10. Kyoga: Reclutamiento.

Esperó junto a Arkadei a que los caballos aparecieran y mientras tanto llevó su vista al cobertizo. No parecía que hubiera movimiento, quizás Ireza seguía dormida después de todo.

Entonces escuchó el rítmico golpeteo de los cascos sobre la tierra y a quien vio acercarse fue a Zartlich y justo detrás de ella a Amadís.

No se movió de su lugar pues no quería ser la primera a la que Amadís viera. Zärtlich, como era de esperarse, se acercó primero a Arkadei.

Sonrió a Arkadei y apretó un poco su mano a modo de agradecimiento por el gesto mientras que con el otro brazo rodeó el enorme cráneo de Zärtlich y frotó su mejilla contra la frente de la yegua.

Escuchó resoplar a Amadís y lo vio observando a Kyoga. Eso esperaba, aunque tranquilo también es muy analítico y cauteloso. De ver a Kyoga pasó a observar a Arkadei y luego de unos segundos se relajó y se acercó a él para colocar su morro en la mano que le ofrecía.

Amadís se había colocado frente a ella y apoyó el morro en su pecho luego de haberlo frotado contra su mejilla y boca.

Las largas y abundantes hebras de su cola se agitaban de arriba abajo en clara señal de irritación pero su postura y lenguaje corporal indicaban que sólo quería estar con ella.

Sus manos acariciaron su barbilla y la parte suave del hocico. Suspiró y lo dejó quedarse así algunos minutos hasta que Zärtlich se movió para acercarse a Kyoga.

Y como lo había dicho el jovencito, eran como el ying y el yang, uno parte del otro, inseparables.

Amadís se acercó por detrás de Kyoga y olfateó sus ropas y luego su cabello antes de darle ligeros tironcitos amistosos atrapando mechones de cabello entre sus belfos.

Ciertamente había aceptado la presencia del joven pero eso no le quitaría el instinto protector que tiene para con Zärtlich. Si ella le daría un paseo a Kyoga, sobre su lomo, Amadís iría con ella, como siempre lo hacía, y los cuidaría a ambos.

Desirée asintió sonriendo a Arkadei con el mismo toque travieso.
 
—Amadís sabe lo que es importante y es feroz cuando se trata de proteger a su familia, y así de la misma forma es muy cariñoso y mimoso— hizo un guiño a Arkadei.
 
De pronto, de la nada, se escucharon y sintieron golpes en el suelo; el rítmico y poderoso sonido de los cascos estrellándose contra el suelo. Y casi enseguida, una rápida silueta atravesó las caballerizas; detrás de ella, otra más grande pero más lenta, se le unió.
 
Amadís se había alejado de Kyoga segundos antes de que se escucharan los ruidos del galope. Los había rodeado y colocado como barrera mientras golpeaba el suelo con una pata y agitaba la cabeza de arriba abajo mientras resoplaba en advertencia.
 
Ambos caballos detuvieron su carrera y regresaron sobre sus pasos al notar a los recién llegados. La enorme yegua blanquinegra estaba cubierta de pintura fresca de color lila y se dirigió hacia Arkadei con la intención de saludarlo pero Amadís se interpuso y la olfateó, caminó alrededor de ella, resopló y después de dar dos golpes en el suelo y agitar la cabeza una vez, la yegua se quedó aguantando las ganas de acercarse para hacer lo que quería.
 
—Cadenza— dijo Desirée, sorprendida. —¿Qué pasó? — se acercó a ella y la sujetó de la parte suave del hocico mientras tocaba un poco la pintura que la cubría.
 
Amadís volteó a ver a la otra yegua, una castaña encendida que tampoco estaba limpia, tenía una capa de pintura de color rosa pálido. Observaba a la yegua pinta como si quisiera reunirse con ella pero no lo hacía y cuando vio que Amadís la observaba retrocedió varios metros pero no se fue.
 
—¡Eres un bruto, Al Niyat! ¡Nada más deja que te agarre, animal del demonio! — se escuchó en grito furioso proveniente desde detrás de las caballerizas, específicamente desde donde se veía el cobertizo.

Dejó que Arkadei se encargara de tranquilizar a Cadenza y ella se acercó a Amadís para colocar sus manos en un costado de su cuello y empujarlo para apartarlo de donde estaban las yeguas.

Apreciaba que los protegiera a todos pero no entendía que la mayoría de las veces las hembras necesitan contacto físico para calmarse. Ella misma se incluía por lo que entendía perfectamente que Cadenza buscara sosiego en Arkadei, incluso Zärtlich también se ocupaba de ella aunque estuviera cubierta de pintura; es su cría después de todo.

—Ya, bonito, está bien, tranquilo— dijo mientras acariciaba el cuello de Amadís. —Al Niyat es muy problemático, por molestar a su dueña no le importa a quién se lleve de paso. Aunque no es agresivo, Amadís se encarga de mantenerlo alejado debido a lo impredecible que es— explicó a Kyoga.

Se escuchó un relincho y segundos después una silueta grande y de tonos grises salió corriendo desde atrás de las caballerizas. Sadachbia reaccionó asustada y se acercó a Cadenza y Arkadei para esconderse detrás de ellos.

