10. Deliel: Reclutamiento.

Se inclinó para comer el bocado que Deliel le ofrecía y después ella imitó lo que él hizo y con los dedos cortó un trozo de migajón, lo empapó de yema y se lo ofreció.

—Rico, tesoro, ahora sigues tu de comer— dijo sonriendo.

—Yo ya estoy comiendo, guapo— le dijo sonriendo mientras tomaba un trozo de rebanada de pan, le ponía algo de huevo encima y se lo comía.

Tomó entonces el pedacito que Sigrid le ofrecía a Deliel y ahora se lo ofreció ella.

—Es para ti, ángel, ¿no quieres?

—¡Eso, mi vida! ¡Rico!— le festejó y se inclinó para besar su mejilla.

—¿Crees que le podamos mostrar cómo se dice la palabra "beber"?— preguntó Sigrid.

—Creo que sí, probemos— tomó el vaso de jugo y lo acercó. —Mira, guapo, ¿quieres?— le preguntó y señaló el vaso antes de hacer el gesto que indicaba beber en el lenguaje de señas.

—Beber— dijo Sigrid haciendo también la señal y señaló el vaso antes de tomarlo y beber de él. —Beber— repitió la señal luego de dejar el vaso en la barra.

—Bueno, será después entonces— dijo sonriendo.

No iba a presionarlo.

—Le interesa más darte de comer— escuchó decir a Ireza, riendo.

—Aquí la que engorda a los demás soy yo, tesoro— dijo sonriendo mientras se inclinaba para tomar el pedazo de mango que Deliel le ofrecía.

—Ya tendrás competencia— comentó Ireza entre riendo y quejándose. —Yo sí engordo con facilidad, guapo, redonda y todo ¿aún así me querrás?— preguntó acariciándole la mejilla antes de besarla.

—Creo que ya no quiere comer—dijo después de tomar el trozo de fruta que él le dio.
 
—Aún no se acostumbra a comer tanto, su estómago no aceptará tanta comida sino hasta dentro de algún tiempo…— dijo sonriendo ligeramente, evitando sonar triste.
 
—Los osos que creamos… pretendemos que, si aquella cosa no los destruye, sean como niñeros, a través de ellos nos aseguraremos de que esté bien… Podremos cuidarlo. —Dijo abrazando a Deliel más fuerte contra ella.
 
—En caso de que no funcionen… ¿Gherard ha tenido algún avance?— preguntó cautelosa pues no quería que sonara a que no le tenía fe a los osos.
Ireza negó con la cabeza.
 
—Hasta hace algunas horas que hablé con él, no, ninguno.
 
—Es cuestión de tiempo— dijo segura. —Siempre ha logrado lo que se ha propuesto, más con lo que respecta a su trabajo.
 
—Sí, también pienso lo mismo…— tomó más migajón y lo mojó en la yema. —Ahora sí, ángel, sigues tu de comer más cosas ricas— dijo ofreciéndole el pedazo de pan acercándoselo a la boquita. —¡Rico, mi vida!— le animó.

—¡Ay! ¡Tesoro, espera, cuidado!— dijo sorprendida mientras se levantaba para ir por un paño húmedo.

—No, espera, Sigrid, veamos si así lo quiere comer— se apuró a decir Ireza, riendo. —A ver, ángel, está bien que juegues pero hay que comerlo— le dijo tranquila y sonriendo mientras tomaba una de sus manitas y se inclinó para lamer los restos de comida que se le quedó pegada. —¡Rico!— dijo animada. —¡Ahora vas tu!— le acercó su otra manita para que él hiciera lo mismo que ella.

Ella aún así fue por el paño pero los observó. Ireza podría tener razón, después de todo Deliel no está acostumbrado a comer como ellas.

—¿Ves? Funcionó— volteó a ver a Sigrid, feliz.

La mujer mayor se encogió de hombros pero sonrió. Regresó a la mesa con el paño que dejó a un lado y siguió comiendo de su almuerzo.

