11. Dión: Sueño Interrumpido.

Se quedó callada unos segundos.

—No pasó nada que haga que alguien se sonroje— respondió con tono neutro.

Sus palabras la inquietaron haciéndole sentir nervios, asombro, incredulidad, felicidad pero también miedo.

Eran dos… Dos niñas…

Si un solo bebé ya representaba un gran riesgo porque nacería como auror y muy posiblemente adalíd también… Ahora con dos bebés esa ya no era una posibilidad, era algo seguro, una de las dos nacería como adalíd irremediablemente…

Sus manos reflejaron todas esas emociones apretando la tela de la camias entre ellas y quizás lo había rasguñado también… Se le fue el aire por algunos segundos en los que rogó, ya demasiado tarde, que ninguna de las dos bebés fuera un adalíd, que todo fuera bien, que todo fuera seguro para todos, que no hubiera ninguna clase de riesgo para nadie…

—Dos niñas…— dijo casi inaudible. —Gemelas…— dijo sonriendo suavemente sin poder alegrarse tanto como debía. No podía, no podría disfrutar esa espera como cualquier otra mujer lo haría… Nunca… —Después de todo… sí voy a tener que compartirte…— dijo sintiendo algunas lágrimas frías caer por sus mejillas.

Podía ver a las dos niñas corriendo de un lado a otro, reclamando la atención de su padre, subiendo a su regazo, colgándose de su cuello y él abrazándolas, besándolas, mimándolas y amándolas. Las podía ver pequeñas, bebitas, podía imaginarlas como niñas, como adolescentes, como jóvenes y como adultas siempre juntas compitiendo por ser la favorita de su padre…

Lo deseaba, deseaba verlos a los tres así, lo deseaba con tanta fuerza…

—Cuidadito porque si yo quiero lo puedo tirar— dijo sonriendo con malicia mientras aprovechaba que levantó su muslo y con toda la intención lo empujó hacia ella con la pierna buscando que perdiera el equilibrio. —No le conviene hacerme enojar, mi amorcito— dijo utilizando su pierna para presionarlo contra ella y así también evitar que se le escapara.

Y no descruzó los brazos pues todavía estaba en su papel de niña enfurruñada.

—¿Por qué? ¿Ya te están llamando de vuelta?— preguntó a su hermana mientras acostaba a Deliel y le quitaba la parte de debajo de su ropa sin quitarle su delfín.

Retiró el pañal y lo limpió muy bien teniendo extremo cuidado. Puso algo de talco y le colocó el nuevo pañal pero no la ropita de nuevo.

Dejó que siguiera acostado unos momentos más en los que le masajeaba las piernitas y piecitos.

—Las niñas siempre buscan más a su padre que a su madre— dijo sonriéndole. —Siempre ha sido así, si es una, la competencia por la atención es entre madre e hija, si son dos o más es entre las hijas, la madre pasa a tener un puesto neutral con ventajas— dejó que una de sus manas cambiara de lugar y se deslizara hacia su rostro y acariciara su mejilla —porque mientras ellas pelean entre sí, la madre aprovecha— besó sus labios. —Pero si las niñas se dan cuenta de eso se unen para ganarle a la madre— sonrió aún sin poder hacerlo como debía.

Lo miró suspicaz, claramente planeando algo mientras lo veía con esa pose de macho que tanto la excitaba y por segundos dudó en si lo dejaba ganar ya o se lo hacía más difícil.

Y como la había hecho enojar hacía poco, decidió hacérselo más difícil pero más divertido.

Usó el enganche que tenía con su pierna alrededor de él y se levantó rápidamente hasta alcanzar el cinturón, activó parcialmente su poder y se lo quitó, con movimientos rápidos pasó el cinturón detrás de su cuello y lo usó como palanca para atraerlo de nuevo hacia ella y le plantó un profundo beso dado con exigencia.

