10. Deliel: Reclutamiento.

—Se suponía que ya te iba a vestir, guapo— sonrió rendida. —Solo un poco, ¿está bien?— tomó la manguera y abrió el agua sobre el gato.

—Ahora es solo un golpe del que no me dejas saber cómo fue, luego podría ser una lesión más severa, una herida abierta o algo peor y más grave… ¿Cómo puedo intentar que no vuelva a pasar si no me dices ahora lo que pasó? No puedo estar tranquila si no me dejas saber estas cosas.

—Bueno, pero solo un ratito, cariño— dijo resignada y le dio la manguera para que jugara con ella.

—Sé lo que quiero y actúo en consecuencia— dijo levantando la mirada. —No necesito que me recuerdes que no estamos casados— dijo como reacción de un animal al que le tocan un área lastimada. —Pero… es cierto, no estamos casados por lo que no debería ni siquiera hablar contigo de una adopción, ¿verdad?— dijo desviando la mirada como si de pronto hubiera entendido qué había querido decir con lo anterior. Se alejó un poco de él sintiéndose avergonzada pero casi enseguida se quedó quieta y regresó la vista a él. —Se que puedo adoptarlo pero no lo haré si tu no deseas también adoptarlo. Mi sueño es quedarme junto a ti, si no tengo eso no vale la pena tener nada más— dijo resuelta. —Eres mi pareja, te amo y por lo tanto me interesa lo que opines y lo que cargas. Quiero que compartas esa carga conmigo aunque no estemos casados, no necesito un papel para saber y querer estar contigo para amarte y cuidarte siempre— dijo aferrando sus manos a sus costados en la tela de su saco.

—¡Ey! ¡Yo no estaba jugando, ángel!— dijo riendo con fuerza mientras aparta la manguera y estiraba sus manos para alcanzar a Deliel y limpiarle la carita. —¡No pasa nada, guapo, solo es agüita!— dijo animada tratando de que no se asustara. —¡Vas a ver, te voy a cobrar por mojarme!— lo atrajo hacia ella con cuidado y lo empezó a llenar de besos.

—Ah, no, guapo, de esta no te escapas— dijo riendo y lo cargó para sacarlo de la bañera y poder abrazarlo bien para que no escapara.

—Ya, vamos a vestirte para bajar a comer y a secar los muñecos, ¿sí? Tu nomás te haces pato y quieres andar en el agua— rio.

Cerró la llave y se llevó a Deliel a la cama de nuevo. Tomó una toalla y la puso sobre la cama.

—A ver, vamos a poner aquí al señor gato— tomó el peluche y lo dejó sobre la toalla que envolvía al delfín. —Deja que te vista, ángel— le quitó la batita y lo acostó sobre la toalla. —Primero el aceitito— tomó un frasco cristalino con un líquido aceitoso en tono lila, se sirvió una porción y empezó a masajear a Deliel esparciendo el aceitito de aroma lavanda por todo su cuerpo, incluyendo el cabello. —Ahora el talquito y el pañal— tomó el botecito del talco y se lo espolvoreó para evitarle rozaduras, le colocó el pañal y aprovechando que estaba acostado le hizo trompetillas en la pancita. —¡¿Dónde está la pancita?!— dijo emocionada y riendo.

Sintió que se le erizó la piel de gusto y se enamoró aún más de él.

—Sé que lo harás…— se alzó sobre la punta de sus pies para poder alcanzar sus labios. Lo besó de forma suave pero enlazando un contacto completo. —Aún así no puedo tomar una decisión como esa tan fácil. Lo que yo haga acabará por afectarte a ti y dentro de lo que deseo no está eso— lo abrazó rodeando su cuello y así se quedó, pegada a él y en silencio unos segundos. —Ahora mismo hay algo más que deseo y es que me digas lo que no quieres que sepa.

—¡Ay! ¡Ay! Cuidado, guapo que me terminas de desgreñar— se quejó pero igual reía. Usó sus manos para zafar su cabello de sus manitas y se enderezó. —No te puedo hacer una sin que me la regreses luego luego, pillo— dijo como reclamo pero igual le sonreía. —Ya deja que te ponga la ropita, ¿quieres? Tu nada más me distraes— decía como queriendo sonar indignada pero la risa le ganaba.

Le colocó la nueva pijamita y las nuevas pantuflitas y lo sentó en la cama al lado de la toalla.

