11. Dión: Sueño Interrumpido.

Se quedó callada unos segundos.

—No pasó nada que haga que alguien se sonroje— respondió con tono neutro.

No entendió a qué se refería. Acababa de escuchar o creyó imaginar que Ireza iría.

—Espera, ¿por qué no irá?— dijo deteniéndolo sujetando sus manos y al mismo tiempo devolviéndole el celular dado que ya sabía lo que necesitaba. —Ni siquiera ha tenido oportunidad de decidir qué hará, ¿no?— dijo considerando lo extremadamente rápido que había cambiado el plan. —¿No quiere ir?— dijo sorprendida y confundida al mismo tiempo.

—¿Y si le hago daño por usar sus poderes?— preguntó deteniéndose un segundo antes de irse como había querido.

Si no usaba sus poderes lo más probable sería que atraparan a Dión y el problema se haría más grande pues tendrían que rescatarlo bajo las condiciones en que lo tuvieran y eso ya involucraba más riesgos y quizás más ayuda que también estaría en riesgo. Y si usaba los poderes corría el riesgo de agotar a Arkadei y permitir que sucediera lo que eso conllevaría empezando por una desmejora en él y en la protección que mantenía sobre Deliel.

No sabía qué debía hacer. Cualquiera de las opciones causaría una reacción en cadena que no tenía ni idea de cómo evitar.

No le fue difícil notar esa mirada y tono frío que le dedicó. Y aunque en otro momento lo hubiera dejado pasar sin darle importancia, ahora le hirió tanto que hasta ella misma se desconoció.

Comprendía por qué lo había hecho, después de todo puede leer su mente y sentir lo que ella pero aún así, aún entendiéndolo, le hirió.

No dijo nada. Se levantó de la camilla y se dirigió al baño de la habitación cuidando no hacer ruido con sus pisadas porque no quería contribuir a su migraña. Lo dejó hacer la llamada que quería sin interrumpirlo de ninguna manera.

—El destino…— repitió y luego resopló cansada.

Paseó ambas manos por su cabello una sola vez y a su paso el color de su cabello cambió de negro a rubio, y de lacio a crespo.

Si querían que usara los poderes que no le pertenecían, lo haría.

Retrocedió un par de pasos hasta aproximarse a una mesita con una lámpara encima, le quitó la pantalla y la examinó.

¿Para qué había hecho esa pregunta si ya sabía cuál era la respuesta?

Volteó a ver a Deliel quien se encontraba prisionero entre las patas de Polaris que nunca lo dejó ir y ahora que estaba panza arriba con Deliel encima de ella se mecía ligeramente de un lado a otro como si fuera una cuna mientras Alioth estaba sentado a un lado de ellos y se mecía por su cuenta imitando los movimientos de su compañera.

Entre sus manos la pantalla cambió de forma pero no su color original. Ahora tenía una media máscara felina a la medida que se colocó atándola bien con los cordeles que dejó para ese propósito.

—¿Qué decida el destino así como decidió maldecir a un bebé? Así es como trabaja después de todo, ¿no?— dijo con voz fría mirando al suelo. —Estoy harta del destino.

Se giró hacia la puerta en donde, usando el umbral, creó el puente desembocado en la ubicación exacta que su hermano le había dado. Lo cruzó y cerró inmediatamente después mientras sentía vibrar su celular en el bolsillo de su pantalón.

Viendo la situación y la escena frente a ella se dio cuenta de que no había mucho que pudiera hacer y menos si no podía acceder a libertad a los poderes de su hermano.

Sería muy fácil si pudiera hacerlo, más rápido, más creativo y podría ajustar cuentas como ella deseara pero no tenía esa libertad, la superaban en número y no tenía ni idea de en dónde podría estar Dión.

Lo único bueno es que parecía no haber nadie perteneciente al departamento de control ni a los recolectores pero eso no iba a durar demasiado, tenía que actuar ya.

Se refugió entre los árboles y se acercó un poco más al área donde todos ellos estaban, lo suficiente para tenerlos a tiro pero no demasiado.

Deseo cambiar todos los colores que traía encima a un negro puro, las sombras jugarían a su favor pero igual estaba tratando con personas, y algunas estaban ebrias. Ella podía moverse en la oscuridad perfectamente, ellos no y entre tantos juegos de luces, sombras y la noche tan cerrada, no verían nada de forma clara.

