10. Deliel: Reclutamiento.

Estaba herido… Lo sabía…

Volteó a ver a Desi y en su mirada pudo leer su miedo, su dolor, su desesperación y su impotencia. Veía perfectamente que deseaba buscarlo pero no podía…

¿Dónde podría buscarlo? No era posible saber a dónde había ido, ni por cuanto tiempo… No podrían encontrarlo si él no lo quería…

—Lo creó Deliel…— respondió Desi con voz neutra.

Había salido demasiado caro el deshacerse del espectro… Arkadei había cargado con todo como siempre y ahora las consecuencias lo condenaron…

Desirée volteó a verla y movió sus hombros ligeramente hacia ella. Sabía qué le estaba pidiendo.

Se acercó, le quitó a Deliel los cables que recibían la señal de sus signos vitales y cuando estuvo libre de ellos lo cargó y acunó en sus brazos. Desirée se puso de pie y besó la frente de Deliel.

—¿Puedes quedarte con él?— le preguntó con un nudo en la garganta. —Si ya no aparecerá no hay motivo para que deba quedarse aquí lejos de todos y de todo. Cuídalo mientras regresamos, por favor— pidió con tono de suplica.

—Mantente en contacto— respondió mientras acariciaba su mejilla, aceptaba su petición y la dejaba ir.

Desirée salió del lugar en dirección de la entrada principal de la casa. Intentaría buscarlo. No había forma de convencerla para que no lo hiciera, ella no intentaría siquiera detenerla.

—¡¿Debo quedarme aquí entonces mientras él se muere?!— respondió con clara voz furiosa jalando su brazo para liberarse. —¡Suéltame! ¡No me voy a quedar aquí a esperar a ver si sobrevive y regresa!

—¡Es energía negativa la que lo tiene saturado, ¿te parece poco?! ¡Le puede pasar cualquier cosa al liberarla, puede dañarse o hacer que alguien más lo haga!— continuó del mismo modo forcejeando. —¡No lo voy a dejar solo con eso!

—Tu no lo quieres… no lo soportas…— dijo ya sin gritar, sin abrazarlo pero tampoco se apartó. —A ti no te interesa lo que le pase… Lo odias y siempre buscas razones para seguir haciéndolo en lugar de aceptarlo y darle una oportunidad… No te importa lo que él esté sufriendo… Cualquier excusa es suficiente para ti para insultarlo y atacarlo…

—Solo lo dices porque no te queda de otra viendo cómo estoy— se quejó sosteniendo su mirada. —No te pedí que te sacrificaras por él, solo que lo aceptaras pero no quieres y tampoco te voy a obligar.

Y lo recordaba muy bien. El saber que en la vida de su papá ella ya no sería la única, le vino como patada de burro en el hígado, se negó y por mucho tiempo no quiso saber ni ver a Sigrid… Pero su necedad fue desapareciendo con las incansables atenciones y tolerancia que Sigrid tenia para con su papá y para ella.

No la aceptó porque se hubiera resignado sino porque Sigrid se lo había ganado y ahora no podía pensar su vida ni la de su papá sin ella.

Quería creerle, quería pensar que su papá aceptaría a Arkadei, vería lo mucho que le hace feliz tenerlo en su vida y lo incansable que es cuando se trata de mimarla y protegerla. Quería creer que su padre vería todo eso y terminaría por aceptarlo, por estimarlo y verlo más que como su yerno, como su hijo…

Pero le costaba tanto. Infinidad de veces había podido apreciar bien lo mucho que lo odiaba y lo hostil que automáticamente se ponía al verlo o notarlo cerca… No desaprovechaba oportunidad alguna para insultarlo, menospreciarlo y atacarlo…

Le dolía tanto y más le dolía porque sabía que todo eso Arkadei no sólo lo sabía, lo podía sentir… Y sin embargo seguía con ella… En lugar de rechazarla, de abandonarla e irse, seguía con ella cuidándola, amándola, motivándola para que hiciera lo que más deseaba, siendo un soporte y una plataforma para ella, protegiéndola siempre…

Esa, por si misma, ya debería de ser razón suficiente para que su papá se diera cuenta de que ella no estaría mejor con nadie más, ya debió haberlo notado y con ello aceptado.

