por la risa.

—Es que mira, casi se lo tomó todo— dijo sin dejar de sonar como sorprendida. —Anda crudo— insistió con la broma pero tomó del jugo esperando que el malestar se le pasara.

Escuchó los pasos de su madre acercarse a ellos, en las manos llevaba un frasco de salsa roja que identificó como la catsup casera que su madre había hecho ya días atrás. Con una cuchara embarró un poco en el trozo de pizza que Deliel tenía.

—A ver si te gusta así, tesoro— le dijo aún riendo. —Dame el vaso, les serviré más jugo— le pidió.

Ella le entregó el vaso sintiéndose un poco mejor.

Definitivamente no era la respuesta que esperaba y se negó a volver a acercarse.

—Tienes razón, pero ¿sabes? También dijiste que somos unos completos desconocidos. Que no tengo por qué preocuparme por ti y por lo tanto tu tampoco por mi así que puedes tomar el auto e irte, yo me las puedo arreglar sola así como tu— dijo sin moverse pero atenta a impedirle que la forzara a entrar al auto.

Aplaudió para festejarle el que le hubiera gustado el nuevo sabor y se inclinó para tomar de sus deditos la salsa catsup.

—Que rica— dijo sonriéndole.

—Pruébala junto con la pizza, dulzura— le dijo su hija mientras con los dedos pellizcaba la pizza y se hacía de una porción con salsa y se la ofreció a Deliel. —A ver, pruébala y veamos si te gusta.

Ella se apartó para servir más jugo en el vaso pero de cuando en cuando volteaba a ver a Deliel para ver su reacción. Quiso meter a hornear las nuevas pizzas ya listas pero estaba segura, que, como en muchos otros días, más de la mitad de lo que cocinaba se desperdiciaría así que decidió no hornearlas a menos que fuera necesario. Podía congelarlas para después si era el caso.

—No lo estás robando, yo te lo estoy ofreciendo— respondió. —Pero si no lo quieres no lo tomes. Puedo llevarte a Loterdan como querías, verás que no estás en un sueño y te alejarás de este lugar que tanto parece desagradarte— ofreció en cambio.

—Ya tenemos otro fanático de la pizza— dijo riendo ligeramente.

—Dentro de poco tiempo será quien se baile todas las pizzas y no le dejará nada a Sladya— bromeó su madre.

—Termine tu trozo, dulzura, para que pruebes otra de otros ingredientes— le animó antes de besar su frente. —Sladya ya se tardó…

—Debe estar hablando con Arkadei, tranquila, seguramente él está bien— le respondió con tono tranquilizador.

—Aún así, quiero verlo…— dijo con tono triste sin poder evitarlo.

—Se paciente, deben estar hablando para ponerse al día ahora que Sladya pudo venir— mantuvo su tono.

No dijo nada más. No podía hablar con ella.

—Puedes pero yo no quiero regresar— respondió.

No estaba logrando nada y por más que intentaba hablar con él, el no respondía a ninguna de sus palabras.

No quería regresar y no quería dejarlo ir tampoco pero no sabía ya ni qué hacer ni qué decir.

De nuevo las cosas las había complicado, arruinado y los momentos que habían compartido, las caricias y los besos parecían solo un sueño, un recuerdo ya muy lejano.

—Eso es trampa, tesoro, esa pizza es tuya— le dijo sonriendo y se inclinó para morder un poco de la pizza.

Su madre se acercó y le extendió el vaso con jugo.

—¿Cómo te sientes?

—Mejor— mintió pero no quería preocuparla. —¿Hiciste palitos de queso y ajo?— preguntó fingiendo interés.

—Eso quise pero se tostó de más la masa.

—Pero no se quemó, ¿no? Mientras no se queme es comestible y el queso arregla todo— le dijo queriendo animarla.

—Si quieres los puedo hacer— respondió su madre sonriendo.

—Sí, sí quiero.

—Bueno, los haré entonces.

—¿Quieres que te ayude?— preguntó para mantener distraída a su madre.

—No, está bien. Asegúrate de que Deliel coma bien— le sonrió.

—Bueno…— dijo sin discutir.

Dejó el vaso en la barra y se quiso levantar de la silla para ir hacia el ventanal por el que se ven las luces que a Deliel tanto le llamaron la atención pero al levantarse sus piernas temblaron pero se pudo sujetar a la barra con un brazo mientras que con la otra mantuvo a Deliel pegado y seguro contra ella. Por suerte su madre se había volteado en ese momento por lo que no la vio.

Asustada por ese fallo de sus piernas que no se esperaba, se enderezó para volver a medio sentarse en la silla dejando apoyada solo uno de sus pies en el suelo.

Revisó a Deliel esperando no haberlo asustado.

No dijo nada. El nudo en la garganta se lo había impedido y desvió la mirada hacia algún punto de la oscuridad para evitar que pudiera ver sus vidriosos ojos.

