11. Dión: Sueño Interrumpido.

—¿Raptarme? ¿Cómo lo harías?— preguntó riendo respetando ese intento de no entrar en el tema que le dolía. —Podría escaparme o no dejar que me atrapes— dijo levantando una ceja, curiosa.

—Es sentido común— dijo riendo. —Si no quieres problemas, no busques problemas— se encogió de hombros. —No hay nada que temer si no le buscas pelea a un caballo.

Al Niyat se acercó a la mayor y atrapó algunos mechones de cabello entre sus belfos y dio ligeros tirones.

—Sabe que le dijiste algo feo, si no te quieres quedar calva mejor haces las paces con él y le acaricias el cuello— rio con malicia.

—Mmm…— pensó un poco. —El halago podría funcionar— dijo riendo. —Gracias, es bueno saber que a pesar de mi edad aún sigo viéndome bonita— dijo sonrojándose levemente. —No hace falta que me raptes, cariño, si me necesitas estaré para ayudarte cuando sea— le sonrió y acarició su mejilla viéndolo con ternura.

—No te tenses, acaricia su cuello y luego debajo de su quijada— le respondió acercándose para quedar al lado de ella.

Dejó que se apartara y esperó a que pusiera algo de distancia antes de seguirlo.

Ya no intentaba pensar en lo que podía hacer o no. Se limitaba a hacer lo que ella quería hacer y lo que creía que era lo correcto.

Seguía sin saber qué decir o qué hacer para que se sintiera seguro… Y seguía teniendo miedo pero intentaba acallar eso por el momento. Necesitaría guardar fuerzas para cuando de verdad ya no pudiera seguir engañándose y lo perdiera...

—Yo te recomendaría que no lo hicieras, ese sí muerde— dijo sonriendo ligeramente.

El caballo pareció entender pues dejó de jalar su cabello en cuanto Sladya lo tocó. Se quedó quieto unos segundos disfrutando la atención y luego se alejó para olfatear algo que llamó su atención en el pasto.

—Ya, no te hará daño, tranquila— le dijo a su hermana y avanzó unos pasos por el camino, esperó a que ella la alcanzara.

Le sonrió y cuando pasó a su lado extendió los brazos y tomó el pastel mas grande y pesado.

— Te ayudo con uno— dijo manteniendo su sonrisa y caminó a su lado dejando solo un pequeño espacio entre los dos para que él pudiera maniobrar.

—¿Para que te quede el cabello todo babeado y oliendo a alfalfa? Llévatelo cuando quieras— respondió riendo un poco.

—El efecto de la vacuna terminará alrededor de las dos de la madrugada…— dijo pensativa. —Pero, cariño, puedes dormir tranquilo aunque termine el efecto, estaré al pendiente, nada malo pasará. Confía— pidió sonriéndole con ternura.

—Hay ciertas emociones que los caballos, al detectarlas, se ponen nerviosos y no es conveniente tenerlos cerca si esas emociones no se pueden controlar para que no llegue a ellos. Además ya era hora para que regresaran. Amadís se pone nervioso cuando ellas salen sin él y no regresan a casa para antes del atardecer— explicó.

Estaba lejos de aceptar su idea. Si temía caer dormido ahora, temería siempre y a ese paso daría igual que lo cazaran los recolectores o los del departamento… si no duerme colapsará y… no volverá a despertar…

Si no duerme…

—Sí, hay todo— aseguró. —Pero… ¿qué te parece ésta idea? Duerme este tiempo, hasta las dos si así lo quieres, entonces yo vendré a traerte bebidas energizante, café y todo lo que se me ocurra para mantenerte despierto. ¿Qué dices?— dijo de nuevo adoptando una postura y tono negociador pero en su voz y mirada se podía notar fácilmente su preocupación.

Volteó a ver a su hermana, extrañada y por segundos se le quedó viendo intentando adivinar si bromeaba o no. Al no saberlo decidió responder como si no estuviera bromeando.

—Al contrario. Lo que ocurre es que las personas no sabemos cuándo estás bromeando o diciendo algo a la ligera, te tomamos muy en serio porque tus palabas son muy directas, afiladas y a veces cortantes aunque tu tono intente ser de juego— explicó. —Desde la distancia, solo con ver tu porte y semblante, se sabe que eres una persona muy inteligente, astuta y haces que te tengamos ciertas reservas porque no sabemos si lo que digamos lo podrás usar en nuestra contra en algún momento.