—Yo no soy tan mula como tu…— dijo desviando la mirada a otro lado en evidente gesto triste y dolido. —No la quería… Y aunque quise hacerlo muchas veces nunca la insulté ni la ataqué porque sabía que eso te iba a lastimar mucho a ti también…— se le cortó la voz. —Ella no podía leer mi mente ni sentir lo que yo sentía hacia ella…— recargó su frente en el pecho de su papá y sus manos se aferraron a la tela de su camisa por los castados de su torso.

¿Cuánto daño no recibía Arkadei día con día tan solo por leer la mente de todos y sentir lo que sentían todos sin querer?

Ahora mismo debía estar cargando con todo eso… con todas las emociones negativas que ella misma tenía y él, encima, estaba ya siendo atacado por la que había absorbido con el único fin de protegerlos a todos…

Y ella, como siempre, no pudo ni podría hacer nada para ayudarlo…

—Arkadei no es "cualquier cabrón"— dijo abrazándolo. —Estás muy equivocado si crees que él quiere robarte eso que tu dices que es lo más bonito que vas a tener…

Frotó su rostro contra la tela de su camisa secándose las lágrimas.

—Tu sólo te haces la película…— dijo ya casi inaudible pues el nudo en la garganta ya no la dejaría decir más.

Necesitaba tranquilizarse, sí, pero no podía, no había ninguna razón para desahogarse aún ni calmarse ni nada. No encontraba ninguna razón y no la encontraría mientras no supiera con certeza que Arkadei estaba y estaría bien.

Hasta entonces debía permanecer lo más entera que podía para intentar pensar en lo que debía hacer.

—No, eres mulo nada más…— dijo levantando la mirada para tallarse los ojos y tragarse nudo y lágrimas.

Sonrió ligeramente y lo vio caminar hacia la salida. Ella regresó con Sigrid quien durante todo el tiempo los había observado en silencio.

Se inclinó para besar la frente de Deliel y con un leve toque al brazo de su madre volvió a pedirle que lo cuidara mientras volvía. Sigrid se inclinó también hacia ella y besó su frente.

—Tengan cuidado. Llamen en cuanto lo encuentren, por favor— pidió con tono preocupado.

—Lo haremos— aseguró.

—Gherard, ¿puedes buscar a Ireza? Ella estuvo más cerca de Deliel y Arkadei, pregúntale qué fue lo que pasó y después infórmame de todo, por favor— pidió al alemán que en ese momento estaba a unos cuantos metros de Sigrid y por su postura estaba claramente incómodo.

Gherard asintió sin decir nada más.

Sonrió enternecida pero en su madre pudo ver algo más que ternura cuando su papá hizo aquél gesto y le habló de aquella manera a Deliel. Se había sonrojado, y sus ojos brillaron.

De reojo pudo ver que el dragón de peluche que había dejado sobre la camita, ahí seguía pero pegado a la pared. Se acercó para tomarlo y pensó en dónde había quedado el delfín.

El invernadero… Ahí había quedado.

Puso el dragón de peluche sobre Deliel y usó las alas para cubrirlo como si se tratara de una cobijita.

—El delfín se quedó en el invernadero, si pueden, vayan por el, por favor— les pidió a ambos.

Luego de ver que Gherard volvió a asentir a lo dicho por su padre y ella, se reunió con él y camino hacia la salida de la casita.

—¿Hacia dónde?— preguntó caminando junto a él.

Negó con la cabeza.

—Si voy contigo no andaré sin rumbo— dijo decidida.

—Bien— dijo a secas y dejó de caminar.

Asintió pero no le creyó.

—Enterada— respondió Sigrid desde el interior de la casa.

Si la cosa estaba "cabrona" no le avisaría nada. Y hasta que le avisara algo, ella de todas formas no podía hacer nada.

Ni encontrarlo… y tampoco podría ayudarlo… ¿Qué pretendía entonces?

Se asomó por la entrada de la casa y desde el umbral llamó a su madre.

—Iré a preparar una habitación para Deliel— informó.

—Iremos contigo, espera, Desi— le escuchó decir.