—Está bien, está bien, sigamos comiendo— entonces se acercó y lamió su manita pero esa vez para intentar limpiarla.

Tomó otro trocito de migajón y mezcló la papilla de salchicha con el huevo y luego le ofreció el bocado a Deliel.

—¡Rico!— hizo la señal de comer.

—¡Rico!— dijo después de comer lo que le ofreció. —Prueba esto, cariño, a ver si te gusta, ¡es rico!— le ofreció una cucharada de frijoles molidos con pequeños trocitos de queso canasta.

—Tanto como quieras, tesoro— sonrió feliz y tomó otra porción con la cuchara y la guio hasta su boquita.

—Me sorprende que no le haya dado sed— comentó Ireza.

—Lo que ha estado comiendo no son cosas secas, quizás por eso no ha tenido la sensación de sed— respondió ella sin dejar de sonreírle a Deliel.

—Sí, eso debe ser— continuó Ireza antes de tomar una cucharada de mousse de mango y luego empezó a pasear sus dedos por entre los rubios cabellos del bebé a modo de caricia.

—¡Ey! Eso no es justo— se quejó.

—Tu lo provocaste— dijo Sigrid riendo mientras tomaba a Deliel en brazos y lo sentaba en su regazo.

Aprovechó para limpiarle las manos y la cara con el paño húmedo y después lo abrazó.

—¿Quieres más?— le ofreció otra porción.

—Yo no lo provoqué, no es justo, no me dejan estar con él, Desirée y tu lo acaparan— siguió quejándose y se puso a comer un pan tostado haciendo puchero.

—No le da pena estar con nosotras— se encogió de hombros, sonriendo. —Quizás luego, ya que se acostumbre, querrá estar más tiempo contigo que con nosotras.

—Luego es mucho tiempo, yo lo quiero ya— continuó con la queja.

—¿Ahora quieres hacer las paces conmigo?— dijo volteando a verlo. —Pues eres muy injusto, ángel, sabes que no te puedo decir que no— dijo sonriendo y se inclinó para comer de la cuchara que Sigrid sostenía.

Y luego de hacerlo y pasarse el bocado, aprovechó la cercanía y le dejó un beso tronado en la mejilla a Deliel.

—¡Va la mía, guapo!— rio victoriosa.

Lo abrazó, lo pegó contra ella dejando de lado la cuchara y le acomodó la ropa.

—Espera, Sigrid, ¿le puedes poner el gorrito? Quiero tomarle una foto— le pidió mientras alcanzaba su maletín y sacaba el celular.

Le acomodó la gorra sin dejar de abrazarlo y sin que perdiera el escondite que encontró en ella.

Ireza apuntó su celular y tomó fotografías.

—¡Se ve tan lindo!— dijo emocionada.

—Me las pasas, por favor, ¿sí?— pidió.

Deseaba coleccionar tantas fotografías de Deliel como pudiera.

—Claro, te las mando enseguida— respondió Ireza mientras tecleaba algo en su celular. —¿Vas a seguir escondiéndote de mi, ángel?— se inclinó hacia él de nuevo y le hizo cosquillas en la pancita.

Le ayudó a levantarse y lo sujetó bien para evitar que terminara por caer.

—Cuidado— dijo con voz apurada. —Te me caes, tesoro.

—Ya, ya, no te voy a hacer nada, guapo, ven conmigo para que terminemos de comer, anda— le extendió los brazos y abrió y cerró las manos pidiéndole que fuera con ella. —Ven, ven— dijo sonriendo.

—No te va a creer— le dijo riendo. —Y no creo que quiera seguir comiendo.

—¡Ey! ¡No es justo! ¡No huyas!— se quejó Ireza.

Sujetó a Deliel y lo abrazó contra ella para ayudarle a sostenerse al mismo tiempo que se ocultaba. Se puso de pié y se alejó de la barra.