—El que seas capaz de todo eso no significa que no seas empática, lo eres y por ello entiendes a las personas perfectamente. De otro modo nadie lograría leerlas y entenderlas tan acertadamente— remiró de inmediato. —Siempre se te toma en serio o eso es lo que he visto, no he conocido aún a ningún idiota que no lo haga— se encogió de hombros. —No sé en quién no quieres transformarte pero si estás pensando en Arkadei, quítate esa idea de la cabeza, ustedes dos tienen personalidades y caracteres demasiado distintos; lo único en común que tienen es que no existe persona que no puedan leer. Eso y el que se escandalicen cada que la niña se rompe una uña— dijo entre en serio y en broma.

Observó con atención la dirección de su mirada e intentó adivinar en qué pensaba.

—¿Me dejas darte un consejo, cariño? Parecerá muy infantil pero funciona. Si comes cosas dulces y lo acompañas con alguna bebida calientita, el cuerpo entrará muy rápido en el estado postprandrial que es cuando da sueño después de comer. Hagamos eso, come tanto como quieras de todos los postres y mientras comes te prepararé una taza de leche calientita con un ingrediente especial, te la traeré y cuando acabes de comer la bebes, caerás dormido enseguida y descansarás muy bien— dijo muy segura y sonriendo encantada.

Sonrió ampliamente y se sonrojó al ver ese gesto y escuchar el tono de su voz, como el de un niño pequeño. De haber podido lo habría abrazado en ese momento.

—No es ningún problema, cariño, lo hago con mucho gusto. Gracias por dejarme atenderte— dijo totalmente sincera y sin dejar de sonreír. —Buscaré una alarma, no te preocupes. Puedes tomar lo que desees, cariño, esta ya es tu casa— aseguró. —Hago rondines seguido así que no tienes que preocuparte por mi, pero te dejaré tranquilo para que duermas bien, en caso de que necesites algo me puedes llamar en cualquier momento.

Siguió caminando hasta llegar a la habitación en donde se permitió pasar primero para dejar el pastel que llevaba en la mesita de centro y regresó con él para tomar el segundo más pesado y quitarlo de la bandeja.

—No, pero ustedes no me dejan hacer nada. Me hacen a un lado o se alejan así que es como si no estuviera. Yo no puedo hacer eso con ustedes— dijo como si nada.

Se le quedó mirando incrédula.

—Claro— dijo con sarcasmo. —Y por eso tu te desquitas conmigo, ¿verdad?

Ciertamente Arkadei así las trataba a ambas pero en el caso de Sladya, ella tenía más presencia y más opinión frente a él. La tomaba más en serio.

Al llegar al cobertizo Al Niyat avanzó directamente hasta la puerta y comenzó a rascar el piso empedrado.

—Pasa primero tu— le pidió a su hermana mientras se colocaba a un costado de Al Niyat y empujó su cabeza hacia un lado para obligarlo a tener que quitarse de la puerta.

—En caso de que algún auror necesite algo— explicó. —Es común que el factor se active cuando menos se lo esperan y quienes empiezan a aprender a controlarlo suelen tener problemas así que intento estar cerca para ayudar— dijo mientras caminaba hacia una cajonera y de ahí sacó una pijama básica de color azul marino, después se pasó al armario del que sacó un par de pantuflas. —Para eso estamos los guardianes, para ayudar y enseñarles a los nuevos a controlar sus habilidades— sonriendo se acercó de nuevo a él y le dio lo que había sacado. —Dormirás mejor si usas ropa más ligera y suave.

Cuando Al Niyat regresó para intentar entrar de nuevo lo detuvo colocando su mano en el hocico y rascó la parte superior con sus uñas. Entonces dejó de intentar entrar y ella pudo entrar. Por los sonidos de sus pisadas sobre las rocas, supo que se fue.

—Normalmente Al Niyat no le presta atención a nadie, no le interesa quién deambule por ahí siempre que no venga haciendo alboroto, fuerce su entrada a este cobertizo o le busque pelea. Si llega a descontrolarse y no estoy yo, está Amadís.

Cerró la puerta y entró de lleno hasta la cocina para sacar una jarra de agua helada y sirvió dos vasos, de uno bebió ella.

—Me meteré a bañar, prepárate lo que quieras— pidió.

—Es que no estás solo, cariño— dijo sonriéndole mientras llevaba su mano a su mejilla para acariciarla. —Ya no más.