Sin embargo quien salió primero fue Gherard quien, luego de un leve movimiento de cabeza y una mirada, se despidió y lo vio caminar hacia el instituto pero tomó el camino que da al cobertizo de Ireza.

Después fue su madre quien salió. Ambas regresaron a la mansión sin decirse nada.

—Esa cosa…— escuchó empezar a decir a su hija —al ser su debilidad va a regresar. Arkadei se encargó de ella pero regresará y empezará desde cero a alimentarse de Deliel de nuevo. Podemos ayudarlo, enseñarle a combatirla pero su presencia afectará a todos a la redonda…

Sabían ya que el espectro regresaría pero no sería tan peligroso como antes. Eso les daba la oportunidad de tener a Deliel cerca, de no tener que dejarlo solo con ella y, por lo tanto, podrían empezar a combatirla desde mucho antes.

Pero no podían involucrar a los demás aurores. Quedarían al alcance del espectro y aunque no les hiciera daño, su mera presencia ya afectaría a sobre manera a todos e interferiría con la tranquilidad que deben tener.

—No podemos arriesgarlos, ya suficiente tienen como para que estén siendo molestados por ese espectro.

—Estará aquí hasta que aparezca— dijo con tono serio. —Una vez que lo haga regresaremos a la casa— su tono severo era claro indicio de que no dejaría que nadie le dijera qué hacer con Deliel.

—El leopardo… El espectro huyó de él, si está cerca, no aparecerá, podríamos mantenerla al margen si el leopardo se queda cerca de Deliel.

—El leopardo está con Ireza y no parece que quiera despegarse de ella aunque lo haya creado Deliel— en su voz se notaba su enojo y frustración. —No podemos contar con ella, la cobarde debe estar por ahí escondida— con claro tono despectivo.

—No sabes qué esté haciendo ni puedes juzgarla aunque supieras qué pasó— dijo en tono de reprimenda.

—Nada justifica el que no esté buscando a Arkadei o esté aquí con Deliel, después de todo si Deliel está así de grave es por culpa de ella— el rencor en su tono le preocupaba pero entendía por qué razón se sentía así.

—Sigue con esa actitud y no estarás cerca de Deliel de nuevo.

Llegados a un punto de nada servían los regaños con ella. Lo que se veía obligada a hacer era enfrentarla con las consecuencias de su comportamiento y solo así parecía recapacitar o al menos pensar en ya no seguir igual.

—Lo que menos necesita Deliel es seguir rodeado de esa podrida energía que solo alimentará de vuelta al espectro que ya Arkadei se encargó de eliminar— dijo con voz grave sin voltear a verla mientras pasaba a su lado dado que se había detenido al escuchar la sentencia.

Sabía que Desirée querría responder algo. Casi podía escuchar en sus pensamientos las palabras que le diría pero no las dejaría salir, sabía que no se atrevería a expresarlas porque eso la llevaría a perder a Deliel frente a ella.

Se encaminó hacia el ala sur, lugar en donde había más habitaciones vacías, las que se encontraban muy lejanas a las áreas de uso común. No sabía ni le interesaba saber a dónde quería llevar su hija a Deliel pero no podía permitir que lo acercara demasiado a las áreas de los aurores ya instalados ahí. La habitación que tenía en mente era la más alejada, arriba no había nada y abajo se encontraban salones que nadie usaba y que no se echarían de menos si se les clausuraba por el momento.

Cuando entró a dicha habitación sintió el frío que evidenciaba su lejanía y el nulo uso y visitas que recibía. Habría que encender la calefacción y traer todas las cosas de Deliel así que le dio a su hija al bebé con sumo cuidado.

—Iré por todas las cosas de Deliel— dijo acomodándolo en los brazos de Desi.

Ella solo asintió y llevó a Deliel a la cama en donde, con la mano libre, jaló la cobija y se la echó encima antes de subir a la cama y acomodarse para quedar semirecostada y dejar dormir a Deliel mientras generaba para él, calor corporal que mantendría guardado con la cobija.

Encendió la calefacción antes de salir de nuevo rumbo a su habitación dentro del instituto y hacia la de Ireza pues ahí estarían también algunas cosas.