Le causó gracias ver la pose de Deliel. No pudo evitar compararlo a un cachorro totalmente desparramado sobre el suelo luego de un día cansado y largo.

Volteó a ver a su hermana y la miró extrañada.

—¿Eres una bebé?— negó con la cabeza. —No lo eres, estás demasiado grande para eso— se burló y ahora que Deliel ya no abrazaba a su delfín, le quitó el resto de la ropa y continuó masajeandolo por todo el cuerpo pero ahora usando las toallitas especiales con aroma a lavanda y manzanilla que Sigrid hizo para limpia y humectar si piel, y al mismo tiempo para relajarlo.

Lo miró alzando una ceja ante la ironía.

—Y con toda razón temes, sin duda serán las diosas de las tretas pero no por mi— dijo delineando su quijada con sus dedos. —Esa habilidad es toda tuya, a mi no me eches la culpa— dijo con algo de malicia, besando ligeramente sus labios. —Cuando les pidas explicaciones de algo ya te tocará a ti sentir lo que yo cuando me evades… Como lo hiciste con la explicación que no me has dado y la promesa que no has hecho…— dijo mirándolo más con tristeza que con reclamo.

Sonrió triunfal, feliz pero no satisfecha, estaba lejos de dejar de disfrutar de aquel juego.

—No sé de qué habla— fingió demencia. —Pero quiero ver qué hace con esas manos a ver si de verdad le bastan para domar a su yegua— dijo con un tono juguetón y retado a la vez.

Rio burlona.

—Ándale, nada más que cuando termines hecha puré entre las zarpas de Alioth no me vengas con quejas— dijo mientras terminaba de dar el masaje a Deliel y lo cargó para acunarlo en sus brazos y arrullarlo.

Le dio su delfín y esperó a ver si quería dormirse o no.

—Entre más evades el tema… entre más insistes en no decirme nada… Más grave lo haces— dijo suspirando antes de liberar un profundo suspiro.

Llevó su mano libre hasta su vientre y la posó sobre la de él.

No insistiría más, no lo obligaría a compartir con ella algo que tan claramente se lo negaba. Y aunque dejaría de insistir, aunque aceptaba dejarlo en paz, no podía dejar de sentir que le seguía negando cosas importantes, momentos importantes en los que debía y deseaba estar con él para acompañarlo, ayudarlo, cuidarlo y apoyarlo. Sentía cómo no estaba del todo incluida en su vida…

—Yo también me he guardado cosas importantes y te pido perdón por eso… No encontré el momento para decírtelo ni sabía cómo hacerlo a pesar de que me dijiste que si lo deseaba lo hiciera… Y aún no sé si lo dijiste para dar la discusión por terminada, por darme por mi lado…— dijo sin mover sus manos de donde las había dejado. —Quiero adoptar a Deliel… Y sé que con ese capricho estoy lastimándote a ti y a mis padres…

Bajó la mirada y sus pensamientos se perdieron entre lo que debía hacer ahora con el embarazo, con todos los problemas que surgieron desde que se desató la debilidad del factor de Deliel, las necesidades de Deliel, los deseos de sus padres y todo lo que le oculta su pareja.

Ahora a su mirada se le añadía la curiosidad.

—Yo creo que me voy por la opción de las mañas— dijo juguetona y esta vez lo atrapó con ambas piernas intentando hacerle más difícil lo que intentara hacer. —A ver quién gana— dijo incitándolo antes de volver a apoderarse de sus labios.

—Fueron hechos para proteger a Deliel— dijo sonriendo pues muchos de los elementos que servían para el ataque y la defensa las diseñó ella especialmente. —Sea lo que sea su objetivo es mantener a Deliel a salvo por eso son tan resistentes aunque no lo parezcan. Ven, mira— le indicó a su hermana mientras se acercaba a Alioth para que Deliel les mostrara mejor su delfín.