—Ahora sí, ya quedaste— lanzó la toalla húmeda para que quedara tendida en una esquina de la cama y de la pañalera sacó un cepillo de cerdas suaves. —Ven greñudito, deja que te peine— se sentó a su lado y lo cargó para ponerlo sobre su regazo y lo empezó a peinar. 

Apoyó su frente en su barbilla y suspiró.

Ya había presionado demasiado y no había conseguido que le dijera algo, por mínimo que fuera, sobre lo que había pasado. Cosas así no la dejaban tranquila y menos si había lesiones de por medio. Tampoco olvidaba que él necesitaba descansar.

—Este tipo de cosas no se pausan… es otro modo de apartarme "momentaneamente" pero a final de cuentas es lo mismo. Esperas que se me olvide y no te vuelva a preguntar, ¿verdad?— levantó la mirada y le sonrió suavemente.

Le dio el cepillo pero siguió peinándolo con los dedos y las uñas teniendo cuidado de no rasguñarlo.

—¿Te gusta?, es suavecito— le hizo tocar las cerdas del peine con los deditos y luego sobre el dorso de su manita como si se peinara.

No pudo decir nada enseguida. Se le pasaron por la mente cientos de escenarios y razones por las que aquello podría haber pasado y el por qué no lo recordaba.

Habría pensado que era un intento más por no dejarle saber la verdad pero esa duda ni siquiera se convirtió en una idea al apoyarse en el tono de su voz, su expresión y su lenguaje corporal. Aunque ella no lo habría sentido así si le ocurriese, sí entendía por qué a él le parecía vergonzoso lo ocurrido.

—Tienes una contusión…— el cuadro que presentaba, aunque leve, correspondían a los síntomas comunes de una contusión. En su caso se mezclaba con los efectos residuales que quedaban debido a las consecuencias de sus poderes. —Amor, tienes una contusión y lo primero que hice nada más encontrarte fue…— un furioso tono rojo le subió al rostro, se tensó y apretó los puños enterrándose las uñas en las palmas de las manos. —¡No debimos hacerlo! ¡¿Por qué no me lo dijiste antes?!— dijo bastante molesta aunque sin elevar el tono de su voz. —Pude haberte lastimado, pudimos provocar que se agravara tu lesión, ¡no debiste dejarme avanzar! ¡Debí detenerme!

Del remolino de ideas que atiborraba su mente pasó a centrarse en lo que urgía en ese momento. Ya habían pasado horas desde entonces, lo que ahora mostraba eran síntomas y afecciones que indicaban la lenta recuperación de aquél golpe. Ya era tarde para primeros auxilios pero no para cosas que disminuyeran la inflamación de su cerebro, músculos craneales y del cuello.

Algunas cosas les tenía en la cocina, otras estaban en la habitación, las podría conseguir en el laboratorio pero no quería separarse de él. Tomó su celular, su madre tenía todo lo que necesitarían y más.

—Debiste habérmelo dicho antes, debiste llamarme de inmediato. Tienes razón, no soy experta en lesiones— dijo en una mezcla de reclamo, culpa, vergüenza y preocupación mientras buscaba el número de su madre sin despegarse de él ni dejar de abrazarlo con la mano libre.

Le pareció bastante interesante aquella reacción tan atenta. Era obvio que le gustaba y se preguntó si todos los bebés reaccionaba así ante algo que les hacía sentir bien. Definitivamente tenían que conseguir más cepillos así.

No dijo nada, no quería desconcentrarlo. En cambio le subió la manguita de la pijama y extendió el toque del cepillo hasta el dorso de su muñeca y bracito.

Negó con la cabeza y suspiró después de separarse de sus labios. Recargó su frente en su pecho y así se quedó algunos segundos.

—Tuvimos suerte de que tu lesión no fuera más grave, dentro de unos días terminará de sanar y posiblemente recuerdes todo lo que pasó antes y después del golpe pero… ¿y si no siempre es así? Amor… al principio de todo esto no había tantos que dependían de ti… Al principio la tortura no era tanta como ahora… He podido ayudarte hasta ahora, al menos un poco y sé que no me quieres preocupar pero… ¿y si llega un punto en el que nada de lo que haga te ayude…? Sé que odias todo esto, yo también lo odio…— no podía mentirle, ni siquiera lo intentaría. Intentaba ver lo bueno de todo, de mantener una actitud positiva y engañarse a si misma con una falsa visión de estar viviendo como "familia" con todos los aurores que habían despertado ya y los que aún lo hacían.