No se sentía capaz de regresar al instituto ni al cobertizo. ¿Para qué? ¿Qué caso tenía?

La única razón que tenía para estar ahí no estaba ya… Estaba a punto de morir si no es que ya lo había hecho…

¿Cómo iba a encarar a su hermana…? ¿Cómo iba a encarar a sus padres…?

El pecho le dolía, la respiración se le dificultaba tanto. No podía llorar como debía, no podía desahogar todo lo que debía, no se sentía merecedora de eso. No lo merecía porque había sido culpa suya todo… Cargaría con la culpa y con el dolor que no dejaría salir como su cuerpo se lo exigía, lo aguantaría, lo llevaría siempre, pagaría por lo que había hecho.

La calidez que sentía entre sus brazos tampoco la merecía…

Dejó de abrazar al leopardo y lo cargó para bajarlo al suelo.

Ese regalo, ese felino tan único, tan especial, tan suyo… había sido dado por Deliel y era él quien más ayuda necesitaba…

Tenía una razón para quedarse por el momento… Cuando el espectro regresara… porque regresaría, ya no estaría su hermano para deshacerse de él de nuevo, y lo único que lo ahuyentaba era el leopardo… El leopardo debía estar con Deliel, debería estar tan cerca de él que el espectro no tuviera oportunidad de volver a obtener nada de energía de Deliel…

Eso haría, buscaría a Deliel y se quedaría con él hasta saber cómo devolverle el leopardo, hasta ver cómo lograba hacer que regresara a él. Entonces podría irse… a… a enfrentar a su familia...

Se levantó del suave musgo y comenzó a caminar de regreso al instituto, lo buscaría en su casa, en la mansión principal, donde fuera, se quedaría solo para eso.

Después de buscar en la casa de Deliel, en el invernadero y en la habitación de Sigrid, y al no encontrar a nadie. Se dirigió hacia el área que nadie usaba, se imaginó que si deseaban tener a Deliel dentro del instituto elegirían la zona menos visitada.

Mientras caminaba por el pasillo pudo ver la silueta de Sigrid a unos cuentos metros más adelante, cargaba una canasta enorme y llevaba una maleta colgada de un hombro. Solo podía ver la silueta y los colores porque los irritados ojos no le permitían notar detalles ni nada muy definido.

Siguió a Sigrid y logró adivinar, por el camino que seguía, cuál habitación habían elegido.

Luego de que Sigrid entrara lo hizo ella pero no inmediatamente, dejó que pasaran cinco minutos en los que se quedó al lado de la puerta intentando escuchar cualquier cosa que le indicara que Deliel estaba ya bien. No hubo nada…

Bajó la vista al leopardo y se inclinó para cargarlo entre sus brazos y entonces, luego de tallarse los ojos, entró a la habitación luego de tocar levemente y un par de veces la puerta avisando que entraría.

En la cama pudo ver de inmediato a Desirée que estaba recostada y por la forma en que se acomodaba pudo saber que tenia Deliel con ella. Sigrid estaba acomodando las cosas que sacaba de la canasta en la mesa de centro y las cajoneras junto al peinador.

—Linda, ¿dónde estabas? Nos tenías preocupados— dijo Sigrid acercándose a ella pero al bajar la mirada al leopardo, se detuvo. —Gherard está buscándote.

—¿Puedes avisarle que ya estoy aquí, por favor?— pidió a Sigrid pues ella no tenía su celular y no les pediría a ellas que le prestaran los suyos.

—Claro pero… ¿qué pasó?— preguntó preocupada.

—Nada— respondió simplemente. —Quisiera intentar algo…— empezó insegura. —Quizás si el leopardo está cerca de Deliel le ayude a recuperarse más rápido…

—Te tardaste mucho en formular esa idea— dijo Desiré con tono seco y frío.

No dijo nada, se limitó a acercarse a la cama, por el lado donde tenía más cerca a Deliel y dejó al leopardo a su lado.

—¿Podrías tocarlo y quedarte a su lado?— preguntó al felino aunque sabía de alguna forma que no tenía que preguntar para que él supiera qué era lo que deseaba.