Polaris fue la que se acercó por su cuenta y se sentó frente a Deliel para luego erguirse, alcanzarlo mejor y verlo a él y a su delfín. Alioth también se sentó e hizo lo mismo que Polaris pero dejó sus patas suspendidas en el aire para mantener el equilibrio.

—No lo entiendes…— dijo con voz que apenas era un susurro.

El nudo volvió a formarse sin aviso y las lágrimas se formaron pero se quedaron aún guardadas asombrosamente sin derramarse aún.

—No es solo lo que yo deseo… ¿Crees que no quiero que lleve tu apellido? ¿Crees que no quiero que seas su padre…?— levantó la mano de su vientre liberando la de él y se secó las lágrimas antes de que éstas salieran por su cuenta. —Lo quiero tanto… Quiero que seas su padre… pero no es solo lo que yo quiero, ¿qué deseas tu? Si tu no lo deseas no tiene sentido… Si tu no lo sientes…

No había querido tocar el tema porque no había forma de salir bien de eso. Y ahora menos. Con la responsabilidad de Deliel y ahora la de las gemelas… No entendía por qué insistía en ello cuando sabía que sólo era más y más carga para él, y no conforme todo se había vuelto más grave y complicado al mantenerla apartada de él, al ocultar quién sabe qué tantas cosas…

¿Cómo iban a poder ser una familia con todo eso? ¿Cómo iban a poder criar a Deliel y a las gemelas? ¿Cómo lidiarían con los factores de los tres y la condición de adalíd de una de ellas o quizás de las dos? ¿Por qué se aferraba entonces a algo que ya nunca estaría a su alcance…?

—Yo no hago nada, no sé de qué habla— dijo sonriéndole orgullosa. —Yo nada más gozo de este semental que atrapé y que será siempre todo mío— lo besó de nuevo. —No quiero que se me escape pero mientras se quede así como yo quiero él puede hacer lo que desee— dijo sugerente mientras sus manos se dedicaban a desabotonar la camisa y recorrer su piel delineando sus músculos con sus dedos a la vez que besaba la comisura de sus labios para probocarlo.

—Aquí, muchos— respondió. —Con cada nuevo auror las amenazas aumentan, seguro ya te diste cuenta que cada vez todo se complica más— dijo bajando a Deliel al suelo frente a Polaris que de inmediato estiró uno de sus brazos para abrazarlo contra ella y despeinarlo con el hocico.

Tomó la pata de Alioth y con ambas manos apartó el tupido pelaje de las zarpas para descubrir las gruesas y afiladas garras.

—Es mejor ser precavidos, nunca se sabe qué pueda pasar— dijo mostrándole las garras a su hermana. —¿Los osos coca-cola estarán equipados así también?— dijo riendo.

No pudo decir nada. Tenía razón, la que deseaba tener hijos era ella, la que se había imaginado lo que sería si tuviera hijos era ella. Él no… Nunca…

Lo sabía, lo sabía muy bien y ahora lo estaba arrastrando…

Con la noticia de su embarazo dio por hecho que su pareja terminaría por quererlo también, por disfrutarlo, por cambiar de idea… Y eso no tenía que ser así. No tenía derecho a arrastrarlo con ella, no tenía derecho a cargarle algo que él nunca quiso…

No debió quedar embarazada… Bajo ninguna circunstancia, no debió hacerlo… No tenía caso aunque el padre fuera él, no tenía caso si él no lo deseaba…

—No tienes que cargar con esto…— dijo con la mirada vacía. —No tienes que hacerte cargo de nadie… No como padre— negó con la cabeza ligeramente. —Deliel es un auror, las gemelas lo son… Eres adalid… Pero no tienes que lidiar con ellos como padre…

¿Cómo había podido ser tan idiota? ¿Cómo pudo ser tan descuidada?