Escondida entre el tupido follaje de los árboles y arbustos, buscó algunas piedras, mismas que con buena puntería, acertó con fuerza a la cabeza de siete de las nueve personas presentes, inmediatamente después movió las ramas del árbol bajo el que estaba para llamar la atención, se presionó la garganta y emitió una risa que pretendía hacer sonar como la de una chica muy joven y entonces se adentró más entre los árboles, se puso en cuclillas ocultándose entre los arbustos, fijó su atención en los celulares y en las fuentes de luz que pudieran dirigir hacia ellas, se mantendría alejada de todo eso.

Esperó a que fueran acercándose, a que entraran al bosque antes de hacer su siguiente movimiento.

No encendió la luz de la lámpara de techo pero sí cerró la puerta pues necesitaba la pequeña y leve luz del tocador y no quería afectar la migraña de Arkadei también con luz.

Se lavó la cara y observó su desmejorado aspecto. No sólo lucía pálida, las bolsas bajo sus ojos empezaban a abultarse ligeramente y una sombra oscura que quería creer que no era tan evidente, se había instalado también y sus ojos estaban irritados.

No lucía para nada atractiva y no podía creer que se atreviera a dejar que Arkadei la viera así. Es verdad que cosas así no eran tan importantes pero eso nunca había quitado su preocupación por siempre lucir tan bien como se podía.

Volvió a lavarse la cara esperando que su rostro al menos mejorara un poco. Volvió a mirarse y ahora notó lo despeinada que estaba y lo mal puesta que tenía la ropa. Ese reflejo que el cristal le devolvía era lamentable.

Por tercera vez volvió a lavarse la cara y ahora también mojó un poco su cabello para facilitar su manejo. Cuando creyó estar mejor volvió a mirarse y revisó los discos de algodón que había puesto en su sostén para evitar derramar leche. Estaban a punto de quedar empapados, sus pechos se habían vuelto a llenar y esa presión le molestaba lo mismo que sentía ligeros calambres.

Resopló. Todo estaba mal, todo le jugaba en contra para no lucir tan atractiva como pretendía.

Se sentó en la tapa de la taza del baño y se cubrió el rostro. Eso no era nada, su aspecto solo iba a desmejorar a partir de ahora, y nunca antes se había preocupado por eso pero era bien sabido que las mujeres embarazadas perdían mucho atractivo y por ello eran dejadas de lado por sus parejas al no inspirar nada de índole sexual.

Llevó ambas manos al suelo y comprobó las aspereza, la humedad y las condiciones de la tierra, la ubicación del follaje y las ramas caídas, y el musgo que sería otro gran aliado.

Sabía dónde tenía que pisar para hacer ruido y en dónde sus pasos serían tan silenciosos como los del felino que pretendía imitar.

Se movió sin hacer ruido, se alejó de los tres que se habían acercado, y encontró el mejor lugar para asestarlas de nuevo en la cabeza de los seis que se habían quedado en el estacionamiento. Imitó de nuevo la risa pero imprimiendo más burla en ella.

Enseguida retrocedió un par de pasos haciendo crujir las hojas bajo sus pies a propósito, entonces pisó de nuevo sin emitir sonido alguno y se puso a resguardo dividiendo su atención entre los dos grupos, las fuentes de luz, su entorno y las sombras que usaba a su favor.

Aunque no pudo evitar sonreír enternecida y feliz. No le creyó del todo.

Se levantó, apagó la luz y abrió la puerta para salir.

—A ver si dices lo mismo cuando esté inflada como globo y pesada como bola de boliche y no pueda ni moverme— dijo entre bromeando y preocupada. —Cierra los ojos, no quiero que me veas así, iré a tomar una ducha— pidió desviado el rostro hacia otro lado para evitar que pudiera mirarla. —Dile a Sladya que cuida a Deliel un poco más mientras salgo, por favor— le pidió sin mirarlo.

Volvió a moverse de lugar para adentrarse aún más entre los árboles haciendo sonidos que les indicaran por dónde tenían que caminar, y esta vez no emitió aquella risa, ahora fingía estar asustada y hacerles creer que pronto la rodearían.

Rodeó el lugar donde había hecho la última señal sonora, y a ellos, y volvió a buscar un punto donde tuviera a tiro la vagoneta. No le costaba mantenerse alejada y escondida pero necesitaba que se adentraran más aún en el bosque. Todos.