—Traje ropa para ti, Ireza— dijo Sigrid acercándose a ella. —Creo que sería mejor si las tres nos quedamos cerca de Deliel— dijo con cautela mientras le extendía unas prendas dobladas.

Ella asintió mientras tomaba la ropa que le daba.

—No funciona…— dijo apenas audible.

Esa era la única idea que tenía para intentar ayudar a Deliel. No entendía por qué no había funcionado, no tenía sentido para ella.

Si el espectro podía alimentarse de Deliel y el leopardo era la contraparte de ese espectro, entonces teóricamente debería tener las propiedades opuestas, debería poder brindarle su energía, debería poder hacer algo para ayudar a quien lo creo…

Estaba desesperada, no encontraba ninguna salida, ninguna opción viable, nada.

—Creí…— empezó a decir Ireza pero no terminó y ella volteó a verla como si de una intrusa se tratara. Pero no dijo nada.

—Tendremos que esperar, solo necesita dormir y se recuperará completamente— dijo Sigrid con voz tranquila y animada.

Ni Ireza ni ella dijeron nada pero la vio alejarse de la cama.

—Ireza, ¿crees que podrías quedarte cerca de Deliel junto con el leopardo? Cuando aquella cosa vuelta, si estamos las tres y el jaguar, no se atreverá a acercarse a Deliel de nuevo.

Vio a Ireza asentir.

—Me cambiaré— dijo mientras caminaba hacia el baño.

Ella no dijo nada, bajó la mirada a Deliel y al leopardo y se talló los ojos sintiendo cómo las lágrimas querían desbordarse pero logró contenerlas.

Escuchó que su madre iba de un lado a otro de la habitación y volteó a verla. Estaba acomodando cobijas y almohadas en el sofá-cama.

No quería tener a Ireza cerca pero debía reconocer que la idea de estar las tres juntas podría funcionar cuando aquella cosa regresara. Pero igual no estaba segura, ya había dejado de creer que algo de lo que se les ocurriera funcionaría.

Su madre terminó de acomodar el sofá-cama y se pasó al sofá grande de la sala el cual movió para direccionar el frente hacia la cama y lo empujó hasta acercarlo lo suficiente. Acomodó también una cobija y una almohada.

Despertó sobresaltada, por minutos se había quedado dormida luego de que llegara su turno para dejarse caer en el sueño.

Volteó antes que nada a todos lados buscando alguna amenaza pero al no encontrar nada entonces puso toda su atención a su esposo.

—Amor…— lo llamó intentando despertarse por completo. —¿Estás bien? ¿Qué ocurre?— preguntó preocupada.

—¿Papá? ¿Qué pasó? ¿Estás bien? ¿Lo encontraste?— preguntó Desirée despierta por completo.

—¿Magullado? ¿Por qué? ¿Qué pasó?— preguntó preocupada pero en voz baja mientras se iba levantando.

—¿Lo encontraste?— escuchó la voz de Ireza. —¿Dónde está?

Volteó a verla, se estaba poniendo de pie rápidamente y Desirée lo hacía con calma intentando no mover demasiado a Deliel.

Luego de escuchar la noticia sintió las piernas ceder y cayó sentada en la cama, sintió un frío tan horrible que por puro reflejo volteó a ver las ventanas. Estaban cerradas.

De poder verse notaría lo pálida que se había puesto de pronto y eso lo confirmó con la forma en que Ireza la miraba. Entre aterrada y confundida sin quitarle la vista de encima.

Entre ambas se sostuvieron la mirada y sin decirse nada, se dijeron todo.

Sentía el estómago revuelto y temblaba por completo.

Sabía lo que implicaba que Arkadei estuviera en esa situación y no sabía si gritar de horror o de coraje pero su cuerpo le exigía que hiciera algo o tomaría la decisión por su cuenta y la apagaría.

—Muéstrame— escuchó decir a su madre pero no pudo voltear a verla. —Iremos pero déjame ver eso primero— continuó.

Ireza tampoco cortaba el contacto hasta que, al parecer, siguió sus pensamientos y voltearon a ver a Deliel.