Pero la realidad era que lo odiaba. Ella no quería a nadie más que a su verdadera familia. Ella no deseaba vivir con nadie más que con él. Pero ya no podía ser así, debía aceptarlo para poder ayudar.

Aceptar y ver lo bueno. En eso se basaba la terapia de adaptación de cada auror con su factor.

Ella debía hacer lo mismo. Debía aceptarlo, encontrar el equilibrio y buscar ser feliz. Día a día era lo que hacía. Pero ella no sufría ningún efecto adverso, ella no sufría con un factor activo. Arkadei sí. Con el peor de todos.

Levantó la mirada y subió una de sus manos a su mejilla para acariciarla suavemente.

—Hasta que se encuentra la forma de anular el factor tenemos que intentar aceptar todo esto y conseguir lo que queremos al mismo tiempo… Tú eres primero, eres el más importante de todos. Centrémonos en lo que haga falta para que puedas controlar tu factor en su totalidad, algo se debe poder hacer para que seas tu quien domine cada aspecto de tus habilidades. Me enseñaste a desarrollarme como eslabón; podemos conseguir que desaparezcan los efectos secundarios que tus poderes como Adalid— sentía la necesidad de ver sus ojos pero no se atrevía a quitarle las gafas.

Se alzó ligeramente para besarlo pero lo que en un inicio era una suave pero firme muestra de afecto se convirtió en algo más exigente.

—Te gusta mucho— dijo sonriendo mientras continuaba brindándole esas caricias. —¿Quieres intentar?— le dio el cepillo y se lo acomodó de la forma correcta en su manita y luego lo guió para que aprendiera cómo hacerlo en su flequillo y luego en el dorso de su bracito. 

—¿Quieres que lo haga yo?— le sonrió y tomó de nuevo el cepillo. Terminó de peinarlo pues sus dedos no habían hecho un buen trabajo.

Al finalizar le subió la otra manga y le hizo las mismas caricias con el cepillo después de reacomodarlo contra ella y recargarse en el respaldo de la cama. Le sorprendía lo tranquilo que era. Generalmente los bebés eran inquietos y su atención se dispersaba pero Deliel no era así. Tenía una gran capacidad de concentración si lo que lo entretenía le gustaba.

—No te me vayas a quedar dormido, guapo, todavía tienes que comer algo— sin embargo no hizo intento por ponerse de pie ni detuvo las caricias. Quería que permaneciera tranquilo y contento tanto como pudiera… Pero… Aquello saldría costoso cuando… Tuvieran que dejarlo…

Lo estaban acostumbrando a tantas cosas que le quitarían dentro de unas horas… Se quedaría completamente solo con aquél monstruo…

—¿No tienes ganas de ver a Desi o a Nana, ángel?— quizás no la entendería pero ya había escuchado sus nombres muchas veces antes. Quizás habría alguna reacción si los escuchaba de nuevo. 

La repentina correspondencia, la sorpresiva fuerza con que lo hizo la descolocó un poco. No lo esperaba y aún así su cuerpo no sólo lo aceptó, lo recibió y correspondió.

No pudo evitar pensar en las primeras veces que se dejaron llevar así, por arranques pasionales que ninguno de los dos podía controlar ni deseaban detener. No eran adolescentes pero lo parecían y entre tanta pasión no pudo evitar sonreír encantada. Seguramente él lo sabía pero muchas de sus acciones, de sus gestos, caricias y miradas la hacían sentirse orgullosa de ser esa que le despertaba todo aquello, de ser quien él ama y desea, de ser en quien se vuelca y busca con tana necesidad.

Sus manos dejaron de sujetarse de él para poder localizar la orilla de la barra, se sujetó de ella y se impulsó hacia arriba aprovechando que él se había apartado de sus labios, así no lo lastimaría por accidente. Se sentó sobre la barra y sus piernas, al ya no sostenerla sobre el suelo, se envolvieron alrededor de él para atraerlo y aprisionarlo. Sus labios exigieron hacer lo mismo con los de él y le devolvió aquellas mordidas con las que la provocó.

—Si quieres llegar más lejos vas a tener que convencerme, amor— dijo con aquél tono terso de clara seducción mientras que su mirada lujuriosa y entrecerrada completaba el reto.

Ya la había convencido y sabía que él se daría cuenta de que ahora sólo lo estaba provocando a iniciar un juego que ya había ganado. Aún así continuó. Disfrutaba demasiado de tenerlo centrado sólo en ella.

Al ver aquella reacción no pudo evitar reír. Había funcionado.