Dado que le faltaban tres y no parecieron caer, decidió hacer uso de nuevo de las habilidades de su hermano.

Tomó dos piedras medianas y una más de forma triangular y afilada. Lanzó primero las dos piedras añadiendo un poco de fuerza extra gracias al factor de su hermano para estrellar los dos cristales laterales de la vagoneta y la tercera piedra la lanzó casi enseguida pero direccionándola mentalmente para llegar hasta el cristal frontal el cual rayó dibujando el típico pentagrama satánico y al finalizar retiró las piedras perdiéndolas como si nunca hubieran estado ahí y los daños se hubieran hecho solos.

Tuvo que conformarse con lo obtenido, al menos ya tenía a la mayoría donde quería y una primera víctima que serviría para aumentar la confusión.

A éste se acercó para arrebatarle el celular, jalarlo de un hombro y empujarlo contra un par de árboles que servirían para desorientarlo cuando se levantara.

Enseguida rodeó al grupo más grande y ubicó los celulares de cada uno. Con movimientos medidos, suaves pero fluidos se escurrió entre ellos caminando detrás de cada uno hasta arrebatarles el celular uno a uno refugiándose entre las sombras cada vez que se hacía con uno, y mientras los apagaba, reubicaba los demás junto con sus dueños hasta quitarlos a todos, confundirlos, asustarlos y perderlos más aprovechando que ya no había ninguna luz que los guiara.

De igual forma agradecería después a Sladya por cuidarlo.

Negó con la cabeza.

—Respuesta equivocada. La respuesta correcta es: "Como que yo también quiero tomar una ducha, ¿por qué no nos bañamos juntos?"— dijo sonriendo ligeramente esperando que cayera y así ya no se fuera a donde Dión.

Aunque ya sabría él muy bien lo que pretendía, de todas formas lo intentaba.

Una vez que tuvo todos los celulares los escondió entre las raíces salidas de un árbol y se propuso a terminar de perderlos.

De nuevo acechó a cada uno y se lanzo a ellos uno por uno. A los hombres los empujó por la espalda con todas sus fuerzas para derribarlos y pasar sobre ellos en busca del siguiente. A las mujeres, y por idea de ellas, las derribó tirándoles con fuerza del cabello hacia atrás mientras pasaba corriendo detrás de ellas para derribarlas y pasarse a la siguiente siendo siempre tan certera y rápida como sabía serlo.

Hecho eso regresó con facilidad al área del estacionamiento, rodeó el lugar sin dejar de usar la cubierta de los árboles y se escurrió hasta las habitaciones del motel y siguió la proyección que su hermano compartió con ella.

Siguió cada pasillo y pasó cada puerta hasta llegar a la indicada como si ese camino lo hubiera recorrido antes a pesar de nunca haber estado ahí.

Dado que no tenía intenciones de llamar primero ni de perder tiempo, y sumado a eso estaba la agitación y el enojo que ya traía; abrió la puerta usando de nuevo la habilidad de su hermano y entró como si la habitación fuera suya.

Suspiró rendida. Tenía razón.

—Ya no voy a poder decir que no quiero comer…— dijo con tono decaído pero le sonreía. —Entonces deberé comer primero, ¿verdad?— dijo dando un paso hacia la puerta pero se detuvo esperando ver si iría con ella o iría a donde dijo.

Por segundos se quedó petrificada en ese lugar sin poder creer, o mejor dicho, sin querer creer lo que veía. Una abrumador sentimiento de ira le recorrió con dolor por todo el cuerpo y en ese primer segundo pensó en irse, en que de verdad había irrumpido sin permiso y Dión, como muchos otros artistas, estaba disfrutando de aquello pero no necesitó más de medio segundo para observar bien la expresión de Dión y entender que aquello no es consensuado ni deseado.

Era un ataque… Era una violación…

No pudo evitar sonreír luego de ver la cara de ambos monstruos. Esa sonrisa tan fría y a la vez tan extrañamente suave y contenta no había aparecido en ella desde hacía mucho tiempo.

No podía pedir más, ahí estaban los dos sacos de boxeo que tanto había estado necesitando para terminar de descargar todo lo que había guardado.