—Lo llevaré al jardín, parece que quiere correr— informó a Ireza, riendo. —¿Puedes poner en un recipiente algo de fruta y preparar un vasito entrenador con jugo antes de que te vayas a dormir?— pidió pues con Deliel en los brazos no podía hacerlo ella y no quería tampoco dejar de cargarlo.

—No me iré a dormir— dijo mientras recogía los platos, se puso de pie y los llevó al lavabo.

—No has dormido, Ireza, no está bien— dijo preocupada.

—Por cosas menores no he dormido. Puedo hacerlo de nuevo si es por él, quiero estar con él tanto tiempo como se pueda…— dijo mientras tomaba un recipiente con tapa, y el vasito entrenador que le habían dado antes, de entre los trastes colocados en el escurridor.

Normalmente hubiera intentado que Ireza fuera a descansar lo que debía pero por la rezón con la que se defendía no pudo decirle nada. Se limitó a sonreír y reacomodar a Deliel para que sus piernitas quedaran rodeando su cintura.

—Prepararé esto, enseguida los alcanzo— dijo la rusa correspondiendo su sonrisa.

—Vamos afuera, tesoro— le animó, después de asentir a Ireza, mientras caminaba hacia la salida de la cocina que da a los jardines traseros y al invernadero.

—¡Deliel, cariño, tranquilo!— dijo en un principio asustada por la repentina inclinación pero luego empezó a reír. —Te me vas de boca, tesoro— lo reacomodó en sus brazos para poder bajarlo. —Está bien, está bien, se libre— continuó riendo y en cuanto se aseguró de que estuviera bien parado, lo dejó de sujetar para que pudiera ir por si mismo.

Se mantuvo cerca de él, seguramente terminaría por caerse así que si lo alcanzaba a detener su caída al menos lo podría atender de inmediato.

—¡Tesoro!— le llamó asustada no logrando detener su caída pero se relajó en cuanto vio su carita de diversión. —Payasito, me asustas— dijo en reproche pero al mismo tiempo reía.

Dejó que se levantara por si mismo y corriera tanto como quisiera para explorar. Le siguió el paso pero no para detenerlo sino para vigilarlo.

Verlo así tan feliz y riendo contagiaría a cualquiera que lo viera. Con cosas tan sencillas él reía como si fuera lo más maravilloso que hubiera visto jamás…

Entonces empezó a sentir un nudo en la garganta que le dificultó la respiración, el estómago se le fue al suelo y sus ojos sintieron esa sensación acuosa previa a las lágrimas.

¿Por qué había perdido la voz? ¿Fue de nacimiento o algo se la arrebató? ¿Podrían alguna vez escuchar su voz? ¿Escuchar sus risas? ¿Escuchar sus primeras palabras?

Tenerlo en sus brazos le había permitido desviar todos esos pensamientos y emociones dolorosas, se engañaba creyendo que mientras lo sostuviera en brazos el tiempo se alargaría, aplazaría lo que vendría en cuanto la vacuna perdiera sus efectos.

Dentro de poco Deliel se quedará solos… Dentro de algunas horas lo van a dejar a solas con ese monstruo… De haberle cambiado la vida y hacerlo feliz, llenarlo de atenciones y amor… pasaría a estar completamente solo con ese demonio que lo mantuvo aislado de otros, con ese monstruo que podría hacerle daño en cualquier momento…

¿Quién les aseguraba que no lo mataría en cuanto regresara y se diera cuenta de que la bloquearon por muchas horas? ¿Quién aseguraba que no se las ingeniaría para llevárselo lejos?

Ahora que no lo tenía en brazos, a pesar de que lo estuviera viendo ahí a unos pocos centímetros de ella, sentía un gran vacía y un profundo dolor en su pecho, un terrible miedo que no la dejaba respirar.

Caminó siguiendo los pasos de Deliel y aunque mantuvo su sonrisa en un esfuerzo por no asustarlo… cada segundo que no lo tenía en brazo era una tortura a la que desde muchas horas antes debería de haberse habituado.