Se le ocurrió tratar otra cosa, le divertía e interesaba mucho cómo reaccionaba.

—¿Quieres que llamemos a Nana?— tomó su celular, recargó a Deliel de nuevo contra ella y le hizo ver la pantalla. —Vamos a llamarla ahora mismo— tecleó algunos comandos y abrió una video llamada. —Mira, Nada aparecerá aquí— le dijo señalando la pantalla que bloqueó por seguridad para que la llamada no fuera cortada de pronto por las manitas ansiosas de Deliel.

En la pantalla apareció la imagen de Sigrid quien sonrió sorprendida al ver a Deliel y no a ella nada más.

—¡Hola, tesoro!— dijo feliz. —¡¿Ya aprendiste a hacer video llamadas?!

—Quería verte y le pareció más fácil y rápido hacer esto— dijo Ireza riendo.

De fondo podía verse que estaba en el jardín/vivero de su casa. 

—Quiere que lo cargues, Nana— dijo riendo mientras veía las señales de Deliel viendo a Sigrid.

—¡Oh, tesoro! No puedo cargarte pero ¿qué tal si me cargas tu a mi?

—Es buena idea, guapo, mira, tómala y carca a Nana— le dio el celular y le indicó cómo debía sujetarlo con ambas manos y le dejó el móvil. —¿Crees que puedas venir? No se va a estar tranquilo sino hasta que te vea en vivo y en directo— dijo sonriendo pero sin ver el móvil sino la pañalera que acercó para guardar el cepillo.

—¡Así, tesoro, no me dejes caer!— hablaba Sigrid a Deliel completamente sonriente. —Claro, iré en unos momentos. 

—Es verdad…— dijo sintiendo un violento estremecimiento que le sacudió el cuerpo entero terminó erizándole la piel. Sin darse cuenta se había inclinado hacia un lado ligeramente dándole completo acceso a su cuello. —Pero no has sido un buen niño, debes convencerme para que te de tu premio— dijo sonriendo aún en su papel de chica difìcil mientras una de sus manos se deslizaba por su pecho, cuello y hundió los dedos en el negro cabello de su nuca. La otra mano la ocupó para sujetarse de su hombro y, con ayuda de sus piernas, lo apretó contra ella.

—¿Ahora qué haces, ángel?— preguntó confundida mientras veía lo que hacía con el móvil.

—Parece que quiere venir conmigo— dijo Sigrid riendo. —Iré para allá enseguida.

—¿Te parece si nos vemos en la lavandería? Quiero meter a secar los peluches que Deliel bañó— dijo riendo.

—Claro, ahí los veré— asintió Sigrid. —Tesoro, tesoro— lo llamó para que le prestara atención. —¿Tienes hambre? ¿Quieres comer?— preguntó mientras hacía la seña de "comer".

Ella se levantó de la cama, cargó a Deliel y la toalla en donde metió también el gato de peluche empapado junto al delfín. Salieron de la habitación en dirección de la lavandería mientras él seguía con Sigrid. 

No pudo evitar que de su garganta saliera un leve gemido que pudo controlar apenas.

—Se supone que tienes que convencerme de que te premie, no de reclamarlo tu mismo— una de sus manos se deslizó por su pecho hacia abajo por el torso y se inclinó hacia el frente para poder alcanzar la orilla de su playera, y con sus dedos tocó el límite de su pantalón. Giró la mano para deslizar la palpa por su piel y la deslizó por debajo del mismo y su ropa interior. Con cuidado, sabiendo lo sensible de la zona, arañó su piel y sonrió con malicia. —Si te portas mal tendré que disciplinarte…— buscó sus labios y los reclamó junto con su atención. Aunque lo besó con fuerza y exigencia se aseguró de que sus mordidas no lo dañaran.

—Sí, tesoro, vamos a comer— dijo Sigrid emocionada imitando la seña.

—¿Quieres decirle a Nana cómo se dice beso?— preguntó a Deliel. —Dile a Nana cómo se dice beso— le animó.

—A ver, tesoro, ¿cómo se dice beso?— Sigrid le siguió el juego haciendo los sonidos de los besos. 

—¡Eso, cielito! ¡Beso!— le festejó Sigrid lanzándole ella besos mientras se le veía caminar.

—Ya eres todo un experto lanzador de besos, guapo— dijo ella llenándolo de besos mientras reía divertida.

Terminó de bajar las escaleras y se dirigió a la lavandería que más parecía un centro de lavado con tintorería completamente equipado.