Suficiente tenía ya con la responsabilidad de ser adalid, con esa carga que le dejaron caer encima, con esa obligación impuesta sin tener en cuenta sus deseos. Había perdido ya su libertad y vivía bajo tortura constante…

Ahora mismo el mantener a Deliel a salvo estaba cobrándole caro, su salud estaba en juego solo porque le tocó ser el adalid… Cada auror era una carga y ahora, encima de eso, ella salía con que quería que fuera padre de Deliel a pesar de las condiciones de ambos y extra a eso un embarazo doble…

Él no tenía por qué pedir tiempo, no tenía ni siquiera que pensar en nada ni mucho menos hacerse a la idea o acostumbrarse. Él era libre, podía hacer o no hacer lo que deseara.

Ya su factor le había quitado su libertad, ella no lo haría, no le arrebataría lo que le quedaba, no le cargaría encima algo que él nunca quiso y nunca pidió.

No debió embarazarse… ni siquiera por error…

—Es que los osos coca-cola tienen otra función— dijo encogiéndose de hombros y dejando la zarpa de Alioth en paz para que él pudiera ocultar de nuevo sus garras.

Vio como el enorme oso se acercaba a Deliel y lo empujó ligeramente para llamar su atención pero Polaris, en lugar de liberarlo, lo abrazó con ambas patas y lo atrajo hacia ella para ocultarlo entre su pelaje. Siempre moviéndose con delicadeza y cuidado de no lastimar a Deliel.

Se acercó a la cajonera de donde sacó un juego de pijama para Deliel y lo dejó afuera, listo para cuando tuviera oportunidad de bañarlo o vestirlo.

Escuchó las palabras de su hermana y todo se detuvo, volteó a verla confundida y no queriendo creer lo que acababa de decirle.

—¿Por qué?— fue lo primero que preguntó mientras se acercaba a ella. —¿Qué pasó? ¿Dónde está?— dijo con tono neutro mientras sus ojos buscaban en los ojos de su hermana y en su celular, las respuestas que necesitaba urgentemente.

Rio ligeramente mostrándole una amplia sonrisa y una mirada demandante.

—Supongo que le puedo hacer el favor de retirar la baya para que pase— dijo con tono desinteresado mientras dejaba de apresarlo entre sus piernas y las relajaba a los lados de su cadera. —Aunque yo creía que mi semental podría brincarla fácilmente— dijo con toda la intención de provocarlo y en su tono, sonrisa y mirada se podía ver esa malicia sugerente.

Vio el video enfocándose solo en Dión intentando saber más de su condición, puso atención también en el lugar grabándose cada objeto e instalación para lograr ubicarlo. Pasó a ver el video con el añadido del programa especial que decía su hermana.

—¿Cuánto tiempo hace de este video?— preguntó a su hermana devolviéndole el celular para sacar el suyo.

Pensaba en muchas cosas a la vez pero lo principal era saber dónde estaba exactamente para ir por él y para eso necesitaba hablar con su hermano así que marcó su número mientras esperaba la información que pudiera darle su hermana.

Cerró los ojos y provocó que otra porción de lágrimas acumuladas salieran.

Sintió alivio al poder dejar salir todo lo que había estado conteniendo, sintió alivio al escucharlo decir todo aquello y que buscara la forma de convencerla, de hacerla sentir segura.

Quería aparentar poder sola con todo, quería hacerle ver que no tenía que obligarse a nada por ella o por las gemelas, quería que supiera que su deseo nunca fue embarazarse si eso lo pondría en riesgo y le cortaría aún más su libertad. Pero no podía, no podía ni engañarse a si misma, sola nunca podría, sin él nunca podría, sin él no quería nada, sin él nada tenía sentido.

Escucharlo decir que también estaba inseguro pero que aún así pelearía para estar con ella y sus hijos, por salir adelante, por hacer que todo estuviera bien, le hizo confirmar de nuevo que la elección que había hecho fue la mejor que pudo haber hecho jamás.

