10. Deliel: Reclutamiento.

Viendo su reacción recordó lo mucho que le gustaba explorar, lo curioso que es y lo ansioso que se pone por conocer cosas nuevas.

—Primero tu delfín y el señor gato, guapo— dijo reacomodándolo entre sus brazos. —Luego podrás explorar.

Llegó a la lavandería y en una sola secadora metió los peluches y las toallas empapadas. Las puso a secar y bajó a Deliel para que fuera a donde quisiera.

—¿Ya no quieres ver a Nana?— le preguntó regresando su atención al celular antes de que se fuera corriendo.

—Ireza, ten cuidado con las cajas de jabón en polvo, no vaya a ser que le caiga en los ojos o quiera comer de ellas— dijo Sigrid preocupada.

—No te preocupes, aquí estoy con él— dijo como si no fuera nada. Desirée y Sigrid se preocupaban mucho por todo, ella no quería ser como ellas. Podía cuidarlo sin limitarlo tanto. Eso creía.

—Asegúrate de que los botes de jabón estén bien cerrados.

—Están todos cerrados y además fuera de su alcance, no te preocupes— dijo mientras buscaba bolsas, jabones o botes que pudiera alcanzar mientras exploraba pero lo único que veía eran canastos con ropa, sábanas y cobijas además del carrito de lavado. Podía jugar con eso.

—Muy bien, ya no quieres ver a Nana— tomó el celular para girarlo hacia ella. —Será mejor que te apresures, este niño va a destruir la lavandería— dijo riendo.

—Ya voy llegando— dijo Sigrid apresurada antes de terminar la video llamada.

—A ver, cariño, se hace así— sujetó su manita y le enseñó cómo activar de nuevo la secadora. —Si nos vieran Desi y Nana a ti te llevan lejos y a mi me cuelgan, guapo— rio mientras le quitaba las manitas de los mandos y lo atraía hacia ella para apartarlo de ahí y que viera de nuevo los peluches dando vueltas.

—Parece que tenemos un corredor de autos en potencia— dijo riendo mientras se acercaba un poco para evitar a tiempo que se hiciera daño si algo ocurría. —Voy a conseguirte cochecitos para que puedas pasear en ellos, guapo— estaba encantada a pesar de los destrozos que empezaba a hacer.

—¡Ey! ¡¿A dónde vas?!— preocupada se apresuró a rodear el carrito y atravesó el brazo para impedirle entrar a la alacena. —Eres todo un peligro, guapo, tan chiquito y ya tan travieso— dijo riendo mientras deslizaba su brazo por debajo de él para ayudarle a salir de debajo del carrito y alejarlo de la alacena de productos. —Si te pasa algo me cuelgan, ángel— se levantó con él en brazos y regresó a la secadora. 

Aún faltaba tiempo para terminar el ciclo así que tomó un cesto para ropa, lo puso en el suelo, sentó a Deliel dentro y le dejó caer encima, sin cubrirle el rostro, una cobija recién lavada de colores pastel, de textura similar a la lana de las ovejas pero muy suave.

—¿Qué tal? ¿Te gusta?— le preguntó arrodillándose frente a él mientras le frotaba la mejilla con una orilla de la cobija. —¡Es suavecita!— dijo sonriéndole, animada.

—¡Oh! ¡Acabo de descubrir cómo tranquilizarte!— dijo riendo, feliz por el descubrimiento. —A ver, ¿qué tal así?— acomodó la cobija de modo que pudiera envolverse en ella casi como un fantasmita sólo que con la carita descubierta y siguió frotando las orillas en sus mejillas. —Ya casi estás envuelto como para regalo, ángel—se inclinó para besar su frente y mejillas.

—Tranquilo, guapo, es despacito o me harás moretones— dijo tomando sus manitas para detenerlas y luego le enseñó cómo debía ser. —Suave y con cuidado, ángel— le pedía mientras le sonreía sin dejar de mostrarle la forma correcta de brindar una caricia a sus mejillas sin lastimar.

—¡Así, guapo, solo hay que practicar!— le felicitó.

—¡¿Dónde está el bebé más hermoso del mundo?!— se escuchó la voz de Sigrid desde el pasillo que da a la lavandería y de pronto apareció en la entrada.

—¡Mira quién llegó, guapo!— dijo sonriendo ampliamente mientras se hacía ligeramente a un lado para que pudiera ver a Sigrid y colocó las manos listas para atraparlo por si se levantaba y se iba de bruces contra el suelo.