Rodeó el auto para acercarse a la puerta del piloto y se detuvo ahí en señal de que esperaba que él subiera primero.

Dejó lo que tenía en las manos y volteó alarmada a ver a Desirée.

—Estoy bien, se me durmieron las piernas nada más— respondió su hija.

Sladya tenía a Deliel y Desiée se enderezaba como si no hubiera pasado nada.

Pero no le creyó, su hija con lo que menos tenía problemas era con sus piernas. No, con ninguna parte de su cuerpo tenía problemas o afecciones, era una bailarina que siempre estaba en condiciones y consiente de sus capacidades y del espacio a su alrededor.

Se acercó a ellos y se fue directo sobre su hija. Revisó su pulso y temperatura pero estaban normales. El tono de su piel también. Creía que quizás estuviera anémica pero no había ninguna señal de eso.

—Ya, mamá, estoy bien, no estoy acostumbrada a cargar tanto tiempo a Deliel y estar en una sola posición, se me durmieron y ahora siento el hormigueo pero nada más— insistió.

—Me asustaste, Deliel se te pudo haber caído también— le llamó la atención.

—No soy tan torpe, no se me cayó, ¿no?— dijo a la defensiva pero sonriendo.

Se talló los ojos luego de que Dión entrara al auto. Se forzó a tranquilizarse pero no obtuvo el resultado que quería sin embargo estaría bien mientras no hablara así que subió al auto, tomó las llaves, lo encendió y giró el auto usando los senderos despejados para salir de esa área sin hacer daño a las flora y fauna del lugar.

No necesitó de observar más de una vez el camino para saber cómo y por dónde conducir.

Se detuvo un momento pero no apagó la marcha, tomó su celular y mandó el mensaje que seguro su hermana estaría esperando.

"Aún estoy con Dión, hemos estado discutiendo así que no sé a qué hora regresaré pero estoy bien."

Enviado el mensaje apagó la pantalla y lo dejó de lado para seguir conduciendo.

—Bastante molesto y lo peor es que te muevan cuando estás sintiendo el hormigueo— le siguió la corriente a Sladya.

Vio a Deliel y le sonrió.

—Estoy bien, dulzura, no pasa nada— le dijo con voz tranquila. —Sladya, ¿viste a Arkadei? ¿cómo está?— preguntó con interés y preocupación.

Siguió conduciendo en silencio. Salió de esos terrenos para alcanzar la carretera y de nuevo la condujo sobre ella de vuelta al motel.

Aunque no sentía malestar físico sí sabía que su temperatura estaría baja al igual que su presión pero no era eso lo que le importaba sino el que ahora sintiera un temblor en las piernas y en los brazos que antes no tenía o no había notado.

No sintió que no fuera capaz de conducir pero por si las dudas mantuvo una velocidad constante, la atención sobre la carretera y el retrovisor de vez en cuando. Podía conducir sin problemas hasta el motel y ya ahí vería si podía regresar o lo que sea.

La miró extrañada, incrédula.

—Sladya, en serio, ¿cómo está?— volvió a preguntar mientras cargaba a Deliel.

—¿Has sabido algo de Ireza?— peguntó en cambio su madre.

—Iba hacia Loterdan, ¿no? Debe estar allá, no te preocupes— dijo para intentar tranquilizarla. —Sladya, antes me dijiste que esperabas a que Arkadei saliera del baño, ¿está sufriendo la migraña que lo suele aquejar?— preguntó luego de ver el gesto incrédulo que tenía Desirée.

Negó con la cabeza luego de que intentara hablar sin lograrlo por el nudo que no había podido deshacer.

Se encogió de hombros en reflejo a un "no sé" y no lo volteó a ver por tener los ojos puestos sobre la carretera.

—Sladya…— volteó a ver a Desirée en quien vio ahora un gesto preocupado y hasta asustado. —Me enviaste un mensaje…

Tomó su celular y abrió el mensaje que le había enviado. Se lo mostró dándole el celular.

«Ya lo encontré, está en su oficina y parece estar bien. Me quedaré hasta que salga del baño, espero no tardar tanto para que las pizzas no se enfríen!!! No dejen que Deliel se las coma todas!!! 

—Cuiden a Deliel, por favor— dijo su hija dándole a Deliel. —Regresaré pronto, dulzura— le dio un beso en la mejilla y salió de la cocina pero no pudo ver hacia dónde se fue por reacomodar a Deliel entre sus brazos sabiendo que lo más seguro es que se revolviera para escapar y lloraría por Desi.

—Sladya… No lo estoy justificando pero si lo hizo fue porque quería protegerte… Él a veces no se encuentra demasiado bien y lo que pasó con la debilidad de Deliel… Lo comprometió mucho…— dijo intentando no tranquilizarla sino hacerle ver ese lado e intentara no culparlo.

Reacomodó a Deliel contra su pecho y lo empezó a mecer.