Por segundos pensó en exigirle que se quedara con Deliel pero la iba a necesitar su hermano. Pensó en quedarse ella pero no podía hacerlo, no aguantaría viva hasta saber en qué había resultado todo.

—Gherard, necesito que vengas a la habitación que queda en el extremo del ala sur, trae a los osos— escuchó a su madre. —No, te lo explicaré luego, ven de inmediato por favor— dijo apurada.

Fue entonces que volteó a ver a sus padres. Su madre hablaba por teléfono mientras esperaba que su padre le mostrara las condiciones de sus heridas.

Se cubrió la boca con la mano libre y apretó los dientes con fuerza. Era imposible que las cosas no fueran pero que lo que su padre le estaba diciendo.

Por un momento no se sintió capaz de nada, por un par de segundos no sentía nada a su alrededor más que frío y una sensación de abandono e impotencia que casi competían con el miedo que la embargaba.

No podía gritar, no podía llorar, no podía hacer nada y temía que de pronto su cuerpo fallara y quedara inconsciente por siempre.

¿De dónde podía obtener fuerza si día con día, de situación a situación, jamás pudo hacer nada que de verdad ayudara o apoyara a quien había jurado que jamás estaría solo de nuevo peleando contra todo?

Lo inútil que se sabía no podía rivalizar contra lo patética que se sentía. Una habladora como tantos habladores hay en el mundo, una ilusa que usaba la labia para prometer cosas que jamás podría lograr, una estúpida que confiaba en si misma creyendo que podría contra todo lo que viniera, una idiota que a final de cuentas jamás podría hacer nada.

Desde siempre temió perderlo frente a otra, ahora no solo debía temer eso sino perderlo incluso frente a una muerta.

Dos muertas, la que se lo quitó hacía algunas horas y la que ahora quizás ya se lo había arrebatado por completo. Y en ninguna de las dos ocasiones estuvo para siquiera ver lo que ocurría.

¿Cómo podía si quiera reclamar?, ¿cómo podía siquiera sentir un mínimo derecho de llorar o dolerse por eso? No estuvo. Hasta ahora había sido una inutil, sí, pero había estado presente, ahora… lo había abandonado…

—Llévame allá— dijo con la mirada vacía pero lo que le faltaba a sus ojos lo tenía su tono. —Llévame ya, ahora mismo— volteó a verlo y su mano apretó la de su padre con fuerza.

—Espera, mi corazón, espera a que llegue Gherard, entonces iremos— escuchó la voz suplicante y preocupada de su madre.

Sin embargo el movimiento de Ireza le hizo voltear a verla. Se colocó al lado de su padre.

—También iré… por favor.

Le preocupaban las heridas que no le había mostrado pero el que no hubiera un fuerte olor a sangre y él se viera tan estable le ayudaba a pensar que en realidad, aunque estuviera herido, estaba relativamente bien. De todas formas lo revisaría milímetro a milímetro cuando todo se arreglara.

Hasta entonces tendría que mentalizarse y creer que todo estaría bien. Ella tenía que estar bien también si quería ayudar a su hija y a Arkadei.

No estaba segura de si Desi e Ireza podrían mantenerse neurales, sobre todo cuando vieran a Arkadei, ella misma dudaba de si pero confiaba en su marido y en su propio poder así que tenía la seguridad de que podría protegerlos a todos.

Escuchó un par de pasos acercarse hacia la habitación por el pasillo.

Vio a Ireza asentir y a su hija después de ella.

De reojo pudo ver las dos siluetas de los osos entrar en la habitación después de que Gherard anunciara su llegada tocando un par de veces el umbral de madera de la puerta.

—¿Qué ocurrió?— preguntó Gherard en voz baja, solo para ella.

—Iremos por Arkadei, después de absorber al espectro intentó deshacerse de esa energía pero eligió un lugar muy peligroso, lo traeremos pero necesitamos ir todas. Necesito que te quedes vigilando a Deliel, debe seguir durmiendo.

—Entiendo…— dijo pensativo.

—Lo cuidaré desde afuera de la habitación usando los osos— dijo resuelto. —Comuníquense conmigo cuando puedan, necesito saber qué están bien— pidió.