No se había equivocado al elegirlo, no se había equivocado al decidir aceptarlo con todo lo que eso conllevaba y no se había equivocado tampoco en librar esas continuas batallas contra todo para estar con él.

Se limpió las lágrimas con el dorso de la mano y se talló para aclarar su visión que luego posó en las brillantes orbes de su pareja. Llevó esa mano a su mejilla y le dedicó caricias con las que quería sentirlo y hacerle saber lo mucho que agradecía tenerlo a su lado, que la amara y la protegiera, que se esforzara tanto por darle la mejor vida y hacerla feliz.

Asintió, le sonrió con suavidad, lo miró con ternura y lo besó con devoción.

Ella podía seguir peleando, ella podía seguir adelante si lo tenía a él a su lado, ella podía pelear por él, por las bebés que esperaban, por Deliel, por volverse la familia que quería darle a él, la que quería tener ella.

Sus brazos se deslizaron por encima de sus hombros y lo abrazaron por el cuello, pegó su cuerpo tanto como pudo al de él. Estaba necesitada de su atención, de su tiempo, de sus caricias. Por mucho tiempo habían estado separados, por mucho tiempo había estado sintiéndose insegura.

Lo necesitaba a su lado, necesitaba estar con él, no separarse de nuevo, hacerle sentir y saber cuánto lo ama.

No pudo evitar reír cuando lo vio batallar con su ropa y con sus zapatos para luego verlo deshacerse de todo botándolo por donde fuera.

Correspondió ese beso con más demanda y más necesidad mientras sus manos se las arreglaban para desabrochar su pantalón e intentar quitárselo o al menos bajarlo lo necesario. Con el movimiento de sus caderas se reacomodó para darle el espacio que requería y la comodidad que demandaba.

Sus brazos ahora subieron a su torso y en su piel clavó las uñas en una clara señal de que estaba lista, y para reforzar el mensaje elevó un poco las caderas para rosarse contra él.

Colgó el teléfono al no poder localizar a su hermano pero enseguida marcó otro número.

Diez minutos no era tanto tiempo, podía actuar, podía llegar antes de que alguien más lo hiciera.

—Hay que dejar a Deliel con Sigrid, nosotras iremos a buscarlo en algún auto de Arkadei— dijo esperando a que Sigrid le respondiera el teléfono. —Mándame la ubicación al celular, por favor— dijo con tono calmo, un reflejo opuesto a todo lo que estaba sintiendo. —¿Hay manera de que puedas averiguar los movimientos de la gente que lo busca? Tenemos que adelantarnos.

Asintió ante la oportunidad pedida por su pareja.

Sabía que Dión iba a meterse en problemas, también que Ireza, si se enteraba, sería la primera en ir a ayudarlo. Y a pesar de que lo sabía no pudo evitar sentirse fastidiada.

Si tan solo Dión hubiera entendido su situación, si tan solo Ireza entendiera por fin que debe ayudar en lugar de empeorar las cosas, no estarían pasando cosas como esa. ¿Qué esperaba Dión que pasara si sabe muy bien los riesgos que existen para él y su familia? Irse sólo lo exhibía como el típico joven que no mide riesgos, no le interesan y tampoco le interesa lo que le pase aunque arrastre con él a su propia familia. Por ello había entendido que no deseara quedarse pero exponerse tampoco era algo inteligente y al final de cuentas Arkadei tendría que ir en su ayuda.

Resopló cansada. No estaba de humor para pensar ni tratar con nadie. Quería estar única y exclusivamente con su pareja, y no poder lograr eso por culpa de las estupideces de otros era lo que la enojaba.

Esperó, y escuchó con atención en caso de que se le pudiera ocurrir algo para ayudar y así tener de vuelta a Arkadei para ella sola.

Sin embargo no pudo pensar en nada más que en esa instrucción que le dio a su hermana. Sabía que Ireza no se atrevería a usar los poderes de Arkadei para llegar hasta donde tuviera que llegar, y si los usaba ya se encargaría ella misma de hacerle pagar las consecuencias por ese atrevimiento.