Cerró la puerta detrás de ella, sin inmutarse, sin hablar, sin mostrara nada de parte de ella además de esa sonrisa, sin haberse detenido más de cinco segundos. Caminó hacia la morena con aquel paso tan fluido y suave que le caracteriza, cerró su mano derecha en un puño mientras que la izquierda se preparaba para actuar. Y de un momento a otro, con velocidad y agilidad bien camufladas en espera de que el objetivo se confiara, sujetó a la mujer de un brazo con la mano izquierda para alejarla de la cama, obligarla a inclinarse por la fuerza hacia adelante mientras que su propia cadera se giraba hacia atrás para mover su centro de gravedad, tomar impulso y girarse de vuelta con energía para ayudar a todo su cuerpo a reunir toda su potencia en el puño que impactó con fuerza directamente en la sien de la morena.

Sabía cuál sería el resultado así que la liberó y se hizo a un lado inmediatamente tomando algo de distancia entre ella y la otra.

Ella no poseía gran fuerza, su fuerte era su resistencia y su agilidad. En un enfrentamiento a golpes ella sería la más herida si lograban atraparla pero lo que no tenía de fuerza lo tenía de técnica y sabía cómo hacer que el oponente perdiera el conocimiento de un solo movimiento antes de que consiguiera reaccionar para atraparla.

Esa técnica se la debía a su ex líder y al tiempo que vivió metida en conflictos por pertenecer a aquel grupo radical que abandonó.

Lo miró extrañada. Había entendido ahora que sería él quien debería ir.

Prestó atención a su aspecto y a cualquier señal que indicara que se había sentido mal por el uso de poderes de Ireza pero no parecía haber nada de eso. Y esperaba que no hubiera.

Si no iba a ir, no tenía ninguna queja. Le sonrió contenta y devolvió el beso.

—No me harás llevar esa dieta que les dan a las embarazadas tan horrible que todo mundo dice que se debe hacer, ¿verdad?— lo miró con precaución y una ceja levantada en señal de duda e inseguridad.

Hubiera querido confiar en que no había nadie que pudiera oírla considerando la música tan alta de afuera, el escándalo de las chicas con el que atiende el motel y los extraviados en el bosque. Aún así podría haber inquilinos en las habitaciones siguientes por lo que no podía confiarse a pesar de que le hubiera gustado asustarla más.

Se acercó a la rubia rápidamente antes de que pudiera gritar de nuevo, la rodeó y deslizó su brazo derecho alrededor de su cuello mientras que con la izquierda apalancó todo su peso sobre su cabeza para lograr la llave de asfixia. Imposibilitada ahora para gritar o moverse empezó a contar segundos y latidos en combinación que podía sentir claramente en su cuello.

No la liberaría hasta que notara lo que buscaba en su respiración y latidos. Las típicas señales de un cuerpo que queda inconsciente poco a poco por falta de oxígeno.

Revisó los signos vitales de ambas y se aseguró de que estuvieran inconscientes totalmente antes de hacer nada, incluso antes de hablar.

Las dos tardarían un buen rato en despertar.

Se recargó en un muro cerca de la cama y se quitó la máscara.

—¿Te gustaba lo que estaba pasando? ¿Lo querías?— preguntó con voz grave mirándolo directamente a los ojos.

—Sí, estoy loca, eso ya había quedado claro— dijo con tono cansado. —No sabes en lo que te has metido— dijo separándose del muro y empezó a caminar despacio por la habitación siguiendo un olor que conocía bien.

—Sí que hay chicas verdaderamente desesperadas, ¿no?— encontró el rollito de papel que buscaba. Lo tomó con la orilla de su máscara y lo dejó en el suelo junto a las dos tipas.

—Hay un video que ya se hizo viral en donde golpeas a alguien y ese mismo video lo tienen ya los agentes de control áurico, han descubierto gracias a un programa con filtros que eres un auror— le informó mientras observaba con desprecio a las dos tipas en el suelo.

Incrédula miró cada uno de sus movimientos y la poca importancia que le dio a lo que acababa de decirle.

Negó con la cabeza para sí misma y caminó hacia la puerta solo un par de pasos no pudiendo creer cómo es que se preocupaba por ellas y, en cambio ella era tratada así.

Sonrió con frialdad y burlona para sí misma. Ese había sido el peor karma instantáneo que pudo haber recibido.

Se giró para mirarlo de nuevo.