—Lo haremos en cuanto pongamos a Arkadei a salvo y no haya peligro ya— concedió. —Gracias— dijo sincera y sintiéndose endeudada.

—No hay problema, regresen con bien, es lo único que les pido.

Asintió y se acercó a su esposo.

—Gherard… por favor, cuídalo…— escuchó decir a su hija.

—Lo haré, él estará bien y a salvo, no te preocupes, estaré atento a todo, tranquila— respondió Gherard con voz calma y ella le sonrió en agradecimiento.

Vio a Ireza acercarse a la cama y cargó al leopardo.

—¿Puedes sentirlo?— preguntó Ireza mirando a Desirée.

—Apenas— respondió. —¿Tú?

—Un poco…

Desirée se puso de pie y alejó de la cama jalando a su padre con ella. Buscó una pared libre e Ireza se acercó a ella luego de que Desirée le indicara con la mirada que esa era la adecuada. Después volteó a verla a ella y con eso tuvo para entender que la llamaba a su lado también. Se unió a ellos y sujetó la mano de su esposo y la aferró con fuerza entrelazando sus dedos con los de él.

—Serán pocos segundos, crucen rápido— pidió Ireza antes de tocar la pared y abrir un agujero de gusano.

La primera en precipitarse fue su hija, luego su padre por jalarlo con ella y enseguida ella. Después de ellos supuso que lo hizo Ireza pues no pudo verla para asegurarse pues su atención se centró en el nuevo lugar que pisaban.

El puente se cerró apenas terminó de cruzarlo y por momentos temió que el leopardo saliera corriendo en alguna dirección en cuanto saltó de sus brazos pero se mantuvo a su lado.

Estaba realmente sorprendida no por la cantidad de espectros y lo horrible que lucían sino por la seguridad y fuerza que mostraba el leopardo ante tal cantidad. Y sobre todo le impresionaba el repudio que le tenían todos aquellos seres, parecía casi como un repelente que no solo los hacía alejarse sino que los obligaba a que ni siquiera la voltearan a ver.

Se mantenía a su lado, caminando pegado a sus piernas y con ese gesto, y el que le había dedicado antes, entendió que le pedía tranquilizarse y que confiara en él. Confiaba en él y lo seguiría haciendo. Si él se mostraba fuerte ella también, si él necesitaba de ella, ella estaría con él, si necesitaba fuerza se la daría sin dudar.

Sintió que Sigrid tomó su mano y volteó a verla por segundos. Todos estaban alerta pero, Desirée, también impaciente. Tanto que fue la primera en avanzar directamente y sin contemplaciones. Ella la siguió, tampoco le interesaban los espectros ni si la agrupación de más adelante era mucho más peligrosa.

No tenía problemas para mantenerse neutral, era una práctica diaria que llevaba realizando desde hacía años. Bloquearse le era tan fácil como respirar.

Solo tenía que concentrarse en un solo objetivo: sacar a Arkadei de ese lugar y regresar a casa. Estaba vivo, eso era lo único que necesitaba saber, solo con eso podría contra lo que fuera y sabía que Desirée pensaba igual. Aún si no tuviera el respaldo de sus padres, por como la ha visto moverse por si misma, estaría haciendo lo mismo que ahora que entonces.

Desde antes de cruzar el puente sólo tenía un objetivo en mente y en eso se concentraba.

No le interesaba aquella ciudad destruida, tanto que ni siquiera subió o bajó la mirada para verla. No llamaron su atención los cientos de espectros que rondaban la zona. No sentía nada por ellos, eran solo sombras.

Solo sentía la frenética necesidad de sacar a Arkadei de ahí. Y eso haría, nada se lo iba a impedir, fuera lo que fuera.

Creía en ese mundo espectral desde que tenía uso de razón. Sus raíces estaban fuertemente arraigadas a su tierra natal y las creencias originarias que las culturas prehispánicas tenían sobre la concepción del mundo y la unificación de dimensiones. Esa creencia se mantenía fuerte gracias a su padre y a su factor.

Por ello ese lugar no era distinto a cualquier otro, no le sería distinto el mismísimo infierno dantesco. Había cosas peores que día a día luchaba para que no ocurrieran, ese día no era distinto tampoco.