El caballo ceniza se detuvo pero se quedó alejado de ellos con la vista fija al lugar desde donde había venido corriendo. Ahí apareció una figura femenina avanzando con paso furioso hacia Al Niyat.

—¡¿Cuál es tu maldito problema?! ¡¿Qué demonios metes el hocico en donde no te llaman?!— le gritaba mientras hacía ademanes con las manos y lo señalaba acusatoriamente.

Al Niyat daba pequeñas cabriolas alzándose sobre sus patas traseras para golpear el suelo con las delanteras y relinchaba al mismo tiempo.

—¡Necesitas más para asustarme!— respondió sin dejar de gritar, aún furiosa.

El caballo corrió hacia ella pero unos metros antes de llegar empezó a rodearla sin dejar de correr con el cuello encorvado y la cola alzada como en bandera ondulante. Claramente se estaba burlando de ella.

—¡No huyas, cobarde! ¡Ven aquí inmediatamente!— siguió gritando pero detenida en ese lugar, golpeó el suelo con un pie y apuntó el índice al mismo lugar que golpeó.

—Gracias, hermanote pero lo que quiero en estos momentos es un buen carnicero— dijo con tono molesto.

Respondía a su hermano pero no cortaba contacto visual con Al Niyat que seguía corriendo a su alrededor.

—La carne de caballo es mucho más nutritiva que la de res, Al Niyat— dijo grave. —No me hagas concretar esa idea y ven aquí ahora mismo— lo amenazó.

El caballo dejó de correr pero no se acercó. La olfateó desde esa distancia, resopló y empezó a golpear el suelo con una pata.

—Dije aquí— mantuvo su tono grave y señaló de nuevo el suelo bajo sus pies.

Amadis caminó al lado de ellos pero unos metros separado, viendo la escena de Ireza y Al Niyat. Seguramente ya listo para intervenir si era necesario pues el corcel gris se mostraba molesto.

Ella bajó el ritmo de sus pasos para poder ver la espalda de Arkadei.

—No te ha manchado— dijo segura colocándose de nuevo a su lado.

De reojo pudo ver que Sadachbia se puso a nivel de Cadenza y estiró su cuello para alcanzar la nuca de Arkadei y atrapar algo de cabello entre sus belfos.

Al Niyat siguió sin moverse de su lugar y le sostuvo la mirada. Parecía como si estuvieran retándose para ver quién cedía primero.

—Empujó la base en donde tenía las latas de pintura hacia donde estaban Cadenza y Sadachbia. Habíamos ido a correr y las acababa de cepillar para que pudieran descansar bien— respondió a su hermano. —Pudiste lastimarlas, animal— dijo aun furiosa al corcel que terminó por desviar la mirada hacia otro lado.

Esperó unos segundos, dándole la oportunidad de que se acercara como le había ordenado. No lo hizo.

—Bien, como quieras— dijo en tono grave ahora añadiendo cierto dejo de desprecio.

Se giró hacia el cobertizo y empezó a caminar en esa dirección. No dio más de cinco pasos cuando Al Niyat comenzó a caminar detrás de ella y la rodeó para interponerse y cortarle el paso.

—Aléjate, no te quiero ni ver— su tono frío se hizo presente y no esperó a que el corcel se moviera, fue ella quien intentó rodearlo pero él de nuevo se interpuso y apoyó la frente en su pecho.

Mantuvo las manos a sus costados y el rostro girado hacia otro lado.

—Así no arreglas nada, de todas formas vuelves a hacer lo mismo— dijo pero con la voz más modulada, perdiendo la frialdad que había adquirido aunque no su enojo.

Al Niyat levantó la cabeza y la deslizó por sobre un hombro de su compañera para abrazarla y empujarla hacia él mientras una de sus patas la afianzaba por el otro costado para no dejarla ir.

Rio ligeramente en respuesta al comentario de su pareja.

Los dramas equinos efectivamente nunca faltaban cada que se paseaban por las caballerizas. No hay que ser muy analítico para darse cuenta de que si dichos dramas ocurren es porque Ireza es la encargada directa de los caballos y si a eso se le añade un corcel con los mismos problemas de rebeldía y comportamiento que la que los cuida… El resultado es el que ahora mismo ven.

Dado que Arkadei estaba con Kyoga y Amadís en su rol de líder, ella no tenía con quién estar así que se acercó a una banca y se sentó para poder quitarse los zapatos y descansar sus pies. No se había preparado para visitar las caballerizas, no pensó que las visitarían tan pronto como el jovencito mencionó que le gustaban los caballos.

Observaba a Arkadi y a Kyoga unos metros más hacia un costado y en su campo de visión mantenía también a Amadis a quien vio mover sus orejas de donde estaban Al Niyat e Ireza hacia el otro extremo de las caballerizas desde donde apareció Rytsar.

Amadís resopló y alzó la cabeza. Caminó con paso tranquilo pero imponente hacia el potro café de crines rubias y lo rodeó antes de darle un ligero empujoncito en el cuello con la nariz en señal de que podía acercarse siempre y cuando se mantuviera tranquilo.

