10. Deliel: Reclutamiento.

Se adelantó para caminar hasta la orilla del lago donde esperó para poder detener a Deliel o alcanzarlo si pretendía correr hacia el agua.

—Con cuidado, tesoro— dijo Sigrid mientras lo bajaba al pasto.

—¡Cuidado, guapo!— se acercó a él mientras reía ligeramente y le ayudó a ponerse de pie. —No hay por qué correr, el lago no irá a ningún lado— le sacudió la tierra de la ropita y limpió su carita antes de besar su mejilla. —No pasa nada, no pasa nada— intentó tranquilizarlo.

—Oh, ¿la naricita?— se agachó y apoyó las rodillas en el pasto. —No pasa nada— besó su naricita. —¿Ves? Ya no duele, ¿verdad?

—¿Estás bien, tesoro?— Sigrid se acercó para verlo mejor.

—¿Qué te hace, tesoro? ¿Es muy empalagosa contigo?— dijo riendo.

—No es mi culpa, ¿quién lo manda a ser el ángel más guapo y lindo del mundo?— dijo encogiéndose de hombros. —Es más, a ver, quiero darle más besos— se acercó para pretender que lo quería atrapar y comenzó a hacerle cosquillas mientras él se escondía entre sus brazos.

—No, no, no, escóndete, tesoro, yo te escondo— siguió riendo mientras lo abrazaba como si lo ocultara de Ireza.

—¡Ey! ¡No es justo! No huyas de mi, guapo, nada más te quiero dar besitos— dijo riendo.

—No, no, no le hagas caso, tesoro— lo cargó junto con el delfín para levantarlo del piso y fingió trotar por la orilla del lago.

—¡¿A dónde van?! ¿Y mis besos?— fue tras ellos.

—¿Eh? ¿Cómo que "adiós"? ¡Vas a ver! ¡Nada más deja que te atrape y verás!— dijo entre ofendida, riendo y reclamando.

—¿Le dijiste adiós, tesoro?— soltó a reírse con más fuerza sin dejar de avanzar.

—¡Y encima se ríe!— siguió quejándose mientras estiraba una mano como para alcazarlo.

Siguió caminando hasta que llegaron al pequeño campo de flores que habían crecido junto al lago sin ayuda de nadie. Estaba despejado como siempre y en la orilla el agua baja y cristalina dejaba ver las piedras lisas multicolor que hacían de fondo. Algunas pequeñas sardinas merodeaban cazando los diminutos mosquitos que se posaban sobre el agua o las briznas de pasto que quedaban suspendidas sobre la superficie del agua.

Besó la coronilla de Deliel luego de detenerse.

—Mira, tesoro— lo llamó mientras acariciaba su cabello.

—Ireza ¿puedes ayudarme un poco?

—Claro— se acercó a ellos.

—¿Le puedes quitar las pantuflitas y subirle la pijama?

—Si se va a meter al agua dará igual, se mojará todo— dijo riendo mientras le quitaba las pantuflitas y le subía la pijama hasta las rodillas.

—Sí pero de todas formas, mejor así a que se le caiga por el peso del agua y se le enrede en las piernitas.

—Listo— dejó las pantuflitas sobre el pasto y fue de nuevo a la orilla del lago para esperarlo.

Bajó a Deliel al suelo luego de besar su mejilla de nuevo.

—Con cuidado, tesoro— volvió a pedirle y esta vez se preparó para ir detrás de él.

—¿Lo ves?— dijo riendo a Sigrid mientras se acercaba a Deliel y lo levantaba. —¿Estás bien, guapo?— lo ayudó a que se pusiera de pie y le limpió la carita.

—Iré por una toalla— dijo Sigrid. —Dejaré esto aquí— la vio dejar su bolso sobre el pasto junto con el delfín de peluche antes de caminar de vuelta al edificio.

Ella asintió y se agachó para recoger algunas piedras de colores.

—¿Esto es lo que querías, ángel?— le dijo sonriendo mientras se las mostraba.

—Sí, ángel, son muchas y muy bonitas— dijo tocándolas con los dedos. —¿Quieres ver más?— tomó algunas más y entre ellas recogió cuarzos lisos de varios colores que hasta a ella misma le sorprendieron. —Mira, ángel, estas son diferentes— puso en sus manitas todos las piedras de cuarzo y retiró las normales para que pudiera sostenerlas mejor.

—No, no, guapo, espera, te vas a lastimar— le quitó con cuidado el cuarzo y enseguida hizo la seña de "comer", señaló el cuarzo, el resto y las piedras pero negó con la cabeza. Repitió el mismo gesto de nuevo. —No se come, ángel— dijo sonriéndole mientras hacía la misma seña con la negación.

—¡Eso, ángel! ¡Aprendes muy rápido!— Se arrodilló frente a él sin importarle quedar mojada y besó sus mejillas. —¡Eres muy listo!— aplaudió riendo contenta.

—¡Más piedritas! Gracias, guapo— las tomó con una mano y con la otra le picó ligeramente las mejillas. —Eres muy detallista también, ángel, vas a traer a muchas niñas vueltas locas por ti— siguió riendo.

—Así es, ángel, no se comen— dijo felicitándolo y sintiéndose orgullosa de los logros que él alcanzaba. Los sentía como si fueran gracias a lo que le enseñaban pero bien sabía que todo el mérito era de él mismo.

Aprovechó que Deliel se quedó quieto y en silencio y esperó, como él, tranquila a que los peces se acercaran buscando si cerca de ellos había algo que pudieran comer.

Tocó con la punta de su índice, la naricita de Deliel para llamar su atención, enseguida hizo la seña de silencio y luego señaló a los pececillos que los estaban rodeando, la mayoría refugiados bajo la sombra que los dos proyectaban sobre el agua.

—Espera, ángel— se puso de pie y lo alcanzó, lo cargó para así poder detenerlo sin arriesgarse a tumbarlo. —No los puedes tocar así, guapo— caminó hacia el mismo sitio donde estaban y se sentó en el agua con Deliel sobre una de sus piernas quedando recargado de lado en ella. —Hay que ser pacientes, no hacer ruido y dejar que se acerquen, mira— volvió a hacer la misma señal de guardar silencio y su mano libre la dejó sobre su pancita para evitar que se volviera a poner de pie.

Señaló más adelante donde el agua baja y clara dejaban ver los pececillos.

—Vamos a esperar calladitos— dijo en voz baja haciendo e nuevo la misma seña y apuntando a los peces que se veían a lo lejos.

—Paciencia, guapo, dejemos que ellos se acerquen— sujetó su manita y la puso en el agua con los deditos extendidos y así esperaron algunos segundos hasta que tres pececillos se acercaron y dieron pequeños pellizquitos en la punta de sus deditos.

—No puedes darles besos, guapo— negó con la cabeza e hizo la señal de besos. —Los puedes lastimar si los tomas, ángel— volvió a hacer la misma seña y a negar con la cabeza.

Los peces se alejaron por los movimientos que hacían.

—Son muy chiquitos y delicados, no se pueden agarrar, ángel— volvió a decirle haciendo la misma seña.

Los peces se acercaron pero casi enseguida salieron despavoridos debido al pequeño grupo de peces koi que se vieron atraídos por el ajetreo del agua.

Los peces, más pequeños que los koi normal debido a que aún eran muy jóvenes, nadaron alrededor de ellos. Dos de ellos se acercaron directamente a Deliel y uno se subió a su mano para bajar por el otro lado.