—¡Cuidado!— dijo Sigrid asustada al tiempo que ella lo atrapó en el aire.

—¡Despacio, guapo!— le sonrió y lo abrazó contra ella. —¿En qué quedamos?— le dio un beso tronado en su mejilla, lo desenvolvió de la cobija y lo dejó ir hacia Sigrid.

—No te nos caigas, tesoro, ven con cuidado— le pidió Sigrid extendiendo sus brazos hacia él lista para recibirlo o detenerlo si caía de nuevo.

—¡Ay, pedazote de bombón, ¿dónde andabas, tesoro?!— se agachó para abrazarlo y buscó su cuello para hacerle cosquillas con trompetillas.

—Está bien, no más cosquillas— dijo riendo y lo cargó. —¿Y mi beso?— preguntó haciendo la seña correspondiente.

—¡Eso, tesoro! ¡Así se dice beso!— le festejó Sigrid.

—¿Estás pidiendo más besos? ¡Claro que te los doy!— se acercó a ellos y beso muchas veces a Deliel en las mejillas aprovechando que Sigrid lo sostenía.

—¡Huyamos, tesoro!— dijo mientras lo sujetaba con fuerza y simulaba correr fuera de la lavandería mientras reía. —¡Corre, corre!— seguía emocionada.

—¡Ey! ¡Eso no es justo!— gritó Ireza desde la lavandería pero no se detuvo.

—Ya estás a salvo, tesoro— dijo sonriéndole mientras entraban a la cocina. —¿Quieres comer?

Se acercó al refrigerador de donde sacó un recipiente plástico donde tenía frutas cortadas. Lo dejó sobre la barra para que fuera perdiendo lo helado y regresó para sacar ahora una olla de barro que puso sobre el fuego de la estufa. Lo había hecho hacía algunas horas por lo que el caldo ya debía estar concentrado.

—Mira, cariño, ¿quieres?— de un frasco de cerámica tomó una empanada con relleno de dulce de leche y se la dio para que comiera algo mientras se calentaba la comida.

—¡Mi vida! ¡Casi te la comes toda de una sola mordida!— estaba sorprendida. —Te me vas a ahogar— regresó al refrigerador y buscó un termo en donde había preparado leche con chocolate. —Tienes mucha hambre, mi vida— dijo encantada viendo como intentaba comer el trozo que le había arrancado a la empanada. Eran suaves así que no se preocupó que fuera a lastimarse.

Sirvió en un vasito el chocolate casero y lo puso a calentar en una taza de barro en el fuego. Esperó solo a que se calentara un poco y entonces lo vertió en un vasito entrenador y se lo dio a Deliel luego de probar la temperatura.

—Es chocolatito, mi vida— le sonrió y lo animó a probarlo en cuanto vio que casi se había pasado todo el trozo de empanada.

—A ver, prueba un poco que luego te me atragantas— le inclinó un poco el vasito lo suficiente para que un poco de chocolate saliera y luego se lo retiró. —¿Te gusta?— puso el vaso en la barra y sacó una cuchara grande de un cajón.

Luego de fingir que los seguía regresó a la lavandería y esperó a que el ciclo de secado terminara. Los peluches estaban ya secos y olían bien, los sacudió un poco solo para regresarles su forma acojinada y se los llevó con ella a la cocina.

—¿Qué comes, guapo?— preguntó al verlo tan concentrado.

—Ireza, ¿puedes sostenerlo un momento?— dijo mientras removía el contenido de la olla con una cuchara.

—Claro, ven, ángel— extendió sus brazos a Deliel luego de dejar los peluches en una silla.

—¿Qué es eso? ¿Una empanada? A ver— mordió un poco de la empanada luego de cargarlo y acomodarlo en sus brazos. —¡Rica! ¿Te gusta?

—¡Woh! ¡Qué enorme mordida!— sorprendida lo observó atenta a que no se atragantara. —Tienes que dejar espacio para la comida, guapa— dijo mientras se recargaba en la barra y veía a Sigrid. —¿Qué le has cocinado?

Vigilaba que la comida estuviera calentándose parejo y la probó. Ya casi estaba.

—Caldo de pollo y arroz, ¿quieres comer con él?— respondió mientras sacaba una pieza de pollo y la desmenuzaba finamente en un cuenco de plástico.

—Aunque no quiera seguro Deliel me alimenta— dijo riendo.