Con ese paso seguro, como el de un jaguar, buscó su presa sin inmutarse por nada más, sin que sus pasos hicieran sonido algunos, sin que fueran detenidos, con las garras ocultas pero listas para ser usadas, con los colmillos guardados pero ansiosos por clavarse en el punto vital de la presa.

No le interesaban las insignificantes que los recibieron, no le interesaron las mayores que intentaron tocarla. Aunque lo hubieran logrado no la habrían detenido, no les habría dedicado una mirada siquiera.

No, ella buscaba una presa mayor, una con la que terminaría apenas le pusiera las fauces encima, una que no tendría posibilidad alguna de esconderse ni de defenderse. Ella buscaba a la anaconda, al caimán con el que se coronaría reafirmando su supremacía y dominio.

Y como si fuera ama y señora del lugar entró a la capilla pisando fuerte, directo y sin titubeos. Se adueñó del lugar como dueña es de Arkadei. Incluso cuando su padre empezó a hablar, ella ya se había adelantado a él y no se detuvo ni siquiera ante la chillona y desagradable voz del espectro.

Le dio un ligero apretón a la mano de su padre para decirle, sin voltear a verlo ni hablarle, que necesitaba soltarlo. Tendría que tocar su espalda u hombro para continuar contagiándole el poder de su madre porque no sujetaría su mano de nuevo. No mientras no terminara de hacer lo que quería.

Se inclinó hacia la espectro como si no pudiera verla bien de otro modo y buscó su mirada, al fijarse en sus cuencas vacías miró a Arkadei después y a su mano herida mostrada por esa cosa. No le interesó, le interesó más ver a su presa a los ojos aunque careciera de ellos.

Se impuso como la depredadora que es, la minimizó, la trató y vio como la presa que es a sus ojos.

—Solo los idiotas creen que se necesita algo tan estúpido como un anillo para demostrar algo— respondió sin dejar de ver las cuencas vacías de sus ojos mientras se enderezaba en un claro gesto de superioridad.

Su voz y postura revelaban un claro gesto despectivo y de menosprecio que miraba desde arriba con una superioridad que no le quitaría nadie. Tan fuerte e implacable se sentía que colocó uno de sus brazos en jarra para resaltarlo aún más.

—Supongo que tu sí recibiste uno de tu amado, ¿no es así? ¿de qué sirvió? No está aquí, te abandonó con todo y anillo— continuó burlona. —Tengo un lazo real e irrompible con mi otra mitad. Lo que te da es solo energía que no necesita, su vida ha sido mía desde hace mucho tiempo, no puede dársela a nadie. Tu lo sabes, si no fuera así no te sentirías en la necesidad de tenerlo en ese estado y aferrarlo de esa manera— dijo sin titubeos, con un tono que revelaba la nula importancia que le daba a sus intentos de asustarla y lo insignificante que era ante ella. —Sabes que es mío, por eso estás aterrada, por eso no quieres soltarlo— le sonrió tan fríamente, tan orgullosa y tan segura que se olvidó por completo que podía salir dañada contra ese espectro y también se olvidó que Sigrid estaría contagiándole su poder.

Se había expresado a placer y continuaría haciéndolo porque solo quien reina puede hablar a su antojo, solo quien domina puede hacer lo que desee. Los demás tienen que callar, bajar la cabeza y obedecer. Quien no lo hiciera sufriría las consecuencias.

—Pobre ilusa, no hay forma de que lo tengas aún si te deshaces de mi o terminas con su vida— se encogió de hombros sin dejar de mirarla y sonreírle fríamente.

Hubiera querido voltear a ver a Ireza para indicarle que, en cuanto viera una oportunidad, se lanzara hacia Arkadei y lo apartara de aquella cosa pero entonces recordó que no tenía que hacerlo. Sin verla, ya sabía que estaba lista para actuar.

Por eso podía confiar en ella en esas situaciones, por eso, a pesar de todo, contaba con ella. Era una letal depredadora cuando la provocaban, tanto como ella, y esta situación estaría sacando ese lado ahora que ya habían encontrado al objetivo a recuperar y a la amenaza a eliminar.