Reacomodó algunos mechones de cabello de su frente antes de dar un paso hacia la puerta.

—Buscaré una alarma y prepararé tu bebida calientita— dijo sin dejar de sonreír. —No tardo— aseguró.

Se apresuró a bajar de vuelta a la cocina y lo primero que hizo fue sacar una taza enorme y puso a calentar la leche en una olla de barro.

Mientras se calentaba fue hacia el cuarto que hace de almacén y buscó el baúl donde guardaba algunas botellas para mantenerlas frescas y sin que les diera la luz. Eligió una de cristal transparente y tallado elegante pero de contenido muy similar a la miel pero de un tono más dorado.

Regresó a la cocina y apagó el fuego justo antes de que la leche hirviera. La vertió en la taza y enseguida mezcló tres cucharadas del contenido de la botella en ella. La leche no cambió de color pero sí su aroma, uno dulce.

Probó la mezcla y al notar el sabor cremoso y dulce supo que estaba perfecta. Cerró la taza con una tapa y se dirigió de vuelta a la habitación de Dión. Encontró un reloj con alarma de una consola dispuesta por uno de los pasillos que le quedaban de camino.

Llamó a la puerta pero Dión no abrió y no escuchó nada dentro así que se imaginó que habría ido a la terraza o a explorar quizás. Fue a buscarlo y lo encontró donde se había imaginado. Tocó la puerta para llamar su atención, no invadiría el espacio que ya era suyo y le había prometido que podía estar solo.

Subió a la habitación abierta y buscó ropa. Se metió a bañar, no tardó mucho en salir y solo pocos minutos en vestirse.

Bajó buscando a su hermana y esperó a que no se hubiera terminado ya toda la despensa.

—¿Ya está listo todo?— preguntó refiriéndose a la botana que comerían mientras veían películas.

Rió ligeramente y le dio la taza para que la tomara de la agarradera y así no se quemara.

—Hubiera sido más fácil, ¿verdad?— continuó riendo. —Pero eso es hacer trampa y no hay necesidad de hacerla— dijo sonriendo pero en realidad se sentía culpable pues justo eso había hecho hacía algunas horas y estaba segura de que los problemas entre Dión e Ireza habían sido por eso.

De ser otra la situación se habría confesado pero ahora no podía hacerlo, si Ireza tenía algo planeado con eso no se lo iba a echar a perder.

—Ten cuidado, está caliente— le avisó respecto a la leche. —Este reloj tiene alarma, puedes programarla a la hora que necesites, si no has cambiado de opinión y quieres espacio me retiraré ahora para dejarte tranquilo, pero si lo has hecho, y si quieres, puedo quedarme contigo— ofreció con tono cariñoso y preocupado.

Frunció el seño y tomó el platón del pastel para retirárselo.

—Si no llego a tiempo te lo comes todo— le reclamó. —¿Crees que fue fácil robármelo? Si me descubrían me cortaban las manos— fingió estar enojada y se llevó el platón a la mesa de centro frente a la pantalla plana que más parecía para proyecciones que televisor. —Prepárate palomitas si quieres, u otra cosa, se acabó el pastel para ti.

Regresó a la cocina y del frigo sacó una botella de vino, tomó un vaso de cristal y regresó a la sala, encendió la pantalla que quedó con un fondo/menú para elegir las películas y apagó las luces quedando solo la de la cocina encendida.

Lo miró confundida. No supo por qué cambió tan repentinamente de semblante y actitud.

Pero luego de pensarlo un poco supo la razón. Se dio cuenta de lo que hizo.

—Lamento no habértelo dicho antes—dijo con tono de culpa. —Fue injusto pero hubo una razón muy fuerte que me hizo creer que era lo correcto— explicó con voz calma y aunque se sentía mal, no se arrepentía. —No quería que llevaras encima algo que te traería malos recuerdos, pensé que de esa forma te ayudaría un poco, lo siento— se disculpó. —Te dejaré tranquilo… cariño…— dijo retrocediendo para regresar al umbral de la puerta pero no se fue de inmediato, esperó un poco con la esperanza de que Dión dijera algo o volteara a verla.

—Y encima hablas con la boca llena— dijo fingiendo un tono de espanto volteando a verla. —¿Tus padres no te enseñaron modales?— preguntó escandalizada. —Yo ya tengo pastel, gracias— dijo burlona y regresó la vista a la pantalla.