Asintió, quería ir a la habitación con él y que no salieran en mucho tiempo.

No pudo evitar pensar en el embarazo de otras mujeres o incluso en el de los animales monógamos. ¿Sería que esa necesidad estaba presente en todas al saberse o sentirse embarazadas? Sabía que en todas esas especies las actividades de la pareja no se interrumpían y seguían un ritmo normal hasta que la hembra ya no pudiera moverse con la libertad de siempre. Fuera como fuera ella necesitaba regresar a su refugio, con su pareja, nada más.

Y en ese momento recordó que no podía hacerlo aún.

—¿Dónde está Deliel?— preguntó a su pareja mientras se sentaba a su lado y se recargaba en él para enseguida bajar de la camilla y ponerse de pie pero se quedó ahí aún sin hacerlo. —Sladya e Ireza están juntas, ¿no? ¿Tienen a Deliel? Si Ireza irá por Dión, ¿quién se quedará con Deliel?— continuó la pregunta mientras buscaba su celular pero no lo llevaba con ella. —¿Puedo usar tu teléfono?— pidió mirándolo sin cambiar esa expresión de cariño, confianza y necesidad dedicada solo a él.

Sigrid no contestaba y no podía perder más tiempo.

Marcó un número más mientras escuchaba a su hermana.

No podía confiar en el tiempo que creía tener. En cualquier momento un agente podría encontrarlo y en pocos minutos lo tendían rodeado.

—No puedo usar los poderes de Arkadei…— dijo insegura.

Había recibido las indicaciones y la ubicación por parte de su hermano. Claro que el puente de Einstein-Rosen la llevaría más rápido pero eso implicaba gastar más energía de Arkadei.

Tendría que sacrificar tiempo… Tendría que poner en riesgo a Dión…

En ese momento se abrió la línea.

—Gherard, necesito que me ayudes, por favor— pidió directamente. —Tenemos que ir por Dión y tenemos el tiempo encima, lo están cazando— informó rápidamente. —Sí, te veo en el garage, apresúrate por favor.

Colgó la llamada y se guardó el celular.

—Sladya, por favor quédate con Deliel. Sigrid no me responde. Llama a Desirée, que venga por Deliel— pidió mirándola con súplica.

El estremecimiento que comenzó con esa mordida a su oreja bajó por todo su cuerpo hasta sentir una insoportable necesidad de tenerlo dentro ya.

Creyó escuchar su celular allá a lo lejos pero no le prestó mayor atención.

Y cuando su amado respondió a sus exigencias, y lo tuvo dentro; su cuerpo reaccionó de inmediato en respuesta. Gimió al mismo tiempo que él, una de sus manos se aferró con fuerza a la tela de su camisa y la otra clavó las uñas en la misma dándose cuenta hasta entonces que necesitaba más de su piel en contacto con ella y ya era demasiado tarde como para que su propio cuerpo le respondiera a ella.

Sus caderas buscaron apoyo en la arena para que sus piernas pudieran abrirse más y así darle paso libre y total hasta su interior. Al mismo tiempo sus manos desesperadas lograron obedecerla para bajar hasta los botones de su camisa y desabrocharlos con prisa mientras sus labios se apoderaban de los de su marido exigiéndole que empezara a moverse tan pronto como deseara y una pequeña mordida a sus labios le indicaron que podía hacerlo con la fuerza que quisiera también.

Nunca se cansaba de él, siempre se sentía necesitada de sus atenciones y de su contacto. La satisfacía siempre y por ello mismo siempre buscaba cualquier oportunidad para esos encuentros que más parecían de jóvenes que de adultos de su edad.

Y eso también la hacía feliz, le divertía que tuvieran esa vitalidad, esa espontaneidad, esas ganas de amarse donde fuera y cuando fuera.