Observó a Deliel con atención y también al terreno delante de él. Había pasto en todos lados que amortiguaría sus caídas y no había nada peligroso que pudiera dañarlo.

No lo detuvo, lo dejó correr y explorar tanto como deseara. Hubiera sido bueno que le quitara las pantuflas para que pudiera sentir con sus piecitos el terreno que pisaba pero Deliel había escapado de ella tan rápido que no le dio oportunidad de nada y ella no le interrumpiría sus descubrimientos ahora.

Le preocupó un poco que cazara aquella mariposa pero Deliel no era tan rápido ni tenía sus reflejos bien desarrollados aún. La mariposa fácilmente se mantendría lejos y a salvo de él así que no hizo intento por detenerlo.

—¿Y ese escuincle…?— escuchó de pronto la voz de su marido venir desde detrás de ella.

Se giró casi instantáneamente y tan pronto como lo vio sujetó su sombrero del ala frontal y se lo bajó para cubrirle su cara, ella misma se interpuso entre él y la vista de Deliel si en algún momento giraba su vista hacia ellos.

—Amor, baja la voz— le pidió ella misma hablando en voz baja pero clara. —Ve adentro, enseguida iré y te explicaré todo— pidió apurada después de haberse acercado lo suficiente sorteando el sombrero para alcanzar sus labios y besarlo como saludo y bienvenida. —Él es Deliel, es el auror que Desirée y Arkadei trajeron de la India. Le tiene un terror extremo a los hombres— le informó rápidamente. —Te lo explicaré todo en un momento, espérame adentro, por favor, ¿sí?— volvió a pedir esta vez viendo de reojo si Deliel seguía entretenido con la mariposa o ya había encontrado otra cosa qué investigar.

Giró su cuerpo de modo que pudiera ver a Deliel mientras cubría de su vista a su marido que iba de regreso al edificio.

Afortunadamente el bebé estaba tan concentrado en la mariposa que seguía sin notar nada más a su alrededor.

No esperó que su esposo regresara tan pronto pero lo agradecía y se lo haría saber. La mitad de su fuerza se iba cuando él no estaba con ella y aunque sabía mantener una imagen de seguridad y actuar medianamente de ese modo, prefería mil veces más tener el apoyo de su marido.

Una porque así estaba segura de cómo estaba él, y otra porque se sentía completa.

Vio que Deliel se sentó y con mucha atención observaba la mariposa que estaba posada frente a él sobre una flor. Rio enternecida cuando a la mariposa le gustó más la naricita del bebé y lo hizo levantarse para correr hacia ella pero casi enseguida terminó en el suelo.

Dio algunos pasos en su dirección pero no se acercó más. Quería ver su reacción y así evaluar si se había lastimado antes de precipitarse y asustarlo con su preocupación haciendo que relacionara cada caída con algo malo.

—¿Qué pasó, tesoro? ¿Te asustó la mariposa?— dijo sonriendo, tranquila pero en voz alta para que él pudiera escucharla.

Después de poner trozos de fruta en un recipiente y juego en el vasito entrenador, terminó de lavar los trastes que habían usado y limpió la cocina.

En una bolsa de papel blanco reciclado metió los refrigerios para Deliel y fue a buscarlo. Antes de llegar a las puertas que dan al jardín, reconoció la figura de Alejandro.

—Buenos días— lo saludó sintiéndose extraña por emplear esas palabras cuando generalmente suele usar el "buenas tardes" o "buenas noches". —Bienvenido, ¿qué tal el viaje?— preguntó sonriendo deteniéndose a su lado.

El olor del cigarro completó esa sensación de verdaderamente tenerlo de regreso.

Arkadei se molestaría bastante si el olor se quedaba pegado en el área y le dio cierta gracia que a pesar de saberlo, Alejandro fumara dentro deliberadamente. A ella no le molestaba el olor.