—Él y mi marido son los únicos que nos pueden proteger de ciertas amenazas que no pertenecen a nuestro plano… Arkadei tiene su propia forma de protegernos…— continuó intentando explicarle. —Eso sumado a lo hermético que es…

Continuó meciendo a Deliel para intentar distraerlo.

—Ya, ya, tesoro, volverá pronto— le dijo sonriendo con voz tranquilizadora y besó su mejilla. —¿Por qué no le das pizzita a tía Sladya?— le dijo girándose para que viera las pizzas y luego a Sladya.

Siguió conduciendo sin detenerse ni bajar la velocidad y después de media hora de camino llegaron al motel. Aparcó el auto y lo apagó.

Estuvo pensando en qué decir pero aunque hubiera tenido ya algo en mente no lo habría podido decir. Volteó a verlo e intentó al menos decir su nombre pero no pudo, sin embargo, si algo podía verse en su mirada era la preocupación que sentía y el ruego por que se quedara con ella.

Apresurada casi corrió por el pasillo que lleva a la oficina de Arkadei pero en el camino escuchó el rechinido de llantas sobre el adoquinado sendero fuera de la construcción y las luces de unos faros filtrarse por los cristales de los ventanales.

No necesitó más para saber que había sido Arkadei. Detuvo sus pasos y regresó sobre ellos entre confundida y molesta.

Lo primero que pensó fue en que tenía que ver con la tardanza de Ireza pero aún así eso no la tranquilizó en absoluto. Si era por eso Ireza desde hacía mucho había dejado de ser una bebé, podía arreglárselas perfectamente bien sola, todos sabían eso. Y si en algo se había metido con más razón debía ingeniárselas para salir sola. No le molestaba que Arkadei se preocupara por ella sino que botara todo por ir tras ella siempre.

Fuera por esa o cualquier razón el caso era el mismo, se había ido luego de que algo pasara, algo malo si había manipulado la mente de Sladya. Y de nuevo la había dejado fuera de todo.

No supo si fue por tantas emociones o porque algo malo de verdad pasaba con ella pero pudo ver cómo las paredes a sus costados se inclinaron hacia ella como si desearan aplastarla. Se detuvo y se apoyó en una mientras sacudía la cabeza intentando quitarse el mareo que provocó esa visión.

Algo no andaba bien con ella y no sabía qué era ni por qué. Así estuviera hambrienta jamás le había pasado y perder el equilibro y marearse nunca.

Entonces pensó en que quizás sus reservas de glucosa anduvieran debajo de lo normal dada la condición de lactancia en la que estaba. Sí, eso debía ser y eso se solucionaba fácil.

Regresó a la cocina pero con el paso más calmado para evitar otro mareo.

Asintió ligeramente.

—Puedo seguir conduciendo si eso es a lo que te refieres— respondió con la voz entrecortada y por lo mismo no añadió lo que quería.

—Bueno, aquí tampoco estamos muy bien, ¿verdad?— quiso bromear. —Tranquilo, tesoro, no pasa nada— lo abrazó contra ella y empezó a frotar su espalda mientras lo seguía meciendo. —Ven, vamos a ver las luces, ¿quieres?— dijo con tono tranquilo, sonriendo.

Caminó hacia el ventanal y se giró de forma que Deliel pudiera ver las luces aunque siguiera llorando.

—Mamá regresará pronto, tesoro, solo hay que ser pacientes— le decía con cariño. —También tiene otra persona que debe cuidar— dijo sin perder su sonrisa ni su tono tranquilizador.

Buscó su celular y se lo dio.

—Si vas a llamar a mi hermano, probablemente no vaya a responder— le informó desviando la mirada hacia afuera. —Lo que quieras decirle, ya lo sabe.

Al entrar en la cocina la encontró callada y vio a Sladya en la barra y a su madre y Desirée cerca del ventanal.

Caminó hacia Sladya y tocó su hombro para avisarle así que estaba de regreso y le sonrió. Entonces caminó hacia su madre quien también sonrió al verla.

—Deliel— lo llamó. —Ven aquí, ya regresé— le dijo con voz tranquila a pesar de todo lo que la llenaba por dentro.

Extendió sus brazos hacia él y su madre lo movió un poco entre sus brazos para que él pudiera inclinarse hacia ella sin riesgo de resbalar.

—Solo una vez me dio— respondió. —¿Qué te dijo?— preguntó al tiempo que tomaba su celular.

Abrazó a Deliel y besó su frente.

—¿Ves? Todo está bien, dije que regresaría, ¿no?— le dijo a Deliel sonriéndole para luego darle otro beso en la mejilla.

Volteó a ver a Sladya y negó con la cabeza.

—No lo sé, habrá ido por Ireza— respondió. —Escuché su auto alejarse de aquí— dijo con tono neutro.

—Sí, debí suponer que eso haría… Soy tan idiota que no sé cuidarme sola así que tiene que venir por mi— resopló. —Bueno, dentro de unos minutos te desharás de mi, deja ese mal humor— intentó bromear aún sabiendo que no lo conseguiría.