—Te preocupas por ellas...— dijo sintiendo que la voz se le quebraba. —Estuvieron a punto de violarte... y te preocupas por ellas...— dijo sintiendo que algo se había quebrado en su interior. —No tienes ni idea de lo que...— Pero se quedó callada al sentir sus lágrimas caer de pronto.

Ni siquiera había sentido que se formaran y ahora caían libres.

Se talló los ojos y buscó por todos lados.

—¿Dónde están las llaves del auto?— preguntó sin poder dar con ellas y sin prestar atención a la imagen que pudiera estar dando.

Ya no importaba. Ya no importaría más.

Había perdido valioso tiempo en intentar enfriarse luego de lo ocurrido en el bosque y ahora en la habitación.

Había requerido de tiempo para no ir más allá con todas esas personas, para tranquilizarse y dejar las cosas hasta donde había llegado.

Tiempo que no tenían.

Pensó en si realmente servía de algo darle la información que quería. Quizás, al confirmarle lo que ya sospechaba, ayudaría a que terminara de darse a conocer como auror y no era algo a lo que quería contribuir.

No iba a hablar del asunto sino hasta que estuvieran fuera de peligro y en un lugar seguro sin nadie cazándolos.

Su celular empezó a vibrar en su bolsillo y creyó que era alguno de sus hermanos y de inmediato pensó que la buscaban para advertirle de la llegada de los agentes. Pero no fue así, la llamada era de Gherard y mientras contestaba se aclaró la garganta.

—Gherard, ¿qué ocurre?— respondió aún con la voz algo afectada.

—¿Pasó algo? ¿Estás bien?— escuchó su tono preocupado.

—Tranquilo, estoy bien.

—¿Y Dión? ¿Lo encontraste? ¿Está bien?

—Sí, está bien también, aún un poco adolorido nada más.

—Que bien— dijo aliviado. —Ya estoy en camino, iré por ustedes. Debiste esperarme, Ireza, es peligroso que andes tu sola y más si hay amenaza de agentes o recolectores— dijo en tono de regaño.

—No podía esperarte, no tenemos tiempo— dijo en su defensa. —¿Por dónde vienes? ¿Te falta mucho para llegar?

—Treinta minutos, un poco más quizás.

—Te encontraré en el camino, no vengas hasta acá, están las cosas muy movidas afuera y probablemente venga la policía también.

—¿Por qué? ¿Qué hiciste?

—Nada, para cuando llegué ya las cosas estaban así— mintió.

—Claro— dijo incrédulo.

—¿En qué auto vienes?— preguntó ignorando su tono.

—En la X6, ¿y ustedes en qué se moverán?

—En la Bestia. Enlazaré mi celular con tu navegador, podrás ver dónde estamos y para donde nos dirigimos para que nos encuentres.

—De acuerdo, si pasa algo, llámame de inmediato.

—No te preocupes. Gracias— colgó la llamada.

Guardó su celular, tomó una almohada y le quitó la funda antes de arrodillarse frente a Dión. Se talló los ojos pero las lágrimas, aunque ya en menor cantidad, seguían cayendo sin dar señales de que se detendrían pronto.

A su lado trazó una pequeña línea creando un diminuto portal por el que metió la mano y comenzó a recoger los celulares que había dejado escondidos y los fue guardando en la funda de la almohada.

No podía dejarlos ahora que tenían sus huellas digitales.

—También soy una ladrona— dijo con tono apagado mientras cerraba ese pequeño portal.

Estaba dolida, triste, y aún furiosa con lo que había presenciado y la preocupación de Dión por las tipas que, según él, no hacían nada malo. Y a pesar de todo sentía la necesidad de abrazarlo, de hacerle sabe que había estado preocupada por él desde que se separaron, que aún está preocupada por él, quería también revisa sus heridas pero gracias a que había noqueado al par de "ángeles" que estaban con él, todo se había roto, ya no la miraba como antes y ahora la malvada era ella.

¿Cómo podría volver a buscar su contacto si él ya no la miraba y si lo hacía era con recelo y como si fuera una extraña, una loca?

—No es fácil poder reaccionar con normalidad ante una noticia así si la que está embarazada es un eslabón— dijo con tono tranquilo, como intentando quitarle importancia al asunto.

Sabe bien como son sus padres y podía adivinar perfectamente cómo reaccionaron.

—Todo está bien, lo asimilarán— sonrió apretando más su mano. —Todo estará bien— dijo segura al tiempo que se pegaba más a él mientras caminaban.