Sonrió ante lo especial que era el níveo corcel. Como buen líder conoce a cada uno de los integrantes de su manada y no solo los mantiene seguros y controlados sino que también los integra a todos y los trata según sus distintas personalidades.

A Rytsar no se le puede considerar como el potro más tranquilo del mundo, es muy demandante y tiene un fuerte carácter pero Amadís le pone límites no sólo para que no cause problemas a otros sino para que no resulte dañado o aislado por ser como es. Cosa que no pasa con Al Niyat. Su caso sí que es completamente distinto y especial.

Negó con la cabeza cuando su pareja volteó a verla. Entendió su pregunta sin que tuviera que haberla formulado. Se sentía cansada, no estaba vestida para la actividad y de todas formas Amadís no estaba disponible para ser montado ahora que ya tiene el trabajo de cuidar de quienes van a pasear y mantener a Al Niyat vigilado al mismo tiempo.

Recargó su sien en el cuello de Al Niyat y suspiró. Lo acarició y luego le echó los brazos al cuello para abrazarlo.

—De verdad que a veces no te entiendo. Eres muy difícil…— dijo en voz calma, casi en susurro. —Está bien, tranquilo, ya no estoy enojada— siguió diciéndole en murmullo.

Entendía el por qué de su comportamiento pero no su proceder. Al Niyat nació, creció y vivió demasiados años siendo utilizado como un objeto, siendo tratado con violencia día a día. Cuando lo rescató y se le intentó buscar un refugio… De todas partes fue rechazado, un caballo tan violento e impredecible, en especial uno tan grande y al que se le obligó a aprender muchos trucos, era un peligro no solo para las personas sino para otros caballos. Se pensó en que lo mejor sería sacrificarlo pero ella se negó rotundamente a ello y lo trajo a casa.

Mentiría si dijera que sabía cómo lidiar con él, sabía que sería un problema enorme y que estaba arriesgando a otros con esa decisión pero simplemente no pudo permitir que lo sacrificaran. Algo así jamás es una opción para acabar con un problema por más grave que sea.

Aunque ya no está en peligro y logró equilibrarlo un poco, vive con miedo de perder lo que ahora tiene. Por eso reacciona tan mal cuando ella es apartada de su lado.

Le dio unas palmaditas a su cuello y Al Niyat la liberó pero no dejó de apoyar su cabeza sobre su hombro.

—Regresemos al cobertizo, tengo que bañar a Cadenza y Sadachbia— le dijo rascándole el pelaje del cuello con las uñas.

Al Niyat retrocedió un par de pasos, se colocó de costado a ella, irguió el cuello y alzó la pata. Le pedía que subiera a él.

Ella tomó un poco de impulso, usó su pata como escalón y apoyó las manos en su lomo para poder empujarse sobre él y librar la altura para montarlo. Con ligeras caricias a su cuello le indicó hacia dónde quería ir.

Se acercaron a trote a las caballerizas y pudo ahora prestar más atención al jovencito que los acompañaba. Sabía que pronto llegaría pero no que ya estaría recorriendo el lugar tan rápido.

—Hola, Kyoga, bienvenido— saludó sonriéndole.

De primero se había tensado pues no esperó que Arkadei le dedicara aquel gesto pero nada más sentir el alivio se relajó por completo y se inclinó hacia adelante para poder alcanzar su mejilla y acariciarla suavemente.

—Gracias…— dijo en un suspiro gustoso.

Vio a Amadís de reojo, se acercó para interponerse entre ellos y Al Niyat e Ireza. Aunque no hizo nada más que eso, Al Niyat sí resopló pero no se movió.

Escuchó a Ireza reír ligeramente y levantó la mirada justo cuando ella negó con la cabeza.

—No puedo premiar a Al Niyat llevándolo a pasear después de lo que hizo y tu no has logrado aún que Sadachbia se rinda a tus encantos— dijo burlona.

Por el momento. Ya había visto el primer acercamiento que la yegua hizo, dentro de poco su timidez desaparecería y, como todas, andaría detrás de él.

Sonrió entre divertida e hilarante ante eso. Tarde o temprano todas caían después de todo.

—Y Amadís no dejará que Al Niyat se acerque tanto a Kyoga y a Zartlich— dijo también burlona remirando el comentario de Ireza.

—Ciertamente, y ya ha pasado tiempo desde que viniste a visitar a Zartlich. La pobre se ha sentido abandonada, le encantará que estés con ella aunque no la montes— respondió mordaz viendo desde arriba a Desirée.

—Creo que eso es mejor, amor— dijo sin verse afectada por las indirectas. —Ve, Zartlich te echa de menos y…— le sonrió mientras le acariciaba la mejilla.

—Yo me encargaré de ellas, no te preocupes— interrumpió Ireza. —Cadenza, Sadachbia, nos vamos— dijo con tono de mando mientras le indicaba a Al Niyat que se diera la vuelta para irse. —Los veo más tarde, diviértete, Kyoga— dijo a modo de despedida mientras Al Niyat iniciaba el trote en cuanto Cadenza y Sadachbia se unieron a ellos.